jueves, 29 de agosto de 2013

Monica Bellucci, Vincent Cassel, el amor y la fidelidad

“Vincent y yo vivimos una vida completamente independiente el uno del otro. No estamos juntos todo el tiempo: sus amigos son suyos y los míos son otro asunto. Ese es nuestro secreto”.

“Creo en el amor, pero no en la fidelidad. Es lo que me interesa, el amor. De lo demás prefiero no enterarme. Necesito saber que la persona a la que quiero va a estar ahí si la necesito. Creo, entonces, en la fidelidad del corazón. Sobre la del cuerpo tengo más dudas. Una traición de la carne es menos grave. Lamentablemente, no existe una ley que mantenga juntas a dos personas o un contrato que las obligue a seguir. Ojalá existiera. La respetaríamos y todos sabríamos a qué nos enfrentamos. En cambio, no sabemos nada. Y yo también sigo adelante día tras día. Así es cómo funciona una relación de pareja. El hasta cuándo es imposible saberlo”. 

(Monica Bellucci)



Ha salido a la luz la noticia del divorcio del actor francés Vincent Cassel y la actriz italiana Monica Bellucci tras 14 años de matrimonio y casi una veintena de vida en común, tras varias películas en las que han aparecido juntos, tras conocerse a mediados de los años 90 y formar una de las parejas de intérpretes que más curiosidad han producido. Curiosidad por ver a un tío más bien feo como Cassel (aunque hay gente que para la que Cassel "tiene algo") con una mujer tan atractiva como la transalpina, uno de los "sex symbol" más sugerentes que ha habido en los últimos años. Aunque quizá sugerente sería un adjetivo poco apropiado para una mujer como Bellucci, una de esas mujeres que exudan sensualidad y sexualidad por los cuatro costados, una de esas mujeres que parecen estar desnudas cuando están vestidas, de las que hacen girar cuellos y atraen la mirada de hombres y mujeres de forma inmediata. Un cuerpo que ella no ha dudado en mostrar en películas y revistas, incluso durante uno de sus embarazos, algo que no le produce ningún pudor y le parece natural según ella misma ha confesado.



Una actriz decente, siempre más resaltada por su físico que por sus dotes interpretativas y que a mi juicio ha logrado su mejor papel hasta la fecha en "Malena" de Giuseppe Tornatore, donde unía con más acierto ambas vertientes dando vida a una mujer a la que todos desean y que sufre en silencio la falta de verdadero amor.



Su separación dará que hablar a aquellos que dicen que el amor no es para siempre, que para qué empezar una relación a sabiendas de que tarde o temprano se acabará. Eso es algo como decir que para qué vivir si al final te vas a morir, que hagamos lo que hagamos al final todo se acaba. Pues sí que se acaba, pero para eso vivimos, para aprovechar el tiempo que nos ha sido dado y hacer una serie de cosas que forman nuestra vida. Porque al final, salvo los suicidas nadie quiere irse de aquí, así que con las relaciones amorosas pasa lo mismo. Son una serie de experiencias que vivimos, que moldean nuestro carácter y nos hacen pasar momentos bonitos y menos bonitos, dejando toda una serie de recuerdos que cuando los traemos a nuestra mente nos hacen ser conscientes de que hemos vivido. 

Todas las relaciones empiezan siempre con la esperanza de durar para siempre, incluso en aquellas en las que se dice "a ver hasta donde llegamos", pero luego las circunstancias influyen para que las cosas no salgan todo lo bien que se quisiera y la cosa se puede romper.  Con el paso de los años me voy haciendo más consciente de que el amor es algo que se siente y que también hay que saber mantener, porque cuando eres un más jovencillo y tienes la cabeza llena de pájaros crees que en el amor como un sentimiento que solo puede ser real si es intenso, que lo que viven tus padres al no devorarse mutuamente o echarse de menos cada cinco minutos que están separados no es amor de verdad. El tiempo pasa y empiezas a ver cómo cambias tú y los que te rodean y ves que en las relaciones afectivas al principio todo es pasión desenfrenada, pero esa chispa inicial va cambiando a otra cosa más sosegada, pero no por ello menos intensa, construida en los pequeños detalles y no pasa nada por ello. Aunque también hay casos de gente que sigue en pareja más por costumbre que por sentimiento, lo habitual es que el fuego del principio vaya mutando y eso hay gente que lo entiende mejor y otra gente que, pasado un tiempo, quiere recuperar ese ideal romántico de la juventud, iniciando nuevas relaciones. Eso ya depende del carácter de cada uno y de su forma de afrontar sus circunstancias.



