viernes, 1 de enero de 2016

Mis películas favoritas de 2015

El año 2015 ha llegado a su fin y esta es época de listas que hacen balance de cómo han transcurrido estos 12 meses en diversos ámbitos. El cine es uno de ellos y, a la espera de que se entreguen los principales premios, los rankings que evalúan las mejores producciones ya se están dejando notar. Quiero aportar, como viene siendo habitual en este blog, mi granito de arena y dejar constancia de lo que más me ha gustado en el año ya finalizado, sin especial orden de preferencia, más bien por orden de estreno. Vamos allá.






La elección de Michael Keaton para interpretar a un actor que fue superhéroe y que se encuentra en horas bajas, tratando de demostrar su talento, no podía ser más acertada. Alejandro González Iñárritu sabe que buena parte del público conoce la peripecia de Keaton saboreando las mieles del éxito con las cintas de Batman que rodó a las órdenes de Tim Burton y eso ayuda a meterse en la historia, que parece hablar de la propia carrera del actor. El Riggan Thompson que encarna trata de sacar adelante una obra de teatro basada en un texto prestigioso que pruebe que puede defenderse en registros más ambiciosos que los del cine de superhéroes, aunque su voz interior, el superhéroe que le hizo famoso, crea lo contrario. Esa lucha entre lo que quiere ser y lo que realmente es le ocasionará no pocos disgustos y una percepción de la realidad cada vez más distorsionada, al tiempo que evidencia su incapacidad para ocuparse debidamente de los que tiene más cerca.


El juego metaficcional no se limita a Michael Keaton y también salpica a otros intérpretes como Edward Norton, quien interpreta a un actor del Método tan talentoso como problemático, un sosias del Norton real, conocido en el mundillo por su inmersión en los papeles a los que da vida y sus broncas con directores y productores por los acabados de las películas. Una ironía anclada en la realidad que se desarrolla a lo largo de todo el metraje, en el que vemos a actores inseguros, un público vulgar que solo busca la satisfacción inmediata y una crítica que califica las obras sin necesidad de verlas, únicamente por la simpatía que le generen los que participan en ella. Todo ello rodado en forma de un falso plano secuencia en el que suena constantemente una música de batería que nos ilustra el grado de intensidad emocional de su protagonista, un Don Quijote que no entiende el mundo en el que vive y que sueña con otro, en el que pueda sentirse más querido.

Se ha vendido ‘Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)’ como una comedia y ciertamente tiene algunos momentos humorísticos, pero creo que no deja de ser un drama existencial con ciertos instantes de alivio. En el fondo, Iñárritu no se ha alejado tanto de sus anteriores películas, pues aquí también hay una historia coral en la que se habla de gente golpeada por la vida, que se debate entre lo que es y lo que querría ser. Ha cambiado la forma de rodarla, sustituyendo los saltos temporales por una linealidad ininterrumpida, intercalando golpes de humor y sátira, pero mantiene la intensidad de sus otros dramas. Porque Riggan Thompson puede parecernos gracioso en su patetismo, pero no deja de ser un hombre al límite, capaz de suicidarse o de matar a alguien, un hombre que nos hace sentir pena por ver a donde ha llegado. Una estupenda propuesta que se convirtió en la ganadora de los Oscar el pasado año, sumando 4 estatuillas.





‘Foxcatcher’ es una de esas películas que genera mejores comentarios críticos que resultados de taquilla. Y eso es así porque Bennett Miller plantea un drama seco, de pocos agarres para el gran público y convierte la competición deportiva en un pretexto para plasmar la forma de ser y de interactuar de sus tres protagonistas. Por un lado tenemos a John du Pont (Steve Carell), heredero de una gran fortuna familiar, un hombre que siempre ha tenido a su alcance todo lo que ha querido y que quiere crear algo por su cuenta, demostrando su valía a su madre, convirtiéndose en un mecenas deportivo. Su beneficiario será Mark Schultz (Channing Tatum), un luchador que busca recuperar la gloria perdida y no convertirse en alguien limitado a dar charlas sobre lo que consiguió, sin posibilidades de hacer algo más y para ello necesita también la presencia de su hermano Dave (Mark Ruffalo), una suerte de figura paterna. Aunque Mark quiera independizarse de la figura de Dave lo necesita para seguir, pues él solo no deja de ser un cacho de carne con dificultad para canalizar sus emociones si no es a través de la lucha física. Esa necesidad de independencia de las figuras materna y paterna, de mostrar lo que pueden llegar a hacer, será lo que una a du Pont y a Mark.

Tal como se vio en sus anteriores obras, Bennett Miller está sobre todo interesado en la exploración psicológica de unos personajes al margen de lo convencional, que tratan de cerca con la excentricidad y la locura al tiempo que persiguen sus sueños. En el caso de ‘Foxcatcher’ todo ello se empapa de un drama freudiano en el que hay una mujer que apenas aparece y que ejerce una enorme influencia sobre su hijo. A la madre de John du Pont (interpretada con tino por Vanessa Redgrave) la vemos en muy pocas escenas, pero se deja notar su presencia en la inmensa finca en la que viven, en los caballos que corretean por allí y que ella adora, así como en la actitud ensimismada de su hijo, que en su madurez aún sigue viviendo con su madre y trata de impresionarla, como si fuera un crío pequeño. Y un crío pequeño necesitado de alguien que le guíe es Mark Schultz, porque a pesar de sus deseos de autonomía emocional es incapaz de guiarse por sí mismo.

