viernes, 20 de diciembre de 2013

Hablemos de eso

El otro día estaba escuchando en la radio uno de estos programas de la tarde (que son con los que me despierto cada día por mis horarios nocturnos) y en él se empezó a hablar de sexo a raíz de un estudio de la Liga Española de Educación que hablaba sobre las fuentes de información de los chavales cuando empiezan a sentirse atraídos por esos temas. Las principales formas de información sobre sexualidad para los adolescentes son las charlas en los centros educativos, las amistades e Internet, pero sólo un 12% la recibe de sus padres, un 7% cita la experiencia propia e incluso un 17% de los chicos las películas pornográficas. En torno a cuatro de cada diez adolescentes mencionan la curiosidad, el deseo de experimentar, la diversión y el disfrute entre los motivos para tener la primera relación sexual, aunque el 60% asegura que estar enamorado también lo justifica, con diferencias entre chicos y chicas.
 
En el programa se comentaba que los padres deberían hablar con los hijos de esos temas con mayor resolución, porque siempre existe un tabú de los padres y los hijos a la hora de tratar aspectos sexuales y que lo mejor es que vayan aprendidos de casa desde pequeños. Yo en este asunto no estoy muy de acuerdo, básicamente porque soy de la opinión de que hablar de sexo con los padres no mola, resulta violento, como ver a tus padres desnudos o practicando sexo. Yo los veo como una figura de autoridad con la que hay cosas que no puedo compartir y es mejor que sea así, del mismo modo que no me voy de fiesta con mis padres. Y es que hablar de sexo con amigos o conocidos puede ser muy interesante, pero con los padres es bastante incómodo, como le pasaba al protagonista de las películas de "American Pie".
 


 
Recuerdo haber visto con 12 años mi primera película porno, en casa de un chaval que había conocido en un campamento de verano y cuyo padre tenía una amplia colección de VHS de esa especialidad. Aún recuerdo la náusea que sentí al ver los miembros sexuales y los planos de la penetración y la eyaculación, pero al mismo tiempo no podía dejar de mirar, con un morbo como el de quien ve un nacimiento o una operación, acabé pálido y mareado después de ver aquello. Estaba claro que aún no estaba preparado para esos menesteres, aún me quedaban unos 3 años para empezar a interesarme en esos asuntos y vaya si lo hice cuando me llegó la hora. Hubo una enciclopedia que estaba en una estantería de mi casa y que trataba temas del cuerpo humano, con uno de los tomos hablando de la sexualidad, el cual leí varias veces sin mucha satisfacción. Yo buscaba mujeres desnudas y actos sexuales y encontré mapas de órganos genitales y explicaciones médicas de los resortes de la sexualidad, todo muy académico y frío, que hasta aprendí que "pene" era el nombre científico de "pito", como siempre lo había llamado y que al órgano de las mujeres se le llamaba "vulva", no otros apelativos más coloquiales que ya se pueden imaginar.




En mi colegio, los chavales andaban también con ganas de saber y los más intrépidos llevaban revistas porno que mirábamos a escondidas en los recreos y alguna quedó confiscada tras ser usada para escandalizar a los grupos de chicas, enarbolando esas fotos de "penes" y "vulvas" como si fueran de asesinatos sangrientos, para herir sensibilidades y provocar gritos de apuro entre las muchachas (aunque alguna no parecía muy escandalizada cuando le querían chinchar con ello, aún tenía mucho que aprender sobre la sexualidad femenina, menos escandalosa que la masculina, pero no por ello igual de curiosa).



El caso es que fui aprendiendo desde entonces y hasta ahora a través de mis vivencias y las de contemporáneos míos, de compañeros y amigos y de extraños que cuentan sus experiencias, no por mis padres, con los que prefiero no hablar de ello. Mi abuelo, al que recordaba el otro día tras su muerte, me pilló una vez hace bastantes años viendo una película porno y espero a que volviera mi madre a casa para comentárselo, diciendo que me había pillado viendo películas "de putas y cabrones" (nunca olvidaré esa expresión) y mi madre le dio poca importancia, diciendo que eran cosas de la edad. Esa es de las pocas veces en las que el sexo se ha mezclado en las experiencias familiares, aparte de las típicas escenas subidas de tono en películas, que me hacían mirar para otro lado por verguenza ajena si estaba acompañado y de las que no perdía ripio estando solo.

