jueves, 6 de junio de 2013

Dar la llave a los demás



En los últimos días he estado reflexionando sobre nuestra capacidad para abrir el corazón a los demás. Un servidor siempre ha sido muy tímido, con reservas al contacto con otras personas por pura inseguridad, por pensar que me tomarán por alguien digno de ignorar. Reconozco que esta sensación la tenía más acentuada de pequeño, cuando aún no había madurado lo suficiente para darme cuenta de la estúpida burbuja en la que me hallaba.

Como ya he comentado alguna vez, cumplida la mayoría de edad salí de casa y por fuerza tuve que tratar con bastante más gente que la que había ocupado mi vida durante todos los años anteriores. De este modo aprendí a socializarme, a charlar con éste o aquel y a ir puliendo mi trato con los demás. El caso es que así he tenido la oportunidad de conocer a gente de todo tipo: buena gente, gente insustancial, gente fascinante, gente rara o gente despreciable.

Abrir tu alma a los demás nunca es fácil y hay gente que mantiene un gran hermetismo hasta con sus seres queridos. Prefieren seguir la corriente o tirar de lugares comunes antes que mostrarse como son realmente. Sólo el trato continuado y un poco de suerte puden darte acceso a su mundo, con resultados que en muchas ocasiones pueden ser sorprendentes por inesperados. No son pocas las personas en apariencia frías que esconden un volcán en su interior.

Luego tenemos el tipo de lo que se expresan como un libro abierto, mostrando varios aspectos de su personalidad. En este caso, puede esconderse también alguien hermético que usa esa sociabilidad como envoltorio y que esconde un montón de cosas en su interior, pero que las disfraza con banalidades y lugares comunes para no exponerse demasiado. Éstos también suelen darte sorpresas cuando escarbas un poco más y ves un dolor o una maldad oculta, según la subespecie.

¿Por qué tantas veces es más fácil abrirse y confesar cosas personales a un desconocido que a alguien que frecuentamos a menudo? Supongo que porque es más fácil contar determinadas cosas a alguien con quien no tienes nada que ver, que no te va a pasar factura de lo que hagas o digas. La parte triste es que eso demuestra que la gente con la que tratas no te merece la confianza suficiente como para confesarte con ellos.

Por todo ello siempre es una bendición tener a alguien a quien poder dar la llave de tus confidencias, sabiendo que nunca utilizará tus confesiones para hacerte daño. Al mismo tiempo, es estupendo cuando llegas a ser el confesor de alguien, eso demuestra que para esa persona tú mereces toda su confianza. Que es alguien que no tiene problemas en darte la llave de su mundo interior y eso siempre lo siento como un privilegio, porque ese es un lugar al que no todo el mundo llega.

5 comentarios:

  1. Cuando leí el título de tu post, entré corriendo a leerlo, por que yo estos días ando con la mista tesitura pero literal!! Estoy sola en esta ciudad y no se a quién darle las llaves... por si se me quedan dentro, que ya me pasó una vez y al final me la abrió un vecino con una tarjeta!!.

    En cuanto al tema en cuestión decirte que yo parto de la base de que se puede confiar en todas las personas hasta que me demuestren lo contrario. La mayoría de las personas tienen mejoras cosas que hacer que andar jodiendo la vida a los demás. Creo que nos complicamos mucho la vida y que muchas cosas dejan de ser importantes una vez las sueltas por la boquita!!

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    1. Jajaja, hablo de llaves, pero de las que abren otras puertas más intangibles. Lo malo de esas anécdotas con llaves es cuando tienes que recurrir al cerrajero y te cuesta un ojo de la cara.

      Hay cosas que en cuanto las verbalizas y las expresas aprecias la falta de significado que tenían o lo mucho que se habían sobrevalorado, es muy cierto. Para lo de confiar reconozco que soy un poco más receloso, que no me abro de buenas a primeras si no veo un terreno propicio, a gente que intuya digna de confianza

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  2. Sí, es una contradicción curiosa esa intimidad tan fácil con alguien a quien conoces de hace poco y ese guardarse las cosas con los que se conoce desde hace más tiempo, influida porque con el desconocido no hay miedo a perder. Y a veces el consejo del desconocido, aún sin que nos conozca, puede ser de lo más valioso, puede que dé justo en el blanco

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  3. "—No sé qué me ha pasado. No te ofendas, pero a veces una se siente más libre de hablarle a un extraño que a la gente que conoce. ¿Por qué será?
    Me encogí de hombros.
    —Probablemente porque un extraño nos ve como somos, no como quiere creer que somos."

    Tu penúltimo párrafo me ha recordado a esta parte del libro de la Sombra del viento. Y es cierto, que un extraño nos puede ver como realmente somos, no tiene ningún impedimento en decirte la verdad, aunque sea cruel.

    Y por lo demás... es difícil confiar si tienes miedo, el miedo te estanca siempre en una incertidumbre pesada y agónica, aunque luego sepamos que la única manera de ser feliz es confiar, pero hay que tener cuidado.

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    1. El miedo es lo que más nos atasca y contra lo que tenemos que luchar constantemente, porque es un enemigo incansable que nos derrota en cuanto nos despistamos.

      Yo sigo siendo tímido y por eso sigo siendo reservado de buenas a primeras, trato de saber si la persona a la que acabo de conocer vale la pena y puedo sincerarme con ella. Cuanto más me sincero más muestro mi confianza y por eso agradezco cuando lo hacen conmigo

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