Mención especial merece Steve Carell, un actor más popular por sus papeles cómicos en películas como ‘Virgen a los 40’ y series como ‘The Office’ y que aquí está magnífico como el controvertido John du Pont. Carell ya había dejado muestras de su potencial dramático en el rol del depresivo estudioso de Proust al que dio vida en ‘Pequeña Miss Sunshine’, pero el personaje de du Pont es toda una cima. Además de estar irreconocible bajo el maquillaje, Carell deja constancia del carácter inquietante del millonario en su forma de hablar y de moverse, como un animal agazapado a punto de saltar sobre su presa. Construye una de esas presencias perturbadoras ante las que uno es incapaz de sentirse confiado y seguro si te quedas a solas con ellas en una habitación.‘Foxcatcher’ es una película atmosférica y densa bajo su aparente sencillez, que te va impregnando y se mete dentro de ti como esos cielos grises que cubren la finca de los du Pont, creando un estado de ánimo incómodo que te prepara para su desasosegante final. Un espléndido filme que dignifica ese sentido involuntariamente cómico que se le da al cine basado en hechos reales.





Cuando se ve la película sueca ‘Fuerza mayor’ no pueden evitarse ciertas preguntas sobre el carácter humano y la influencia de la razón y del instinto en nuestras acciones. Somos animales, racionales pero animales y al fin y al cabo, con ciertos instintos que nos apremian desde dentro y a los que podemos hacer caso o ignorar y en función de lo que hagamos con ellos podemos ser vistos de una manera u otra a ojos de los demás. El protagonista de la película es un hombre que sabe repartirse las tareas familiares con su mujer, a la que trata como una igual y que parece actuar por las líneas de lo que la razón exige a un hombre moderno. Sin embargo, un suceso inesperado le hará quedar como un cobarde a los ojos de su mujer y sus hijos, que le reprochan que él no se quedara con ellos para brindarles apoyo y protección en vez de buscar su propia salvación. El padre no ha sido como esos padres de película, que arriesgan su vida por el bien de los suyos, sino que ha evidenciado su sentido individualista siguiendo las indicaciones del instinto que le decía que abandonara el lugar del peligro. En una visión moderna de la masculinidad esa actuación podría ser comprendida como una pequeña flaqueza entendible, sin embargo su familia y él mismo no pueden despegarse de esos valores tradicionales en los que el cabeza de familia es el que debe proteger al resto y todos sienten la culpabilidad de la huida.

A partir de ahí, lo que iban a ser unas plácidas vacaciones en la nieve se convierten en una especie de condena para esa familia que no puede olvidar esa huida momentánea del padre. El entorno privilegiado de los Alpes franceses acaba siendo un lugar hostil, donde las pequeñas explosiones para evitar la acumulación de nieve que suenan a lo lejos son el marco sonoro de una batalla sorda en la que la mujer siente que su marido le ha fallado y le hace replantearse su matrimonio, como si nada de lo vivido anteriormente tuviera sentido ante esa búsqueda de supervivencia. Por su parte, el marido sabe que ha hecho algo que no debería haber hecho como hombre, pero no por ello deja de apreciar menos a su familia y no cree que deba ser maltratado psicológicamente ni ser considerado menos hombre.

La película me ha recordado a ‘El desprecio’, la estupenda novela del italiano Alberto Moravia que inspiró la cinta homónima de Jean-Luc Godard. El libro se metía en la cabeza de un hombre que sentía que había perdido el cariño y el respeto de su mujer ante un acto de aceptación de las órdenes su jefe y que por haber sido más servicial que luchador la mujer le había dejado de querer. La historia dejaba en el aire cuestiones políticamente incorrectas sobre cómo se espera que se comporte un hombre y lo que las mujeres esperan del sector masculino, algo que también establece ‘Fuerza mayor’. Porque el filme de Östlund nos hace plantearnos que si en las relaciones modernas, hombres y mujeres comparten las responsabilidades como iguales que son, a la hora de verdad a los hombres se les exige llevar la voz cantante para no quedar como unos flojos.

‘Fuerza mayor’ nos viene a decir que seguramente, aunque no lo admitamos, quedan vestigios de esa educación tradicional que les ha dicho a ambos sexos cómo deben comportarse. Por eso la mujer del protagonista experimenta sensaciones contradictorias ante otra mujer que le confiesa que ella y su pareja mantienen relaciones extramatrimoniales con total aceptación. Y por eso el protagonista ve su masculinidad reforzada con los piropos que en un momento dado parecen lanzarle unas excursionistas y con el acto que lleva a cabo en el tramo final de le película, quién sabe si propiciado por su esposa para devolverle la confianza en sí mismo.

La película tiene la habitual pericia del cine escandinavo a la hora de hablar de cuestiones universales desde un entorno reducido en el que muchas emociones se interiorizan más de lo que se hablan. Una forma de narrar las historias que a algunos les produce gran aburrimiento y que a otros nos resulta siempre interesante y en ocasiones fascinante. Por ello, habrá quien desdeñe ‘Fuerza mayor’ por ser un filme en el que la acción es más psicológica que física, pero creo que precisamente por eso la cinta de Ruben Östlund es muy destacable, tan bien rodada como interpretada. Porque sabe hablar de esas pequeñas cosas que acaban martilleando de forma tan silenciosa como implacable las relaciones humanas.





