martes, 29 de octubre de 2013

"La vida de Adèle". Naturalidad y elaboración cinematográfica

"La vida de Adèle" es la nueva película del tunecino afincado en Francia Abdellatif Kechiche, un director poco conocido en nuestro país pero con una obra sólida en su país de adopción, con películas como "La escurridiza", que le valió para ganar los premios César (los Goya franceses) y otras como "Cuscús" y "La Venus negra", centradas en las diferencias raciales. Para su nueva película ha recurrido al cómic "El azul es un color cálido", de la autora francesa Julie Maroh, centrado en la relación entre dos mujeres, una adolescente y una universitaria con el pelo teñido de azul. Todo ello para una película que causó sensación en el pasado festival de Cannes y que le valió la Palma de Oro del jurado presidido por Steven Spielberg, que manifestó sentirse muy emocionado por la película.
 



 
En los últimos meses la película ha dado también que hablar por otros motivos que su calidad. Los técnicos que trabajaron en el rodaje y las actrices protagonistas denunciaron jornadas maratonianas de trabajo y un exceso de tomas para cada escena, en unos modos dignos del mítico Stanley Kubrick, conocido por su perfeccionismo obsesivo y que no dudaba en repetir hasta la extenuación una toma si no se quedaba convencido. Si en el caso de Kubrick esa repetición buscaba obtener una realidad cinematográfica lo más depurada posible, Kechiche busca ir quitando capas de interpretación para quedarse con algo que suene cotidiano y realista, para hacernos creer que los actores no están actuando. De hecho, el propio realizador ha lamentado estas críticas a su método de trabajo por cómo afectarán a aquellos que las conozcan cuando vean la película, perdiendo esa magia que tiene el cine cuando no se sabe muy bien cómo se hace lo que se ve en pantalla.
 



Y es que "La vida de Adèle" tiene en el naturalismo su gran baza, a la hora de mostrar la vida común de una adolescente de una ciudad francesa de provincias. Una adolescente que mira la tele mientras come, va siempre con su grupo de amigas y flirtea con los chicos del instituto, que también es aficionada a la lectura y disfruta leyendo los libros que le mandan en clase, haciendo sus propias interpretaciones de lo que lee y que practica la escritura plasmando sus pensamientos en un diario del que nunca sabemos qué es lo que llega a escribir. Adèle (Adèle Exarchopoulos) nunca se ha considerado lesbiana hasta que un día cruza su mirada en la calle con Emma (Léa Seydoux), la chica de pelo azul que remueve algo en su interior, uno de esos flechazos fugaces que quizá no se repitan, hasta que la casualidad quiere que Adèle y Emma vuelvan a encontrarse. Emma es estudiante de Bellas Artes y hará que Adèle descubra aspectos de sí misma que no conocía y que le harán crecer interiormente, en un amor que cambiará la vida de Adèle para siempre. Y mientras tanto, los espectadores somos testigos del proceso de ese primer gran amor, de su nacimiento, consolidación y decadencia, de cómo las cosas que parecían para siempre acaban por diluirse.
 
 
 
Esta es una película en la que la labor de sus actrices es fundamental para transmitir las emociones y Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux están a la altura del reto. El director contagia al espectador su fascinación por Exarchopoulos, por su personalidad sencilla y soñadora, tan exhuberante en su carácter como en su físico, capaz de ser adorable cuando se ruboriza, cuando su cara se ahoga en lágrimas, cuando su boca come y ama y cuando desnuda su bello cuerpo. La desconocida actriz es la revelación del filme, bien secundada por la más popular Seydoux (vista en varias cintas francesas y producciones americanas como "Robin Hood", "Midnight in Paris" o "Misión imposible: Protocolo fantasma"), que aporta un perfil más retraído para complementarse con la pasional Adele. Una química que ambas actrices escenifican a la perfección incluso ya fuera del rodaje.
 

