jueves, 4 de diciembre de 2014

Bajo las faldas de las chicas

Hace unos días tuve la oportunidad de ver la película “French Women” (ridícula adaptación del título original francés, que traducido sería algo así como “Bajo las faldas de las chicas”, más acertado con el tono del filme), una comedia que desde el principio deja claro que quiere ser una petardada sin muchas pretensiones de trascender. No podemos tomarnos muy en serio una película en la que los personajes son mujeres al borde de un ataque de nervios perpetuo y en la que la personalidad femenina es analizada con trazo grueso a través de varios arquetipos (la casada infeliz, la zorrona, la miedosa, la neurótica o la borde), pero sin embargo, la cosa funciona.  Es como una de esas reuniones de amigas en las que todas acuerdan frivolizar y hacer el tonto para pasar un buen rato y lo consiguen. Dice su directora, Audrey Dana, que quiere que esta película sea como una noche de juerga de chicas, porque para ella esas noches son para charlar, para sentir menos la soledad y por encima de todo para reír.


Hay un eco de la comedia almodovariana o de la parte más petarda de la serie “Sexo en Nueva York” en ese tono colorista y disparatado de muchas de las historias de mujeres en la gran ciudad que nos cuentan en la película. Así, tenemos una mujer que vive su vida en función de sus ciclos menstruales, que adora tener como amantes a hombres casados, pero que huye en cuanto la relación amenaza con establecerse. Otra mujer casada y con 4 hijos que empieza a sentirse atraída por la babysitter lesbiana, otra con tics que solo se le van cuando cumple sus fantasías, otra que ve el peligro en las cosas más inofensivas y otra que tiene un nivel tan alto de testosterona que le impide tener relaciones amistosas con otras mujeres. Estas son algunas de las peripecias que nos ofrece una película con un reparto coral plagado de nombres conocidos para los aficionados al cine galo, como Isabelle Adjani, Vanessa Paradis, Sylvie Testud, Marina Hands o Laetitia Casta, que aquí aparca su glamour y no tiene reparos en dar vida a una mujer a la que se le revuelve el estómago de forma desastrosa cada vez que está junto a un hombre que le gusta.

 
La película de Audrey Dana no pasará a la historia (tampoco lo pretende) y desprende un tono alocado y algo absurdo que a muchos les espantará y les parecerá hasta nocivo por la imagen que se puede sacar de la mujer, pero que a mí me funcionó porque no me la tomé en serio. Me hizo pasar un rato agradable durante sus casi dos horas de metraje y me sentí como si fuera testigo de una fiesta de pijamas donde mujeres adultas dejan atrás las gravedades de la edad para hacer un poco el idiota, como si fueran otra vez adolescentes con las hormonas desbocadas, dejándose llevar por esos seres infantiles que habitan dentro de todos nosotros.

El caso es que la película, a pesar de su tono de entretenimiento ligero, me dejó pensativo por ese personaje que vive su vida en función de sus ciclos menstruales, algo que conectó con una idea que siempre me ha llamado mucho la atención como hombre, la del poder y la influencia de los momentos hormonales en el sexo femenino.  



Es saber popular que las mujeres están de mal humor o tristes en los días en los que sufren el sangrado de la regla y que están mucho más animadas los días de la ovulación, algo fácilmente explicable de forma científica. Los días del sangrado son días dolorosos físicamente y también emocionalmente, pues el cuerpo transmite al ánimo la destrucción de unos óvulos que podrían haber sido fecundados para reproducir la especie. Por otro lado, en los días de la ovulación, el cuerpo manda la orden de que está en su máximo apogeo para producir vida y eso se traduce en un estado de ánimo más eufórico y en un aumento de los niveles de excitación sexual de cara a favorecer el proceso de la reproducción. También se dice que en los días de ovulación las mujeres tienen mayor preferencia hacia aquellos hombres que considera más viriles, los que son percibidos como mejores reproductores, mientras que en los días de la regla se prefiere más a los que son percibidos como más cariñosos, para sentirse cuidadas. Y en medio de estos ciclos hay fases de subida y bajada que ya van avisando de la proximidad de estos momentos importantes, de modo que aunque los hombres podamos pensar que las mujeres se ven afectadas en los días del sangrado, unos pocos cada mes, lo cierto es que de un modo u otro la influencia hormonal se deja sentir durante todo el mes.


El tema siempre me ha interesado, mucho más de lo que suele interesar a los hombres, que en muchos casos se limitan a decir que es mejor dejar tranquilas a las mujeres en “esos días”, sin necesidad de saber más sobre el tema. Por esas ganas que siempre he tenido de saber más de las mujeres, tras una educación infantil bastante machista, he sentido esa necesidad de descubrir ese “misterio” que nos puede parecer oculto a los hombres, por lo que he leído sobre el tema y he preguntado a varias mujeres sobre sus sensaciones en esos momentos, de las que algunas me han hablado con más desenvoltura y otras con pocas palabras, extrañadas de tanta curiosidad, seguramente pensando también  que eso no es cosa que les deba importar a los hombres. Y así he descubierto que los días difíciles pueden ser muy dolorosos para algunas mujeres, de tener que guardar cama en una habitación a oscuras y mucho más leves para otras, que apenas lo sienten. Y que no solo traen mal humor o tristeza, pues de hecho muchas mujeres han confesado que sienten una mayor tendencia a la excitación sexual durante la regla, una vez que los primeros momentos más dolorosos han pasado. 