La película no es la primera que establece algunas cuestiones sobre esa estimulante y/o inquietante correspondencia entre hombres y máquinas, pero no por ello deja de tener un indudable interés, porque, como toda buena cinta de ciencia ficción que se precie, deja en el aire no pocas reflexiones sobre lo que somos y lo que de nosotros se traslada al universo virtual. No faltan en ‘Ex Machina’ las metáforas religiosas, con esa casa donde se desarrolla la acción emplazada en un lugar en medio de la nada, lleno de vegetación, un Jardín del Edén donde se alumbra a esa mujer robot llamada Ava (cuya pronunciación en inglés es muy similar a Eva), creada como la primera inteligencia artificial capaz de desarrollar emociones humanas. Ava muestra su estructura robótica en todo momento, dejando al descubierto que es un montón de cables y engranajes y sin embargo en su forma de interactuar con Caleb descubrimos que tiene una gran capacidad de empatía, de conexión de con otra sensibilidad. Todo esto no le pasará desapercibido a un Caleb que empezará a desarrollar ciertos sentimientos hacia esa máquina que parece tan humana.

Ava muestra una mayor humanidad que su inventor, un hombre tan inteligente como frío, que vive aislado del mundo en una casa dotada de las últimas tecnologías y que juega a ser Dios, probando los efectos de una inteligencia artificial con capacidad de generar más emociones de las que él mismo llega a mostrar hacia lo que le rodea. Y en medio de esos dos seres se encuentra Caleb, que llegará como sorprendido testigo y acabará siendo conejillo de Indias de la relación entre creador y criatura. La película ofrece, en ese sentido, unas interesantes reflexiones sobre el papel de los hombres y las mujeres en el mundo, su forma de relacionarse y la forma de cada uno, ya sea por convicción o por necesidad, de lograr los objetivos que se propone. Y es que Ava no tardará en lo que debe hacer para mejorar su situación al darse cuenta de que le ha tocado vivir en un mundo dominado por la especie masculina.

Alex Garland construye una película de ambiente minimalista, desarrollada en casi su totalidad en la casa del inventor, donde renuncia a la pirotecnia fácil de mostrar a varios ingenios robóticos y apuesta más por el estilo teatral, con pocos personajes en un mismo espacio. No obstante, eso no quita para una magnífica puesta en escena, con esa mansión tan tecnificada como aséptica y unos espléndidos efectos visuales que dan vida a Ava en el cuerpo de la actriz sueca Alicia Vikander, que ha mostrado su saber hacer en películas como ‘Un asunto real’ y a la que merece seguirse la pista. Igualmente destacan Oscar Isaac como ese creador de aspecto “hipster”con ínfulas de grandeza y Domhnall Gleeson como el atribulado enlace entre humanos y máquinas. Una buena muestra de esa ciencia ficción que pone mayor énfasis en las ideas que en la acción.




‘Under the Skin’ recuerda por su trama a ‘Species’, aquella película noventera en la que una extraterrestre adoptaba las atractivas formas de Natasha Henstridge para seducir a los hombres y devorarlos, pero ahí acaban las similitudes, pues Glazer tiene intereses lejanos a los de la serie B. La extraterrestre de esta cinta tiene la piel de Scarlett Johansson, que conduce una furgoneta por las calles de Glasgow y alrededores mientras va entablando relación con hombres solitarios, a los que nadie va a echar en falta. Ellos caen en los encantos de la extraterrestre, que los conducirá a una casa abandonada en la que serán devorados por una sustancia oscura tras una breve ceremonia de seducción.


Así es como discurre la mayor parte de la primera mitad del filme, con esos hombres que se las prometen felices y acaban perdiendo la vida en un extraño universo paralelo sumido en la oscuridad, en una suerte de cuento clásico con moraleja sobre los peligros de seguir a desconocidos. Sin embargo, a raíz del encuentro de la alienígena con un hombre afectado por una neurofibromatosis, una enfermedad que le hace parecer el Hombre Elefante, todo cambiará. La extraterrestre, hasta entonces testigo impasible de la actividad de los seres humanos (como en la magnífica y perturbadora escena de la playa, donde la actuación humana es la que conduce a la catástrofe) y tan solo preocupada por conseguir su siguiente presa, siente cierta lástima por ese Hombre Elefante y lo deja escapar del triste destino que le esperaba. Tiene su primer gesto de humanidad y ese será el inicio de sus problemas, pasando de cazadora de hombres a ser perseguida por los de su especie.

La segunda parte de la película se dedica a ese proceso de autodescubrimiento de la extraterrestre, que empieza a volverse uno de aquellos a los que estaba sacrificando sin contemplaciones. Si hasta entonces solo había mostrado cierta empatía a la hora de seducir a sus presas, en ese momento trata de descubrir por qué los humanos hacen las cosas que hacen y por qué ella misma empieza a sentirse atraída por esas sensaciones, como si la piel de mujer que oculta su cuerpo extraterrestre hubiera empezado a crear efecto en su interior. A ese momento pertenecen esas imágenes que trascendieron rápidamente por Internet en las que Scarlett Johansson muestra su desnudez ante un espejo y que han hecho creer erróneamente que ‘Under the Skin’ es otra película de la que realmente es. Digamos que, en ese sentido, el realizador usa con el espectador la misma triquiñuela de la civilización extraterrestre del filme y nos pone a la estrella de Hollywood para que vayamos tras sus encantos, quizá sabedor de que con alguna intérprete desconocida el nivel de atención del público no sería el mismo.

