viernes, 27 de diciembre de 2013

"La vida secreta de Walter Mitty", "Mucho ruido y pocas nueces" y "La gran belleza". Propuestas diferentes para Navidad

Hay películas que tienen la capacidad de hacerte un poco más feliz una vez que has terminado de verlas, por su tono agradable y su mensaje positivo, que logran entretenerte y también conmoverte por la identificación que sientes por su personaje protagonista y sus circunstancias. Y eso es lo que me ha sucedido a mí con "La vida secreta de Walter Mitty".




Ben Stiller es uno de esos actores que el público identifica de inmediato con la risa, por su participación en películas como "Algo pasa con Mary" o "Los padres de ella" y secuelas, entre muchas otras, de modo que verle en un registro un poco más dramático a los poco informados se les hace tan raro como en su momento le pasó a Tom Hanks, cuando dejó de hacer las comedias que le habían dado la fama en los 80 y apareció como enfermo de SIDA en "Philadelphia" (ahora, varios dramas después, creo que casi nadie le ve en una comedia, curiosamente). Pero Stiller tiene una carrera de director que comenzó con el drama en "Bocados de realidad", que tiró por la comedia negra en "Un loco a domicilio" y que luego ha tenido registros de humor grotesco y paródico en "Zoolander" (la favorita de los modernillos, si quieren identificarlos pregúntenles por la película, seguro que les encanta) y "Tropic Thunder". "La vida secreta de Walter Mitty" es la nueva muestra de ese Stiller director, que busca ir más allá de lo que se espera del Stiller actor.



Basada libremente en un relato corto escrito en los años 30 y que ya se llevó al cine en los años 40, Stiller nos narra la historia de un hombre gris que vive grandes aventuras en su cabeza, en su interior tiene una persona mucho más interesante de la que se ve por fuera, donde su aspecto de perdedor le hace ser ninguneado por sus jefes e ignorado por las mujeres. Su puesto de trabajo corre peligro por el cambio de modelo productivo de "Life" la revista en la que trabaja, que va a cerrar la edición impresa para emitir solo en Internet y él mismo se pone como objetivo hacer una última misión, encontrar el negativo perdido, que fue enviado por un prestigioso fotógrafo. Para ello no dudará en viajar por Groenlandia, Islandia o Afganistán, dejando de vivir solo en su cabeza y empezando a vivir en el mundo real, con el consuelo de pensar en la mujer que le gusta para darle ánimos en los malos momentos. Todos aquellos que tenemos ese carácter soñador no podremos dejar de sentirnos identificados con ese Walter Mitty que demuestra que bajo su apariencia mediocre hay todo un luchador, que aprenderá que es mejor declarar sus sentimientos que soñar escenas de película y que es necesario ir a por las cosas en vez de lamentarse porque no vengan a nosotros.



De este modo, Stiller es el hombre orquesta, como director y protagonista absoluto, aunque más destacable como realizador que como actor, donde simplemente está pasable (tampoco tiene en sus méritos ser alguien digno de Oscar). A su lado tiene un papel muy interesante Kristen Wiig como el objeto de sus anhelos, que también rompe un poco su imagen cómica, cultivada durante muchos años en "Saturday Night Live" y a nivel internacional con "La boda de mi mejor amiga". Aquí Wiig entiende el concepto de comedia dramática de la película y da vida a un personaje encantador. Por su parte, Shirley MacLaine y Sean Penn ponen el toque de distinción en breves roles como la madre de Mitty y el misterioso fotógrafo.



Por todo ello "La vida secreta de Walter Mitty" es una película con aire de fábula que deja buen sabor de boca con su tono agradable y algo melancólico y una pimpante banda sonora, donde hay clásicos como el "Space Oddity" de David Bowie que tiene un uso importante en la trama (curiosamente, hace no mucho Bertolucci usó también esta canción en otra secuencia relevante de su película "Tú y yo"). Una cinta interesante que nos recuerda eso tan antiguo, pero que tantas veces olvidamos, de que la vida está para vivirla.





