lunes, 9 de julio de 2012

Mirando a mi "yo" pasado

A veces nos ponemos a mirar fotos del pasado y nos vienen a la cabeza una serie de recuerdos, que pueden ser agradables o dolorosos. Un serie de sentimientos y sensaciones producidas por la imagen que tenemos ante los ojos, por todo lo que nos trae a la mente del momento que representan. Y en este tipo de fotos no se pueden dejar de lado aquellas en las que salimos nosotros. No soy muy dado a mostrar imágenes mías, pero hoy haré una excepción.



No sé exactamente la edad que tendría cuando me sacaron esta foto, debía de tener quizá unos 12 o 13 años. Deduzco la edad porque en la foto ya llevo gafas y fue entonces cuando empecé a usarlas. Hasta ese momento no había tenido problemas de visión, pero de repente empecé a sentir que ya no veía con mucha claridad los carteles de las calles y las personas que había a varios metros de distancia se me hacían borrosas. Por ello y tras las pertinentes revisiones me encasquetaron esas gafas que hoy harían las delicias de los modernillos y que a mí siempre me parecieron unas ridículas gafas de empollón, que fue el apelativo que me cayó pese a que tampoco estaba entre los que mejores notas sacaba de clase.

Me veo en la foto y veo a un crío, que es lo que era por aquel entonces, aún lejos de la llegada de la pubertad y que prefería la compañía de un buen tebeo de Mortadelo y Filemón o Zipi y Zape antes que estar jugando en la calle. Lo de dar patadas a un balón con otros niños lo hacía a veces y lo de pegarme con otros chavales es algo que nunca practiqué por parecerme doloroso y ridículo, eso de pegarse en plan de broma siempre me ha parecido una estupidez, que tiene un pase si se lo ves hacer a los perros y que en humanos resulta absurdo.


Con la siguiente foto damos un salto en el tiempo. La foto en cuestión es una que me hicieron cuando tenía 17 años y cursaba el ya desaparecido COU. Nos hacían la foto que iba a salir en la orla del curso, la orla que iba a ornar los pasillos del colegio junto a las orlas de anteriores promociones. Recuerdo que me compraron un traje oscuro, de camisa gris y corbata azul marino, que a mí me gustó mucho desde la primera vez que me lo puse (y eso que odio ir de tiendas y probarme ropa). Con ese traje me sentía como un adulto de pies a cabeza, como uno de esos hombres con clase que salen en las películas seduciendo a las mujeres, con esos sueños de galanura que se tienen siempre en la adolescencia.

Recuerdo el día de la foto, que me desperté con ilusión y me puse el traje con mucho cuidado, como si fuera un objeto frágil y precioso. Ya enfundado en mi uniforme fui al colegio sintiéndome un galán de cine clásico y fantaseando con la posibilidad de que las chicas, que entonces no me hacían mucho caso, se fijarían en mí. Girarían sus cabezas al verme para asombrarse de mi porte y me sentiría como el patito feo que se convierte en cisne. Pero nada de eso pasó o al menos no me dí cuenta. Cada uno fue vestido con sus mejores galas y yo no destaqué especialmente. Vamos, como había sido siempre.

Sin embargo quedé muy contento con la foto (y eso que me suelo sacar un montón de defectos cada vez que me veo en una imagen), me ví seguro de mí mismo, orgulloso de ser quien era, con el gesto serio y la mirada algo desafiante, sin las gafas que me daban aspecto de empollón. Todas esas sensaciones se vieron amplificadas por los años que tenía, donde todo se ve con mucha visceralidad.

Ahora me veo en la foto y sigue dándome esas buenas sensaciones. Veo a un chaval que quiere hacer cosas con su vida, que no se resigna a ser lo que otros quieren que sea, que mira al futuro sin miedo. El tiempo me ha demostrado que, en algunas cosas, se han cumplido esos deseos. He salido de casa de mis padres, he estudiado y aprendido, he conocido mucha gente, me he divertido, me he entristecido, me he enamorado, he querido, he ganado un sueldo con mi trabajo, he viajado y conocido muchos lugares. En resumen, que he vivido.