Bellucci y Cassel vivían separados mucho tiempo al cabo del año y confesaban públicamente tener su propio espacio, en no estar pegados a la fidelidad de verse únicamente entre ellos, en tener la posibilidad de compartir momentos con otras personas, siempre que el amor mutuo se mantuviera. El tema de las parejas abiertas que tienen una vida en común y que no dudan en tener escarceos con otras personas siempre me ha llamado la atención porque no sé si sería capaz de aguantarlo. Si yo tuviera una pareja que me dijera que tuviera ligues si quisiera y que ella también los tendría creo que me pondría terriblemente celoso, porque no es fácil pensar que la persona a la que quieres está por ahí interesándose por otra persona que no eres tú. Te pueden decir que es solo un rollo sexual, simple morbo y atracción, que no hay amor en ello, pero esa idea resulta muy complicada de afrontar, que tu pareja entregue sus sentidos a otra persona y que no te llegue a importar me parece complicado de asumir. Sé lo que es querer a alguien y que puedas sentirte atraído por otra gente, pero pasarlo de la fantasía a la realidad ya es otro cantar. No se puede evitar sentir una sensación de traición, del mismo modo que la sientes si te lo hacen a ti. Porque eso significa que no eres el primero y único, o que siéndolo puedes ser intercambiable en un momento dado.




Quizá por eso tanta gente recurre a profesionales del sexo para esas fantasías, para no sentir que están engañando a nadie, que van allí como quien va a la consulta del médico, a que le arreglen una molestia o una necesidad. Es un hecho complejo que creo que no tiene una única respuesta y que depende del carácter de cada uno, porque así como hay gente infiel a su pareja que no siente ningún reparo, los hay a los que les cuesta concebir la idea.

Uno de esos casos en que lo mejor es que cada uno juzgue según sus ideas. 

martes, 27 de agosto de 2013

Escándalos y polémicas en la publicidad

Estos días ha sido noticia en Alemania un falso anuncio de Mercedes ambientado en una zona rural y con un final sorpredente. El lema del coche es que anticipa los peligros, así que acaba atropellando y matando a un Adolf Hitler en edad infantil. Y como los temas que tengan que ver con el nazismo son un asunto espinoso en aquellas latitudes (como la Guerra Civil por aquí), la marca de de automóviles Daimler ya ha denunciado el uso de su nombre en una pieza realizada por estudiantes de cine y que irónicamente ha sido nominada para un certamen de creaciones audiovisuales patrocinado por Mercedes-Benz.



Este tema me ha hecho pensar sobre esas polémicas que se montan de vez en cuando por alguna campaña publicitaria que busca transgredir o superar ciertos límites para llamar la atención, con referencias religiosas, sexuales o violentas (y con mezclas de todas ellas). Siempre se dice que es mejor provocar odio o rechazo que provocar indiferencia, porque con el odio y el rechazo también se consigue que hablen de uno aunque no sea para bien. Por eso muchas marcas consiguen captar la atención cuando efectúan alguna promoción que excite los ánimos de aquellos dispuestos a defender la libertad salvo cuando les tocan lo suyo. Aquí les adjunto algunos ejemplos que en su día causaron mucho revuelo por su tratamiento de la violencia contra las mujeres, por la visión de la sexualidad femenina y por diversas metáforas políticamente incorrectas.










"Mad Men" es una serie que ha puesto de moda la estética de los años 60 y el ámbito publicitario, que para algunos es el colmo de lo "cool", de lo guay, de lo más molón, donde se produce la conjunción de diversas formas de arte y donde la imaginación no tiene límites. La serie es sensacional y podría estar ambientada en una charcutería que sería igual de apasionante, por su acierto a la hora de mostrar un amplio mapa de actitudes humanas. Pero también deja su genialidad en varias perlas sobre el mundo publicitario, como las que se pueden ver en este vídeo.



La polémica y el escándalo vende en casi todos los ámbitos de la vida, porque la película siempre es mejor cuanto mejor es el malo. Y la publicidad suele juguetear con eso, porque con una campaña muy correcta y formal no molestarían a nadie pero tampoco interesarían lo suficiente, no atraerían la atención la gente ni de los medios. Así que imagino que los escándalos publicitarios seguirán apareciendo de vez en cuando, como las olas de calor y las borrascas.

jueves, 22 de agosto de 2013

Veraneo, postureo y redes sociales

Agosto es el mes veraniego por excelencia, el mes de las vacaciones por antonomasia, el mes de la canícula y los calores más extremos y también es el mes de la nada más absoluta y el mes más mentiroso del año. Todo se detiene en agosto de una manera artificiosa, como si no importara lo que hubiera pasado en los meses anteriores y lo que está por venir en los meses siguientes. Cuando era estudiante el mes de verano que disfrutaba era julio, agosto se me hacía muy largo y repetitivo, con ganas de que llegase septiembre para volver a las clases. Cuando empecé a trabajar siguió siendo julio el mes donde hacía mis vacaciones y agosto era ese páramo en el que tenía que trabajar mientras medio país estaba de libranza y todo estaba parado. Todo el mundo parecía vivir y disfrutar de sus retiros en la playa y la montaña mientras yo sentía que los días pasaban uno detrás de otro de manera infructuosa. Aunque de todos modos ese sentimiento de que se te escapa la vida mientras otros la disfrutan no es exclusivo de agosto, se puede sentir a lo largo del año.