 
 
 
Pero si la película ha dado que hablar ha sido por sus escenas de sexo, en las que se deja poco a la imaginación, con ambas actrices retozando desnudas durante varios minutos. Y estas escenas son para mí el punto más discutible de la película, por resultar más propias de una (flojilla) peli porno de lesbianas. Cuesta creer que una chica que se acuesta por primera vez con otra actúe con la audacia de una actriz porno. Por eso creo que hubiera sido más ajustado ver cómo la más experimentada enseña a la novata, del mismo modo que le enseña otras cosas en la película. Es bonito ver a las dos actrices desnudas pero no siento nada en esos momentos de excitación, a los que les falta la naturalidad del resto del metraje, donde el propio director te saca de la película dejando ver el artificio (mucho mejor es una escena que tiene lugar en una cafetería y en la que hay muchas pasiones en juego, donde ahí si que se siente la pasión).
 
 
 
De todos modos, es un reproche menor para una película recomendable, cuyas tres horas pasan volando y dejan con ganas de más. Aún así, creo que ha sido un poco sobrevalorada como obra maestra, ya que el cine nos ha dejado varias películas de carácter romántico tan buenas o mejores que "La vida de Adèle", me da que a algunos el sexo se les ha subido a la cabeza. Con todo ello, es un filme notable y merece la pena.
 
 

viernes, 18 de octubre de 2013

Jóvenes y adultos

Hará cosa de 4 ó 5 años que el famoso dibujante Francisco Ibáñez (creador de "Mortadelo y Filemón", "El Botones Sacarino", "Rompetechos" o "13 Rue del Percebe" entre otros) visitaba la ciudad en la que residía por entonces para firmar ejemplares de sus obras. Como yo había pasado varios años de mi infancia leyendo aquellos tebeos (siempre los he llamado chistes) y ya estaba ejerciendo de periodista vi la ocasión de hacer una entrevista a alguien que tantos buenos momentos me había hecho pasar, junto con Josep Escobar, el inolvidable creador de "Zipi y Zape" y "Carpanta".

 
 
Ilusionado y algo nervioso fui a la entrevista a la hora indicada pero Ibáñez llegó bastante tarde, tanto que no había tiempo para entrevistas personales y nos dio un par de minutos de declaraciones comunes a todos los medios de comunicación que habíamos acudido a la convocatoria. Algo muy pobre comparado con la charla de 10/15 minutos que quería mantener con él a solas para tratar de desmenuzar esa influencia de sus personajes en tantas generaciones de lectores. No recuerdo qué dijo Ibáñez ni tampoco me importó, me sentía tan defraudado que ni presté atención y me fui desolado, llevándome un disgusto que me hizo estar triste durante cosa de dos días.
 
Ahora pienso en todo aquello y no puedo evitar compararme entonces con esas jovencillas que lloran delante de sus ídolos y lamentan pasar horas esperándolos para que luego no les dirijan ni una mirada. Algo que es entendible a ciertas edades, pero no tanto a los 26 ó 27 años que yo tenía entonces. Es curioso como a veces nos creemos que ya hemos llegado de pleno a la edad adulta y sin saberlo estamos cayendo en chiquilladas de las que no somos conscientes hasta pasado un tiempo. Pienso en otras cosas que hice con 18, 20, 22 ó 24 años y me viene la misma sensación, de ser cosas que ahora ya no haría que no haría o que no haría de la misma forma, cosas que por entonces eran lo más para mí. Y veo a gente de mi alrededor que va cambiando en ciertos aspectos, haciendo cosas que antes no hacían y no puedo evitar pensar en lo que nos va cambiando el tiempo, en nuestras convicciones y forma de ser, en la forma en la que vemos el mundo.
 
Estos días he recibido la invitación para una boda, la de dos personas a las que conocí haciendo un curso de periodismo, hace ya 8 años. Estuve cerca de tener algo con la ahora novia en su momento, pero la cosa no cuajó por una serie de intangibles (yo venía de pasarlo muy mal tras una relación fallida y no quise dar el paso por miedo a sufrir de nuevo) y la chica acabó con otro compañero que andaba detrás suyo y que es con el que ahora se casa. He tratado con ambos durante todos estos años y ya no puedo decir que esté celoso, como lo estuve en su momento al ver que prosperaban esas relaciones a las que yo no supe/pude adaptarme, al ver que podría haber sido yo el beneficiado y me pasaba lo del refrán de aquel que fue a Sevilla y perdió la silla. Sin embargo, otra relación surgió de aquel curso y ahora ambos están casados y con hijos... con otras personas después que lo suyo se rompiera en un momento dado, así que tampoco podría asegurar que mi vida hubiera sido diferente.
 
