sábado, 11 de febrero de 2012

Nomadismo




Una de mis películas de cabecera de las estrenadas en los últimos años es "Up in the air", dirigida por Jason Reitman y protagonizada por George Clooney, que cuenta la vida de una persona dedicada a viajar de una punta a otra de Estados Unidos para despedir a otras y a no involucrarse emocionalmente con nadie hasta que un día se da cuenta de lo que se está perdiendo. Es una peli que me gustó mucho porque me sentí identificado en muchas cosas con el protagonista, porque yo también soy un espíritu nómada y durante mucho tiempo me cerré la puerta a la implicación emocional hasta que me dí cuenta de lo que me estaba perdiendo.

El otro día leí en otro blog que sigo un escrito sobre el tema del nomadismo, de acabar por sentirte parte de los lugares en los que has estado y de no sentirte parte de ninguno, siempre condenado a vagar de un sitio a otro y me ha hecho pensar de nuevo en esta película y un poco en la vida que llevo.

Yo decidí hace muchos años que no me apetecía vivir en la ciudad en la que nací y pasé mi infancia y adolescencia. Una ciudad que todo el mundo califica como muy bonita y que a mí me ha parecido siempre el colmo de la inmovilidad y el conservadurismo, un lugar en el que siento que la vida se me escapa y que me amarga el carácter. Reconozco algunos de sus atractivos y que allí tengo gente a la que quiero, pero cada vez que voy no tarda en invadirme esa sensación de que no hay futuro en ese lugar.

Desde entonces he pasado por varias ciudades, viviendo en algunas de ellas y visitando muchas otras, conociendo a otra gente, otros modos de ver la vida y aprendiendo de todos ellos, formando la persona que ahora soy. Y cada vez que he dejado las ciudades en las que he residido ha sido porque había algo dentro de mí que me decía que mi tiempo allí se había terminado, que ya no tenía nada que ofrecer a esa ciudad ni ella a mí. Por eso me considero un espíritu nómada, porque no me dan miedo los traslados y porque parece que cada cierto tiempo me los pide el cuerpo, aunque sin una frecuencia determinada, pueden ser dos, tres, cuatro o seis años. Cuando el gusanillo dentro de mí me dice que es hora de irse.

Todas las experiencias vividas me han hecho darme cuenta de que el verdadero hogar se establece con la gente a la que quieres, con la persona a la que amas. Porque ahí siempre quieres regresar, porque te gustaría que esa persona fuera contigo a donde fueses o tú irías con ella a donde hiciera falta, porque ya la llevas en tu corazón. Negar la implicación emocional es cerrar muchas puertas, muchas de ellas puertas a cosas realmente magníficas.


Desde que me dí cuenta de todo eso procuro manifestar lo que me hacen sentir esas personas a las que quiero, de dar rienda suelta a esa parte emocional que durante tanto tiempo estuvo en barbecho. De mandar besos y abrazos si esa gente no está delante mío y de dárselos en las maravillosas ocasiones en las que las veo en persona.