martes, 8 de marzo de 2016

"Juego de Tronos": Todo empezó con una recomendación



Un servidor de ustedes tiene un carácter algo particular. No sé si será por ser del signo zodiacal Tauro, que me convierte en un cabezota, si será por genes adquiridos de mi familia o por influencia de mi lugar de nacimiento, caracterizado por ser un sitio donde la gente es bastante celosa de lo suyo, pero el caso es que para hacer algo necesito convencerme de ello. Aunque sea de un carácter poco dado a la discusión no me gusta hacer cosas porque lo digan otros o porque toca, es en momentos así cuando me sale la rebeldía interior y decido no hacerlo, sin necesidad de levantar la voz. Esto me ha causado algunos disgustos y la incomprensión de gente que no entiende cómo parezco asentir con mi actitud y posiblemente esté negando con mi mente, porque estiman más normal escenificar la controversia, que a mí me parece una pérdida de tiempo y fuerzas. Porque creo que si alguien no quiere hacer algo no lo hará por mucho que te desgañites, solo lo hará cuando crea que ha llegado el momento. En mi caso esa inacción muchas veces se sustituye por un gran entusiasmo cuando he decidido emprender la tarea, como el toro que embiste hasta el agotamiento, de forma aplicada y constante. Podría hablarles de muchos momentos metafísicos en los que me ha dado “el cuarto de hora”, pero hoy quiero centrarme en algo más ligero, un reciente descubrimiento para los ratos de ocio hacia el que yo no estaba muy predispuesto. Me refiero a la serie “Juego de Tronos”.



Mucho se ha hablado sobre esta serie de televisión auspiciada por el canal HBO, inspirada en los libros englobados en la saga “Canción de hielo y fuego”, del británico George R. R. Martin. Ganadora de varios premios, aplaudida por los críticos y por público de todo el mundo, a mí “Juego de Tronos” no me interesaba lo más mínimo hasta hace algunas semanas. Intuía ahí algo parecido a los mundos de “El señor de los anillos” y como quiera que acabé un poco harto de ese universo de capa y espada y lugares fantásticos (ni siquiera he visto después las películas de “El Hobbit”), decidí pasar del tema mientras centraba mi atención en otros productos televisivos más pegados a lo que me interesa, a los misterios insondables de nuestro mundo cotidiano. Pero como digo, hace relativamente poco, en las pasadas navidades, empecé a ver “Juego de Tronos” animado por una recomendación de alguien cuyo criterio siempre tengo en cuenta y que está cercano a mis intereses. Debo admitir que antes de empezar lo afronté con cierta pereza, como un niño que no tiene muchas ganas de hacer los deberes, pero decidí que le daría una oportunidad al primer capítulo, a ver si aquello funcionaba y si no era así lo dejaría, al menos lo habría intentado. Comentaba hablando de libros que necesito que haya un flechazo en las primeras líneas para leerlos y con las series necesito que también la seducción se produzca desde los primeros momentos, porque me parece una pérdida de tiempo esperar hasta la segunda o la tercera temporada a ver si me engancho. Si al principio no detecto visos de que pueda haber enamoramiento no sigo adelante, del mismo modo que no voy detrás de alguien que no me guste, esperando que mejore, cuando lo que tiene que ofrecernos lo podemos ver al principio. El caso es que vi ese primer episodio en plan “a ver que tenéis para mí, sorprendedme” y lo cierto es que una hora más tarde estaba vivamente interesado en seguir adelante, quería saber más de esa serie y de esos personajes que me habían sido presentados.



Desde entonces y hasta hace unos días me he metido entre pecho y espalda las cinco temporadas existentes de “Juego de Tronos” (la sexta aún está al caer) y en esos 50 capítulos he sido testigo de la historia de un continente ficticio, con lugares que solo existen en la imaginación del que los creó, pero habitados por personajes muy humanos y reconocibles, claramente inspirados en momentos de nuestro paso por este mundo. Con un ambiente deudor de las peripecias medievales que estudiamos de pequeños, con esos reinos donde la vida valía muy poco y los reinados podían ser breves y tremendamente cainitas, “Juego de tronos” habla de luchas de poder, de ambiciones y de vicios, de lazos familiares y traiciones, de torturas y placeres carnales, de belleza y violencia, de nuestra naturaleza más animal y del mundo como una selva cruel en la que nadie tiene garantizada su supervivencia. Un mundo muy lejano y muy cercano al que tenemos entre manos.