Y a esos sentimientos que no entienden de épocas ni generaciones, porque siempre ha habido estaciones preferidas para cada uno, se ha unido la aparición de diversas redes sociales como modo de documentar las vacaciones. Todos hemos sido testigos alguna vez de esas fotos en las que alguno de nuestros contactos posa en la playa y solo se le ven las piernas y los pies, que al menos si son bonitas son agradables para la vista, unas fotos que se pusieron de moda como vuelta de tuerca al clásico posado de medio cuerpo o cuerpo entero con la cara como protagonista. Ahora la gente se limita a poner sus extremidades inferiores, aunque como todas estas modas de las redes sociales, se ha quemado demasiado rápido y ahora empieza a tener más críticos que fans y me da que no tardarán en volver las tradicionales caras. Porque lo que nunca está de moda es lo que siempre está a la moda.


El caso es que hay mucha gente que en verano no lo pasa bien por circunstancias personales, porque odia el calor o porque no puede ir a ningún sitio propio de la época y al pasar las horas muertas delante de su ordenador es testigo de lo que hacen otros y siente envidia (insana, como siempre ha sido la envidia) y tristeza por sentir que los demás hacen cosas que ellos no pueden hacer, sintiéndose excluidos de todo ello y provocando fenómenos como los que citan estos artículos. El primero de ellos habla sobre un estudio que analiza la influencia de Facebook en el estado de ánimo de sus usuarios y arroja párrafos tan interesantes como éste:

"Según este trabajo, realizado en la Universidad de Michigan, analizando el uso de la red social se pueden predecir disminuciones en el estado de ánimo. "A priori, Facebook proporciona una incalculable fuente para completar la necesidad humana básica de conexión social", señala en una nota de prensa el psicólogo Ethan Kross, principal firmante del trabajo. Sin embargo, continúa el especialista, "en lugar de mejorar el bienestar, nuestra investigación ha encontrado que tiene el resultado contrario", subraya.
 
Para su análisis, el equipo de Kross reclutó a 82 jóvenes que habitualmente consultaban Facebook desde su móvil. También a través del teléfono, los investigadores contactaron con cada participante varias veces al día durante cinco jornadas y, a través de un cuestionario, les preguntaron cómo se sentían en ese momento, si estaban preocupados, si habían quedado con alguien y cuánto habían usado Facebook, entre otras cuestiones.
 
La evaluación de los datos puso de manifiesto que cuanto más usaban la red social, peor se sentían los individuos analizados en los momentos posteriores. En cambio, las interacciones cara a cara con otras personas no tenían ningún impacto negativo en su bienestar."



El otro artículo que quiero compartir va en un tono más irónico y habla sobre esos posados en lugares interesantes que son moneda de cambio en varios perfiles de redes sociales:


"La psicoterapeuta Mariela Michelena en su libro Me cuesta tanto olvidarte apunta que Facebook es el escaparate de la exclusión donde te enteras de todas las fiestas maravillosas a las que no has sido invitado y te hundes en la miseria a no ser que tengas una autoestima a prueba de bomba. 
"Ojos que no ven Facebook que te lo cuenta", dice Michelena en su libro para explicar que mientras más tiempo dediquemos a mirar las fotos de otros, más riesgo tenemos de desarrollar cierto sentimiento de envidia (nada sana). 
Otros dos estudios sostienen la misma teoría. Uno de ellos de nombre totalmente explícito:"They are happier and having better lives than I am: The impact of using Facebook on Perceptions of other's life (Ellos son más felices y tienen una vida mejor que la mía:  El impacto de usar Facebook en la percepción de la vida de los otros) demostró que los que usaban Facebook con frecuencia (no necesariamente coinciden con los usuarios más activos, ya hemos dicho en este blog que hay mucho mirón) estaban convencidos de que "la vida era injusta" y que la vida de los otros era mejor que la suya.
Según el estudio, "la gente tiende a atribuir a los contenidos positivos publicados por otros la categoría de estado permanente cuando la mayoría de las veces se trata de situaciones circunstanciales". En otras palabras, la gente no está siempre en calas paradisíacas ni en restaurantes japoneses como tú no estás siempre apalancado en el sofá. (Esperemos)"


