jueves, 27 de junio de 2013

Historias del Metro

Una de las cosas que más me llaman la atención de las grandes ciudades es el Metro, esos trenes subterráneos que cada día transportan a cientos de miles de personas de aquí para allá. Es un lugar en el que uno puede ver cosas de lo más variopinto y en el que se mezclan gentes de toda clase y condición. En mi entrada de hoy hablaré de 3 historias de las que he sido testigo en ese medio de transporte.


El primero de ellos fue a primera hora de la tarde, hace cosa de año y medio. A esa hora solía viajar camino de mis obligaciones acompañado de varios estudiantes universitarios que acudían a sus clases y un grupo de ellos cercano a mí captó mi atención por la conversación que mantenían. Tres chavales hablaban de la película "Garganta profunda" (realizada a principios de los 70, fue la primera película pornográfica moderna, causando un gran revuelo social en su momento) y vacilaban con el tema a dos chavalas que iban con ellos. Una de ellas no había visto la peli y ni corta ni perezosa, la otra le contó con pelos y señales en qué consistía, como si repasara con ella la lección.

En ese momento pude ver como los chavales se quedaban patidifusos y algo acorbadados después de la explicación, en una reacción frecuente en el universo masculino. Acostumbrados a que las mujeres no hablen de sexo en público, nos gusta tratar de escandalizarlas con reflexiones subidas de tono, pero cuando aparece una que no tiene timidez que la refrene nos quedamos de vuelta y media, al menos al principio.

El segundo caso lo ví por la tarde-noche otro día cercano al anterior. En esta ocasión había un grupo de gente joven y estaban todos un poco mustios, a juego con el resto del pasaje del vagón, que volvía a casa sin mucha alegría. Pero entre ellos estaba una chica en silla de ruedas, una chica joven y bastante guapa que no paraba de sonreír en su conversación con los otros. Fue algo que me impactó, porque ella podía ser la que menos motivo tuviera para estar feliz y sin embargo era la más luminosa del vagón. Mientras tanto, el resto de la gente, con aparente buena salud, viajaba con aspecto aburrido. Fue una imagen que me dejó pensativo, sobre cómo a veces no apreciamos lo que tenemos, porque es algo que damos por sentado y hacemos un mundo por cosas que en muchas ocasiones no merecen la pena. Un poco como aquello de que los mendigos no tienen tiempo para ponerse metafísicos porque tienen que pensar cómo comerán o donde dormirán ese día.

Y la tercera situación curiosa ocurrió de noche, cuando volvía a mi casa después de dar un paseo por la ciudad. Enfrente mío iban dos chicas adolescentes, muy alegres y hablando en voz alta, con pinta de ir con una copa de más (y así era). Una de ellas combinaba las gracietas con momentos de inquietud, en los que decía que su madre no podía verla así al llegar a casa, que la iban a prohibir salir más. Me recordó mucho a esas primeras excursiones nocturnas de la adolescencia, cuando tienes que llegar pronto a casa, se sale a las 6 o 7 de la tarde y se vuelve borracho a las 12 o la 1, cuando a los que el alcohol les sienta mal dicen como excusa que han comido algo en mal estado y sus padres son libres de creerlos o no, aún viendo a esos chicos y chicas como hombres y mujeres solo en apariencia física.

Tres historias con su punto de curiosidad que son una pequeña parte de todas las cosas que pueden verse en un vagón del Metro (con pedigüeños con horario de oficina, que están todos los días en las mismas estaciones a la misma hora pidiendo dinero, los que amenizan los viajes con música de todo tipo, las personas concretas que viajan siempre a la misma hora que tú y que te encuentras cada dos por tres aunque vayas ese día más pronto o más tarde). Un mundo tan llamativo y fascinante como los personajes que pasamos por ahí debajo.


11 comentarios:

  1. Buena entrada, me encantan este tipo de historias, la de la chica de la silla de ruedas. Es cierto que hace pensar.

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    1. Muchas gracias. La verdad es que es fascinante ese mundo en miniatura del metro, donde ves actitudes de todo tipo, a chicas que van hablando de sus cosas, unos que van dormidos, otros ensimismados en un punto en concreto y muchos leyendo y oyendo música y cómo a veces te encuentras con determinada gente aunque vayas a otra hora y en otro vagón. Lo más reciente que me ha llamado la atención ha sido anoche mismo, cuando me monté y vi que en el último vagón había un chaval que estaba dando vueltas de un lado para otro de forma obsesiva, él solo en el vagón. No sé si es que estaba nervioso por algo que le había pasado o le iba a pasar o iba puesto o estaba loco. Con las ganas de preguntar me he quedado, jajaja

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  2. Creo que eso tiene que ver con la capacidad que tengamos de ser felices con lo que tenemos a nuestra disposición. Hay gente que tiene muchas cosas a nivel material y no es feliz porque eso no le llena y otros que son felices con cuatro perras porque se contentan con lo que tienen. Imagino que esa chica tendrá momentos en los que desee andar y correr y moverse sola, pero habrá aprendido a ser más feliz con lo que tiene (o que el día que la vi la pillé en un día feliz).

    Ahora la sociedad ha evolucionado y ya no es tan radical que una mujer exprese sus pensamientos sobre sexo, aunque muchos que no deberían por edad se sigan asombrando y escandalizando un poco (imagino que por influencia de lo aprendido en casa). A mí me parece sano, es algo que forma parte de la vida y que por ello no debe ser ignorado ni ocultado.