La puesta en escena de Jonathan Glazer es fría y gris, a tono con las tierras escocesas en las que se ambienta la trama. El director se toma su tiempo para narrar los acontecimientos y deja que el espectador se haga preguntas y vaya rellenando los huecos de lo que no se cuenta explícitamente, en una narración lenta, que no morosa, aunque ponga a prueba la paciencia de algunos, con el fondo musical de una inquietante banda sonora de Mica Levi. Todo ello para una historia en la que una poderosa extraterrestre se convertirá en un ser vulnerable cuando descubra la humanidad que brota en su interior, al tiempo que se da cuenta de los peligros de ser mujer en un mundo dominado por hombres.

‘Under the Skin’ me ha parecido una de esas películas que merecen verse, por cómo está hecha y por las cuestiones que plantea, que dan pie a un rico debate. No pertenece a ese cine que se olvida tan fácilmente como se ve, sino a ese cine que necesita la atención del espectador, que se mete dentro y sigue ahí una vez terminado el metraje, planteando sensaciones y cuestiones diversas, ganas de volverlo a ver. Una película que guarda coherencia con la filmografía de su director y que es una “rara avis” en la de su actriz protagonista, demostrando que Scarlett Johansson no tiene miedo a desenvolverse por igual en este tipo de filmes que en las adaptaciones de cómics de Marvel.








Si bien el cine de los estudios Pixar (desde hace unos años en manos de Disney) está considerado universalmente como oro puro, debo admitir que, a falta de ver ‘Ratatouille’, hay algunas de sus películas que me dejaron un poco frío, caso de ‘Buscando a Nemo’, ‘Los increíbles’ o ‘Cars’. Sin embargo, las tres cintas de ‘Toy Story’, ‘Monstruos S.A.’ o ‘Up’ me parecen bastante buenas y me producen una emoción genuina, especialmente la última citada, que tiene la capacidad de condensar en pocos minutos una relación de pareja que saca las lágrimas del más pintado. ‘Up’ estaba dirigida por Pete Docter, al igual que ‘Monstruos S.A.’ y Docter está también al mando de ‘Del revés (Inside Out)’, en la que se habla de la influencia de ciertas emociones en nuestros actos y de la relación que debe establecerse entre ellas.

Uno podría pensar que en una película de animación la Alegría debería tener el papel preponderante y debería dejar a la Tristeza en ridículo, como la mala de la función, pues alegría es lo que buscaría transmitir un filme dirigido a un público familiar Y así sucede al principio de ‘Del revés (Inside Out)’, donde la Tristeza es esa criatura torpe y aburrida que es colocada en un rincón para que no empañe con su actitud los recuerdos de la niña Riley. Pero a medida que la acción avanza, la melancolía empieza a adueñarse de la trama, cuando Alegría y Tristeza se ven obligadas a compartir su peripecia y descubren el cambio que se está produciendo en esa jovencita que cada vez tiene más enterrado en su memoria a Bing Bong, el amigo imaginario con el que pasó tan buenos ratos, los castillos de galletas, las princesas de cuento y los peluches. Todo ello al tiempo que una mente gobernada por el Miedo, el Asco y la Ira lleva a Riley a romper muchas de las ataduras de su infancia, como reacción a un presente que no entiende.

Uno sabe que está ante algo bueno si ese algo hace parecer fácil lo difícil y este es el caso de ‘Del revés (Inside Out)’. A través de una historia aparentemente sencilla como es la de unos personajes que se pierden y deben volver al lugar del que partieron, la película de Pete Docter y su co-director Ronnie del Carmen desliza todo un tratado psicológico ante nuestros ojos. Habla sobre las emociones que gobiernan nuestros actos y toman el control de forma indiscriminada. Sobre la influencia del subconsciente en nuestros sueños. Sobre los lugares donde crece el sentido de la fantasía. Sobre cómo echamos al barranco del olvido todo aquello que no nos sirve para los pasos que vamos dando en la vida y sobre cómo vamos almacenando en los laberintos de la memoria recuerdos marcados por la ira, el miedo, el asco, la alegría y la tristeza. Unos recuerdos muchas veces mezclados por las emociones y que marcarán nuestro devenir en este mundo. Gusten más o menos, no se puede negar que las producciones de Pixar siempre son visualmente impecables y ‘Del revés (Inside Out)’ no se queda atrás a la hora de mostrar con todo lujo de detalles esa mente tan colorista de la niña Riley que se ve amenazada por un cambio vital.

Por su análisis psicológico, la película gustará mucho a los que hayan pasado por cierto número de experiencias vitales, pero creo que también puede ser disfrutada por los más pequeños, que también experimentan sus particulares renuncias. Salvando las distancias, en su capacidad de enseñar de forma entretenida los entresijos la mente humana, me ha recordado a ‘Érase una vez… la vida’, esa serie que muchos de los hoy adultos vimos de pequeños y que nos hizo comprobar que las Ciencias Naturales que estudiábamos en la escuela no eran tan aburridas como parecían en los libros de texto. ‘Del revés (Inside Out)’ es una película que se saborea con gusto y se hace incluso corta en su hora y media de metraje, pespunteado por una comedia que no cae en la nadería y un drama certero que analiza la necesidad de saber combinar ambos registros para seguir creciendo. Todos tenemos malos momentos en nuestro pasado y en el día a día, pero no por ello debemos ocultarlos en las tinieblas ni hacernos los felices a todas horas, porque ninguna vida es totalmente feliz ni totalmente triste.