Lo que he ido aprendiendo de todo esto es que tan absurdo es vender una imagen únicamente feliz a través de fotos bonitas como criticarlo. Yo he sido muchas veces de esos críticos, más que de los posadores (no soy muy de salir en fotos y si veo un paisaje bonito prefiero una foto estilo postal, que sea el paisaje el protagonista), por esa rabia de no poder hacer lo que otros hacían y pensar, como los estudios antes mencionados aseguran, que la vida de los otros era mejor que la mía. Porque luego hay armarios llenos de podredumbre tras esas relucientes cuentas de Facebook, Twitter e Instagram, que no dejan de ser pasatiempos y para algunos, medios de marketing. 


Por eso este verano he querido dejarme de pamplinas y tratar de hacer cosas por mí mismo, sin esperar a que las cosas vengan a mí, como hice por error en otras ocasiones. Y si alguien quiere sacar fotos de su pernil en la playa pues me parece aceptable, si eso les hace sentir bien pues bien por ellos.

martes, 20 de agosto de 2013

"Elysium" y "Tú y yo". Sobre la siempre necesaria humanización

En mi última cita con el cine he optado por dos películas que hablan sobre la humanización y la sociabilidad de forma muy dispar, como a veces me gusta mezclar. Una de ellas con un gran despliegue de acción y efectos especiales al puro estilo Hollywood y la otra recurriendo al intimismo y a los pequeños detalles. Hoy hablaré de "Elysium" y "Tú y yo".



En el año 2159, los seres humanos se dividen en dos grupos: los ricos, que viven en la estación espacial Elysium, y todos los demás, que sobreviven como pueden en una Tierra devastada y superpoblada. Rhodes (Jodie Foster), una dura gobernante, promueve una rígida ley antimigración, cuyo objetivo es preservar el lujoso estilo de vida de los ciudadanos de la estación espacial. A pesar de ello, los habitantes de la Tierra harán todo lo posible por emigrar a Elysium. Max (Matt Damon) acepta una misión casi utópica, pero que, si tuviera éxito, significaría la conquista de la igualdad entre las personas de esos dos mundos tan opuestos.



 
"Elysium" es la nueva película de Neill Blomkamp, un director sudafricano que logró la fama hace pocos años con "District 9", una curiosa película sobre unos extraterrestres que vivían en nuestro mundo y que estaban recluidos en ghettos, separados del resto de los humanos. Una acción que al desarrollarse en Sudáfrica tenía claros ecos del apartheid entre negros y blancos que sufriera aquel país durante muchos años. En esta ocasión, Blomkamp también toca el tema social mezclándolo con la ciencia ficción, de modo que los más poderosos viven en una estación espacial con todos los lujos a su alcance, aire puro y un entorno agradable, con dispositivos para curar cualquier enfermedad que sufran. Por su parte, en la Tierra viven los que menos tienen, con pocos recursos para sobrevivir, en ciudades deshumanizadas y mueren hacinados sin poderse curar de sus males. Los intentos de escapar a ese Elysium paradisíaco son ilegales y todos los que intentan llegar son deportados o exterminados. Será en esta situación en la que el protagonista, un delincuente regenerado, luchará para que se haga justicia, movido en principio por su propio interés y finalmente por rebelión a las injusticias que presencia a diario.
 
 

Esta película es de las que no molesta al espectador y de las que deja un buen regusto cuando sales de la sala, pero que al mismo tiempo se va cayendo en el recuerdo una vez que piensas en ella y te vas dando cuenta de sus puntos flojos. Como premisa de ciencia ficción no aporta nada nuevo (hay mucho de "Mad Max" y de James Cameron) y como mensaje social ya está muy visto lo que propone, con la clara metáfora de la sociedad cerrada en sí misma que no tolera a los extranjeros zarrapastrosos. Tampoco ayuda su convencional desarrollo, con algunas concesiones al sentimentalismo en la relación entre el personaje de Matt Damon y el de la enfermera que interpreta Alice Braga. Por contra, sí que queda para el recuerdo ese sádico soldado que persigue a Damon y que interpreta con gran acierto e ironía Sharlto Copley (el que fuera protagonista de "District 9" y al que hemos visto también como Murdock en la película de "El equipo A"), que consigue convertirse en uno de esos malos memorables más interesantes que el bueno de turno a pesar de no tener demasiado metraje. Damon y Foster son más predecibles en sus composiciones y simplemente cumplen la papeleta.
 
