lunes, 2 de marzo de 2015

La vida de los otros

Hace unos años se estrenó con gran éxito una película alemana llamada "La vida de los otros", que contaba una historia ambientada en la Alemania comunista (irónicamente llamada República Democrática de Alemania) en los tiempos de la Guerra Fría. Un gris funcionario de la Stasi (el servicio secreto) debía vigilar a un escritor sospechoso de realizar actividades contrarias al régimen, algo que en el caso de las dictaduras, sean del signo que sean, siempre ha sido cualquier cosa que mostrara un mínimo desacuerdo con lo que los ciudadanos deben pensar. El vigilante es un hombre respetado en su trabajo, pero también un inadaptado social que solamente vive para su labor de espía, lo que hace que su vida personal sea muy triste. Lo destacable de la película es que vaya más allá de las estructuras del thriller de espionaje para ofrecernos un magnífico retrato psicológico de este hombre que solo sabe vivir las vidas de otros.
 
 
Hay quien podrá pensar que este hecho solo afecta a los pocos que puedan dedicarse al espionaje, pero lo cierto es que vivir las vidas de otros es un fenómeno cada vez más extendido con el auge de las nuevas tecnologías y formatos televisivos. Hace poco oí comentar que una gran cantidad de jubilados se habían quejado de que pudiera llegarse a suprimir el programa "Sálvame", ese programa que habla de lo venga en gana en horario infantil y que parece ser que es fuente de entretenimiento para personas de edad avanzada que no tienen otra cosa mejor que hacer o que no pueden salir de casa y recurren a ese tipo de divertimentos. Y jubilados son parte del público que devora con fruición los reality shows de turno, aunque para esos programas la franja de edad se amplía a otros sectores. Yo conozco gente de mi edad que no se pierde un reality y se defiende argumentando que le interesan las historias que puedan vivir los participantes, más allá de que puedan estar provocadas y bien guionizadas.
 
 
 
Tradicionalmente, la literatura ha sido la fuente de entretenimiento para esas almas deseosas de conocer otras historias que les distrajeran de su poco interesante realidad o para conocer otros puntos de vista con los que llegar a identificarse si los sucesos de ficción eran los mismos que padecían. Pero ahora mucha gente ha cambiado la lectura por la visión de estos programas que montan su propia novela, algo que también se ha extendido al mundo del deporte, especialmente el fútbol, donde cada día es un capítulo más en un folletín de pasiones, éxitos, fracasos y envidias que no parece tener fin.
 
Las nuevas tecnologías también han puesto algo de su parte en ello y ahora mismo es facilísimo ser observador de la vida de otras personas, o al menos de la vida que nos ofrecen, que no siempre se corresponde con la real. Del mismo modo que los espiados fingían en función de los espías, muchos fingen en función de su público en las redes sociales y así vemos perfiles de gente donde solo la sonrisa tiene cabida, queriendo parecer personas positivas aunque haya días en los que se mueren por dentro. Un hecho que a mí me pone de mala leche, porque no deja de ser una forma de publicidad, de vender algo que no es del todo cierto porque no hay nadie en el mundo que sonría a todas horas y el que lo hace está trampeando.
 
 
Por todo ello, cualquiera de nosotros puede ser ese espía que sea testigo de las experiencias ajenas y que al mismo tiempo no mantenga ningún vínculo con ellas. Yo mismo tengo de contactos a personas a las que hace años que no veo y que no estoy seguro de si algún día volveré a ver, a otras a las que nunca he visto y a las que probablemente nunca conozca más allá del entorno digital y también a aquellas a las que quiero ver y las que me tengo que conformar con tratar digitalmente a salto de mata, cuando las voluntades se aúnan. Y sinceramente, me produce mucho vacío sentirme a veces como el protagonista de "La vida de los otros", limitándome a observar a otros como si fueran personajes de una historia ajena a mí, en la que yo no participo o solo lo hago de forma limitada y ocasional. Para ello trato de no demorarme mucho en navegaciones poco fructíferas, pero a veces no queda otro remedio si quieres hablar con alguien que no te contesta el teléfono y que indirectamente te culpa por no ser parte de ese sistema que nos permite tener 100 conversaciones simultáneas por mensajería instantánea. Conversaciones de nada, pues no se puede hablar de forma auténtica con varias personas al unísono por mucho que algunos crean que pueden hacerlo, como se ven capaces de estar contigo cara a cara mientras mandan mensajes a otros que no están ahí presentes, manera magnífica de faltar al respeto y cumplir de ese refrán que dice que "no se puede estar en misa y repicando".
 
 
Por ese mal uso de los avances muchos tenemos la sensación de estar en un mundo cada vez más comunicado y más solitario, donde las conversaciones cara a cara, sin hacer nada más, empiezan a ser vistas por otros como una antigualla y una forma de perder el tiempo, pudiendo estar hablando con 100 personas en vez de solo con una. Será por eso que se den esos casos paradójicos de gente que busca los realities por tratar de buscar una conexión con otros al tiempo que desdeña el contacto con ese pesado que le está llamando por teléfono. Un modo de construirse una realidad a la carta alejándose de la realidad cercana, viviendo la vida de los otros mientras cree estar construyendo una vida propia.
 
 

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