jueves, 8 de marzo de 2012

La maestra

La maestra nunca ha sido de esas mujeres destinadas a ser convencionales, pero aún así ha tenido que enfrentarse a una serie de circunstancias que han padecido tantas personas a lo largo de los años.

La maestra fue una niña aplicada con coletas y cara de ángel, de esas que enamoraban a padres, profesores y compañeros de pupitre. En su adolescencia, su cuerpo se ensanchó de una manera que a ella siempre le impresionó y el cambio fue aún mayor en su carácter. Dejó de ser esa niña aplicada y empezó a convertirse en una mujer insatisfecha, a la búsqueda de su camino. Dejó de lado las coletas y la cara de ángel se tornó en un gesto adusto como de perpetuo enfado que adoptó para mostrar su rechazo del mundo. Vistió chándals y zapatillas deportivas y odió los vestidos y los tacones, recogiendo su pelo con una coleta impertérrita y pertinaz. No quería ser otra más que andaba maquillándose para ir a clase y sentirse que se estaba vendiendo en un mercado de carne.

Pero la edad no perdona y empezó a sentirse atraída por los chicos. Empezó a salir de fiesta con los que se consideraban unos inadaptados y tuvo bastantes aventuras, con chicos a los que conocía y con algunos a los que apenas conocía. No quería ser una reprimida y una estrecha, simplemente sabía lo que le gustaba e iba a por ello.

La maestra creció un poco más y empezó a limar esa rebeldía adolescente, empezó a ver ridícula esa obsesión por esconderse y apartarse del mundo y quiso liberar sus encantos. Empezó a feminizar su forma de vestir, a llevar sujetadores que no fueran deportivos, a usar blusas, a pintar sus uñas, aprendió a llevar tacones y soltó su pelo, que se reveló como una hermosa melena de color petróleo. Muchos más chicos acudieron a ella, fueran inadaptados o no, pero ya no obtenían ese inmediato favor de antaño. La maestra recuperó su afición por los estudios y empezó a leer todos los libros que se le ponían por delante, lo mismo daba que fueran ensayos o novelitas románticas. Su pasión por la palabra escrita la llevó a estudiar Literatura y a especializarse aún más en esos mundos de ficción que le hablaban con tanta verdad de muchas de las cosas que sentía.

La maestra acabó la carrera y sintió deseos de llegar a ser maestra, de ponerse en lo alto de un estrado y enseñar a un grupo de chavales algunas de las cosas que tenían que saber del universo cultural. Estudió duramente durante dos años para sacarse unas oposiciones y logró plaza en un instituto, en el que daría clase de literatura a adolescentes.

La maestra se tomó en serio su trabajo y fue lo mejor que se podía ser en el campo de la docencia, logrando que todos leyeran los libros y algunos se interesaran por lo leído. Logrando que muchos chavales se enamoraran de ella y que muchas chicas la admiraran por dentro y la odiaran por fuera por ser siempre tan estupenda y guapa y llevarse las atenciones de los chicos.

La maestra se había labrado un nombre en el claustro de profesores y tuvo un especial efecto en uno de los profesores de historia, que se enamoró de ella y obtuvo su correspondencia. Él era unos cuantos años mayor que ella y estaba divorciado, pero eso no le importó a ella y le entregó su amor a lo largo de diez años, hasta que un fatal accidente se llevó la vida del profesor de historia.

La maestra lloró durante meses lo que no había llorado en toda su vida, fantaseó con morirse para reunirse con su amor, ya nada tenía sentido para ella. Sus amistades y el efecto del tiempo, que todo se lo lleva por delante, la hicieron recomponerse un poco y volvió a la palestra. Siguió enseñando aunque sin el entusiasmo de antaño, con un halo de tristeza que se le notaba de forma evidente, sin poder evitar las lágrimas cada vez que oía hablar de acontecimientos históricos.

Un día una amiga le dijo a la maestra que tenía que volver a vivir, que a sus casi 40 años era todavía una belleza y que muchos hombres la querrían. Le habló de páginas de Internet en las que podía encontrar hombres con ganas de conocer mujeres y allí podría encontrar algo, si no amor al menos alguna que otra alegría para el cuerpo. Ella lo hizo y lo puso en práctica. No le fue dificil encontrar hombres deseosos de gozar de su cuerpo y ella se dejó llevar, en relaciones ocasionales que no le dejaron huella en el corazón. Satisfizo su curiosidad con amantes mayores y menores que ella, pero a ninguno le entregó una mínima parte de su amor.

Quiso el destino que un día se sorprendiera en una cita que no tenía por qué ser diferente. Ella se citaba con el hombre de turno en una cafetería, hablaban un rato y si surgía la chispa iban a casa de él o a un hotel, hacían lo que les apetecía hacer y luego cada uno a lo suyo. Pero ese día el hombre que la esperaba era uno de esos adolescentes enamorados que había tenido entre sus alumnos. Ella no lo supo porque no recordaba su nombre y el chaval había crecido y era todo un hombre, pero él supo lo que hacía desde el primer momento, cuando encontró el nombre y la foto de esa profesora en una página de contactos.

Surgió la chispa y mantuvieron relaciones sexuales en diversas ocasiones a lo largo de las semanas y los meses. El ardor del hombre más joven y la audacia de ella hicieron que aquellos encuentros tuvieran una electricidad especial. Ella quiso saber más sobre el hombre que tanto la atraía y le contó que era un periodista muy aficionado a los libros gracias a la influencia de un profesor que tuvo en la adolescencia. Eso le gustó mucho a ella y su relación fue estrechándose hasta que ella no quiso ver a nadie más que a él y empezó a notar como surgía de nuevo la chispa del amor, que tan apagada había estado. Él era diez años menor que ella, pero eso no la importaba, nunca había mirado la fecha de nacimiento para enamorarse.

La maestra no supo hasta después de que se hubieron casado que ese hombre que la había hecho creer en que había una nueva oportunidad había sido alumno de ella, cuando él se lo confesó y dijo que había cumplido su sueño de entonces, el de casarse con su maestra. Un sueño que tantos jóvenes de ambos sexos han experimentado a lo largo de los siglos, cuando se han enamorado de esas personas que les descubrieron cosas de la vida desde su puesto de mayor sabiduría.