martes, 13 de agosto de 2013

Crisis y emigración

Mucho se viene hablando en los últimos años sobre el tema de la crisis económica y las repercusiones que está teniendo en la sociedad. Una crisis que en España es algo endémico por haber tenido siempre una economía no demasiado potente, basada en puntuales parchazos que crean la ilusión de estar entre los lugares más ricos del mundo. Yo de pequeño recuerdo otra crisis que creó un 25 por ciento de paro, después de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla (para que luego hablen de la buena repercusión de ciertos eventos) y ésta es una más de tantas crisis periódicas que este país ha tenido y tendrá, como bien muestra la película "Un Franco, 14 pesetas", realizada antes de la actual crisis y que plantea cuestiones muy actuales.
 

 
Mientras la clase política y empresarial vive en su particular burbuja (en la que los demás somos como esos mendigos que nos encontramos en la calle o en el metro, gente que quizá nos haga remorder la conciencia un segundo pero que olvidaremos en pocos instantes) hay mucha gente que lo está pasando mal y que tras pensar que tenía su vida medio resuelta ahora se ha visto arrojada a una situación de la que no saben muy bien cómo van a salir.
 
Y es que la situación de este país no deja de recordarme a la película "El pianista" de Roman Polanski. Si en esa película se reflejaba la degeneración de Polonia por las malas artes del régimen nazi, en España vivimos lo mismo con la crisis económica. En el filme se iban reflejando los cambios a peor en la vida de una serie de personajes comunes año a año, de cómo esperaban que la cosa fuese temporal y cada año iban a peor, siendo víctimas y testigos de lo que les pasaba a otros, sin saber cuando iba a terminar todo aquello.
 
Una de las consecuencias de la crisis ha sido que mucha gente joven, ese sector siempre abocado a los empleos precarios para ir tirando hasta coger la suficiente experiencia para lograr algo mejor (siempre se cumple el refrán de "cuando seas padre comerás huevos") ni siquiera tienen la oportunidad de acceder a lo más precario. A muchos les han cortado la oportunidad de trabajar, no solo en las cosas que han estudiado, sino en absolutamente nada, por lo que muchos han optado por la vía de la emigración, ese remedio que adoptan los que no se conforman con lo que tienen a su alrededor.
 

 
De este modo, he leído en Internet un artículo de "El País Semanal" sobre la emigración española en Londres, de todos aquellos que están allí trabajando en cosas que a los ingleses no les apetece hacer. Yo tuve mi particular experiencia en Inglaterra, como conté en un par de entradas el pasado mes de febrero y sé lo que es estar allí y sentirse como un ciudadano de segunda, que es por lo que tienen que pasar todos los inmigrantes antes de alcanzar un estatus de normalización y aceptación (una vez más lo del "cuando seas padre comerás huevos"). Es un reportaje que me ha dejado pensativo y algo tocado, por sentir cercanas las historias que se cuentan, por recordarme a todo lo que viví por allí y lo que quizá me vuelva a tocar vivir. Aquí adjunto el enlace para quien quiera leerlo.
 
http://elpais.com/elpais/2013/07/18/eps/1374142732_461625.html
 
Como ven, no es la clásica cursilada buenrollista de "Españoles por el mundo" y derivados, programas que pretenden ser realistas y acaban siendo más falsos que un euro de corcho, muy apreciados por aquellos que nunca han salido de casa y hacen turismo por otros países a través del televisor. Porque emigrar no suele ser una cosa agradable al principio, cuando tienes que luchar por abrirte camino en una sociedad que no te ha llamado y que puede llegar a ser hostil por eso mismo, porque significa echar de menos tus raíces y aquellos lugares y personas que han sido tu hogar durante tanto tiempo. Porque si las cosas te salen medio bien en el nuevo lugar, nunca puedes evitar echar de menos el lugar de donde saliste y no sentirte del todo del lugar al que has ido, una sensación de cierto desarraigo que han experimentado tantos emigrantes en tantos países, que tuvieron que ser sus hijos y sus nietos los que se sintieran verdaderamente vinculados al lugar donde sus padres o sus abuelos habían tratado de empezar una nueva vida.


2 comentarios:

  1. Soy de las que detestan Españoles por el mundo y demas ñoñadas que se venden y se mastican sin mirar. llevo cuatro años y medio en Francia y todavia tengo que luchar con los cuando vuelves? y con los que me dicen que me quejo de vicio, que he tenido suerte y que qué bien todo... Gracias por este articulo realista y sincero.

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    1. Es que emigrar no suele ser fácil porque vas a un país en el que el idioma y las costumbres no son las que has tenido siempre, tienes que empezar de cero y tratar de abrirte camino en una sociedad que puede ser hostil porque no te ha llamado para que vayas.

      Esos programas también existen en países del Tercer Mundo y les muestran una Europa donde parece que el dinero cae de los árboles y así pasa lo que pasa. Yo para ver lo que se cuece en un país quiero que me lo cuente la gente que está allí de forma directa, sin los buenrrollismos forzados que exige un programa de tono familiar.

      Me alegro de que te haya gustado, gracias por pasarte y mucha suerte por allí

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