 
 
Espero que asistir a esa boda no me haga acabar como el personaje de Charlize Theron en "Young Adult" (una película que en su momento vio poca gente y que merece la pena), asistiendo a celebraciones de antiguos amores lamentando no ser parte de eso y reaccionando de una manera que bajo una capa de madurez esconde una pataleta infantil. Aunque no lo creo, ya que el tiempo ha hecho sedimento en este tema y a diferencia del personaje de Theron hace mucho tiempo que pasé página, dejándolo como una de esas cosas que en su momento nos parecen un mundo y que acaban siendo anécdotas a pie de página en el libro de nuestra vida.
 
 
 
Ver las bodas de otros se me sigue haciendo raro, como cuando de pequeño veía a los adultos hacer cosas de adultos, como algo lejano para mí. Puedo decir que ha habido alguna mujer que me ha hecho plantearme cómo sería eso de casarse y tener hijos con ella, pero me sigue pareciendo algo como sentarse por la noche a ver lo que den en la televisión, salir a correr después del trabajo, tener vacaciones en agosto o tomar aperitivos los sábados al mediodía, cosas que hacen otros pero que yo no, al menos de momento. También odiaba poner los pies aunque fuera por una hora en la ciudad en la que ahora vivo tan campante desde hace 2 años. Nunca se sabe por donde vamos a salir, a veces ni nosotros lo sabemos hasta que lo hacemos.
 
Es propio de una falsa madurez pensar que ya lo sabemos todo de la vida y que los que no coincidan con nosotros y nuestras ideas son idiotas. Ir de listos siempre ha sido propio de esos críos que en la escuela se ríen de otros por no saberse la lección o no saber jugar bien en los deportes. Por eso he ido aprendiendo también a respetar otros estilos de vida que no tengan que ver con el mío, porque aunque me parezcan discutibles con mi modo de ver las cosas, trato de entender que hay gente que vive de una manera porque eso es lo que les funciona a ellos. Quizá ese sea uno de los mayores rasgos de madurez que me han enseñado. Por eso sigo aprendiendo.
 
 

martes, 15 de octubre de 2013

"The Bling Ring" y "Girls". Chicas de hoy en día

"The Bling Ring" es lo nuevo de Sofia Coppola, una realizadora que apareció a finales de los 90 con la vitola de ser la hija de uno de los directores más legendarios de la historia del cine, Francis Ford Coppola ("El padrino", "Apocalypse Now") y que desde pequeña había aparecido en la gran pantalla en numerosas películas de su padre ( de recién nacida hizo de bebé bautizado en "El padrino" y salió de adolescente en "El Padrino 3", en una aparición que recibió tantas críticas que le hizo ver que su camino estaba detrás de las cámaras. La carrera de Sofia Coppola se compone de una serie de filmes ("Las vírgenes suicidas", "Lost in translation", "María Antonieta", "Somewhere") que pone tan de los nervios a los culturetillas de medio pelo (fáciles de reconocer porque siempre se meten con ella por ser hija de quién es y porque dicen que solo cuenta historias de gente pija que se aburre, demostrando la estupidez de su crítica, porque lo importante no es lo que se cuenta sino cómo), aquellos que reconocen maestría en cosas tan vacías y a ratos ridículas como "Spring Breakers", una cinta con la que "The Bling Ring" tiene ciertos paralelismos, especialmente a la hora de mostrar a un grupo de jóvenes con pocas luces y objetivos vitales discutibles.


