jueves, 29 de noviembre de 2012

La novia sefardí y la contradicción

Estoy leyendo un libro que se llama "La novia sefardí", de la francesa Eliette Abecassis. A la autora la conocí viendo hace unos meses la película "Un feliz acontecimiento", basada en una novela suya y que me gustó bastante, que me hizo interesarme por su obra. Por ello he estado buscando creaciones suyas editadas en nuestro país y de las que he visto me ha llamado la atención "La novia sefardí", una novela con tintes autobiográficos sobre una muchacha de Estrasburgo, hija de judíos sefardíes (los descendientes de los judíos que vivieron en España durante siglos) procedentes de Marruecos, que experimentará la contradicción entre la tradición de su estirpe y las necesidades de la vida moderna, al tiempo que trata de buscarse a si misma.



Aún llevo una porción del libro y me está gustando, de hecho me he guardado un par de trozos que me han llamado la atención, el primero de los cuales les adjunto a continuación:


"A causa de su físico podía caer en la melancolía más profunda, pasar de la risa al llanto, del entusiasmo a la depresión. Una parte de ella era solar, la otra lunar. Una parte extravagante y la otra reservada, acomplejada y retraída en si misma.

Aunque intentaba poner un poco de orden, todo lo que procedía de ella estaba motivado por su corazón y atemperado por su espíritu, lo cual la sumía en una gran confusión.

Era desconcertante para los demás y también para sí misma: intentaba sin cesar conocerse, saber quién era, sin conseguirlo. ¿Por qué estaba tan taciturna y desesperada? ¿De dónde venían esa torpeza, esa languidez, esa nostalgia permanente? ¿Por qué esa impresión de no estar nunca en su sitio, nunca en sintonía consigo misma, con sus deseos? ¿Por qué no conseguía determinar la naturaleza íntima de su deseo?

Ella no era hija de inmigrantes judíos marroquíes, ella era francesa por entero, no se sentía ni alsaciana, ni de Estrasburgo, ella se deseaba universal, alejada de todo particularismo, de todo lo que la hiciera diferente, de todos los rasgos prominentes de su personalidad, e incluso de su apariencia. Se vestía de un modo sobrio, elegante, sin llamar la atención, siempre de negro; nunca llevaba colores vivos, ni florituras, ni dorados, ni flores, ni encajes que hubieran descubierto a la oriental. Su maquillaje también era lo más neutro posible, color natural y color carne, que reflejaba la palidez de su cara. Los cabellos al natural, sin el rojizo, el negro y el rubio que adoraban las mujeres sefardíes. Esther se daba cuenta de que no tenían buen gusto y temía parecerse a ellas. Detestaba todo lo que fuera excesivo en las palabras, los actos o la vestimenta y sin embargo, en su interior, vivía cada instante con intensidad y dramatismo."



Este es un trozo que me ha llamado la atención por lo que me recuerda a la contradicción que llevamos muchos dentro de nosotros, al hecho de todas las personas que podemos llegar a ser y cómo sentimientos o ideas contrapuestas pueden tener un lugar en nuestra forma de ser. Lo he comprobado en mi mismo y en gente que he tratado y es un fenómeno bastante común. O quizá es que la gente que me interesa tratar es la gente con algún tipo de contradicción.

Misterios del alma humana.

 

lunes, 26 de noviembre de 2012

"Golpe de efecto". Clint Eastwood de nuevo ante la cámara

Este fin de semana acudí a ver el regreso de Clint Eastwood a la interpretación, tras anunciar su retirada ante las cámaras con "Gran Torino". El motivo de su vuelta ha sido el debut en la dirección de su amigo y ayudante de dirección y productor durante muchos años, Robert Lorenz, en su debut tras la cámara. Hablamos de "Golpe de efecto".



