martes, 28 de febrero de 2012

Cerca de la estrella

Este fin de semana acudí a mi habitual cita con el séptimo arte para ver una película a la que le tenía ganas por los buenos comentarios que había oído de ella, hablo de "Mi semana con Marilyn".

"Mi semana con Marilyn" cuenta la historia del rodaje de la película "El príncipe y la corista", cuando la ya entonces célebre Marilyn Monroe (Michelle Williams) se desplaza a Inglaterra para ponerse a las órdenes de Laurence Olivier (Kenneth Branagh). Su llegada provocará un gran revuelo en el equipo técnico, que no sabrá como lidiar con el frágil carácter de la actriz. Será el joven Colin Clark (Eddie Redmayne), un ayudante de dirección, el que mejor comprenda a la estrella, estableciendo una relación de complicidad con ella.

El filme se basa en el libro autobiográfico de Colin Clark, un escritor que en su juventud tuvo la oportunidad de formar parte del equipo de "El príncipe y la corista" y conoció de primera mano a una Marilyn Monroe que a sus ojos se desveló como esa chica vulnerable y triste, que escondía tras su atractivo y su aparente ingenuidad. Una faceta que todos acabarían conociendo tras tu dramática muerte en 1962.

La cinta está dirigida por el desconocido Simon Curtis, que hasta ahora había ejecutado su labor en la televisión británica y que aporta el tradicional buen gusto de las producciones de época que vienen de esas islas. Asimismo, las interpretaciones son otro de los puntos fuertes de la cinta, con una magnífica Michelle Williams dando vida a la mítica Marilyn y mostrando con gran sutilidad y sentimiento la atormentada personalidad de una mujer que siempre buscó ser amada y ser considerada como una buena actriz mientras todo el mundo suspiraba por sus curvas. Un gran papel de una Williams que se ha convertido en una de las actrices más interesantes de su generación.

El resto del elenco se completa con un buen Eddie Redmayne, cuyo aspecto ingenuo le viene de perlas para dar vida al joven Clark, un chico que no acaba de creerse que esté tan cerca de la mayor estrella del cine del momento. Otros secuendarios como Judi Dench o Julia Ormond cumplen con solvencia en sus papeles, mientras que Kenneth Branagh da rienda suelta a su histrionismo y se queda a gusto en su encarnación de su admirado Laurence Olivier, metiendo citas de Shakespeare y todo. No soy muy fan de Branagh, pero aquí su tendencia a la ampulosidad le viene bien a su personaje. También sale en un breve papel Emma Watson, la Hermione de "Harry Potter", tratando de quitarse de encima tantos años de encasillamiento en la saga del niño mago. No lo hace mal, pero tampoco ofrece nada que permita ver su abanico de posibilidades, el futuro dirá que es de ella.

Una película muy interesante que quizá no ofrezca nada nuevo a los que conozcan un poco la vida de Marilyn, pero que resulta una aproximación muy sincera y honesta a su figura. Recomendable.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Buscando el paraíso perdido





Y si en la anterior entrada les hablaba de "Shame" hoy les voy a hablar de la otra peli que vi este fin de semana. Se trata de "Young adult", la nueva cinta de Jason Reitman tras la laureada "Up in the air" y que en esta ocasión se ha vuelto a unir a la guionista Diablo Cody, con la logró el éxito en (la para mí mediocre) "Juno".

"Young adult" cuenta la historia de Mavis (Charlize Theron), una escritora de libros para "jóvenes adultos", aventuras de instituto de carácter inofensivo. Pero Mavis es una treintañera divorciada, con tendencia al alcoholismo y descontenta de su vida. Cansada de todo, decide volver al pueblo de Minnesota en el que creció para tratar de reconquistar a su novio del instituto (Patrick Wilson), un hombre casado que acaba de ser padre.

Hace unos años tuvo un gran éxito una película llamada "Juno", que iba de guay y original a la hora de retratar la adolescencia y se quedaba en una cinta protagonizada por una chica bastante repelente y grimosa, con la que no se podía conectar (amén de que el filme emanaba un conservadurismo bastante hipócrita, pero eso es otra historia). Ahora , su guionista, Diablo Cody (seudónimo de Brook Busey, una chica que fue mecanógrafa, bloguera, stripper y telefonista erótica antes de lograr su gran oportunidad con "Juno"), ha construido un guión mucho más realista y mejor trabajado en sus personajes, que ya no tienen la necesidad de ser los más originales y ocurrentes del universo. Esta vez su unión con Reitman, que dio un gran salto de calidad y madurez con "Up in the air", ha sido mucho más fructífera y disfrutable.