 

Una cinta que empieza mejor de lo que acaba y que no deja el mismo buen sabor de boca que "District 9", una de esas que pasan al montón de películas de ciencia ficción distópica que se dejan ver pero que tampoco le cambian la vida a uno.

Más que "Elysium" me ha gustado "Tú y yo", la última película del italiano Bernardo Bertolucci tras diez años sin dirigir a causa de una enfermedad que le ha dejado en silla de ruedas. Películas como "El conformista", "El último tango en París", "Novecento", "El último emperador" o "Soñadores", son algunos de los filmes que ha legado este legendario director a lo largo de cinco décadas de carrera.


 
"Tú y yo" cuenta la historia de Lorenzo (Jacopo Olmo Antinori), un joven de 14 años que, hastiado de la gente que le rodea y de todo cuanto sucede a su alrededor, finge marcharse a una excursión del colegio para encerrarse en el sótano-trastero de su casa durante una semana. Allí pretende vivir según sus reglas y criterios, sin preocuparse de lo que le rodea. Para su desgracia, su hermanastra mayor Olivia (Tea Falco) irrumpe como un vendaval para alterar su retiro e introducirle en la caótica realidad que se está perdiendo y que acepte que las cosas no son como uno quiere, pero pueden ser gratificantes.


Cuenta Bertolucci que tras pasar unos años sumido en el dolor por su postración leer la novela de Niccolo Ammaniti en la que se basa la película le produjo un efecto terapéutico y quiso hablar de la historia de esos hermanastros que han seguido caminos diferentes en la vida pero que tienen en común una gran soledad que los aparta del resto del mundo. El sótano en el que pasan unos días les servirá para conocerse mejor y acabar viendo, tras los recelos iniciales, que tienen más cosas en común que un padre que siempre ha estado ausente en la vida de ella y que tampoco es parte importante en la de él.

 
Siempre se dice que el proceso de identificación con alguno de los personajes ayuda a que conectemos más con la narración y ese ha sido mi caso con el personaje protagonista. Un chaval que está empezando la adolescencia y que tiene el lógico cabreo con el mundo de esa etapa, tratando de buscarse a si mismo en esa edad en la que se deja de ser un niño casi de un día para otro y la naturaleza te convierte en adulto rápidamente, cuando la voz empieza a agravarse, el pelo crece en zonas donde no estaba y la piel se motea de granos (algo de lo que afortunadamente me libré). Un cambio fisiológico que cuesta asumir cuando todavía se tiene la mentalidad infantil con toques de esa visión adulta, una especie de larva que todavía no se ha acabado de abrir y que necesitará de unos años para ello. Una transformación en la que se pasa por momentos muy complicados y en la que se suelen hacer muchas tonterías, necesarias para ir aprendiendo y madurando. Yo me recuerdo como Lorenzo, introvertido y con mi propio mundo, con una madre empeñada en que hiciera actividades para socializarme, por miedo a verme convertido en una especie de tío raro y yo prefiriendo quedarme leyendo en casa antes que salir con gente que no me entendía. Hasta que por fin aparecía quien podía hacerlo.

 
Aquellos que, dada la habitual carga erótica de la filmografía de Bertolucci, esperen una historia morbosa entre hermanastros se van a equivocar, ya que el realizador propone una historia basada en las emociones y el mutuo conocimiento entre un chavalito que está empezando a madurar y una joven que a sus veintipocos años ha madurado demasiado rápido, frustrando su carrera como artista por adicción a las drogas. A ello ayudan las sutiles interpretaciones de Jacopo Olmo Antinori y la hermosa Tea Falco, él taciturno y receloso y ella con una vitalidad que hará que se enfrente a sus miedos y tenga nuevos deseos de aceptar las cosas como son. Quiero destacar una secuencia en la que ambos bailan al ritmo de la adaptación italiana que hizo David Bowie de su famosa canción "Space Oddity", una canción que habla de soledad y en la que se muestra la soledad de sus dos protagonistas.



Una película sobre relaciones fraternales que Bertolucci dedica a su hermano Giuseppe, fallecido durante el proceso de montaje y que ha sido coguionista de algunas de sus cintas. Una película de un hombre que ya ha pasado de los 70 años y que ha firmado una obra con una frescura que ya quisieran muchos directores más jóvenes que él.


martes, 13 de agosto de 2013

Crisis y emigración

Mucho se viene hablando en los últimos años sobre el tema de la crisis económica y las repercusiones que está teniendo en la sociedad. Una crisis que en España es algo endémico por haber tenido siempre una economía no demasiado potente, basada en puntuales parchazos que crean la ilusión de estar entre los lugares más ricos del mundo. Yo de pequeño recuerdo otra crisis que creó un 25 por ciento de paro, después de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla (para que luego hablen de la buena repercusión de ciertos eventos) y ésta es una más de tantas crisis periódicas que este país ha tenido y tendrá, como bien muestra la película "Un Franco, 14 pesetas", realizada antes de la actual crisis y que plantea cuestiones muy actuales.
 

