lunes, 1 de octubre de 2012

El cine y el arte, con Woody Allen y Fernando Trueba

En los últimos días he tenido la oportunidad de ver un par de películas que me apetecían, de lo mucho bueno que ahora tenemos en cartelera. Por cierto, en ambas sesiones vi como a la salida había gente que se dejaba cubos casi llenos de palomitas. Sí, de esos que luego se quejan de lo caro que está el cine. Pero bueno, no quiero meterme en camisas de once varas, así que paso a hablarles de las películas, la primera de ellas "De Roma con amor".



Lo nuevo de Woody Allen nos trae cuatro historias independientes con un escenario común: la ciudad de Roma. En la primera, un matrimonio americano (Woody Allen y Judy Davis) viaja a Italia para conocer a la familia del prometido de su hija (Alison Pill). En la segunda, un italiano (Roberto Benigni) se hace famoso sin motivo de la noche a la mañana. En la tercera, un arquitecto californiano (Alec Baldwin) visita Roma con sus amigos donde conoce a un estudiante (Jesse Eisenberg) y, en la cuarta, una recién casada (Alessandra Mastronardi) se pierde en la capital italiana, a la que ha ido a visitar a los familiares de su marido (Alessandro Tiberi), que a su vez cruzará su camino con el de una prostituta (Penélope Cruz).
"De Roma con amor" es un nuevo viaje turístico de Allen como pretexto para hablar de sus habituales obsesiones: las relaciones humanas y los problemas que surgen de ellas. Hay muchos que consideran las películas de Allen como muestras menores en la filmografía de alguien que ha retratado durante décadas Nueva York, lo cual es absurdo, al fin y al cabo la Nueva York de Allen es una parte de Nueva York determinada, la intelectual, nada que ver con la Nueva York gangsteril de un Martin Scorsese. Se le discute que caiga en tópicos (usar música de guitarra española en "Vicky, Cristina, Barcelona" o de acordeón en "Midnight in Paris") y que siempre saque la parte de postal de las ciudades, pero el confiesa que esa es la mirada que pretende, que él no vive allí para conocer más. El escenario es lo de menos en alguien cuyas características se hacen tan reconocibles al ver pocos minutos de cualquiera de sus películas.



En esta ocasión, Allen hace una suerte de mezcla de homenaje al cine italiano que confiesa admirar, el de Fellini, de Sica o Antonioni, usando la estructura de películas por capítulos, tan habitual en el cine italiano de los 60 y 70 y lo junta con sus habituales características de personajes algo neuróticos y un análisis poco complaciente de las relaciones entre hombres y mujeres. El resultado es desigual, brillante en ocasiones, divertido en otras, aburrido a ratos.
Hay historias muy alargadas (la del matrimonio de luna de miel en Roma) o que directamente sobran (la del tenor, en la que figura un Allen más perdido que nunca como actor) y otras interesantes (el personaje de Benigni, que se hace famoso de la noche a la mañana y que sirve de crítica de tantos realities televisivos) y la mejor, la de Baldwin haciendo de consejero sentimental de Jesse Eisenberg, que se enamora de una actriz imprevisible y que esconde poco tras su aparente fachada (una Ellen Page que por una vez consigue ser odiosa al mismo tiempo que su personaje, ya que hasta ahora conseguía ser odiosa en cualquier registro).



Con todo ello nos hallamos ante una película desigual, bien interpretada y que no acaba de ser muy divertida ni muy sombría, más bien agridulce. Y aunque me caigan fatal, debo reconocer que Penélope Cruz y Roberto Benigni lo hacen bastante bien. Ella por mucho glamour que se quiera dar, siempre ha sido de choni donde ha estado más convincente y Benigni está muy contenido, lejos de sus payasadas. Todos esos que ya se están riendo en los créditos iniciales porque van a ver una de Woody Allen (como si sus películas fueran de Los Hermanos Marx, a mí nunca me han parecido los filme de Allen de carcajada) se sentirán defraudados. De propina, una canción que suena bastante durante la película y que me ha gustado bastante, con un reconocible sonido italiano.



La otra película que he visto ha sido "El artista y la modelo". Ambientada en el verano de 1943, en un lugar de la Francia ocupada por los nazis, cerca de la frontera española, vive retirado un viejo y famoso escultor (Jean Rochefort), que se siente hastiado de la vida y de la locura de los hombres. Ya nada es capaz de animarle, de servirle de estímulo. Sin embargo, con la llegada de una joven española (Aida Folch) que se ha fugado de un campo de refugiados y que le servirá de musa, renace en él el deseo de volver a trabajar y esculpir su última obra.



La nueva cinta de Fernando Trueba es una interesante reflexión sobre el poder de la belleza y el arte como modo de buscar la verdad, como evasión de un mundo ingrato, como éxtasis de los sentidos, como manera de dar sentido a la vida. Con un blanco y negro que transporta a la época en la que está ambientada, la historia no cuenta nada nuevo con un anciano que vuelve a la vida con la llegada de una bella joven, pero eso no importa.



Trueba se deja de manierismos y firma una película sobria, en la que el sonido fluye sin naturalidad, sin subrayados musicales (la banda sonora no suena hasta el final), en la que somos testigos de la relación que se establece entre un apático artista de vuelta de todo y una chica poco culta e impulsiva. De cómo tras años retirado del trabajo, los bellos rasgos de la muchacha le harán recuperar el entusiasmo de modelo de cara a tratar de captar la verdad, de crear algo perdurable a través del desnudo femenino, como hicieron los griegos clásicos. Esa relación se verá puesta a prueba con la llegada del mundo exterior (un refugiado herido, un militar nazi), que sigue su discurrir fuera de las cuatro paredes del estudio.
Aparte de la buen mano de Trueba en la puesta en escena y la dirección hay que destacar la buena labor de su pareja protagonista, el siempre efectivo Jean Rochefort y la bella Aida Folch, a la que descubrí hace años en el corto "Amar" y que me ha conquistado en esta película, tanto por su precioso cuerpo de mujer real como por su actuación. Ambos no hablan mucho y tampoco se preguntan mucho de su vida pasada, pero en todo momento se intuyen muchas cosas de ellos solo con sus actos y sus miradas. Tampoco quiero olvidarme de la veteranas Claudia Cardinale y Chus Lampreave, como esposa y sirvienta del artista respectivamente, que defienden unos papeles algo más breves de lo que habría sido deseable.



Una buena película, de las que te dejan pensando una vez han acabado, de las que te dejan con ganas de volver a verlas.

2 comentarios:

  1. No voy mucho al cine, pero soy fiel a las pelis de determinados/as directores/as, y me gusta ir a verlas al cine. En el Caso de "Desde Roma con amor", me lo estoy pensando muy mucho, por que no me la han pintado nada bien, y no me gusta Penélope ni Benigni... pero la de Trueba no pienso perdérmelaaa!!, tiene una pintaza!!

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    1. La de Trueba es una peli que no es muy comercial, ya que se apoya bastante en miradas y silencios y además es en blanco y negro, con lo cual ya muchos saldrán espantados de antemano. Pero tampoco es un ladrillo, ni mucho menos. Está muy interesante, la recomiendo

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