La protagonista es una mujer que fue la reina del baile del instituto, la clásica chica rubia de apariencia perfecta a la que las demás envidian y que ha visto como las tornas han cambiado. De vuelta al pueblo donde creció se da cuenta de que todos tienen una vida más o menos acomodada y ella se siente como un cero a la izquierda, por lo que busca recuperar las sensaciones de la adolescencia, aunque sea a costa de buscar la ruptura del matrimonio del que fuera su novio. Curiosamente, en la vuelta a sus raíces tendrá la mejor compañía en Matt (Patton Oswalt), uno de los perdedores de la época estudiantil, con el que por aquel entonces no se habría relacionado y que resulta ser una especie de confesor.



No se crean que nos encontramos ante el típico filme con mensaje de lo bueno que es volver al pasado, aquí el paraíso perdido resulta doloroso y ofrece escaso consuelo ante un presente gris. La respuesta a los problemas de Mavis no está en su pueblo natal, sino en la capacidad de reinventarse a ella misma.



A todo ello ayuda también la estupenda interpretación de Charlize Theron, que deja a un lado su versión glamurosa y que logra la mejor actuación de su carrera a través de pequeños matices, sin tener que forzar en exceso buscando el Oscar (como hiciera en "Monster"). Su Mavis es una mujer desagradable, altiva y alcohólica, pero también muy vulnerable y con miedo de no encontrar su destino en la vida.

Una película muy interesante, que en su mezcla de comedia y drama y su realismo a la hora de retratar a personas corrientes me ha recordado al cine de Alexander Payne (ahora triunfando en cartel con "Los descendientes"), es un buen camino el que está tomando el cine de Jason Reitman, al que continuaremos siguiéndole la pista.

lunes, 20 de febrero de 2012

Basura debajo de la alfombra



Este fin de semana acudí a mi cita habitual con el cine y vi dos películas que tenía muchas ganas de ver, "Shame" y "Young adult". Para no sobrecargar, dedicaré una entrada a cada una de ellas, así que en primer lugar empezaré con "Shame".

La película cuenta la historia de Brandon (Michael Fassbender), un treintañero de buena apariencia que vive en un acomodado apartamento en Nueva York y con buena mano con las mujeres. Toda esta fachada oculta a un adicto al sexo con problemas para relacionarse emocionalmente con otras mujeres, una vez que ha tenido sexo con ellas ya dejan de interesarle. En esta situación, se instalará en su casa su hermana (Carey Mulligan), una mujer emocionalmente inestable que pondrá a prueba su modo de ver la vida.

"Shame" es el segundo largometraje del realizador británico Steve McQueen, que comparte nombre con el mítico actor de los años 60 y 70 y cuya primera película, "Hunger", no se ha estrenado en nuestras pantallas. Esa película de 2008 estaba protagonizada por Michael Fassbender, un actor entonces desconocido y ahora de moda tras haber encadenado una serie de papeles de sumo interés. En esta ocasión propone la historia de un hombre que de puertas para afuera parece tener una vida envidiable y que oculta un montón de basura debajo de la alfombra.

McQueen filma una Nueva York con fascinación sombría, al estilo de lo que hizo James Gray en "Two lovers", acorde con un personaje que se mueve en ambientes refinados y que arrastra una gran tristeza interior y bastante patetismo. El protagonista es un hombre frío y reconcentrado que parece tener todo bajo control y será el contraste de su volcánica hermana lo que alterará su estilo de vida, lo que le hará replantearse su sistema de creencias y sus errores vitales.

Uno de los puntos fuertes de la trama es el buen hacer de su actor protagonista, Michael Fassbender, uno de esos actores que sin ser "sex symbols" consiguen convertirse en ídolos femeninos y también son respetados por el público masculino, por su buen hacer y su entrega a los papeles que interpretan. Fassbender sostiene con credibilidad la peripecia de su protagonista bien secundado por Carey Mulligan, otra competente actriz aparecida recientemente y que se está quedando con papeles muy interesantes.