‘Mientras seamos jóvenes’ es la penúltima película de Noah Baumbach (ya ha estrenado en Estados Unidos la más reciente ‘Mistress America’), un director curtido en la esfera independiente, con cintas como ‘Una historia de Brooklyn’, ‘Margot y la boda’, ‘Greenberg’ y ‘Frances Ha’ y que también ha trabajado con Wes Anderson como coguionista de ‘Life Aquatic’ y ‘Fantástico Sr.Fox’. Baumbach es uno de esos creadores que entran de pleno en la categoría de arquetipo de director del Festival de Sundance, autor de un cine con un punto “cultureta”, rayando en lo pretencioso pero interesante. Con los años parece haber ido modelando ese estilo y ahora resulta bastante más pulido (y más logrado) que en sus inicios, siendo su obra un tratado sobre la dificultad de establecer lazos emocionales auténticos, con unos personajes inmaduros que se ven obligados a dar un paso adelante para no quedarse atrás del resto del mundo.

‘Mientras seamos jóvenes’ comienza con una cita del dramaturgo noruego Henrik Ibsen sobre la necesidad y los peligros de dejar entrar a los jóvenes en la vida de un hombre maduro, antes de dar paso a una escena aparentemente familiar, donde los personajes de Josh (Ben Stiller) y Cornelia (Naomi Watts) miran con ternura a un bebé y tratan de contarle un cuento. Inmediatamente pensamos que se trata de su hijo, hasta que el pequeño rompe a llorar y ambos muestran fastidio por no saber qué hacer, momento en el que entran en escena sus verdaderos padres, una pareja amiga de los protagonistas. Ambas situaciones nos dan una idea clara de lo que Baumbach va a contarnos durante la hora y media siguiente, la peripecia de unos cuarentones sin hijos que no se ajustan a “lo normal” y que afrontarán un reto vital al dejar entrar en sus vidas a unos veinteañeros con ganas de comerse el mundo.

Jamie (Adam Driver) y Darby (Amanda Seyfried) son una pareja un tanto hipster, que viven en un loft, hacen su propio helado artesanal y tienen objetos vintage. Enseguida atraen la atención de los cuarentones, que encuentran en ellos un reflejo de lo que fueron en su día, cuando tenían grandes ambiciones que acabaron quedándose atrás cuando los años se fueron echando encima sin que casi se hayan dado cuenta. Los tiempos han cambiado y con el predominio de las nuevas tecnologías si Jamie y Darby no recuerdan algo, lo buscan inmediatamente en su teléfono móvil, mientras que, cada vez que puede, Jamie graba en vídeo lo que le parece interesante. Esa desenvoltura seducirá a Josh y Cornelia (él un documentalista incapaz de terminar su último trabajo y ella una mujer que ha renunciado a la maternidad), que empezarán a frecuentar su compañía y a ir dejando de lado a aquellos que con sus predecibles historias domésticas les recuerdan que son dos personas maduras que deberían ir resignándose a ciertos modos de actuar.

Otro de los temas que trata el filme de Baumbach es el de la representación, de las personas y los personajes. Josh es documentalista y trata de buscar el máximo rigor en su trabajo, tratando de no forzar el toque personal, algo que choca con las ideas de Jamie, más en sintonía de añadirle toques propios, en la línea de la frase de Jean-Luc Godard que se cita en el metraje y que asegura que el documental habla de otra persona y la ficción habla de uno mismo. Por ello, Jamie se ha construido un personaje, de joven muy emprendedor, que le hace más atractivo a ojos de los demás, incluidos los de Josh y su mujer, lastrados por ser demasiado ellos mismos. Porque la vida nos demuestra muchas veces (nos guste o no) que son los personajes atractivos los que llegan más lejos que las personas.

En ‘Mientras seamos jóvenes’ Noah Baumbach sabe aunar el cariño y la ironía en el retrato de sus personajes, de manera que al final todos son un poco miserables, pero cada uno cree que tiene sus motivos para serlo. Su visión cómica, con algunas notas de drama, de esa pareja cuarentona que asiste a rituales de limpieza espiritual, mientras él empieza a llevar sombrero y ella a bailar hip hop, no deja de tener un punto de ternura cuando se dan de bruces con esa juventud emprendedora que les devuelve la fe en el idealismo y que, con la misma energía, tampoco duda en llevarse todo por delante. Al buen acabado de la película ayuda su conjuntado cuarteto protagonista, sin olvidar a un solvente Charles Grodin (actor que siempre ha sido más conocido por sus papeles cómicos en ‘Huida a medianoche’ o las cintas del perro ‘Beethoven’), como documentalista veterano y padre del personaje de Naomi Watts, al que el de Ben Stiller no quiere acercarse mucho para demostrar que el solo es capaz de hacer su trabajo, demostrando que las luchas generacionales no entienden de edad. Porque aunque Baumbach no aporta mayor novedad en su mensaje, nos deja claro que juventud y madurez tienen sus brillos y sus partes oscuras. Y que el tiempo pasa y lo va alterando todo mientras tratamos de encontrar nuestro lugar en el caos permanente que es la vida.






