"Yo quiero cuidarte. Creo que te entiendo, tu eres diferente, tu no pretendes ser alguien que no eres. No debes preocuparte por nada ni sentirte avergonzado" (Vinessa Shaw en la película "Two lovers")
Hay momentos en la vida en los que nos sentimos solos, en los que sentimos que nadie piensa en nosotros o que a nadie le interesamos. Todos deseamos poder tener el afecto de personas que no sean estrictamente de nuestra familia. Digamos que el amor familiar nos viene ya dado (aunque hay casos mucho peores en los que no tienen ni eso) y queremos conquistar el de personas ajenas.
Por ello, es una bendición cuando alguien de fuera del grupo familiar te da su afecto y su interés, cuando muestra que le importas de verdad, que no eres un conocido más. Y si eso es una bendición, es muy triste darse cuenta de lo contrario, de que las atenciones que te dispensa a ti son las que dispensa a otros muchos. Pensaste, haciendo metáforas medievales, que podrías ser un noble en su corazón y simplemente eras un vasallo más.
Tampoco puedes culpar a la otra persona, tu querías ser noble y te quedaste en vasallo, nadie te obligó a ello, fue una aspiración tuya. No se puede comprar el amor ajeno a voluntad, sólo puedes esperar ser bendecido con él. Y muchas veces tú quieres a una persona de un modo que ella no te quiere a ti, que no significa que no te quiera, sino que no lo hace del mismo modo que tú.
La frase que encabeza estas líneas es una de esas frases que oyes en una película y te remueven el corazón. Una de esas frases que cuando te las dicen a ti hacen que te derritas como un helado al Sol. Que alguien diga que quiere cuidar de ti y que comprende lo que te pasa por dentro me resulta tremendamente enternecedor.
Y no menos enternecedor es cuando cuentas tus sinsabores a alguien y esa persona te ofrece consuelo. La ilusión que se siente cuando recibes un mensaje de ánimo sincero en uno de esos momentos donde solo ves oscuridad es algo que no tiene precio, de esos detalles que limpian tu espíritu y te dan una gran paz. Un buen apoyo a tiempo te salva de lo que parecía un abismo inabarcable. Es como si alguien te diera una caricia, como si te cogiera de la mano y te uniera consigo.
Por ello quiero hacer un pequeño homenaje a esas personas que de vez en cuando nos ayudan a superar esos vaivenes emocionales que nos da la vida. Son un pequeño (gran) tesoro.
Por ello, es una bendición cuando alguien de fuera del grupo familiar te da su afecto y su interés, cuando muestra que le importas de verdad, que no eres un conocido más. Y si eso es una bendición, es muy triste darse cuenta de lo contrario, de que las atenciones que te dispensa a ti son las que dispensa a otros muchos. Pensaste, haciendo metáforas medievales, que podrías ser un noble en su corazón y simplemente eras un vasallo más.
Tampoco puedes culpar a la otra persona, tu querías ser noble y te quedaste en vasallo, nadie te obligó a ello, fue una aspiración tuya. No se puede comprar el amor ajeno a voluntad, sólo puedes esperar ser bendecido con él. Y muchas veces tú quieres a una persona de un modo que ella no te quiere a ti, que no significa que no te quiera, sino que no lo hace del mismo modo que tú.
La frase que encabeza estas líneas es una de esas frases que oyes en una película y te remueven el corazón. Una de esas frases que cuando te las dicen a ti hacen que te derritas como un helado al Sol. Que alguien diga que quiere cuidar de ti y que comprende lo que te pasa por dentro me resulta tremendamente enternecedor.
Y no menos enternecedor es cuando cuentas tus sinsabores a alguien y esa persona te ofrece consuelo. La ilusión que se siente cuando recibes un mensaje de ánimo sincero en uno de esos momentos donde solo ves oscuridad es algo que no tiene precio, de esos detalles que limpian tu espíritu y te dan una gran paz. Un buen apoyo a tiempo te salva de lo que parecía un abismo inabarcable. Es como si alguien te diera una caricia, como si te cogiera de la mano y te uniera consigo.
Por ello quiero hacer un pequeño homenaje a esas personas que de vez en cuando nos ayudan a superar esos vaivenes emocionales que nos da la vida. Son un pequeño (gran) tesoro.