"Golpe de efecto" cuenta la historia de Gus Lobel (Clint Eastwood), un veterano cazatalentos del mundo del béisbol, que ve como su salud empieza a deteriorarse con la edad y como su compañeros le insinúan que debería retirarse. Pero él, tozudo y gruñón, seguirá haciendo lo que mejor sabe hacer y contará con la inesperada ayuda de su hija Mickey (Amy Adams), obsesionada con su trabajo en un bufete de abogados y con la que ha mantenido una relación distante tras la muerte de su madre. Pero a ambos les une el amor al mismo deporte.

Esta película no viene dirigida por Clint Eastwood, que tras su ajetreada carrera en los últimos años parece haberse tomado un respiro en sus labores de director, aunque los temas del filme encajan como un guante en buena parte de su filmografía. La relación dificil con la hija, el aprendizaje vital de la misma, la esposa fallecida a la que Eastwood sigue recordando, el protagonista cascarrabias de buen corazón o los jóvenes pusilánimes que quieren arrebatarle el puesto al bueno de Clint recuerdan a cintas como "Million dollar baby", "Sin perdón" o "Gran Torino", sin ir más lejos.



Robert Lorenz da buena muestra de haber sido compañero y discípulo de Eastwood y cuenta la historia más o menos como lo haría Eastwood, con una trama de toques dramáticos suavizada con el humor y la ironía de su protagonista, una visión sencilla (que no simple) de las relaciones humanas y su búsqueda del sentimiento (que no del sentimentalismo, aunque hay algunos subrayados musicales que sobran). El mismo Lorenz dice que ha seguido consejos de Eastwood y el método de rodaje que siempre aplica Clint (con el mismo director de fotografía y el mismo montador), de hacer pocas tomas de las escenas para no aburrir a todo el mundo y mantener la tensión.

También las actuaciones son uno de los puntos fuertes. Eastwood se mueve como pez en el agua en un personaje de tipo duro que oculta sus sentimientos, un personaje que ha venido interpretando muchas veces a lo largo de los años con bastante acierto. Resulta también muy agradable ver el crecimiento como actriz de Amy Adams, que empezó su carrera en papeles de chica naif y algo ñoña y últimamente está dejando ver que puede dar vida con convicción a mujeres más duras, en películas como "The fighter" y esta que nos ocupa. Su química con Eastwood es más que notoria, no tanto con Justin Timberlake, que interpreta a una antigua leyenda del béisbol que cruzará su camino con el de padre e hija y que no lo hace mal. No quiero olvidar tampoco la excelente labor de secundarios como John Goodman o Robert Patrick, que ayudan al buen acabado de la película.



Así pues, un filme que se deja ver con agrado, que no descubre nada nuevo y que no llega a las cotas de otras obras magnas de Clint Eastwood,  pero que supone disfrutar un poco más del carisma y el buen hacer de Eastwood, que aún tiene cosas que decir.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Lunares

La presentadora televisiva Anna Simón suele llamar la atención por su atractivo físico y los escotes vertiginosos que le ponen casi siempre. Sin embargo, lo que más me provoca curiosidad en ella cada vez que la he visto han sido los lunares que tiene en el cuello. En concreto son tres lunares colocados de arriba hacia abajo en línea recta y con la misma distancia entre cada uno de ellos.



Los lunares son una característica física que ha dado lugar a un gran número de poemas, canciones y diversas creaciones literarias, por su poder evocador.

Los lunares son puntos en nuestro cuerpo que presentan una pigmentación diferente al resto de la piel y su nombre viene de que se atribuía su aparición al influjo de la Luna. Científicamente se les considera tumores benignos y sólo representan peligro cuando aumentan de tamaño de forma repentina. Asimismo, se asegura que todas las personas tenemos en nuestro cuerpo entre 10 y 40 lunares. Hay incluso creencias de que según los lunares que tenemos se puede conocer nuestro carácter y adivinar nuestro futuro.

Si alguna vez les he hablado de las manos y de lo mucho que me atrae esa parte del cuerpo, también he de reconocer que los lunares me resultan muy interesantes. Esas pequeñas manchitas en la piel sirven para realzar y dar personalidad las partes en las que se hallan. Cualquier parte del cuerpo es susceptible de tener lunares y muchas personas los tienen más concentrados en una zona determinada.