 
Mientras la clase política y empresarial vive en su particular burbuja (en la que los demás somos como esos mendigos que nos encontramos en la calle o en el metro, gente que quizá nos haga remorder la conciencia un segundo pero que olvidaremos en pocos instantes) hay mucha gente que lo está pasando mal y que tras pensar que tenía su vida medio resuelta ahora se ha visto arrojada a una situación de la que no saben muy bien cómo van a salir.
 
Y es que la situación de este país no deja de recordarme a la película "El pianista" de Roman Polanski. Si en esa película se reflejaba la degeneración de Polonia por las malas artes del régimen nazi, en España vivimos lo mismo con la crisis económica. En el filme se iban reflejando los cambios a peor en la vida de una serie de personajes comunes año a año, de cómo esperaban que la cosa fuese temporal y cada año iban a peor, siendo víctimas y testigos de lo que les pasaba a otros, sin saber cuando iba a terminar todo aquello.
 
Una de las consecuencias de la crisis ha sido que mucha gente joven, ese sector siempre abocado a los empleos precarios para ir tirando hasta coger la suficiente experiencia para lograr algo mejor (siempre se cumple el refrán de "cuando seas padre comerás huevos") ni siquiera tienen la oportunidad de acceder a lo más precario. A muchos les han cortado la oportunidad de trabajar, no solo en las cosas que han estudiado, sino en absolutamente nada, por lo que muchos han optado por la vía de la emigración, ese remedio que adoptan los que no se conforman con lo que tienen a su alrededor.
 

 
De este modo, he leído en Internet un artículo de "El País Semanal" sobre la emigración española en Londres, de todos aquellos que están allí trabajando en cosas que a los ingleses no les apetece hacer. Yo tuve mi particular experiencia en Inglaterra, como conté en un par de entradas el pasado mes de febrero y sé lo que es estar allí y sentirse como un ciudadano de segunda, que es por lo que tienen que pasar todos los inmigrantes antes de alcanzar un estatus de normalización y aceptación (una vez más lo del "cuando seas padre comerás huevos"). Es un reportaje que me ha dejado pensativo y algo tocado, por sentir cercanas las historias que se cuentan, por recordarme a todo lo que viví por allí y lo que quizá me vuelva a tocar vivir. Aquí adjunto el enlace para quien quiera leerlo.
 
http://elpais.com/elpais/2013/07/18/eps/1374142732_461625.html
 
Como ven, no es la clásica cursilada buenrollista de "Españoles por el mundo" y derivados, programas que pretenden ser realistas y acaban siendo más falsos que un euro de corcho, muy apreciados por aquellos que nunca han salido de casa y hacen turismo por otros países a través del televisor. Porque emigrar no suele ser una cosa agradable al principio, cuando tienes que luchar por abrirte camino en una sociedad que no te ha llamado y que puede llegar a ser hostil por eso mismo, porque significa echar de menos tus raíces y aquellos lugares y personas que han sido tu hogar durante tanto tiempo. Porque si las cosas te salen medio bien en el nuevo lugar, nunca puedes evitar echar de menos el lugar de donde saliste y no sentirte del todo del lugar al que has ido, una sensación de cierto desarraigo que han experimentado tantos emigrantes en tantos países, que tuvieron que ser sus hijos y sus nietos los que se sintieran verdaderamente vinculados al lugar donde sus padres o sus abuelos habían tratado de empezar una nueva vida.


viernes, 9 de agosto de 2013

"Monsieur" y el consumo de literatura erótica

Nunca me ha interesado mucho la literatura erótica, es un género que siempre me ha dado mucha pereza porque lo percibo como un género que queriendo ser sublime acaba siendo más cursi que otra cosa, con frases del estilo "penetró vigorosamente mi sexo y lo sentí derramarse en mi interior". Tampoco es que sea un género al que le de más puntos si el lenguaje que utilicen sea menos refinado, porque al final de lo que se trata es de transmitir sensaciones y en la literatura erótica todo me parece tan obvio que casi nunca me interesa. Quizá lo más próximo que me haya gustado haya sido "El amante de Lady Chatterley", ese libro que hace un siglo fue objeto de escándalo porque mostraba aquello que los libros decimonónicos daban a entender o pasaban por encima. 