Quizá el descubrimiento que más me ha impactado es el de la sincronía de los períodos entre mujeres que comparten un mismo espacio durante un tiempo prolongado, ya sea compañeras de estudios, de trabajo o de piso. Cuanto más tiempo pasan juntas, más posibilidades tienen de acabar sincronizando sus menstruaciones, un hecho que analizado desde una óptica lírica podría ser visto como un bello ejemplo de comunión de almas femeninas, incluso en los detalles más íntimos, pero que es mucho más prosaico en la realidad. Eso se debe a las feromonas, esas secreciones hormonales que nuestro cuerpo expulsa en forma de olores a veces apenas perceptibles pero que nos influyen a la hora de encontrar más atractiva a otra persona (eso que de forma animal se conoce como “olor a macho” u “olor a hembra”, si sus feromonas indican que está en su apogeo reproductivo) sin que sepamos muy bien por qué. En el caso de la regla, las mujeres que la están pasando emiten unas feromonas que influyen en las mujeres cercanas y les altera sus períodos, de cara a sincronizarlos. Y eso pasa entre mujeres que comparten su espacio y se quieren mucho y entre mujeres que se odian, pero que también comparten el mismo espacio. Un mecanismo de la naturaleza para favorecer la disponibilidad al proceso reproductivo, poniéndolas a todas a la una, como se podía ver la mejor escena de la olvidable "Sin compromiso".  


También es cierto que existen otro tipo de alteraciones, que pueden venir del mismo cuerpo o por la influencia de sustancias como la píldora anticonceptiva, que trastoca todos esos ciclos. Sea como fuere, es complicado generalizar sobre esto, pues cada mujer es una persona diferente y cada una lidia de manera diferente con todos estos asuntos, para algunas sus cambios hormonales pueden ser un mundo del que no pueden escapar y para otras una reacción del cuerpo que no van a permitir que controle también su mente. Los hombres no sufrimos estos cambios tan violentos, aunque también tenemos lo nuestro en ciclos hormonales, con días en los que nos sentimos como Supermanes y otros en los que pensamos que somos la última porquería del mundo. De un modo u otro, todos somos esclavos de nuestras hormonas.

 
Quiero terminar esta entrada con algunos spots televisivos de compresas para los días de menstruación y que a pesar de estar hechos hace casi 20 años aún hoy son recordados. Yo los vi en mi adolescencia, cuando sabía mucho menos sobre este tema y el caso es que a los hombres no nos aclaraban mucho, pues se trataba de un producto dirigido a mujeres y tampoco había que explicar más, ellas sabían lo que era y se quería vender de una forma amable y cercana, sin tono de consulta médica. Aún a costa de que fueran un tanto surrealistas, especialmente los protagonizados por la actriz Silke (que entonces era lo más de la modernidad y hace años que no se sabe de ella) y dirigidos con ese eclecticismo naif que luego desarrollaría en sus películas Isabel Coixet.







Todo esto que acabo de escribir puede que a muchas mujeres no les descubra nada que ellas no sepan ya, pero que viene a ser una especie de búsqueda de explicaciones para aquellos hombres que en su momento estuvimos tan desconcertados como el Tito de "Verano azul" cuando su hermana "se hacía mujer" y sobre lo que eso significaba. Creo que ya he mencionado en alguna entrada ese capítulo de la conocida serie ochentera, que de todos es el que más se me marcó cuando lo vi en mi infancia.


2 comentarios:

  1. Lo de la peli me ha recordado a "La boda de mi mejor amiga", las damas de honor también son mujeres muy distintas con personalidades muy marcadas, la modosa, la descarada, la esposa y madre harta... todo muy visto.

    Sobre lo de los cambios hormonales... pues bueno...

    Si lo dicen los científicos con sus estudios y esas gaitas pues será, pero cada persona es un mundo. A mí me recuerda a eso de que ciertas comidas son afrodisiacas, como el chocolate. Pues si han estudiado sus propiedades y demás tendrán razón, pero a mí jamás me ha despertado el apetito sexual comer chocolate. Cada uno es cada uno.

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    1. A mí me la peli me hizo gracia, conectó con mi lado petardo y creo que bajo la exageración esconde algunas claves para aprender cosas del otro sexo, del mismo modo que no podemos concluir que los hombres son como los muestran películas como "Resacón en Las Vegas", pero algo de verdad hay.

      Sobre el chocolate yo he oído que puede ser sustitutivo del sexo porque libera endorfinas y crea la misma sensación de satisfacción que un orgasmo o el ejercicio físico, así que también puede calmar esos otros apetitos

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