A un servidor le encantan los lunares en un rostro o en un cuerpo de mujer. Me gustan en casi todas las zonas, siendo mis favoritas las mejillas, el cuello, el pecho y la tripa. Me parece que los lunares en esos lugares dan más belleza y un encanto especial a quien los tiene. Donde me gustan menos es sobre los labios, que es un sitio donde se suelen considerar bonitos, al estilo Marilyn Monroe y que a mí no me acaban de convencer.



Y no quiero terminar sin una foto de la actriz Natalie Portman, un ejemplo de alguien con lunares en el rostro que contribuyen a realzar su hermosura.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Amor a través del arte






Corría 1948 cuando la actriz Ingrid Bergman fue al cine a ver "Roma, ciudad abierta", de Roberto Rossellini. Tanto le gustó y tanto le removió la película que quiso ver "Paisá", la otra película del director. Y fue cuando ella, que venía de protagonizar películas como "Casablanca" o "Encadenados" no pudo aguantar más y le escribió una carta: “Señor Rossellini: he visto sus dos filmes y me han gustado mucho. Si necesita una actriz sueca que hable inglés perfectamente, que no ha olvidado el alemán, a quien apenas se entiende en francés y que del italiano sólo sabe decir ti amo, estoy dispuesta a acudir para hacer una película con usted”.

La relación de inmediato dejó de ser profesional para transformarse en un apasionado romance, hecho que escandalizó a los Estados Unidos, porque ella no sólo estaba casada y tenía una hija, sino que la consideraban una figura emblemática dentro del mundo de Hollywood. Los periódicos incluso la llamaron adúltera. Hollywood no le perdonó que abandonara a su marido e hija y promovió un boicot que duró tres años. Durante ese período, Ingrid no pudo volver a EE.UU. Se divorció en 1950, año en que se casó con Rossellini embarazada de su hijo Robertino. Después vendrían sus otras dos hijas: las gemelas Isotta e Isabella. Rosellini la dirigió en seis películas y no le dejó trabajar con otro director. Esta época no se caracterizó por el éxito, hubo problemas económicos y la relación se deterioró cada vez más, hasta su divorcio en 1957. Lo que quedó de todo aquello fue cómo una de las actrices más bellas y deseadas de su tiempo, que había compartido cartel con galanes como Cary Grant o Humphrey Bogart, dejó su vida por un director medio calvo y regordete, porque ya se había enamorado de él a través de su obra.
 
Una de las hijas de Roberto y de Ingrid, Isabella, se casó a finales de los 70 con el director Martin Scorsese, un hombre bajito y feote y con él estuvo durante unos años hasta que lo dejó por su temperamental humor. Tras otro matrimonio fallido en el que tuvo a una hija, Isabella Rossellini conoció a David Lynch, un hombre de aspecto excéntrico con su tupé a lo Elvis, sus camisas abotonadas hasta el cuello y sus ideas extravagantes en la gran pantalla, que le había ofrecido un papel para su película "Terciopelo azul". La conexión que desarrollaron ambos en el plató fue tal que "cuando terminó el rodaje nos dio mucha pena separarnos, y pensamos que tal vez hubiera algo más que nos unía. Así nos convertimos en pareja", tal y como explicó la propia Isabella.






La relación entre ambos se extendió durante cuatro años hasta una ruptura que Isabella tuvo que superar a través de terapia. La hija de Ingrid, imagen de una marca de perfumes y tan bella que podía poner a cualquier hombre a sus pies se había enamorado de dos directores poco agraciados y con un universo muy particular, algo parecido a lo que su propia madre hizo décadas atrás cuando lo dejó todo por un universo que la había removido por dentro.
 
Dos mujeres, madre e hija, unidas por su amor a los directores que las enamoraron a través de sus creaciones.

martes, 13 de noviembre de 2012

Gran Pantalla: "Skyfall" y "En la casa"

Este fin de semana he tenido mi habitual cita con el cine y lo he hecho viendo un par de películas tras las que andaba a la expectativa.