Recuerdo otra anécdota graciosa cuando una noche de sábado, después de ver "Lluvia de estrellas" (aquel programa que presentaba Bertín Osborne en el que gente anónima se disfrazaba de su cantante favorito y lo imitaba) nos quedamos a ver que daban después y empezó una película, llamada "El virgo de Visanteta", española, hecha a finales de los 70, pasado el franquismo, con lo que tenía unas connotaciones que yo entonces desconocía. Trataba sobre una mujer de un pueblo valenciano del siglo XIX con un gran apetito sexual, todo en tono de farsa y con abundantes escenas de cama, como era de rigor en los años del destape. Huelga decir que mi madre no tardó en decir que esa película era la clásica guarrada española y que ya era hora de irse a dormir aunque luego, cuando estaban acostados, yo volví a ver la película, a ver qué pasaba, que justo andaba estudiando en el colegio la literatura española del Siglo de Oro y me hacían gracia esos requiebros procaces del castellano (y ver piel desnuda también pesaba lo suyo, no nos engañemos). Y con nombres ilustres del cine español como Pepe Sancho o Antonio Ferrandis (famoso por su papel de Chanquete) y dirigida por Vicente Escrivá, luego creador de series como "Lleno por favor" y "Manos a la obra".


 
Otras de las maneras de enterarse de sexo en los años jóvenes para aquellos que nacimos en los primeros años 80 fueron los programas dedicados a ello. La pionera fue la doctora Elena Ochoa, que se hizo famosa por su "Hablemos de sexo" y después por ser esposa del célebre arquitecto Norman Foster. Este programa tenía el tono didáctico de uno de esos manuales que hojeaba a escondidas, muy propio de una generación que estaba aún abandonando tantos años de pacatería tras el franquismo.
 
 
 
Tal fue la repercusión del programa de Ochoa, que los Martes y 13 le dedicaron una de sus parodias más inolvidables, con testimonio incluido de una mujer maltratada que se burlaba del sensacionalismo que se hacía con los sucesos y que hoy sería impensable de repetir.
 
 
 
A finales de los 90 la gente de mi clase comentaba siempre lo que había pasado la noche anterior en el programa "En tu casa o en la mía" de los 40 Principales, presentado por uno de esos locutores intercambiables que tiene esa emisora (todos suenan igual) y Lorena Berdún, una mujer que atendía llamadas de los oyentes sobre dudas sexuales. Tal fue el seguimiento que alcanzó esta mujer que no tardó mucho en saltar a la televisión, primero en Telemadrid y luego a nivel nacional en TVE con el programa "Dos rombos", en el que ponía en imágenes ese estilo más cercano y desenfadado que la había hecho famosa en la radio y que era una evolución al tono académico de la doctora Ochoa.
 

 
 
Lorena Berdún se convirtió en un "sex symbol" para muchos adolescentes de entonces por su dulce voz y hablando sin tapujos de sexo, hasta que muchos la vieron en persona y se desencantaron, aunque a mí siempre me ha resultado igualmente atractiva.
 
Ahora los tiempos han seguido cambiando y los chavales tienen muchos más medios para saber de sexo gracias a Internet, que les da acceso a cualquier cosa que se les ocurra. Lo que sigue siendo norma es su confusión a esas edades en las que se deja de ser niño y se empieza a ser adulto, siempre tan problemáticas por todos los cambios que se operan en tan pocos años. El cambio entre los 12 y los 18 años es mucho mayor que cualquier otro que se experimente después de la mayoría de edad y con mucho menos tiempo para asumirlo. Hay quien dice que los padres deben cortar esos tabúes de antaño y hablar con sus hijos de esas cosas, pero creo que no hay que olvidar que es bueno compartir experiencias con quien está en la misma situación, para no sentirse un bicho raro, para sentir que eres parte de algo en lo que hay más gente involucrada.


6 comentarios:

  1. No sé qué sería de mi de haber vivido mi infancia y preadolescencia aquí la verdad... En Suiza a los 9 años nos vinieron a dar la primera clase de educación sexual, no recuerdo gran cosa de aquello, creo que se basaba más en protegernos, no con condones aunque sí nos enseñaron el artilugio y nos explicaron para qué servía, sino en el tema pederastia. No está de más que los padres hablen con los críos de esas cosas. Tú lo ves como yo, porque tus padres se comportaron de forma distante, igual que los míos, pero veo a gente que habla con sus padres como si fueran sus amigos y les cuentan casi todo, porque toda la vida lo hicieron así y sus padres han sido más cercanos y no han juzgado de mala manera lo que hacían o dejaban de hacer sus hijos. Para mi es más sana la segunda versión, aunque a veces crea un lazo enfermizo con la familia y salen personas demasiado dependientes de sus papis.