https://youtu.be/Fz6Wbu-kNtI


Lo que en estos años ha catapultado al éxito a “Juego de Tronos” ha sido este dibujo de personajes y situaciones y lo que también oía en comentarios de gente era lo que les llamaba la atención la carga de sangre y sexo de las tramas. Una vez visto todo, debo decir que tampoco es para tanto, pues si bien es cierto que hay unos niveles de violencia no aptos para todos los paladares y que raro es el capítulo donde algún personaje no sufre algún tipo de daño, no es algo que se antoje insoportable. Si acaso la diferencia es que aquí la violencia no es de tebeo y de que los golpes duelen y son sangrientos. Y sobre el sexo, que tanto ha atraído la atención de hombres y mujeres hacia la serie, no es que “Juego de tronos” sea precisamente porno (aunque haya contado con la participación de antiguas actrices del ramo, siendo la más relevante la alemana de origen turco Sibel Kekili, amante y compañera de fatigas del enanito Tyrion Lannister), pero tiene algunas escenas donde se ve lo que habitualmente ocultan las producciones mayoritarias. Es decir, que si la gente practica sexo aparece desnuda y no tapada con ropajes o haciendo cabriolas con las sábanas para que no se vea nada. Esa postura me parece honesta y sin embargo, con el éxito de la serie, algunas actrices como Emilia Clarke (Daenerys, que cada temporada suma más títulos a su nombre) o Natalie Dormer (Margaery) han aprovechado su subida de caché y en la quinta temporada ya hacen el truquito de la sábana. Y es que hablamos de un mundo en el que la vida es incierta y en el que una declaración de amor puede no esperarse a la tercera cita
https://youtu.be/ouf01nj2pt0

En el mundo de “Juego de Tronos” las acciones tienen respuesta y estos dos personajes que empezaron a amarse saltándose un juramento y que se las prometían felices, una temporada después acabarían de forma trágica en la ya célebre Boda Roja, donde el rojo no venía precisamente del vino.
https://youtu.be/z3HSDKRkYMI

Este capítulo, el penúltimo de la tercera temporada, dio mucho que hablar por la repentina muerte de algunos personajes que estaban siendo relevantes en la trama y a mucha gente le dio por grabarse mientras veían el capítulo y reaccionaban con horror. De algunos de los muchos producidos en todo el mundo, he escogido este de unas chicas que son grabadas sin saberlo por una amiga en el disgusto que se llevan las pobres (ojo a su reacción final, que una dice no superarlo y causa lástima y risa).






Sexo y muertes aparte, “Juego de Tronos” es una propuesta muy interesante en la que su autor bebe no solo de la historia, sino también de Shakespeare e introduce giros fantásticos, como la creación de los Caminantes Blancos, una suerte de zombis que amenazan la seguridad de los humanos al otro lado del muro que estos han creado para contenerlos, a ellos y los salvajes que podrían romper el equilibrio de esa sociedad. Un muro que remite al que el emperador romano Adriano hizo en los límites de la actual Inglaterra y la actual Escocia para protegerse de las tribus bárbaras que amenazaban sus posesiones británicas y que también puede ser leído como metáfora política, con unos hombres que luchan entre ellos por el poder, una lucha estéril mientras al otro lado se agolpan unos seres que acabarían con ellos sin mucha dificultad. De ese enfrentamiento se han visto ya algunos retazos, pero es de esperar que la gran batalla entre humanos y malas bestias se libre en lo que queda por venir. Aunque a mí me interesan más las intrigas palaciegas que tienen lugar en la capital de ese mundo, con la familia Lannister presa de sus grandes contradicciones y otros clanes que quieren lograr su parcela de poder. Hay algunos personajes que me gustan más que otros y si tuviera que decir mis favoritos, creo que serían el bajito Tyrion (interpretado un excelente Peter Dinklage), la no mucho más alta Daenerys con su tesón, otras mujeres potentes como la hechicera Melisandre (un placer volver a Carice Van Houten en un papel de entidad después de “El libro negro”) y la jovencita Arya Stark o espléndidos secundarios como Samwell Tarly o Sir Davos.




“Juego de Tronos” no ha llegado de momento al templo de series imprescindibles para mí ni me ha marcado personalmente como otras, pero ha captado mi atención para verme cinco temporadas seguidas y mantenerme enganchado sin sentirme embaucado por trucos fáciles para atraer al espectador. Hablaba el otro día de libros largos que se leen con agrado y si aceptamos el paralelismo que muchos hacen de las series televisivas con las novelas, “Juego de Tronos” es un gran volumen de los que se degustan con ganas de obtener una nueva ración al día siguiente. Gracias por la recomendación.