La primera de ellas ha sido "Skyfall", la nueva aventura de James Bond, en la que es la tercera vez que lo encarna Daniel Craig y que se estrena cuando la franquicia ha cumplido 50 años. La dirige Sam Mendes ("American beauty", "Camino a la perdición", "Revolutionary Road"), que aquí cambia de tercio respecto a la mayor parte de su filmografía y cumple bastante bien el cometido de dirigir un thriller competente, que no insulta la inteligencia y está a la altura de lo que se espera de una película de la saga Bond, con chicas guapas (Berenice Marlohe, todo un descubrimiento), malos algo ridículos (un amanerado Bardem que está bastante aceptable) y las puntuales escenas de acción, bien dosificadas. No cabe decir mucho más de esta peli, que se queda en un puesto intermedio de las cintas de Bond protagonizadas por Daniel Craig hasta la fecha, siendo la mejor "Casino Royale" y la peor la mediocre "Quantum of Solace". Se deja ver con agrado.



La otra película me resultó más interesante y es la que quiero comentar más ampliamente. Se trata de la película "La casa".



Un profesor de literatura francesa (Fabrice Luchini), desalentado por las insulsas y torpes redacciones de sus nuevos alumnos, descubre entusiasmado que el chico (Ernst Umhauer) que se sienta al fondo de la clase muestra en sus trabajos un agudo y sutil sentido de la observación. Este chico, que se siente extrañamente fascinado por la familia de uno de sus compañeros, escribirá, animado por el profesor, una especie de novela sobre esa familia, en la que es difícil distinguir entre realidad y ficción.

“En la casa” es el nuevo filme de François Ozon, un realizador que comenzó su carrera a finales de los 90 como uno de los “enfants terribles” del cine galo con filmes que buscaban transgredir los géneros a los que inicialmente pertenecían. “Sitcom”, su debut, empezaba como una comedia televisiva y familiar y terminaba de una manera bastante bizarra. “Los amantes criminales” era una curiosa puesta al día del cuento de Hansel y Gretel y “Swimming pool” jugaba con los códigos del thriller y la creación literaria. En esos parámetros se mueve “En la casa”, que juega con el espectador y lo introduce en su trama del mismo modo que lo hace con su protagonista, en una trama que recuerda también a Claude Chabrol a la hora de mostrar las zonas oscuras de la burguesía.



Uno de los referentes que se cita en el filme es Sherezade, la protagonista de “Las mil y una noches”, que engatusa con historias al sultán para retrasar su muerte. El joven cautiva con sus relatos inquietantes al profesor, que al mismo tiempo le alentará y le hará ver la forma de hacer sus creaciones más atractivas. Todo ello hasta llegar a un momento en el que el espectador empieza a dudar de si lo que está viendo es un relato fiel de las vivencias del joven o una invención con la que interesar al profesor.



Una inteligente reflexión sobre la naturaleza de los relatos, de esas historias que nos cautivan y nos transmiten sensación de realidad, más allá de lo que se cuenta sea verdadero o fabulado. A todo ello ayuda la hábil puesta en escena de Ozon y su ajustado reparto, con un Fabrice Luchini que borda una vez más un personaje gris y mediocre y unas Kristin Scott Thomas y Emmanuelle Seigner que lucen una espléndida madurez actoral y física. Quizá flaquea algo Ernst Umhauer como ese adolescente lobo con piel de cordero, que no acaba de transmitir las dobleces necesarias.

Esta notable película ganó la Concha de Oro del Festival de San Sebastián y demuestra que Ozon sigue ahí, que no se quedó en uno de los directores de la tendencia del momento para luego desaparecer. Que ha seguido haciendo películas, aunque de escasa o nula distribución en nuestro país y que demuestra que sigue siendo alguien a tener en cuenta.


viernes, 9 de noviembre de 2012

Ella



La cosa empezó haciendo el tonto por las redes sociales. Ella eligió como avatar la imagen de una mujer con los ojos pintados de negro y maquillaje corrido por las lágrimas, una imagen triste y algo salvaje que no se correspondía con la suya, pero que iba a ser la suya en ese medio de comunicación. Sintió la libertad de escribir lo que le diera la gana y se permitió el lujo de poner palabrotas, frases malsonantes e ideas sexuales de todo tipo. Que dirían las monjas del colegio al que asistió si la vieran ahora. En términos freudianos, aquello fue una liberación del subconsciente en toda regla, no había inhibición de ningún tipo.