Joss Whedon es un nombre que se les hará conocido a los fans del cine fantástico, pero que a los iniciados les sonará a chino. Whedon empezó su carrera como guionista en películas como "Toy Story" o "Alien resurrección" y pasó a ser conocido a finales de los años 90, como artífice de la serie "Buffy cazavampiros" y durante años estuvo muy vinculado a otras series de televisión como "Angel" o "Firefly" hasta su salto a la gran pantalla con "Serenity". Últimamente se ha convertido en una especie de John Hughes del cine fantástico, siendo guionista o productor de muchos filmes que llevan su sello, estilo "La cabaña del bosque" y ahora trabaja para las películas de los superhéroes de Marvel, como supervisor de todas ellas y director de "Los vengadores", la reunión de todos ellos, que tan buenos resultados dio a nivel de crítica y público. Precisamente fue tras el rodaje de "Los vengadores" cuando Whedon quiso desconectar algo del tema fantástico y reunió a un grupo de actores amigos para rodar en su mansión una nueva adaptación de "Mucho ruido y pocas nueces" de Shakespeare en menos de dos semanas.



El Príncipe Don Pedro de Aragón (Reed Diamond) regresa victorioso de una batalla acompañado de su hermano bastardo Don Juan (Sean Maher), de Benedicto (Alexis Denisof) y de Claudio (Fran Klanz), un joven que ha sido colmado de honores por el gran valor mostrado en el campo de batalla. Son recibidos con gran regocijo por el caballero Leonato (Clark Gregg), que vive con su hija Hero (Jillian Morgese) y su sobrina Beatrice (Amy Acker) en una paradisíaca villa. Los enredos amorosos no tardarán en producirse.





Muchas veces se han adaptado al cine las obras de Shakespeare,  que tanto las dramáticas como las cómicas cuentan con versiones de todo tipo y ésta viene a ser una más, con la curiosidad de estar rodada en blanco y negro y ambientada en la actualidad, pero con personajes vestidos al estilo de los años 50 y declamando el texto de Shakespeare tal y como fue concebido, lo cual acaba siendo el gran error de la película. Whedon no toca el texto original y por ello se hace raro o incluso ridículo escuchar a los actores, en un ambiente suburbano estadounidense, llamarse Leonato, Don Pedro, Beatrice, Conrado, Borachio o Claudio y tratarse de condes y grandes señores y que los policías sean alguaciles que no saben leer. Imagino que a Whedon le parecerá curiosa esa contradicción de modos del siglo XVI en la actualidad, pero a mí me sacó bastante de la película, hacía que me resultara imposible creerme lo que estaba pasando.




Tampoco ayuda respetar escrupulosamente la estructura teatral de apartes de los actores haciendo monólogos en voz alta a escasos metros de otros sin ser escuchados, algo que en unas tablas te crees pero que en una pantalla queda mal. Eso por no hablar de las actuaciones de los intérpretes, que no disimulan el histrionismo y al final todo queda forzado y poco satisfactorio, convirtiendo el texto de Shakespeare y sus inteligentes observaciones sobre el amor en una opereta barata. Ya puestos a cambiar la época no hubiera estado de más adaptar también el texto y las actuaciones, para no dejar esa sensación de incoherencia y de performance grabada en un rato de aburrimiento.




Veo las críticas y noto que ha habido acuerdo en que esta es una buena película, algo con lo que discrepo. La puesta en escena es intachable pero toda la película tiene un aire de ejercicio de estilo vacío, de chiste privado, de broma de amigos de la que yo no formo parte y que por ello no me hace gracia. Por mi parte le recomiendo al señor Whedon que siga en lo fantástico, que los clásicos no parecen lo suyo y esta película hace honor a su título, mucho ladrar y poco morder.




Y es que hacer un ejercicio de estilo (el término académico para definir la paja mental en el cine) no tiene por qué ser malo si se hace bien, si se consigue hacer algo a lo que no se le vean las costuras desde el primer momento. Un ejemplo positivo es lo que ha hecho Paolo Sorrentino en "La gran belleza".




En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. En el centro de todos ellos está Jep Gambardella (Toni Servillo), un escritor que dejó la literatura después de su primer libro para dedicarse al periodismo y la crónica social. Cuando cumple 65 años, dominado por la indolencia y la decepción, asiste a este desfile de personajes poderosos pero decadentes, huecos y deprimentes.