De este modo nos encontramos ante una película que es toda una carga de profundidad, que hace daño de forma sutil al transmitirnos la soledad que envuelve a sus protagonistas. Uno de esos filmes que se te queda en la cabeza tiempo después de haberlos visto.

sábado, 18 de febrero de 2012

Miedos y dudas



"Eran jóvenes, instruidos y vírgenes aquella noche, la de su boda, y vivían en un tiempo en que la conversación sobre dificultades sexuales era claramente imposible. Pero nunca es fácil".


Acabo de terminar la lectura de "Chesil beach", una novela de Ian McEwan, uno de esos libros que tenía pendientes desde hace un tiempo. Yo soy ávido lector y gusto de leer un rato todo los días, pero aún así tengo un montón de libros en la estantería esperando ser leídos. Muchas veces me invade la sensación de que nunca tendré tiempo de leer todos los volúmenes que me gustaría, pero voy sumando poco a poco, encadenando con calma uno detrás de otro. Últimamente me ha dado por libros breves, si el otro día hablaba de "Tranvía a la Malvarrosa", que apenas duraba unas 200 páginas, "Chesil beach" dura incluso un poco menos.

La novela cuenta la historia de Edward y Florence, dos jóvenes ingleses que acaban de casarse y que se disponen a pasar su noche de bodas en un hotelito junto a la playa de Chesil beach, al sur del país. Corre el año 1962 y aún se mantienen las formas del Antiguo Régimen, en el que estaba mal visto que se consumasen relaciones sexuales antes del matrimonio y todo debía esperar a la noche de bodas, que para muchos hombres era un gran deseo y para muchas mujeres era un gran miedo. Ese es el punto de partida de una novela que profundiza en las mentes de ambos protagonistas, explicando el por qué de sus diversas reacciones.

Por un lado tenemos a Edward, un joven interesado en la historia, de carácter afable y criado humildemente en el campo por su padre, debido a los problemas mentales de su madre. Por otro lado está Florence, una gran aficionada a la música clásica que toca en un cuarteto de cuerda y que ha sido educada en un ambiente burgués. Los dos están nerviosos ante su noche de bodas y su estreno en el apartado sexual tras una relación que apenas ha pasado de los besos y los abrazos. Las convenciones sociales y sus propios deseos forman un cúmulo de emociones poco fáciles de digerir.

La primera novela que leí de McEwan fue "Expiación", a raíz de la aparición de la película protagonizada por Keira Knightley y James McAvoy. Fue un libro que me gustó, aunque me pareció que adolecía del mismo fallo que su adaptación al cine, de una primera parte bastante mejor que la segunda. Interesado por el autor, quise leer más y "Chesil beach" me parece una obra mucho más conseguida, más redonda. McEwan propone una narración directa, centrada en un momento concreto y surcada de diversos "flashbacks" que nos ponen en antecedentes sobre los protagonistas del relato.

Con todo ello, nos encontramos ante un libro muy emotivo, de esos que se te quedan en la cabeza tiempo después de haberlos leído. Además hay diversos aspectos del carácter de sus dos protagonistas con los que me identifico y otros me resultan muy reconocibles, de haberlos visto en otras personas. Una novela muy recomendable y que me hace seguir interesándome por la obra de su autor.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Sobreviviendo a la guerra



Antes de nada, debo confesar que le tenía miedo a esta película, dados los antecedentes. Las dos anteriores películas de Spielberg (la cuarta de Indiana Jones y la adaptación a dibujos animados hidrocefálicos de las aventuras de Tintín) me habían parecido mediocres, aceptables para directores más ramplones, pero menores para alguien que ha dado tantos momentos de buen cine. Además, el propio realizador había manifestado que esta es una película para toda la familia, con la serie de sentimentalismo que ello suele conllevar. Me estoy refiriendo a "Caballo de batalla".

"Caballo de batalla" cuenta la historia de Albert Narracott (Jeremy Irvine), un joven granjero que establece una estrecha relación con Joey, un caballo que cría y doma desde pequeño. Todo ello se verá alterado con el estallido de la Primera Guerra Mundial, cuando su caballo sea vendido al ejército británico. A partir de ahí, el equino vivirá y será testigo de diversas peripecias en el frente.