    Antes de los doce ya teníamos un interés desorbitado por el tema, la verdad, yo llegué a ver cosas no en le tele sino en vivo y en directo que daba vergüenza...niñas de 11-12 años que se dejaban manosear por varios niños de la misma edad y que encima se sentian orgullosas porque eso es que interesaban o gustaban...Creo que en las clases de educación sexual solo atendían a la mitad de las cosas...

    La verdad es que me da para una entrada o más...a ver si surge algún día...

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    1. Madre mía, ahí llegaste a ver simulacros de orgías en edad prepúber, jajaja. Lamentablemente se piensa en ocasiones que por hacerse la fácil se va a gustar más y es así, pero solo para un rato. A los hombres nos gustan las presas fáciles, cierto es, pero si son demasiado fáciles de conseguir también perdemos el interés con rapidez, al menos hablo por mí.

      Hombre, lo de los padres tratando el sexo con normalidad desde el principio puede estar bien, pero a mí se me hace sentir incómodo, creo que se me habría hecho incómodo aún el caso de que hubiera sido así desde la infancia. Uno ve a su padre o su madre de una forma diferente a otros hombres y mujeres, aún a sabiendas de que tiene similares características y necesidades

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  2. Mis padres también tienen una enciclopedia de esas setenteras, pero jamás hablamos de esas cosas en mi casa.
    No recuerdo exactamente de qué forma descubrí la movida, imagino que sería viendo alguna revista guarra de alguien, pero sí sé que no me gustó, no creo que a nadie le guste la primera vez que lo ve.

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    1. Ese tipo de cosas si se ven a destiempo pueden ser casi hasta contraproducentes, porque tu cuerpo aún no está preparado para gestionar eso que ves y se puede crear una impresión igual a ver una peli de terror cuando aún no se han desarrollado los mecanismos para saber qué es lo que se está viendo y cómo gestionarlo. No es que me llevara un trauma, pero todo aquello me pareció asqueroso, aún habían de pasar unos años para que cambiara de opinión, jeje

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  3. Mis padres eran nudistas muy jovenes y liberales por lo que en casa siempre se hablado de esas cosas con aparente normalidad, pero aun asi me daba corte hablarlo con ellos debe ser casi natural...
    No se si los padres pueden enseñar algo sobre el sexo a los hijos, lo que si me gustaria a mi enseñarle a una hija si la tuviera son muchas cosas que como mujer se que estamos equivocadas cuando somos adolescentes...
    Son muchas las amigas que pensaban que para conseguir enamorar a un chico debias acostarte con el o para conseguir que te hiciera mas caso o pensara que eras muy madura.
    Que era culpa tuya si no sentias nada una vez lo hacias... y cosas por el estilo...
    No se si conseguiré que si tengo una hija salga despavorida si quiero hablar con ella de eso... pero de alguna manera le haré llegar mi experiencia aunque sea por carta jajaja

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    1. Por el comentario anterior y lo que dices veo que está muy extendido lo de pensar que si te ofreces al hombre tendrás más éxito, que es algo bastante machista aunque desafortunadamente real. En mi colegio también vi eso y esas chicas luego eran mal vistas por las otras chicas, que las llamaban guarras y para los chicos perdían valor una vez que conseguían lo que querían, como los niños a los que les compran un juguete y lo dejan tirado al segundo día. Pero ponerse en plan frígido o cerrarse en banda tampoco es la solución, esos temas son difíciles porque cada uno los ve de una manera según su forma de ser y sus convicciones.

      Yo he conocido mujeres gélidas, con una sexualidad temerosa y huidiza, fruto de una educación conservadora que las ha hecho sentirse mal con sus necesidades y eso me da mucha pena por todo lo que se están perdiendo. También fui criado en algo similar hasta que me pude dar cuenta de lo tonto que estaba siendo, porque rehuir la propia sexualidad y enterrarla al fondo es una tontería y un trauma que nos estamos creando, por eso siempre me interesa más la gente sexualmente audaz, la que no es timorata. Que no es que haya que estar con el sexo 24 horas al día, pero tampoco encerrarlo en un cajón

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