 
El culto a las "celebrities" siempre ha existido y la juventud suele ser un grupo muy permeable para caer en la adoración a las figuras mediáticas de turno, que siempre despliegan a ojos de los demás ese encanto inalcanzable, imposible de igualar en la mediocridad de la vida cotidiana. Ahora, con el auge de las nuevas tecnologías, de Youtube y las redes sociales, cada uno puede cumplir esa máxima de Warhol de los 15 minutos de gloria, cayendo en un culto a la propia personalidad que puede alcanzar márgenes bastante bizarros y ridículos. No es difícil encontrar vídeos en Internet o perfiles en redes sociales en los que la gente documenta su vida como si fuera una "celebrity", como si todo lo que hace en su día a día pudiera ser de interés para el resto del mundo, con poco sentido del ridículo y dando lugar a casos como éste.


Y casos así fue lo que dio origen a "The bling ring", la historia real de un grupo de adolescentes obsesionados con los famosos, que en su afán de llegar a estar más cerca de su brillo llegaron a entrar en sus casas cuando ellos no estaban allí, enterándose de sus viajes a través de los sitios de cotilleos y aprovechando la falta de medidas de seguridad en muchas de ellas. Unos adolescentes que flipaban con todas las posesiones de los famosos como Paris Hilton, Megan Fox, Lindsay Lohan y Orlando Bloom y una vez dentro de sus casas se ponían sus trajes, sus vestidos y sus joyas y se llevaban lo que pillaran por delante, para después mostrarlo en fotos en las redes sociales, sin temor a ser descubiertos en un alarde de exhibicionismo a medio camino entre el cinismo y la estupidez. El caso de jóvenes de buena familia, que solo cometían esos allanamientos y robos para sentirse en cierto modo como parte de ese "star system" de Hollywood que devoraban día a día. Sofia Coppola sabe lo que tiene entre manos y por ello muestra una visión realista e irónica de ese grupo de jóvenes, que parecen protagonistas de alguno de esos realitys de la televisión, por su corto vocabulario lo absurdo de sus actos y de la gente que les rodea (como esa madre que entre las lecciones que enseña a sus hijas no está la historia o la filosofía, sino que hay que apreciar a Angelina Jolie por sus actos altruistas). Gente que ya ha crecido con los realitys y la exposición en redes sociales como parte normal de sus vidas y que se comportan en consecuencia a ello, mostrando sus modelitos (u "outfits") en fotos sacadas por ellos mismos (o "selfies"). Si en otras de sus películas anteriores se hablaba de que los famosos se aburren y sufren crisis vitales, aquí los que se aburren y buscan sentido a sus vidas son sus seguidores.
 


El principal problema de la película es su carácter casi documental, que casa bien con el perfil superficial de sus personajes pero que acaba haciéndose demasiado ligero. El filme dura apenas hora y media y se pasa rápido, que cuando se acaba dices "¿ya está?", pero se echa en falta una mayor profundización psicológica en los personajes, de los que acabamos sabiendo poco como para identificarnos con ellos o detestarlos. De modo que te queda la sensación de haber visto una película correcta, con la que te puedes reír de las idioteces de sus protagonistas pero que tampoco te deja mucha huella una vez vista, como si fuera el capítulo de un reality, algo fácil de ver como de olvidar. El reparto está plagado de jóvenes actores desconocidos que cumplen bien con sus papeles, siendo la más popular Emma Watson, que desde el final de la saga de Harry Potter se ha revelado como una actriz a la que seguirle la pista. Y también hay algún cameo de gente famosa, como Kirsten Dunst o Paris Hilton, que dejó que se rodara en su casa para ilustrar todas las visitas que le hicieron los jóvenes que le robaron.
 

Una película a la que le falta el poso que sí tienen otras de sus producciones ("María Antonieta" o "Somewhere" me parecen sus mejores trabajos) y que será el recurso al que se agarrarán todos los que odian a "la niña Coppola", acusándola de hacer un cine pop tan superficial como los personajes que retrata. "The Bling Ring" me parece interesante y salvable, pero diría que es la más floja de todas sus películas hasta la fecha.
 