Hubo una época, a finales de la Segunda Guerra Mundial, en la que surgieron en Italia una serie de directores que pusieron a ese país en la cima del séptimo arte, unos directores que ya son clásicos (Fellini, Visconti, Rossellini, Vittorio de Sica, Monicelli y un poco más tarde Bertolucci, Leone, Scola y Pasolini) y que forman parte de la memoria de cualquier cinéfilo, nombres que les son conocidos a cualquiera que haya leído un poco de cine. Cada uno con su particular modo de ver las cosas dejaron impronta de la Italia de su tiempo y también introdujeron nuevos códigos y nuevos lenguajes, a medio camino entre el cine clásico y el moderno. En los últimos tiempos esa pujanza ha ido desapareciendo y el cine italiano de hoy día es en su mayoría comedias de poco fuste y cine que no pasará a la historia, aunque con algunas excepciones interesantes. Paolo Sorrentino es una de esas felices excepciones, autor de películas que critican el sistema político de su país en "El divo", que ya ha hecho sus pinitos en Estados Unidos con "Un lugar donde quedarse" y que ahora hace una especie de homenaje a esos clásicos que acabo de comentar en "La gran belleza", especialmente a Fellini y "La dolce vita".




A través de la figura de un veterano periodista, que podría ser el Mastroianni de "La dolce vita", con algunos años y algunas decepciones más a la espalda, Sorrentino hace un fresco sobre la alta sociedad de Roma y su vida tan despreocupada como vacía. Un mundo en el que nadie le importa a nadie y cada uno va en busca de su disfrute personal, a la caza del siguiente juguete con el que entretenerse un rato antes de pasar a otro. Un mundo del que ha sido participante Jep Gambardella, aunque la muerte de un amor de juventud le hace replantearse qué es lo que ha hecho con su vida y por ello no podrá evitar la melancolía de pensar en lo diferentes que podrían haber sido las cosas. O quizá no, porque Gambardella es uno de esos personajes vacíos y hedonistas que solo usa a la gente como distracción, sin comprometerse con ellos.




Como homenaje a Fellini tampoco faltan situaciones surrealistas y cómicas, momentos que juegan con la realidad y el recuerdo y la presencia de Roma, con varias de sus calles y monumentos, que da vida a un contraste entre la civilización que fue y la que ahora es, ejemplificado a la perfección en la estupenda secuencia de inicio de película, con esa mezcla de lo sublime y lo más petardo que caracteriza al metraje.



De este modo, Sorrentino nos ofrece una película brillante, una de esas cintas que no están hechas para su consumo rápido en multisalas, que necesitan que el espectador se deje llevar y se deje impregnar por su atmósfera, por su particular tono entre burlón y melancólico, al estilo de la forma de ser de su protagonista



Tres películas muy diferentes entre sí para estas Navidades, a las que les une su búsqueda de lo bello, más en la belleza interior en el caso de "la vida secreta de Walter Mitty" y "La gran belleza" que en la simple apariencia en la que se queda "Mucho ruido y pocas nueces".

Felices fiestas a todos.

4 comentarios:

  1. No he visto las dos últimas y me llaman poco, pero "La vida secreta de Walter Mitty" me ha decepcionado mucho.

    Yo también soy de perderme en fantasías y el argumento de la peli me atrajo mucho, pero luego la peli va de otra cosa.
    Entiendo que sea emotiva y que a mucha gente le deje un gusto agradable, pero yo esperaba una comedia divertida y me ha parecido un tostoncillo, con moralina barata y unos paisajes muy cucos.

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    1. Sí, ha habido gente a la que no le ha gustado mucho por el tema de la moralina que comentas. Cierto que el mensaje de "hay que salir y vivir más" puede quedar un poco manoseado a estas alturas, pero creo que es algo que no pasa de moda y me gusta como lo plantea la película, que me ha parecido cuca, es un buen adjetivo ese que usas. La parte cómica es más de sonrisilla que de carcajada y solo a ratos, no es la típica comedia de Ben Stiller, aunque supongo que esta va a ser una de esas películas que a algunos les encantan y otros las detestan

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  2. Me gusto mucho la primera. Para mi gusto era algo lenta al principio, no es que fuera lenta pero no me atrapaba, pero el mensaje me gusto muchísimo y el momento en el que comienza a viajar entonces si que me atrapo la película.

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    1. El hecho de que la película de Walter Mitty no tenga un tono disparatado ha echado a muchos hacia atrás, que esperaban más humoradas al estilo de otras películas de Stiller. A mi me funcionó bastante bien

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