    Un amigo de mi colegio en aquellos tiempos llegaba siempre borracho a su casa, de hecho se tomaba la última en el portal. Luego cuando lo echaba todo decía que le había sentado mal una palmera que había comido y la madre escogía creerlo, aunque bien sabía lo que pasaba. Creo que en esos casos prefieren mirar para otro lado, que a veces puede venir bien y a veces puede ser fatal

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  3. Si es que los medios de transporte dan para mucho, y observando a la gente es donde más se aprende!! Yo soy más de trenes...En la época que me hacía Barcelona Coruña a menudo, pasaba de todo, desde una señora que se había colado para poder ir a ver a su madre antes de morir en navidad, pasando por unos críos que fumaban porros en los pasillos y te pedían que avisaras si venían sus padres, hasta una borrachera en la cafetería con un chico majísimo que venía de recorrerse medio mundo en barco y su mochila era mínima.

    Tus historias me han gustado, sobre todo la de la silla de ruedas, a mi a veces me dan ganas de ponerme a reir a carcajadas en el metro y espabilar a la gente!!

    Besicos veraniegosss

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    1. Los transportes en general son siempre lugares para ver una buena muestra social, una síntesis de la sociedad. Se aprende mucho sobre un país o una cultura viajando en transporte público y viendo los usos y costumbres de la gente.

      Situaciones surrealistas como las que comentas he vivido alguna que otra, de esas que luego las piensas y parecen fruto de la imaginación por absurdas pero que son reales como la vida misma. Por ejemplo, nunca olvidaré por ejemplo la vez que viajé en una autobús en cuya bodega viajaba un hombre que se quedó ahí porque le cerraron cuando se había metido al fondo para dejar su maleta. Nunca olvidaré la mala leche con la que salió de donde los equipajes y las risas que nos dio a los que estábamos en el bus

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    2. jajajaajja!! me imagino la situación y me estoy partiendo de risa!! Pobrecillo jajaj!!

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    3. El hombre salió jurando en arameo y no le cruzó la cara al conductor de milagro, pero en el autobús estábamos muertos de risa

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  4. Bueno, tampoco hace falta entrar en detalles, con que una mujer diga la palabra "mamada" es como si se hubiera puesto a soplar un silbato esté donde esté.

    Y eso de haber comido algo en mal estado es una excusa tan mala como lo de que el perro se comió tus deberes.

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    1. Sí, lo de mamada es uno de esos términos que en labios de una mujer hace saltar chiribitas en los ojos de los hombres y un "qué vergüenza" en esas mujeres que no cubrieron adecuadamente según que etapas en su desarrollo afectivo-sexual.

      Y la de padres que aún siguen creyéndose lo de que a sus hijos les sienta mal una palmera o un kebab cuando su mirada y sus actos dicen bien claro otra cosa. No hay peor ciego que el que no quiere ver

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  5. Me encantan esos momentos en los que me distrae ese tipo de cosas...algunas veces me dicen que si estoy enfadada porque no hablo, pero es porque estoy observando y escuchando el mundo. Lo de las chicas hablando de sexo me hace gracia, me gustaría ver a más de uno en una de esas cenas de chicas que hacemos unas amigas y yo, más de uno saldría en estado de shock. Yo ahora me corto mucho según quién esté delante porque ya he visto que hay a gente (hombres sobretodo) a la que le parece feo feo que una mujer hable tan alegremente de eso que solo conocen los hombres...en fin...
    Lo de la chica en silla de ruedas, haz memoria, seguro que hubo un partido importante de futbol y perdió españa. Es que me lo estoy imaginando y al ver un vagón tan mustio consideraría ese hecho, sino de qué? Y claro a una persona en silla de ruedas le importa un pito que pierda o gane españa. (así monto yo mis películas cuando estoy "observando el mundo)
    La última historia me recuerda a una conversación en el autobús, dos adolescentes, una que decía "yo le robo siempre una pastilla de neobrufen a mi madre antes de salir, me la tomo y así el alcohol se me sube antes"...sin comentarios. Las tonterías que se llegan a hacer de joven!

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    1. Lo de las mujeres hablando de sexo siempre ha sido muy inquietante para los hombres, porque se supone que ese es su territorio, como el soltar tacos y jugar al fútbol y por eso se sienten tan incómodos cuando es una mujer la que toma la iniciativa. Yo he estado en grupos de mujeres cuando se han soltado con el tema y ellas hablan de eso sin tapujos y con mucha más audacia que ellos, solo que sin darse tanto pavo como los hombres. Personalmente, a mí siempre me han interesado las mujeres que son capaces de hablar de su sexualidad sin problemas, por conocer más de su punto de vista y por saber quitarse de encima el tópico ridículo de que la que habla de sexo es una guarra, estimulando insanas conductas monjiles y reprimidas.

      Pues ese día no había partido, así que por España no sería, a mí tampoco me cambia el día que gane o pierda un equipo, como bien decía mi abuelo "eso no te va a dar de comer". Me llamó la atención la contradicción entre la alegría de la chica y cómo todos estaban con el típico espíritu mustio de martes o miércoles de invierno por la noche, como perdidos en la mediocridad. Claro que está por ver si ese día le había coincidido alegre a la chica y no solía ser su estado habitual, que la primera impresión a veces engaña

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