Y si "The Bling Ring" se desarrolla en el ambiente contemporáneo y urbanita de Los Angeles, en la otra parte de Estados Unidos, en la no menos urbanita Nueva York tiene lugar la trama de "Girls", una serie a la que me he acercado tras ver numerosas opiniones positivas y que en los últimos Globos de Oro fue reconocida como mejor serie cómica.



"Girls" cuenta la historia de cuatro chicas de veintipocos años que viven en Nueva York y cuya líder espiritual es Hannah (Lena Dunham), una joven gordita y poco agraciada que sueña con ser escritora y que se ve obligada a trabajar en cualquier cosa por sus problemas para pagar el alquiler a fin de mes. Vive con Marnie (Allison Williams), una niña bien que tiene un novio desde hace años al que detesta sin saberlo muy bien por su carácter poco masculino. Jessa (Jemima Kirke) es una británica amiga de Hannah que tras haber vagado por medio mundo llega a Nueva York a instalarse junto con su prima Shoshanna (Zosia Mamet), una gran fan de "Sexo en Nueva York" que sigue siendo virgen a pesar de estar ya en la Universidad y que busca al príncipe azul con el que mantener su primera relación sexual.
 


Precisamente, si hablamos de cuatro mujeres en Nueva York, con personalidades diversas y viviendo experiencias con hombres de todo tipo, es inevitable la referencia a "Sexo en Nueva York", con la que "Girls" ironiza por la influencia que ha tenido en una generación de mujeres que tomó como Biblia de las relaciones modernas a la serie que protagonizaran Sarah Jessica Parker, Kim Cattrall, Cynthia Nixon y Kristin Davis. En aquella serie veíamos las peripecias de unas mujeres que vivían en una situación acomodada, que hablaban de sexo entre ellas y que tras alguna que otra travesura, lo que en el fondo buscaban era al hombre de su vida, un trasfondo conservador con el que muchos han querido desmontar el aire feminista que se decía que tenía la serie. Por su parte, en "Girls" se deja claro lo que hay en los primeros minutos del primer capítulo, cuando los padres de Hannah le dicen que busque un trabajo porque no la van a mantener más en Nueva York y vemos que su novio es un tío raro de aspecto ratonil que vive en un apartamento destartalado y al que le gusta el sexo perverso, bastante lejos de la sofisticación del Mr. Big de turno. Aquí no hay barrios lujosos, ni zapatos de Manolo Blahnik ni tipos elegantes con profesiones interesantes, sino el barrio de Brooklyn, zapatillas, empleos de todo tipo y personajes a cual más curioso. Si "Sexo en Nueva York" no estaba lejos del modelo de comedia romántica estilo Hollywood, "Girls" está cercano al modelo de comedia estilo Sundance, con personajes más estrafalarios (y creíbles) y humor que nace muchas veces de lo bizarro y lo absurdo.
 


Lena Dunham es el alma mater de esta serie, de la que es creadora, guionista y directora de varios episodios y protagonista en todos ellos, además de ser la que más veces se desnuda a pesar de no tener un aspecto precisamente como para salir en portada de una revista para hombres. Es interesante que quiera mostrar un acercamiento un poco más realista a la vida cotidiana de la juventud, sin caer en clichés y situaciones de "sitcom" (aquí no hay risas enlatadas), aunque también su estilo ya ha recibido algunas críticas, desde los que dicen que apenas se ven personajes que no sean de raza blanca (como si fuera obligatorio meter cuotas raciales por el qué dirán, demostrando que los dicen eso quizá tengan más prejuicios en el fondo) hasta los que critican a Lena Dunham por mostrar a cuatro niñas de papá con preocupaciones banales. Críticas envidiosas como las que recibe Sofia Coppola, por parte de muchos que esperan con los cuchillos afilados a meterse con algo que no casa con sus intereses, en un curioso alarde masoquista. Me parece que "Girls" es una serie fresca y entretenida, con cuatro actrices protagonistas que dan vida con convicción a sus personajes. Si tuviera que buscarle un "pero" sería el excesivo protagonismo del personaje de Hannah, que no tiene necesariamente una vida más interesante que sus otras compañeras y sin embargo siempre es la que más sale con diferencia. Se nota la influencia de Woody Allen en Lena Dunham, que también tiene ese defecto a la hora de querer captar toda la atención cuando sale en pantalla, olvidando a veces que los secundarios también necesitan su espacio para dar más fluidez a las tramas (no en vano, algunas de las mejores películas de Allen no cuentan con él como actor).
 