Y esta otra foto es bastante más reciente, de la última fiesta de Nochevieja, que tiene en común con la anterior que sigo llevando el mismo traje que cuando tenía 17 años. No es una foto en la que salga muy favorecido, porque no soy especialmente fotogénico y siempre me gusta más salir en las fotos con poses absurdas, me hace sentir más cómodo ante la cámara. No puedo negar que me satisface no haber cambiado mucho en lo que a aspecto exterior se refiere, porque uno de mis miedos cuando miro fotos es darme cuenta de los estragos del paso del tiempo, a sabiendas de que el tiempo discurre sin que podamos hacer nada por controlarlo.

Cuando miro fotos del pasado no puedo evitar reflexionar sobre las cosas que he vivido, las vicisitudes en las que me he visto envuelto, la mente empieza a recordar a velocidad de crucero. Que he estado en situaciones que me han hecho crecer y madurar y ser quien soy ahora, diferente en algunas cosas a aquel chico de pocos años, tímido y apocado que empezaba a ver mundo. Y lo que aún me queda por vivir, lo que está por venir.

Tengo curiosidad por saber que opinará de mí mi "yo" futuro, si me verá con la misma curiosidad con la que veo a mi "yo" pasado. Eso, el tiempo lo dirá.

7 comentarios:

  1. Sí, la verdad es que no he cambiado mucho desde entonces, no se notan aún los estragos de la edad, jeje. Es curioso, porque de pequeño me decían que parecía mayor y ahora más o menos me echan la edad que tengo, se han adecuado un poco más el aspecto y la edad

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  2. Esa práctica de ver tus "yo" pasados es muy propia de mi... Observo detenidamente y con minuciosidad cualquier detalle de la foto, el reflejo de la mirada, su intensidad, como si fuera otra persona, y no tú propiamente, y si! Si! Sonrió y me vienen flashes de esos momentos o del momento de la foto... Muchas veces me pregunto si en aquel momento sería consciente que en este presente me estaría viendo, un presente ya pasado lógicamente! Cómo bien dices, he vivido, si, he llorado, me he disgustado, me han roto el corazón, me he enamorado, me he divertido, he conocido gente maravillosa, otra no tanta, he aprendido, sigo aprendiendo ....
    Me ha encantado tu entrada.
    Un fuerte saludo

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    1. Pues muchas gracias, me alegro de que te haya gustado. La verdad es que nunca sabemos que nos traerá el futuro, cómo seremos dentro de un tiempo. Cuando me sacaron las fotos de más joven no podía imaginarme las cosas que estaban por venir y ahora me siento un poco así, a saber como será mi "yo" futuro

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  3. Andaaaaaaa no había visto esta entrada, esta muy bien y creo que es un ejercicio fantástico para quererse a uno mismo.
    Bravo por ti!

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    1. Resulta curioso verse con el paso de los años y pensar en como se era por aquel entonces, me da curiosidad saber qué es lo que pensaré de lo que soy ahora cuando hayan pasado unos años

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  4. Jeje una recopilación chula, pero no me puedo creer que lleves el mismo traje que con 17 años, habrás crecido digo yo...que los chicos pegáis el último estirón a los 20...XD. Bueno yo me pongo camisetas de cuando tenía doce años y si tuviera algún pantalón de esa época seguro que me queda grande...con la manía que tenía de comprarlos dos tallas más... En mis fotos pasadas yo lo que veo es a esa niña tímida e introvertida que era...aunque ya apuntaba maneras en eso de dar malas ideas y que todos se pusieran a ello (la primera que llevó cerbatana a clase fui yo). A veces me entra pánico volver a ser la tímida e introvertida niña que dejé en Irlanda, nunca ha ocurrido pero...es uno de mis miedos que más me asaltan cuando tengo que acudir a algún tipo de evento ya sea boda, comunión, bautizo, fiesta, cumpleaños...

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  5. Pues es el mismo, sí, se ve que a los 17 ya había crecido todo lo que tenía que crecer. Yo dí el estirón tarde, con 14,15 años, pero recuperé el tiempo perdido con rapidez y logré llegar al metro ochentaypico que mido ahora, jeje.

    Es curioso como a veces sale esa parte de nosotros que creíamos superada cuando nos hallamos ante gente o situaciones que nos llevan al pasado, a cuando éramos así. No sé si porque hacemos lo que se espera de nosotros, o porque nos da miedo mostrarnos con los cambios que hemos experimentado.

    Me pasa mucho cuando veo a antiguos compañeros de la universidad, que si nos vemos asumimos inmediatamente los roles que teníamos entonces, aunque todos hemos tenido nuestros pequeños cambios. Un fenómeno que me llama la atención

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