Con películas como “Cronos”, “El espinazo del diablo”, “Hellboy”, “El laberinto del fauno” o “Pacific Rim”, el mexicano Guillermo Del Toro se ha construido una sólida carrera en el mundo de la fantasía cinematográfica. Una fantasía con una imaginería desbordante y siempre anclada en la realidad, mezclando lo cotidiano con seres y mundos maravillosos. Fiel a ese principio se mantiene en su más reciente filme, “La cumbre escarlata", donde nos cuenta la historia de la aspirante a escritora Edith Cushing (Mia Wasikowska), que decide casarse, a pesar de los consejos de su padre, con el misterioso Thomas Sharpe (Tom Hiddleston). Ambos se mudarán a la casa del forastero en Inglaterra, junto a su hermana Lucille (Jessica Chastain) y allí serán testigos de extraños fenómenos.

Del Toro bebe de películas como “Rebeca” y de historias góticas como “La caída de la casa Usher”, de Poe, “Cumbres borrascosas” y “Jane Eyre”, de las hermanas Brönte y del Dickens de “Grandes esperanzas” para hablar de amores desgarrados y casas con vida propia, cargadas de vestigios del pasado que siguen manifestándose como testimonio de malas conciencias. La puesta en escena es una delicia para la vista y tiene el inconfundible sello barroco de su director, que dota de todo detalle a esa decadente mansión que parece respirar cuando sopla el viento. Una residencia construida sobre una tierra de color sangre, en la que viven dos hermanos que se niegan a abandonarla, a pesar de que los mejores tiempos de su familia pertenecen al pasado. La fotografía nos muestra el contraste entre ese inmovilista y grisáceo Viejo Mundo al que la protagonista llega tras dejar atrás la luz brillante del emprendedor Nuevo Mundo, por seguir a su amado. El amor y la pasión son la fuente de todo el bien y el mal, causa de la alegría y la desdicha de sus personajes.

Aparte de la labor visual, destaca la labor de sus tres protagonistas: Mia Wasikowska como esa escritora de historias de miedo que ha aprendido a convivir con los fantasmas, Tom Hiddleston como ese ambiguo noble inglés venido a menos y especialmente una magnífica Jessica Chastain como la hermana del noble, una mujer de figura inquietante que incluso cuando quiere ser más simpática es aún más perturbadora. Aunque pueda parecer un relato de terror sobrenatural, “La cumbre escarlata” es una estupenda narración donde los espectros existen, pero el peligro anida en los seres que están vivos.








‘Victoria’ es una película que sabe crear sensación de agobio a pesar de desarrollar buena parte de su metraje en las calles semivacías del Berlín de madrugada. El agobio de verse arrastrado a la aventura en tiempo real de esa gente desconocida, a lo que contribuye esa cámara que parece decidida a no perderse nada y que convierte al espectador en un testigo que acompaña, silenciosamente y sin actuar, a los jóvenes protagonistas. No hay flashbacks ni explicaciones forzadas que nos hagan saber más de ellos, salvo las confesiones que deciden contarse dentro del nivel de las conversaciones que pueden mantener unas personas que han bebido más de la cuenta. Victoria es la más explícita mientras que de los chicos no sabemos ni sus nombres, solo sus apodos y que uno de ellos pasó por la cárcel. A partir de ahí tenemos que imaginarnos de dónde han salido y cuáles son sus circunstancias, esas que para Ortega y Gasset determinan quién es la persona y que, en esos chavales, no parecen ser demasiado buenas. Ella y ellos son personas que posiblemente no se habrían relacionado en otro contexto, pero a las que las circunstancias han unido con esos curiosos vínculos que establecemos con los extraños, con los que tantas veces somos más sinceros que con los que tenemos cerca.

La película se beneficia del buen hacer de la barcelonesa Laia Costa, vista en series como ‘Pulseras rojas’ o ‘Carlos, Rey Emperador’ y que ha tenido que revelarse como actriz de cine en una producción alemana, siendo incluso galardonada por su labor en los premios del cine germano, en los que ‘Victoria’ fue la gran triunfadora. Costa es esa Victoria que tendrá que pasar por una serie de peripecias no del todo recomendables para poder experimentar algo parecido a la sensación que indica su nombre. Porque Victoria ha dedicado buena parte de su vida a formarse como pianista, ensayando durante horas todos los días a lo largo de los años, para que finalmente la dijeran que eso no era lo suyo. Ahora, como tantos otros jóvenes españoles, está en Berlín y trabaja en una cafetería, comunicándose en inglés porque no conoce el alemán ni a nadie de aquel país. Por eso la encontramos al principio de la película bailando sola en una discoteca y a medida que sabemos más de ella entendemos por qué ha decidido seguir los pasos de esos jóvenes de aspecto no muy prometedor que le instan a que vaya con ellos a seguir la juerga en lugar de ir a acostarse. Al principio puede parecernos un poco inocente e imprudente, hasta que nos damos cuenta de que ellos son para ella la promesa de salirse de la rutina ya conocida, donde cada día es igual que el anterior.