Con todo ello, la primera temporada ha satisfecho mis expectativas y tengo ganas de seguir viendo más aventuras de Hannah, Jessa, Marnie (Allison Williams me parece una preciosidad) y Shoshanna (mi preferida como personaje, con Zosia Mamet pidiendo a gritos casi una serie propia). Un producto que a pesar de lo que puedan indicar el título y las protagonistas resulta igual de interesante tanto para hombres como para mujeres.
 
 
 

miércoles, 9 de octubre de 2013

"2 Guns" y "La herida". Géneros cinematográficos muy diferentes

La "buddy movie" es un género que tuvo su gran momento de expansión en los años 80, con el éxito de películas como "Límite 48 horas" y la saga de "Arma letal". Este tipo de cine se caracteriza por unir siempre a dos protagonistas muy diferentes entre sí por carácter, inquietudes e incluso por la raza, aspectos que les hacen llevarse mal en un principio. Pero como ambos están en una película de colegas, al final se acabarán entendiendo y formarán una sólida sociedad a base de reírse de las cosas que les disgustan del otro. Ese es el caso de Denzel Washington y Mark Wahlberg en "2 Guns".


 
 
La película es la adaptación de un cómic de Steven Grant que cuenta la historia de un agente de la DEA, Bobby Trench (Denzel Washington), y un oficial de la Inteligencia Naval, Michael Stigman (Mark Wahlberg), que creen haberle robado 43 millones de dólares a un narcotraficante mexicano (Edward James Olmos). El problema consiste en que en realidad ese dinero no es de la organización criminal, sino de una sección corrupta de la CIA comandada por el implacable agente Earl (Bill Paxton). Además, ni Trench ni Stigman saben que su compañero es un agente oficial, estando ambos en misión encubierta a las órdenes de otra agente de la DEA (Paula Patton) y un oficial de la Marina (James Marsden). Así que Trench y Stigman deberán colaborar a su pesar para tratar de salir airosos de un enredo a varias bandas.
 
 
El islandés Baltasar Kormákur ("Contraband") aplica la fórmula infalible de la "buddy movie" y lo hace ayudado por el buen trabajo de sus protagonistas. Ambos hacen una vez más de si mismos (Washington tiene el registro canalla y el intenso/moralista, que usa según el tipo de película en la que esté y aquí tira un poco de ambos. Por su parte, Wahlberg opta por el único registro que tiene, el de tío cachas esforzado y entregado a la causa) y eso es suficiente para establecer una química interesante y hacer a sus personajes más cercanos y accesibles al espectador.
 
 
 
En cuanto a los secundarios, la suerte es desigual. Dos veteranos como Edward James Olmos ("Blade Runner") y Bill Paxton ("Twister", "Titanic") dan vida a los malos de la función con un agradable toque histriónico, sabedores del tipo de filme en el que se encuentran. No están tan acertados unos despistados James Marsden (con el que siempre tengo la sensación de que la mayoría de los papeles que hace le vienen grandes) y Paula Patton, que nos regala un par de momentos muy interesantes a los que somos fans de su cuerpazo, pero que no convence en su rol de agente a ambos lados de la ley y que tiene un lío con el personaje de Denzel Washington (con el que ya coincidió en "Dejá Vu", la película que empezó a popularizarla hace unos años).
 
 
Baltasar Kormákur nos ofrece una historia muy entretenida, cargada de toques humorísticos y que se deja ver muy bien, dejando un resgusto agradable. Una muestra de que aunque la película sea de acción, algo de guión y buenas interpretaciones tampoco vienen mal.
 
