lunes, 3 de marzo de 2014

Harold Ramis, la rutina y el existencialismo

Hace unos días se conocía la muerte de Harold Ramis, un director estadounidense que empezó como actor y guionista en películas como "Los incorregibles albóndigas", "El pelotón chiflado" o "Cazafantasmas" antes de pasarse tras las cámaras en los años 80 con otras comedias como "El club de los chalados" o "Las vacaciones de una chiflada familia americana". En los años 90 logró su apogeo con "Atrapado en el tiempo", "Mis dobles, mi mujer y yo" y "Una terapia peligrosa" y entrado el nuevo siglo llegó su fase de decadencia con cintas de bajo fuste como "Al diablo con el diablo", "Otra terapia peligrosa" o "Año uno", con la excepción de "La cosecha de hielo", un thriller cómico de toques desencantados que casi no vio nadie y que me parece que merece estar entre lo mejor de su autor, fallecido a los 69 años tras una enfermedad vascular. Un Ramis que a mí siempre me cayó bien, por algunas de sus películas y de sus personajes, siempre en esa tradición del friki gafoso con estilos capilares más que discutibles.
 

 
 
 
Y es de una de sus películas más famosas, quizá de la que más, de la que quiero hablar en esta entrada, me refiero a "Atrapado en el tiempo". Hace más de 20 años se estrenaba ese filme, protagonizado por un Bill Murray que daba vida a un reportero televisivo que iba a cubrir El Día de la Marmota (de ahí el título original de la película, "Groundhog Day", que aquí en España se ha adoptado de forma extraoficial para referirse a la película), ese evento que se hace a primeros de febrero en un pueblo de Pennsylvania en el que, según la creencia, si la marmota al salir de su madriguera no ve su sombra, por ser un día nublado, dejará la madriguera, lo cual significa que el invierno terminará pronto. Si por el contrario, por ser un día soleado, la marmota ve su sombra y se mete de nuevo en su madriguera, significa que el invierno durará seis semanas más.
 
 
 
Hasta ahí todo normal, uno de esos acontecimientos un poco chorras que el periodismo suele cubrir para dar un toque humano a sus contenidos y llegar a un público menos interesado en la información del día a día. Pero ese reportero empezará a ser víctima de un extraño fenómeno, que cada vez que se despierta al día siguiente se despierta viviendo en el día que acaba de dejar. Todos actúan de la misma manera y él es el único consciente de que el tiempo no transcurre, repitiéndose el mismo día una y otra vez, con los mismos sucesos en el mismo momento. Este hecho provocará que el reportero empiece a sentirse peor, llegando incluso a plantearse el sentido de la vida.
 
 
 
 
La película, más allá de su componente cómico, no deja de ofrecer una interesante metáfora sobre lo que supone la rutina diaria, sobre el hacer las mismas cosas día tras día y el hastío vital que puede provocar. Harold Ramis hace toda una declaración de existencialismo y nihilismo a través del humor, haciendo pensar al espectador en que la vida de muchos no deja de ser como la de ese reportero que se levanta a diario a la misma hora, con la misma música en el despertador, con los locutores de radio hablando de las mismas cosas y con sus compañeros de trabajo y allegados diciéndole las mismas cosas, todas sin sentido por estar condenadas a repetirse. Una rutina que a los espíritus más sensibles se les puede llegar a hacer realmente dura y que se planteen hacia donde ha ido su vida, porque la rutina puede estar bien para templar y vertebrar a las mentes que tienen al caos, pero tiene el reverso de callejón de salida para esas mentes que quieren ir más allá de lo mismo de todos los días.
 
 
 
Estos días yo mismo ando planteándome hacia donde estoy llevando mi vida, qué es lo que estoy haciendo y si me compensa, viviendo cada día como una fotocopia del otro y sin nada que me haga sentirme conectado con el mundo. La gente que quiero está lejos de mí y tiene sus propias rutinas, en las que por mis hábitos no encajo y eso me hace sentir más solo. Este mismo blog últimamente es casi un erial, con muy pocas visitas y menos comentarios y me hace replantearme si vale la pena pasarme hora y pico o dos horas escribiendo las entradas para que tan poca gente las lea. Me anima a seguir hacia adelante el hecho de que haya gente apreciada que me consta que me lee y me lo hace saber, de hecho si no fuera por ellos creo que lo habría dejado.
 
No sé por qué, pero a veces siento que llega un momento en la vida de mucha gente en la que desaparecen, organizan su vida en torno a unas personas y unas ocupaciones y sin saber cómo ha sucedido, te quedas fuera, pasas de ser alguien relevante a ser un actor secundario que aparece de vez en cuando, se pasa de hablar con esa persona a diario a hacerlo cuando cuadra, a veces con grietas temporales cada vez más alargadas. Y no puedo evitar sentir una tristeza como ese Julio César que decía "¿tu también, hijo mío?" cuando veía a su hijastro Bruto unirse a los conspiradores contra su vida, de perder a gente que creía cercana y que se ha pasado al bando de los que ya no necesitan tratar a diario. Me dirán que para eso están las redes sociales, pero la experiencia en ellas me demuestra que no dejan de ser una proyección de la vida real de cada uno, de una metáfora de la caverna de Platón que enseña el reflejo de lo que es nuestra realidad, no de la realidad. Por todo ello son medios que me dejan frío y me hacen añorar el contacto con otra persona frente a frente o de viva voz por teléfono.
 