Afortunadamente, el azúcar está bastante dosificado y Spielberg opta por el placer de narrar, mostrando su pulso para mantener con interés una trama cercana a las dos horas y media. Con ello, los fallos son menores (que franceses y alemanes hablen inglés entre ellos sé que es una convención del cine de Hollywood, pero es como ver un micrófono colándose en el plano, que te saca de la película) y le sobra algo de maniqueísmo (no hay claroscuros entre los buenos y los malos), pero son fallos perdonables.

Por contra, tenemos a un buen elenco de actores de cine europeo (Emiliy Watson, Peter Mullan, Benedict Cumberbatch, Niels Arestrup o Eddie Marsan) que cumplen con solvencia en sus papeles. Asimismo, su protagonista, el joven Jeremy Irvine da el pego como el joven idealista que sigue la pista de su caballo por las trincheras de toda Europa, con la promesa de que volverán a verse.

Con todo ello, nos hallamos ante un filme que habla sobre la necesidad de resistir en las circunstancias más duras, que quizás no tiene toda la magia de otros clásicos de su director, pero que atestigua que cuando tiene un guión aceptable entre manos Spielberg sabe construir películas con garra.

sábado, 11 de febrero de 2012

Nomadismo




Una de mis películas de cabecera de las estrenadas en los últimos años es "Up in the air", dirigida por Jason Reitman y protagonizada por George Clooney, que cuenta la vida de una persona dedicada a viajar de una punta a otra de Estados Unidos para despedir a otras y a no involucrarse emocionalmente con nadie hasta que un día se da cuenta de lo que se está perdiendo. Es una peli que me gustó mucho porque me sentí identificado en muchas cosas con el protagonista, porque yo también soy un espíritu nómada y durante mucho tiempo me cerré la puerta a la implicación emocional hasta que me dí cuenta de lo que me estaba perdiendo.

El otro día leí en otro blog que sigo un escrito sobre el tema del nomadismo, de acabar por sentirte parte de los lugares en los que has estado y de no sentirte parte de ninguno, siempre condenado a vagar de un sitio a otro y me ha hecho pensar de nuevo en esta película y un poco en la vida que llevo.

Yo decidí hace muchos años que no me apetecía vivir en la ciudad en la que nací y pasé mi infancia y adolescencia. Una ciudad que todo el mundo califica como muy bonita y que a mí me ha parecido siempre el colmo de la inmovilidad y el conservadurismo, un lugar en el que siento que la vida se me escapa y que me amarga el carácter. Reconozco algunos de sus atractivos y que allí tengo gente a la que quiero, pero cada vez que voy no tarda en invadirme esa sensación de que no hay futuro en ese lugar.

Desde entonces he pasado por varias ciudades, viviendo en algunas de ellas y visitando muchas otras, conociendo a otra gente, otros modos de ver la vida y aprendiendo de todos ellos, formando la persona que ahora soy. Y cada vez que he dejado las ciudades en las que he residido ha sido porque había algo dentro de mí que me decía que mi tiempo allí se había terminado, que ya no tenía nada que ofrecer a esa ciudad ni ella a mí. Por eso me considero un espíritu nómada, porque no me dan miedo los traslados y porque parece que cada cierto tiempo me los pide el cuerpo, aunque sin una frecuencia determinada, pueden ser dos, tres, cuatro o seis años. Cuando el gusanillo dentro de mí me dice que es hora de irse.

Todas las experiencias vividas me han hecho darme cuenta de que el verdadero hogar se establece con la gente a la que quieres, con la persona a la que amas. Porque ahí siempre quieres regresar, porque te gustaría que esa persona fuera contigo a donde fueses o tú irías con ella a donde hiciera falta, porque ya la llevas en tu corazón. Negar la implicación emocional es cerrar muchas puertas, muchas de ellas puertas a cosas realmente magníficas.


Desde que me dí cuenta de todo eso procuro manifestar lo que me hacen sentir esas personas a las que quiero, de dar rienda suelta a esa parte emocional que durante tanto tiempo estuvo en barbecho. De mandar besos y abrazos si esa gente no está delante mío y de dárselos en las maravillosas ocasiones en las que las veo en persona.