‘Victoria’ no es una película hermética ya que en todo momento entendemos lo que está pasando pero, al final, uno termina tan exhausto como sus personajes. Confundido por lo que acaba de ver y por la fisicidad y la tensión que Schipper sabe mantener en todo momento, incluso en los aparentes tiempos muertos. Y es que Victoria ya no es la misma del principio y, mientras muchos otros dormían sin enterarse de nada, ha pasado en algo más de dos horas por una serie de ritos que la han hecho redescubrirse como persona y quizá sentirse más viva de lo que nunca había estado. El filme puede ser leído como una metáfora de la juventud europea de nuestros días, un thriller (que algunos no han tenido problema en destripar), una historia de amor y amistad o un relato sobre la iniciación a la vida de una Alicia que decide entrar en la madriguera del conejo. Pero eso, al igual que sus circunstancias previas, lo tendremos que deducir nosotros. Porque ‘Victoria’ se eleva por encima de su premisa argumental para brindarnos una de esas películas que te dejan pensativo y que una vez vistas dan lugar a ricos debates. De las que quizá no veamos más allá de un puñado de veces por la entrega que nos piden, pero que no por ello dejan de ser lecciones de lo que es el cine y de la capacidad que tiene para crear historias que, sin conocernos, saben hablarnos de lo que nos pasa.






"Langosta" es la primera película en inglés del director griego Yorgos Lanthimos, que ha llamado la atención de la comunidad cinéfila con "Canino" y "Alps", en las que incidió sobre las rarezas que hay en la condición humana, algo que mantiene en su última propuesta. "Langosta" está ambientada en un mundo distópico, en el que según las reglas establecidas, los solteros son arrestados y enviados a un lugar donde tienen que encontrar pareja en un plazo de 45 días. Si pasado ese tiempo no consiguen pareja serán convertidos en un animal a su elección, pues la sociedad en la que viven no tolera la soledad, como por ejemplo le sucede al protagonista (Colin Farrell). Tras romper una larga relación llega al hotel en compañía de su hermano, convertido en perro al no haber encontrado a nadie. En ese hotel será entrenado para no caer en las tentaciones de la masturbación, asistirá a seminarios sobre los beneficios de tener pareja y dispondrá de un amplio repertorio de mujeres con las que tratar de construir lazos antes de que su tiempo se acabe. Otra de las actividades programadas consisten en ir a los bosques cercanos, a cazar con dardos somníferos a los solteros que allí se ocultan de la sociedad que los desprecia. Sin embargo, esta sociedad de solteros tampoco es un ideal, pues rigen las reglas contrarias y aquellos que se emparejen serán los ajusticiados.

Lanthimos se sirve de esta premisa para hablar de la soledad, el temor a morir solo, a vivir solo, y también al temor a vivir con alguien. Todos somos conscientes de que siempre queda mejor socialmente el estar emparejado, porque si alguien anda solo por ahí es alguien extraño, poco de fiar y quizá homosexual reprimido. Sin embargo, la compañía tiene muchos desafíos y no suele ser tan fácil como en las historias romanticonas, donde dos personas parecen predispuestas a vivir juntas y una vez conseguido pasan toda su vida sin preocupaciones. La vida en pareja es un mecanismo que tiene que engrasarse continuamente para que siga funcionando y también supone algunas renuncias, pues los objetivos que se persiguen muchas veces no coinciden con los de la otra parte. A pesar de todo, quizá por influencia del instinto de supervivencia, es ese el estado que tanta gente considera "natural" en el ser humano, mientras que la individualidad es sospechosa, vista como algo propio de la gente que tiene cosas que esconder, una vida poco constructiva y que no quiere aportar a la supervivencia del grupo. De estas cuestiones nos habla el realizador griego, en una interesante metáfora sobre los resortes tan arbitrarios y ocasionalmente absurdos que nos imponemos para vivir en sociedad. Porque Lanthimos ironiza sobre ambos bandos, tanto a los que no saben estar solos, como a los que no quieren renunciar a estarlo y las conclusiones dan que pensar.

Precisamente, sobre la búsqueda de una pareja o la afirmación de la soledad, aunque en otro tono trata la película con la que quiero acabar este repaso a lo mejor que he visto en 2015. Un filme de 1991 que recuperé en DVD hace unos meses y que me dejó muy buenas sensaciones. Se trata de "Frankie & Johnny".







Johnny (Al Pacino) descubre su vocación de cocinero mientras cumple una condena de dieciocho meses por falsificar un cheque. Cuando sale de la cárcel, lo contrata el propietario de una cafetería (Hector Elizondo), un hombre brusco pero de gran corazón. En el mismo local trabaja Frankie (Michelle Pfeiffer), una bella camarera que mantiene las distancias. Una relación sentimental traumática la ha convertido en una mujer que desconfía de los hombres. Ese es el punto de partida de 'Frankie & Johnny', dirigida por el temible Garry Marshall, especializado en cine sensiblero ('Pretty Woman', 'Princesa por sorpresa', 'Novia a la fuga' o 'Historias de San Valentín', entre otras), que aquí me dio una agradable excepción. Había oído hablar bien de esta película y me interesaban sus dos protagonistas, pero me daba miedo la tendencia al almíbar barato de su realizador. Finalmente me decidí y la impresión que me dejó fue muy grata, al tratar con más sensibilidad que sensiblería el tema de las relaciones románticas y la predisposición de unos a querer y la reticencia de otros a ser queridos.