Todo eso le encantaba a los tíos, que le mandaban mensajes públicos y privados en los que le respondían cosas aún más soeces y atrevidas que las suyas y le pedían constantemente conversaciones privadas. A ella le divertía todo aquello y les seguía el juego, quería ver hasta donde era capaz de llegar. Tenía conversaciones con algunos de los hombres que la deseaban y flirteaba con ellos, les decía que era ninfómana y que cada día se lo montaba con un hombre distinto, a veces dos.

Ellos se volvían locos, notaba como se excitaban y le mandaban fotos de sus miembros y le decían sus deseos de practicar sexo con ella. Había días en los que ella se sentía más juguetona y les mandaba fotos suyas provocativas. En una salía en ropa interior, en otras enseñaba el culo o las tetas. Nunca mostraba su cara y disfrutaba con los comentarios de aquellos salidos. Ella, que nunca había estado a gusto con su cuerpo, veía como los hombres le hacían sentirse deseada.

Pero todo esto cambió el día que le conoció a él. Llegó sin hacer mucho ruido, destacando que era una chica sexy, aunque con mucha corrección, sin apenas apasionamiento. Cuando hablaba con ella lo hacía sin prestar atención a las cosas que a todos los demás les excitaban. Empezó a conocer cómo ella era una mujer de 34 años que vivía con su novio, que estaba en paro desde hacía unos meses, que le gustaba leer y ver películas y pasar largos ratos tumbada en la cama o el sofá, soñando cosas, que entraba en esa red social para entretenerse, que la relación con su novio se había deteriorado y ya no sabía si seguía enamorada de él. De hecho ya empezaba e plantearse si había estado enamorada alguna vez, en si había experimentado ese fuego interior, esa sensación de entrega total al otro de la que todos hablaban.

Al mismo tiempo conoció muchas cosas de él y aunque no era guapo, acabó encontrándole atractivo por las muchas ideas y características que compartían. Ella le mandó una foto suya, pero no de sus pechos o de su trasero, sino de su rostro, ese que había ocultado hasta ahora. Lo que sí ocultaba era la atracción que le producía aquel hombre y tampoco le dijo que había sentido un tirón en el vientre cuando él le había dicho que ella le gustaba, que después de aquella confesión ella se había mastrubado pensando en él.

Él le había pedido quedar en persona, que quería conocerla en carne y hueso. Ella le respondió que ella iría a su ciudad, que no quería que la reconocieran por la calle.

Esa mañana le había dado un beso de despedida a su novio cuando éste se iba a trabajar y había decidido que finalmente no iría a verle a él. Seguía repitiéndose que no iría mientras se ponía esa ropa interior negra de encaje y esa blusa de color violeta tan bonita, que guardaba para las ocasiones especiales. No pensaba ir mientras se dirigía con un pequeño maletín camino de las estación a coger un autobús y seguía diciéndose que se volvería lo antes posible a casa mientras el autobús iba camino de la ciudad de él. Y al mismo tiempo no podía olvidar las mariposas que tenía en el estómago y las ganas que tenía de besarle cuando le viera.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Horror y luz

 
 
 
Estos días de homenaje a los difuntos que acabamos de pasar siempre me hacen pensar en diversas circunstancias de la vida, en lo fugaz que es sin que nos demos cuenta. Me da por pensar en el caso de Tony Scott, el director de películas como "Top gun", "Amor a quemarropa", "Enemigo público" o "Dejá Vu", que este verano se tiró de un puente cuando supo que tenía un cáncer terminal. Pienso en las chicas que han muerto tras la avalancha humana en esa fiesta de Halloween de hace unos días y pienso también en la hermana de un conocido que murió de cáncer hace pocos días, después de que la metástasis se comiera su organismo en apenas 4 meses.
 