Ahora lo erótico está muy en boga con la aparición de los libros de las sombras de Grey, esos libros que han abierto los ojos a mucha gente que llevaba una vida sexual poco variada o interesante y que han provocado hondas sensaciones entre aquellas personas (especialmente mujeres de mediana edad, como si la actividad sexual hubiera de acabarse en un momento dado) que parecían aletargadas en esos temas. Que hasta se ha puesto como algo elegante el decir que se leen los libros de Grey, ya no llaman fresca a quien lea esas "guarradas", que siempre han existido. 



De toda la vida, las lecturas picantes de especial consumo femenino siempre fueron esas novelitas de tapas rosas con portadas de un hombre y una mujer en actitud sugerente, siempre colocadas en ciertas esquinas de las librerías, como las películas porno de los videoclubs, para los que sabían donde debían buscar. Ahora, los libros de carácter erótico se sitúan en plena estantería de novedades, con sus tapas negras y símbolos recurrentes en portada, para atraer a las lectoras de las sombras de Grey.



Confieso que esa saga de libros no atrae mi atención, así que tampoco puedo hablar mucho de ella, pero hoy si que quiero hablar de un libro que acabo de concluir y que me ha hecho ver que cuando se habla de erotismo en un papel también se puede hablar de otras cosas y no ser cursi. Hoy hablaré de "Monsieur".



"Monsieur" ha sido escrito por Emma Becker, una joven escritora francesa que asegura haberse inspirado en la relación que tuvo hace pocos años con un hombre que le doblaba la edad. Y es que el libro habla de ese "affaire" entre una joven de 20 años a la que le atraen los hombres mayores y que descubre lo que es el amor al tiempo que vive una pasión sin límites con un hombre de 46 años amigo de la familia con el que empieza a tener contacto por su común interés. Si lo miramos desde una óptica simplista, esta podría ser la historia de una jovencita que descubre lo que vale un peine de la mano de alguien mucho más experimentado que sabe darle lo suyo, una historia de iniciación a la vida a través del sexo. Si queremos ir más allá de eso seremos testigos de la confesión de las emociones de una chica que empieza a darse cuenta de lo que es la vida a través del contacto con un señor, un Monsieur que desde su experiencia le quitará muchos de los idealismos de la juventud.


Nunca queda claro quién utiliza a quién o quién provoca a quién. Becker usa la narración en primera persona y así tenemos un testimonio sobre lo que piensa y siente a cada momento mientras que de Monsieur nunca sabemos su nombre real y tampoco sabemos lo que piensa más allá de sus diálogos. Hay una parte en la que el personaje de Emma fantasea sobre cómo será la vida cotidiana de hombre casado de Monsieur y hasta ahí llega esa profundización. Lo más interesante acaba siendo la propia Emma, que a modo de diario hace partícipe al lector de su desnudez carnal y emocional, del placer sexual que experimenta o del dolor que le provoca la ausencia del objeto de sus deseos. Pasajes destinados a estimular la sensibilidad del lector, aunque de diferente forma, como estos que adjunto.


"Así pues, aquí estoy, tumbada. Desnuda. Los espejos del techo reflejan una imagen tan pura como la de un cuadro, con mi cuerpo tendido sobre las sábanas púrpuras, odalisca de mal gusto, tan kitsch como esta habitación pomposamente llamada «china». Es extraña esta relación conflictiva que siempre he tenido con mi coño, y Monsieur parece inocentemente ajeno a ello. ¿Qué tienen todos que empuja a los hombres de manera tan irresistible hacia «eso»? ¿Qué ven en él? ¿Qué puede haber tan apasionante en lo que veo entre mis piernas? Dos lóbulos de carne tapizada de un pelaje moreno, brillante como el de una nutria; parece la boca de un  animal, cortada  con  una  raja  ancha —y esas «ondulaciones graciosas», esos «encajes del amor» de los que habla Aragon, ¿es posible que Monsieur los encuentre tan poéticos? ¿Por qué soy incapaz de ver otra cosa que no sea un excedente de carne?—. Me hubiese encantado tener uno de esos coñitos cerrados como una boca tímida, que se separan y se descubren con los dedos. Una concha de mazapán, que encerrase miniaturas de labios nacarados, el pequeño hocico del clítoris, una brecha que engatusar paraqué apareciera. En lugar de eso, en la época de mis primeros pelos, el púdico bozo aterciopelado de las niñas se mudó en ese coño parlante de película porno".