Los tópicos y las convenciones nos dicen que suelen ser las mujeres las que buscan el amor y los hombres los que buscamos sobre todo sexo, nada serio y ya si acaso a alguien que nos haga caso. El arquetipo se ha interiorizado precisamente en películas del estilo de las dirigidas por Marshall, pero muchas veces no se cumple o lo hace al revés. Frankie ha sufrido por amor y no quiere volver a pasar por ello, es de las que dicen que bastantes disgustos les han dado ya y que no están para esas cosas. Sin embargo aparecerá Johnny, un tipo que ha pasado por la cárcel y que sin embargo se muestra mucho más vitalista y que no duda en ir por el mundo aprovechando las oportunidades tal como le vienen, por lo que al ver la belleza de Frankie no tardará en ir detrás de ella. Frankie esconde sus inseguridades tras una ironía que le hace parecer distante y esa energía de Johnny le pone nerviosa, pero también le atrae, por esa capacidad de los que son diferentes de llamar nuestra atención con aquello de lo que carecemos o que no tenemos bien desarrollado. 

Hay cosas de Johnny con las que me identifico, pero en este caso me gusta mucho Frankie por notarme muy cercano a sus tribulaciones y su vulnerabilidad disfrazada de dureza y frialdad. Michelle Pfeiffer luce lo menos glamurosa posible, pero uno no puede evitar sentirse atraído ni enamorarse de su fragilidad, en un personaje al que le insufla autenticidad más allá del trazo grueso o la parodia en la que podía haber caído. Ella está encantadora y muestra una gran química con Pacino, en una cinta sobre gente corriente, algo perdedora, narrada con sentimiento y con estupendas escenas, como la que cierra el filme. Aquí aviso a los que no hayan visto 'Frankie & Johnny' para que dejen de leer si no quieren conocer el final. 

¿Siguen conmigo? Bien, pues al final, tras una serie de altibajos parece que no va a fructificar la relación entre los protagonistas. Es entonces cuando empieza a sonar el "Claro de luna" de Debussy, que Johnny había pedido a una emisora de radio para que se la dedicaran a ambos. La música empieza a sonar y antes de que Johnny se vaya Frankie le invita a que se lave los dientes con ella, su particular manera de dejarle pasar a su vida habitual. En ese momento se nos muestra qué ha sucedido con otros de los personajes de la trama y que Frankie sea testigo de cómo una vecina maltratada ha dejado finalmente a su pareja. Ella ha pasado por esa tesitura y le alegra que la mujer haya decidido pasar página, al igual que empieza a hacerlo ella misma. La música de Debussy es un gran acompañamiento para unos minutos que condensan a la perfección el tono de la cinta, sin forzar las tintas para llegar al espectador haciendo trampas. Una película bonita que les recomiendo.





Feliz año 2016, nos seguimos leyendo.

4 comentarios:

  1. Ex Machina y Del revés me gustaron mucho. Birdman me pareció un rollo y Foxcatcher bastante fría, está bien, pero no me dejó buen sabor.

    No he visto ninguna de las demás, pero por lo que dices y por lo que ya sé tengo ganas de ver La cumbre escarlata y Langosta, que suena muy original.

    Feliz Año :)

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    1. Feliz año, Doctora. "La cumbre escarlata" creo que te puede gustar, es una historia de pasiones humanas bastante interesante. "Langosta" va un poco por ahí, pero con un tono muy diferente, de fábula distópica cargada de humor negro, de las que se aman o se odian. Ya te voy leyendo a ver si las comentas

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  2. Veamos..... "Birdman", lo malo es que la vi con demasiadas espectativas e incluso quizás en un momento no demasiado bueno y despotrigué un poco. Pero puede que más adelante le de otra opurtunidad.
    De ‘Foxcatcher’, coincidio plenamente. "Fuerza Mayor", no me gustó y por tanto no la vi entera. Me ha gustado lo que has escrito sobre ‘Ex Machina’ y también coincido. Mmm, ‘Under the Skin’ la tengo en lista de espera, pero tras leer lo que has dicho de ella, puede que le de una oportunidad. Mira que yo soy de pelis tradicionales como las primeras de Diseny, con esos fantásticos dibujantes creando sueños hechos a lápiz y papel. Pero desde luego ‘Del revés (Inside Out)’, ha conseguido el mismo efecto aunque esté hecha con las nuevas tecnologías.
    ‘Mientras seamos jóvenes’, tampoco la he visto. Pero anotada queda.
    'La cumbre Escarlata', un cuento gótico que me gustó más de lo que pensaba. 'Victoria' parece interesante, apuntada queda. Mira que me da rabia que 'Langosta' no se he haya estrenado en ningún cine de mi Ciudad y la verdad es que no sé el motivo, porque vi el tráiler y me llamó muchísimo la atención! En fin.... habrá que esperar a verla más adelante.
    Me alegro muchísimo que hayas recuperado "Frankie & Johnny". Grandes interpretaciones, grandes actores y estupenda historia.

    ¡Feliz año 2016! Y que venga cargado de todo lo mejor! Pero sobretodo, de grandes entradas!
    Un besazo!

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    1. Feliz año a ti también, Eowyn. A "Under the skin" le pasa lo mismo que a "Langosta", no son películas que gusten a todo el mundo, por su enfoque de la historia y su ritmo, que puede parecer aburrido y que es de lo más interesante y sé de muchos que echan pestes de ambas, yo debo decir que me encantaron, jajaja. "Victoria" es más convencional en el fondo, pero son dos horas largas sin cambiar de plano y eso acaba exigiendo lo suyo también, te das cuenta de lo que descansan los cambios de plano en las narraciones audiovisuales, son como respiraciones de la película. Y "Victoria" acaba siendo muy agobiante, aunque a mí me agobio para bien.

      Un beso

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