Pienso en todos esos casos y siempre me digo aquel dicho célebre de "no somos nadie". Que creamos que estamos aquí para siempre y un día nos vamos a tomar por saco. Que podemos sentirnos bien y un día te detectan un cáncer y en pocas semanas te has muerto, que vayas a una fiesta y no vivas para contarla. Y todo esto es más inquietante si le sucede a gente joven, pensamos en todas las cosas que ya no podrán hacer. Esas chicas de 18 años ya no podrán estudiar una carrera, enamorarse, reír, llorar, soñar, leer, ver películas y series, practicar sexo, salir a más fiestas, llegar a tener vida en pareja, a tener hijos, a bañarse en el mar, ir a la montaña, ver atardeceres y amaneceres y un largo etcétera. Yo me recuerdo a mi mismo con 18 años, cuando era un pequeño idiota que aún no había empezado a vivir y de pensarlo se me cae el alma a los pies.

Y esa muchacha que murió de cáncer sin cumplir los 40, que quizá había hecho planes de vida a largo plazo ve como todo se reduce a nada, como la vida se le escapa de las manos con rapidez, sin poder controlarlo, como el agua que se va por el desague. O ese director que seguía haciendo películas con asiduidad y disfrutando de las mieles del éxito en Hollywood, ha visto como todo ese sueño se desvanecía y se convertía en una pesadilla de la que no se podía despertar.

Y como digo, pensar en todo eso me produce una serie de sensaciones. Una, es el hecho de estar vivo y de gozar de buena salud por el momento y dos, pensar en que los debates que monto a veces a veces en mi cabeza no son más que pequeñeces, tonterías incluso. Se dice que el mal de muchos es el consuelo de los tontos, pero yo digo, tirando también del refranero, que cuando las barbas de tu vecino veas pelar pon las tuyas a remojar, que puede que tú seas el siguiente en pasar por su situación.

Este verano lo he pasado bastante mal. Por diversas circunstancias me he sentido desplazado de la vida, he tenido la sensación de que todo el mundo ha hecho planes y ha vivido cosas y yo me he estancado, siendo un día igual al otro, envidiando esa felicidad que veía en otros y sintiéndome desgraciado por tener apenas una pequeña parte de esa felicidad, conseguida en momentos muy concretos. Un verano en el que mi físico se resintió, donde cuando veía a alguien me hacía ver lo delgado que me estaba quedando y donde me he mirado al espejo y me he visto mal. Debo decir que ahora la cosa está un poco mejor y me siento mejor que en esos olvidables julio y agosto y con todo ello, pienso ahora en todas estas cosas y me siento idiota.
 
Que con la de gente a la que se le escapa la vida de las manos, yo me ponga a la espera de que alguien llame a mi puerta es estúpido. En que debería dejar de perder el tiempo y dejar de esperar y lanzarme yo a por las cosas. Porque por mucho que creamos que está todo controlado, nada lo está y pasado mañana te vas de aquí y ya no vuelves. Y se te escapa la vida y lo único que has hecho es padecer y esperar un golpe de suerte.
 
Son reflexiones que pueden parecer negras y pesimistas, pero más bien son lo contrario, son cosas que me animan a seguir hacia adelante, a pensar en la suerte que tengo de estar aquí en unas condiciones bastante interesantes. Es como las sensaciones que transmite "El pianista", de Roman Polanski, un filme que bajo toda su negrura te acaba haciendo sentir bien. Esa historia de alguien que lo pierde todo y aún así lucha por sobrevivir contiene un halo de esperanza, de luz en el horror, que es muy de agradecer. Porque la vida puede llegar a ser un horror, pero también puede ser maravillosa y sea como fuere, solo tenemos una y no sabemos cuando se terminará.
 
Y porque a veces el día más oscuro se convierte en limpio y despejado cuando alguien te escribe unas palabras y se acuerda de ti. Te demuestra que estás vivo porque ya esa persona te lleva dentro de si misma. Algo que da un enorme placer y una enorme alegría.