 
Y de una película que mezcla acción y humor pasamos a otra que apuesta por la calma y el drama, un género que no suele ser muy apreciado por el gran público a no ser que haya una gran epopeya por detrás o ciertas dosis de pornografía emocional que busquen la lágrima fácil. Para mí el buen drama es aquel que te sacude y te hace plantearte ideas, el que trata las cosas desde una óptica naturalista, sin grandes aspavientos ni músicas grandilocuentes. Que sea una muestra de todas esas pequeñas decepciones que sufres mientras el resto del mundo sigue moviéndose, ajeno a lo que puedas estar pasando. A esa categoría pertenece "La herida".

 
"La herida" narra la peripecia de Ana (Marian Álvarez), una mujer de 28 años que se siente útil y satisfecha en su trabajo rutinario ayudando a otros. Sin embargo, fuera de su jornada laboral, Ana tiene serios problemas para relacionarse, pues es socialmente torpe, incluso agresiva, con las personas más cercanas y queridas, lo que le lleva a tener una gran insatisfacción con la vida y a autolesionarse. Fernando Franco debuta como director tras dedicarse hasta ahora al montaje de las películas de otros ("Bon Appetit", "Blancanieves") y lo hace con la historia de una mujer que sufre un trastorno límite de personalidad (también llamado "borderline") no diagnosticado.
 
 
Ana solo encuentra algo de felicidad en su trabajo con personas discapacitadas intelectualmente, enfermos de Alzheimer y de Síndrome de Down que están tan alejados de la normalidad como ella. No comprende por qué no gestiona sus sentimientos, no entiende su dolor y se hace cortes o se apaga los cigarrillos en su cuerpo para tratar de canalizar esa frustración en un dolor concreto. Los demás ya la han etiquetado por sus reacciones y para ellos es la rarita que nunca se sabe por dónde va a salir, algo que le lleva a sentirse aún más frustrada. Ella es alguien de decir "te quiero" y "eres un hijo de..." en la misma frase, como en los mensajes de voz que le deja a un novio que nunca responde, seguramente espantado por esa forma de ser. Pero si Ana no se entiende a sí misma, tampoco lo hacen los más cercanos a ella, que como mucho la toleran, sin tomarse la molestia de ver qué es lo que le ocurre. Ana está sola porque nadie se interesa de verdad por ella y sola es como debe tratar de luchar contra sus demonios interiores.
 
 
Fernando Franco filma esa soledad centrando su cámara en Ana, mientras los demás son muchas veces figuras borrosas en torno suyo, que apenas entran en plano, con pocos diálogos y muchos silencios. A ello le ayuda el magnífico trabajo de Marian Álvarez, una actriz apenas conocida y que ya tiene en su haber dos premios en festivales internacionales (hace unos años ganó en Locarno por su papel en "Lo mejor de mí", otro drama muy reivindicable y ahora acaba de vencer en San Sebastián). Franco firma un drama seco, cercano al cine de Michael Haneke (hay algo aquí de "La pianista", aunque aquella era aún más dura) y de los hermanos Dardenne (especialmente de "Rossetta").
 
 
Un drama en el que no hay grandes catarsis para sacar la lágrima (catarsis que al final sirven de consuelo), aquí solo hay incomprensión y soledad, lo que no la convierte en un cine muy comercial porque ésta es una película de las que dejan poso amargo. El mismo poso amargo que a veces nos deja la vida.

viernes, 4 de octubre de 2013

El consultorio de Elena Francis y el testimonio de las inquietudes

Estaba el otro día escuchando la radio y en un programa se pusieron a recordar el ya mítico consultorio de la Doctora Elena Francis, un espacio que acompañó durante muchos años a nuestros padres y abuelos, especialmente en el sector femenino. El consultorio se emitió entre los años 1947 y 1984 y se estructuraba en torno a la correspondencia que dirigían las oyentes a una supuesta experta, que contestaba a las dudas, consultas y confidencias planteadas. Las cuestiones planteadas iban desde los temas estrictamente domésticos, como cocina o jardinería, hasta salud, belleza y problemas sentimentales o incluso psicológicos.
 
