miércoles, 11 de junio de 2014

"X-Men. Días del futuro pasado" y "Dos madres perfectas". Creando su propio mundo

"No es su dolor lo que temes, es el tuyo. Y tan espantoso como puede ser, su dolor te hará más fuerte si te permites sentirlo. Abrazarlo. Te hará más poderoso de lo que nunca has imaginado. Es un don tan grande que tenemos que soportar el dolor sin rompernos y eso nace a partir del poder más humano: esperanza. Por favor, Charles, debemos tener esperanza de nuevo. "




“Confía en algunos, teme al resto” era el eslogan de “X-Men”, la primera adaptación al cine de los personajes conocidos por estos lares como “La Patrulla X”, una serie de mutantes con poderes que los convierten en seres superiores al resto de los humanos y al mismo tiempo los convierten en apestados sociales. Hablaba el otro día de recuerdos sobre lo que sucedía el día de mi 18 cumpleaños en el año 2000 y fue precisamente en ese mismo año, unos meses después, cuando llegaba a los cines la primera aventura cinematográfica de los mutantes. Yo había conocido a los personajes del mismo modo en que conocí a Spiderman, en una serie de dibujos que daban en la televisión en las mañanas de verano y me llamó la atención la apariencia que les habían dado para el cine, lejos de esa versión a la que me había acostumbrado y que provocó no pocos comentarios por parte de los fans de los cómics creados por Stan Lee y Jack Kirby.


Dirigía la película Bryan Singer, un director al que por entonces aún no conocía, pero que había saltado a la fama por películas como “Sospechosos habituales” y “Verano de corrupción”. Un Singer que no ha tenido tapujos en reconocer su homosexualidad y decir que lo que más le interesa de estos mutantes es el paralelismo que tienen con tantos gays que deben esconder su condición y que sufren rechazos cuando salen a la luz. 


Llegó el día del estreno y fui a mi cine más querido, el que tenía a apenas 5 minutos de mi casa y en el que había ido creciendo como espectador, viendo películas como “Gremlins 2”, las dos primeras partes de las Tortugas Ninja, “Parque Jurásico”, “Titanic” o “Gladiator”, entre muchas otras, hasta su cierre en 2002. Uno de esos cines que ponía fotogramas de la película por los pasillos para que te hicieras una idea de lo que ibas a ver, cuando Internet era todavía una quimera para el público de a pie. Vi la película y no salí desencantado, aunque tampoco demasiado satisfecho, no me había llenado tanto como otras experiencias en aquella misma sala. Lo que más recordé fue el personaje de Mística, esa mujer azul que pasea su cuerpo desnudo y lleno de escamas a la espera de convertirse en cualquier otra persona para lograr sus fines. Estaba en plena ebullición adolescente a mis 18 años y esa visión de una mujer dura y sensual captó mi atención de una manera morbosa, provocando atracción y rechazo a la vez, gracias también al trabajo de la modelo y actriz Rebecca Romijn, a la que tampoco conocía hasta entonces.


La película fue un éxito en todo el mundo y supuso un gran trampolín para actores entonces desconocidos para el gran público como Hugh Jackman e Ian McKellen, que con sus papeles de Lobezno y Magneto se lanzaron a la fama y han quedado en la memoria del espectador (aunque McKellen es ahora más recordado por haber sido Gandalf en todas las películas sobre el universo de “El señor de los anillos”. Además puso en liza una edad de oro de los superhéroes de cómic en el cine y poco después llegarían a las pantallas tantos y tantos otros, que hoy siguen poblando las carteleras. De los X-Men hubo dos secuelas más (que yo vi en la ciudad donde pasé mis años universitarios en dos cines diferentes, también cerrados ya), dos películas para el personaje de Lobezno que es mejor olvidar y un reinicio o “reboot” con “X-Men. Primera Generación” hace 3 años, en las que los personajes eran encarnados por actores más jóvenes y no demasiado conocidos, aunque prometedores y que ahora son bastante más populares, como Jennifer Lawrence (la joven Mística), Michael Fassbender (el joven Magneto) o James McAvoy (el joven Xavier), como se había hecho en la primera vez. Una película excelente y que para mí es la mejor que se ha hecho de los mutantes.



Estos días he revisado las películas de los mutantes para refrescar la memoria y me ha vuelto a llamar la atención esa primera “X-Men” del año 2000, que vista hoy día parece un episodio piloto de alguna serie de televisión, con unos efectos especiales algo pasados de moda y una duración de apenas hora y media, algo desacostumbrado para todas las cintas de superhéroes que se hacen hoy día, que parecen tener prohibido durar menos de dos horas. Es una película de apariencia sencilla, modesta, como temerosa de querer ser más grande de lo que merece y eso y los recuerdos que me trae le dan un especial encanto. Ahora se ha estrenado “X-Men. Días del futuro pasado”, que ha contado con el regreso a la dirección de aquel que lo empezó todo, Bryan Singer, además de la reincorporación de actores que ya habían dejado de aparecer, mezclados con los que los interpretaron de jóvenes en el reinicio de hace tres años.



En "Días del futuro pasado", los X-Men luchan por la supervivencia de la especie en una guerra que se desarrolla en épocas diferentes. Para ello, los mutantes deberán unificar sus fuerzas dejando a un lado sus enemistades. Trask Industries, la empresa liderada por Bolivar Trask (Peter Dinklage), ha creado a los Centinelas, gigantescos cazamutantes que están causando numerosas bajas. Tan sólo viajando en el tiempo podrán impedir la masacre que se avecina, algo que hará Lobezno (Hugh Jackman) desplazándose a los años 70 y tratando a los jóvenes mutantes para impedir su destino.