"De repente, me dio en toda la cara un efluvio del perfume de Monsieur. Levantando con brusquedad el rostro como después de un choque eléctrico, me quedé clavada allí diez minutos, con las ventanas de la nariz abiertas, para tratar de determinar de dónde venía ese cruel aroma, de qué hombre, de qué sombra. Me hacía, madre mía, tanto daño. Durante unos segundos creí tener una pista, a ciegas; no hacía más que seguir febrilmente a esa masa de gente sin la más mínima esperanza de reconocer entre ella a Monsieur, creyendo probablemente que su olor, por efímero que fuera, sería un sucedáneo suficiente. El concepto de perfume es así de traicionero: miles de desconocidos comparten con unos seres amados un olor que creías singular. Sin saberlo, caminan no lejos de ti, te rozan y piden perdón por ello, y tú te quedas allí, exangüe.  Vacía, a punto de llorar, invadida por un torrente de recuerdos, por lo que ese perfume significaba, por loque evocaba de latidos y de piel tan familiar. Y ése es ahora todo un mundo olfativo que se pierde en el cabello y tras los lóbulos de las orejas anónimas. Y ésa es ahora, por un puñado de segundos de empujones involuntarios, toda una época de tu vida que se pisotea, que queda mancillada. Y esas personas, no obstante, no te desean ningún mal".

"Monsieur" puede que no sea un libro que pase a la historia ni por ventas ni por calidad literaria, pero consiguió interesarme y no me hizo sentir que perdía el tiempo, así que eso me vale para darle un aprobado holgado.

martes, 6 de agosto de 2013

"Ahora me ves", un entretenido pasatiempo

Tras unas semanas sin hablar de cine vuelvo a retomar la costumbre para hablar de una de esas películas que probablementee no cambiarán la vida de nadie, pero que hacen pasar un rato entretenido, lo cual no es cosa despreciable en una cartelera llena en la mayoría de casos de películas poco interesantes. Hoy hablaré de "Ahora me ves".


El filme cuenta la historia de "Los cuatro jinetes”, un grupo formado por los mejores ilusionistas del mundo (Jesse Eisenberg, Isla Fisher, Woody Harrelson y Dave Franco), apoyados por un oscuro multimillonario (Michael Caine). Durante los atracos, dirigidos siempre contra hombres de negocios corruptos, hacen llover el dinero robado sobre los espectadores, ante la atónita mirada de un equipo de agentes del FBI (Mark Ruffalo y Melanie Laurent) y un desenmascarador de magos (Morgan Freeman) que les siguen la pista.



 "Ahora me ves" viene dirigida por Louis Leterrier, un director francés que comenzó en su país de origen bajo la supervisión de Luc Besson en "Transporter" (ese vehículo para el lucimiento de Jason Statham como héroe de acción que viste impecablemente y que en los carteles siempre sale disprando y volando al mismo tiempo) o la más interesante "Danny the dog" y que no tardó en ser captado para películas en Hollywood, como la interesante "El increíble Hulk" o la espantosa "Furia de titanes", con nominación a los premios Razzie incluida. "Ahora me ves" opta por combinar a una serie de magos y prestidigitadores y en un alarde de metalenguaje mostrar una trama con unos cuantos trucos para impresionar al espectador hasta la sorpresa final, ya que como se dice en la película, el mago siempre debe ir dos pasos por delante. 



El reparto cuenta con nombres interesantes, como Jesse Eisenberg (el Mark Zuckerberg de "La red social", al que se le dan de maravilla los personajes arrogantes y que hablan a velocidad de ametralladora), Woody Harrelson (que una vez más explota su faceta de carota simpático) y los veteranos Morgan Freeman y Michael Caine tirando de carisma y saber estar. A ellos se les unen nombres nuevos como Dave Franco (hermano de James Franco), Isla Fisher (que siempre parece moverse en el registro de "Confesiones de una compradora compulsiva") y Melanie Laurent (vista en "Malditos bastardos" y dueña de unos lunares que me encantan) o Mark Ruffalo, un actor curtido en mil personajes secundarios y que aquí acaba revelándose como el buen intérprete que es, que algunos no empezaron a ver hasta su intervención como Bruce Banner/Hulk en "Los vengadores".

 


Leterrier es consciente de lo que se le da bien y lo que se le da menos bien y aquí pone su manejo con la pirotecnia al servicio de la narración, obviando un guión que analizado más meticulosamente tiene algunos puntos incoherentes, de esos que en su momento no captan tu atención y que una vez vista la película te hacen preguntarte ciertas cosas. No nos encontramos ante una película como "El truco final" de Christopher Nolan, con ambiciones de ir más allá del propio espectáculo o de tratar el por qué de la búsqueda del ilusionismo o del precio de la excelencia artística. Aquí lo que importa es mantener al espectador entretenido con constantes giros y alguna que otra escena de acción y el caso es que no lo hacen mal.


"Ahora me ves" no deja de ser la clásica película destinada a gustar al gran público y que no pretende otra cosa. El caso es preguntarse si consigue su objetivo y la respuesta es que sí, al menos en mi caso, ya que me hizo pasar un rato agradable.