domingo, 6 de septiembre de 2015

Recordando un viaje por la Toscana: San Gimignano

Hoy les voy a hablar de un pequeño pueblecito que visité en mi viaje a la Toscana tras leer diversos comentarios positivos sobre sus encantos y prestaciones en diversos foros de viajeros que habían pasado por la Toscana. Me refiero a San Gimignano (pronúnciese San Yimiñano).



San Gimignano fue fundado como un pequeño pueblo en el siglo III a. C. por los etruscos. Los documentos históricos comienzan en el siglo X, cuando adoptó el nombre del obispo San Geminiano, que la había defendido de los hunos de Atila. En la Edad Media y el Renacimiento, era un punto de parada para los peregrinos católicos en su camino a Roma y el Vaticano, puesto que quedaba en la medieval Vía Francígena. El desarrollo de la ciudad se vio también mejorada por el comercio de productos agrícolas de las fértiles colinas que la rodean. Tras perder a gran parte de su población en la peste negra que asoló gran parte de Europa en 1348, cayó su protagonismo hasta que hace unas décadas se empezó a poner en valor todo su valor histórico. De hecho, el buen estado de conservación de todos sus edificios medievales le ha hecho ganarse la condición de Patrimonio de la Humanidad.



Intrigado por observar todas sus curiosidades, me acerqué a San Gimignano en un autobús que salió de Siena (en unos días les hablaré de ella) y el vehículo trepó hasta una de las colinas en las que está situado el pueblo tras poco más de una hora de trayecto. Su situación geográfica es magnífica para los aficionados a las vistas, que pueden gozar de estupendas imágenes de la campiña toscana y sus viñedos desde los diversos miradores existentes.







Una vez que uno cruza la puerta de la muralla (todos los vehículos tienen prohibida la entrada, así que se pueden recorrer sus calles empedradas sin tener que mirar a los lados) tiene la sensación de haber retrocedido varios siglos en el tiempo, de no ser por las numerosas tiendas de souvenirs que nos recuerdan el carácter turístico de San Gimignano.





 





Existen muchas iglesias en el pueblo: las dos principales son la Colegiata, anteriormente una catedral y San Agustín, que alberga una amplia representación de obras de arte de algunos de los principales artistas del Renacimiento italiano. Asimismo, se conservan un gran número de torres de diversos tamaños, que por sí mismas no son muy destacadas, pero que le dan una imagen curiosa al pueblo.

 





El caso es que su disposición y edificios me recordaron muy mucho a Santillana del Mar, un poblado cántabro que también conserva el sabor medieval. De hecho, hay una colegiata románica idéntica y un museo de la tortura (no sabría decir quién copió a quién o si es casualidad).



Yo calificaría a San Gimignano con un adjetivo que se suele usar más en asuntos gastronómicos pero que le viene que ni pintado: delicioso. Para no perdérselo.

2 comentarios:

  1. Pues no he estado nunca en Santillana del mar, pero esas torres ahí en todo el medio... serán antiguas y le dan un toque personal al pueblo, pero como que no pegan mucho, quedan un poco de pegote...

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    1. Pues yo pensaba que era por un objetivo defensivo, para ver venir de lejos a los posibles enemigos, pero por lo visto fueron construidas por las familias más ricas para expresar su poder. Vamos, que querían exhibir quien la tenía más larga

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