 
 
También podrán decirme que la gente cambia, las prioridades cambian y hay que saber adaptarse a ellas y en parte es verdad, pero no puedo evitar sentir que las prioridades de muchos acaban siendo del mismo grupo, de unas creencias comunes que pasan de generación en generación y que me hacen sentir en cierto modo reticente a ello. Hay otra película, ésta de Woody Allen, llamada "Si la cosa funciona", que tiene un discurso que me interesa, sobre un hombre que se siente del mismo modo al que comento. Que siente que aquello que para muchos es importante no deja de ser nada, lo mismo que lleva pasando desde hace años.
 
 
 
La película de Allen termina con el protagonista pasando en cierto modo a ese mundo más acomodado emocionalmente, con menos preocupaciones existenciales y sin plantearse tanto si la vida elegida ha sido una pérdida de tiempo. Que si la situación que hemos elegido vivir nos funciona es mejor que nos conformemos y disfrutemos en la medida de lo posible, pues nada tiene sentido.
 
 
 
Son temas expresados en ambas películas a través de la comedia y por ello se hacen más accesibles, pero que a mí me tienen pensativo en los últimos días, donde me estoy planteando tantas cosas sobre mi propia vida, con un trabajo que detesto cada vez más y que necesito para poder seguir viviendo donde lo hago, odiando algunas de las cosas que hago por repetitivas sin resultados satisfactorios, deseando abandonarlas y hacer algo con lo que llegar a volar alto. Con ganas de hacer lo que hacía el personaje de Michael Scott en un momento dado de la serie "The Office", de decir "lo dejo" y despedirme de lo que no me gusta. Ojalá fuera así de fácil o quizá es que no he puesto verdadero empeño en ello. Quién sabe.

4 comentarios:

  1. Harold Ramis siempre me recordó un poco a Bob Saget, de "Padres forzosos". Hoy hace 20 años que murió John Candy, otro clásico de los 80.

    Me encanta "Atrapado en el tiempo", es muy graciosa cuando llega a la conclusión de que es Dios. Y también hace pensar, como cuando intenta salvar a ese hombre, pero al final desiste. Hay cosas que no se pueden evitar.

    En fin, leyéndote me vino esta canción a la cabeza.

    Prefiero mirarlo como mi madre, pensar que son rachas :)

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    1. Pues nunca había pensado en ese parecido entre Saget y Ramis, pero la verdad es que se daba un aire, ese aire de tipo normal con un tono algo friki. John Candy era un habitual en las películas producidas y dirigidas por John Hughes y siempre me gustó su participación en "Solo en casa".

      "Atrapado en el tiempo" tiene la cosa de esas comedias que enseñan la lágrima que hay detrás de la sonrisa y que precisamente eso las convierte en más grandes, por hablar de cosas trascendentes con sentido del humor, a veces la única arma para vencer al desencanto

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  2. Hola

    Yo te leo siempre que escribes una entrada y nunca te escribo, y no por ello me llega lo que escribes.
    Yo no doy consejos porque no soy capaz de seguirlos y este tema que tratas lo he sentido y siento en demasiadas ocasiones en mi vida. No escribas porque la gente te lea, escribe porque realmente quieres expresar todo lo que llevas dentro. Tener o no más público, más o menos visitas, más o menos comentarios, a todos nos alegra una mañana pero no por ello es de mayor calidad o más profundo lo que escribimos.

    Yo estoy encantada de leerte y te animo a seguir haciéndolo. Porque en realidad, escribir es una forma de vivir y no creo que puedas dejar de hacerlo.

    Un besazo enorme de alguien que realmente se siente identificada con lo que escribes. Y a la que aportas un punto de vista diferente para poder seguir adelante.

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    1. Tu testimonio es de esos que animan a seguir hacia adelante cuando me pongo alguna noche a mirar este blog y el tráfico que tiene me deja un poco tristón, muchas gracias por el apoyo. Tampoco pido tener a decenas de personas comentándome, creo que me agobiaría, soy más de públicos reducidos. Claro que también ha influido que de los pocos seguidores que tengo la mayoría bloguean bastante poco últimamente y eso ha reducido el tráfico.

      Lo que no quiero acabar haciendo es entrar compulsivamente a otros blogs para comentar de pasada y ganar adeptos. No es algo que me guste hacer porque si sigo un blog no pondré mi avatar en su lista de seguidores, pero lo voy a visitar siempre que pueda. Me gusta comentar en blogs que me motiven por algo y siempre son pocos, así que el efecto atracción para éste no será muy elevado, pero es algo que asumo.

      Tienes razón, la verdad es que empecé a escribir hace muchos años, antes de conocer Internet, cuando escribía historias y pensamientos en las clases en las que me aburría en el colegio y es algo que me gusta hacer. Y si además tengo la suerte de encontrar a gente a la que le gusta, miel sobre hojuelas, también yo aprendo muchas cosas de los escritos de otra gente anónima.

      Un besazo y no te preocupes, seguiré escribiendo por aquí, necesitaba unos días para pensar en varias cosas

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