 
 
El espacio surgió en la década de los años cuarenta, un momento de renovación en los contenidos de los programas de radio en España. Comenzó sus emisiones en 1947 a través de Radio Barcelona, desde donde emitió hasta 1966. Posteriormente se radiaría por Radio Peninsular y por Radio Intercontinental y debido al descenso en los índices de audiencia, el programa dejó de emitirse a partir del 31 de enero de 1984. Desde los inicios del programa las respuestas a las consultas fueron redactadas por un equipo de guionistas y leídas por locutoras profesionales que prestaban su voz a la imaginaria Doctora Francis.
 
El personaje de Elena Francis me sonaba de oírlo comentar de testimonios de la época y de gente que lo había escuchado en su momento y ha sido a través de ese reportaje que escuché el otro día por lo que me he interesado en conocer un poco más. Valga este documento como prueba.
 
 
 
Una vez escuchado no cuesta deducir por qué el programa terminó en 1984, ya que en aquellos años este programa debía sonar a naftalina pura y dura, a rescoldos de los años franquistas. Nótese el tono moralista y conservador de las respuestas a las consultas de las mujeres que solicitan consejo a Elena Francis, con casos de lo más variopinto. En el de la infidelidad de la esposa que denuncia una hija se le recomienda no decir nada al padre y callar para guardar las apariencias, en el de una novia que no sabe si casarse con su novio porque no le parece atractivo se le recomienda mirar para otro lado, lo mismo que a una mujer que descubre que su marido va a bares a encontrarse con otros hombres. En definitiva, respuestas muy correctas que enseñan a mantener la corrección en lo aparente, corriendo un tupido velo sobre los complicados caminos que siempre emprende el ser humano, la premisa del "aquí no pasa nada" que tan bien han practicado los conservadores de todas las épocas. La gente que hacía el consultorio sabía en que régimen se encontraba y tampoco podía ofrecer soluciones audaces que enturbiasen las buenas costumbres que vendía la retórica franquista.
 
 
 
Imagino que este consultorio era la única posibilidad que tenían muchas mujeres de contar las cosas que les inquietaban y que no podían compartir con los demás por aquello del "qué dirán", algo que por otra parte no pasa de moda. Siempre queda alguien en mejor lugar cuando vende que su vida es maravillosa, aunque sea una gran mentira, que cuando cuenta sus problemas, que pueden provocar ironías, recriminaciones e incluso fugas de sus seres cercanos, que no quieren verse implicados en problemas ajenos, porque bastante tienen con los suyos. Todos hemos visto a gente que parece que no tiene ningún problema, porque no habla de esos asuntos y luego alguien te descubre cosas bastante penosas sobre ellos, algo que a mí siempre me da pena por esa cerrazón. Hay una teoría muy extendida de que a nadie le importan los problemas de uno y en parte me parece un error, por aquello de guardárselo todo como si tal cosa y crear una serie de represiones malas para el espíritu, además de la hipocresía de pretender que tu vida es impecable.
 
No voy a negar que también yo caigo en ello, ya que en este blog cuento cosas que no le cuento a todo el mundo que conozco, aunque con los años he aprendido a distinguir a quién merece la pena contar según que cosas, que hay conocidos con los que se habla de aspectos más banales y amigos con los que se hablan cosas más profundas. Y por eso tengo claro que esto al final es un "quid pro quo" y que si alguien no quiere compartir sus inquietudes vitales contigo tampoco está muy por la labor de que tú lo hagas con él o ella. Y es más triste cuando ves a gente que usa las confesiones de otros para criticarlos, como si estuvieran más allá del bien y del mal y luego compruebas la basura que guardan debajo de la alfombra, que quizá por eso critican esas debilidades ajenas.
 
Así que testimonios como los del consultorio de Elena Francis nos dejan claro que hay problemas que son universales y atemporales, que muestran que es una estupidez eso de decir que antes la gente era más inocente que ahora. No hay como asomarse a la historia para darse cuenta de que el ser humano siempre ha sido, con algunos cambios sociales, más o menos parecido.