jueves, 12 de marzo de 2015

La elegancia según Marc Giró

Ya he hecho notar alguna vez las consecuencias del paso del tiempo en nuestros caracteres, desde lo más importante a lo más banal, de manera que hay tantas cosas que en su momento nos parecían un mundo y tiempo después se nos antojan irrelevantes. Y en mi caso una de ellas es la televisión, de la que fui gran consumidor en mis años de infancia y adolescencia y que a día de hoy no representa más que un mueble al que rara vez recurro, tan solo cuando quiero ver algún DVD. De más pequeño, al no tener actividades extraescolares y unos deberes que tampoco me llevaban mucho tiempo, podía ver la televisión durante buena parte de la tarde y principios de la noche, tragándome programas de todo tipo, ya fueran informativos, concursos, series, partidos, películas o incluso anuncios, de los que me aprendía las músicas y los eslóganes. Todo eso cambio en mi primer año universitario, cuando recalé en un colegio mayor religioso que prohibía la televisión y la tenía cerrada bajo llave para abrirla únicamente en las horas del telediario o cuando había un partido de fútbol de cierta relevancia, para que no nos distrajéramos de nuestros estudios ni viéramos contenidos “inapropiados” (tal era así que la apagaban en las pausas publicitarias para evitar los anuncios donde se vieran besos o actitudes sensuales, del mismo modo que hacían con las páginas del periódico, cortando las zonas donde debía aparecer alguna modelo en pose sugerente), tan ridículo como se pueden imaginar para unos chavales de 18 años en los albores del siglo XXI, me pregunto cómo harán ahora para censurar tal cantidad de ventanas como las que hay (móviles, tabletas y derivados) para ver esos contenidos “inapropiados”.

El caso es que de todo lo malo se puede sacar algo bueno y de aquella censura absurda saqué la capacidad de aprender a vivir sin mis horas diarias de televisión y noté que tampoco se estaba tan mal, tenía más tiempo para leer o pensar en mis cosas. Tras el año en aquella residencia me fui a un piso y recuperé la oportunidad de ver la televisión, pero aquello ya no era tan absorbente y no sentía la misma necesidad de antaño, era una especie de adicto rehabilitado. Con los años fui reduciendo cada vez más la dosis hasta el punto actual, en el que solo enciendo el aparato para ver películas o series en discos, sin aguantar anuncios. Sin embargo, alguna vez me asomo a algún programa que puede interesarme por algún contenido, aunque ahora lo hago a través de Internet, donde es fácil encontrar las emisiones de las grandes cadenas y puedes verlas a tu gusto, marchando directamente a lo que quieres ver y cuando te apetezca verlo. 

Y en esas emisiones a veces se encuentra uno con algún feliz descubrimiento, como el que me ha pasado a mí con un colaborador habitual del programa “En el aire”, que presenta Andreu Buenafuente en La Sexta. De ese programa suelo ver las entrevistas y hete aquí que un día, hace poco, en el apartado de vídeos relacionados aparecía uno de un tal Marc Giró que ponía a caldo el fenómeno “50 sombras de Grey” y allí que fui a verlo, encontrándome esto.


El tal Marc Giró es uno de los colaboradores del programa y por lo que he podido ver, se dedica a analizar los aspectos de la elegancia en nuestra sociedad, a la vez que comenta con desenfado los fenómenos de la cultura pop. El caso es que Giró me ha gustado con su tono verborreico y petardo y ha conectado con esa parte mía a la que le gusta una patochada bien hecha. Así que me he visto algunos vídeos más y aquí les dejo algunos ejemplos.







Estas intervenciones no van a cambiar el pensamiento de la civilización occidental, pero cumplen muy bien su labor de hacer pasar un rato divertido hablando de esas pequeñas cosas que encontramos en nuestro día a día, ensalzado por esa manera inquieta de expresarse que tiene Giró, al que se le agolpan las palabras en la boca y ya está empezando la siguiente antes de terminar la anterior. Uno de esos estilos que puede llegar a saturar, pero que a mí me divierte.

6 comentarios:

  1. Yo también veía mucho la tele de pequeña, porque tampoco tenía demasiados deberes. Con el paso del tiempo dejó de interesarme la caja tonta, como la he llamado durante años. Si quiero ver una película, las paso al pendrive y lo pongo en la tele, para evitar anuncios. Lo de la censura también la he vivido yo.

    Gracias por los videos de Marc Giró. Qué crack!

    Saludos!

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    1. Yo a estas alturas cuando a alguien que se pone a ver una película cuando la echan en televisión me hace gracia, porque con los medios que hay para ver cualquiera de ellas como y cuando quieras resulta curioso que los haya que esperen para verlas con cortes publicitarios. Imagino que son viejos hábitos difíciles de cambiar, como los que se resisten a dejar de ver las pelis dobladas.

      Un saludete

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  2. Es gracioso el muchacho, para qué negarlo. Y me simpatiza tanto como a ti.

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    1. Pues mira, aquí te dejo su última intervención hasta la fecha, con motivo del día del padre y la educación de los hijos www.youtube.com/watch?v=QeFzqwj_bw0

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  3. Yo la tele ya sólo la veo cuando estoy comiendo o cenando, momento en el que me pongo Boing y veo Hora de aventuras o lo que pongan. Las series las veo en el ordenador, sin anuncios, y las pelis igual.

    A este hombre le conozco gracias al APM (que también veo en el ordenador). Muchas veces ponen cortes con sus intervenciones, es un tío un tanto exagerado y chillón, pero no me disgusta. Quizá porque le veo sólo en pequeñas dosis.

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    1. Sí, supongo que es lo mejor para catar su particular estilo sin saturarse, hacerlo en pocas dosis.

      Mira que hay canales en la tele, pero cada vez que he ido a casa de mis padres, que es el único momento donde veo televisión al modo tradicional, me he encontrado con la mayoría de canales en anuncios simultáneamente. Y además cortes bastante traperos de poner 3 minutos de anuncios, volver un minuto y cortar 7 minutos más, quizá para que legalmente no se diga que han metido 10 minutos seguidos por las buenas. Cosas que me dejan claro que no echo de menos ponerme delante de una televisión para ver los pocos momentos que quedan entre anuncios

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