Tras el buen sabor de boca de “X-Men. Primera Generación” dirigida por Matthew Vaughn (“Kick Ass”, Bryan Singer vuelve a ser el director de una saga de la que dirigió los dos primeros episodios antes de hacer otros proyectos como la fallida “Superman Returns”, la interesante “Valkyria” o la desastrosa “Jack el cazagigantes”. En esta ocasión ensambla los dos repartos de mutantes en una historia que habla de la destrucción a la que están siendo sometidos por su condición y la necesidad de ir al pasado para cambiar el triste futuro. Singer vuelve a las habituales disquisiciones sobre la diferencia de los mutantes y el estigma al que son sometidos y con las ideas contradictorias de los que están con Xavier y optan por la vía del diálogo para la integración y los que acompañan a Magneto, dispuestos a ganarse el respeto aunque sea infundiendo temor. Todo ello tratando de seguir las líneas trazadas en las anteriores películas aunque al final haya agujeros sin tapar y cosas modificadas sobre la marcha. Además, lo bueno que tienen estos viajes al pasado en las películas es que cambian lo que pasa en el futuro, así que la película deja campo abonado para más peripecias de los mutantes, la próxima de las cuales llegará en 2016.


Lo que más me ha gustado de la película es el retrato del joven profesor Xavier, que no es el hombre pragmático y optimista que hemos conocido. Está lejos de ser ese maestro zen de los mutantes y se halla en una situación de sufrimiento por la pérdida de movilidad en sus piernas y los ideales frustrados de integrar a los mutantes en la sociedad. No se siente capaz de aguantar el dolor ajeno y de encabezar una misión para la que no se ve preparado, aunque deberá poner a los mutantes en marcha si no quiere que éstos acaben siendo exterminados. Mi escena favorita es aquella en la que aparecen juntos James McAvoy y Patrick Stewart, hablándose como el profesor Xavier del pasado y el del futuro y tienen un emocionante diálogo sobre la esperanza, parte del cual reproduzco al principio de la entrada. En lo que respecta a la acción, hay que destacar la parte en la que Magneto es liberado de su prisión en el Pentágono por parte de Quicksilver, un hombre que se mueve más rápido que ninguno y que da lugar a un par de escenas muy conseguidas en las que se combinan acción y humor.



Con todo ello, el filme está narrado con pulso, bien interpretado, es interesante y se deja ver, aunque precisamente su principal defecto es la sensación de “dejá vu”. Si en las anteriores películas se exploraban nuevos detalles en cada una, en esta ocasión queda un regusto a remezcla, a refrito de todas ellas, que hace a la película disfrutable, pero no memorable más allá de las secuencias ya mencionadas.


En un orden muy diferente, aunque quizá no tanto, se inscribe la otra película que quiero comentar, “Dos madres perfectas”. La historia de dos mujeres que por amor deciden pasar por encima de las convenciones sociales.



“Dos madres perfectas” está dirigida por la luxemburguesa Anne Fontaine, autora de películas como “Nathalie X” o la cinta sobre Coco Chanel que protagonizó Audrey Tautou y adapta el relato “Las abuelas” de la escritora ganadora del Nobel, Doris Lessing, en un proyecto que además está producido por Naomi Watts, una de las protagonistas. El eje de la historia es la amistad entre los personajes de Lil (Naomi Watts) y Roz (Robin Wright), amigas desde la infancia, que han crecido juntas y que ya pasados los 40 años viven al lado una de la otra, en un idílico paraje junto al mar en la región australiana de Nueva Gales del Sur. Roz vive con su marido y su hijo adolescente y en la casita de al lado está Lil con su otro hijo de la misma edad, aunque en su caso no hay hombres en su vida ya que enviudó años atrás. Todos ellos guardan una cordial relación que se verá desequilibrada cuando el marido de Roz se traslada a vivir a Sidney por motivos de trabajo, algo que no es visto con buenos ojos por su mujer y su hijo, que no están muy por la labor de dejar el lugar. Poco después, Roz comienza la relación con el hijo de Lil, ya en la edad de sentirse atraído por el otro sexo y que acaba poniendo sus ojos en la mejor amiga de su madre. Ella se resiste pero finalmente accede y su amiga no tardará en darse cuenta de la situación, lo mismo que el hijo de Roz. Y así no pasará mucho tiempo hasta que el hijo de Roz haga lo propio y seduzca a Lil, que se deja llevar, en el caso del joven y de la viuda para hacer lo mismo que aquella persona que ha sido su amiga toda la vida y con la que ha vivido todo. 


Fontaine y el guionista Christopher Hampton (“Las amistades peligrosas”, “Expiación”) proponen un curioso panorama en el que la amistad se lleva al límite de compartirlo todo, los hijos comparten a las madres y las madres a los hijos, después de que todos ellos hayan crecido juntos y se sientan como una suerte de familia, con sus propios códigos. De esta manera, todos acaban aceptando la situación y viven con ello sin problemas, alejados como están del resto del mundo, sin temor a verse juzgados por los demás. Ese es el apunte más interesante del relato, esa plasmación de la maternidad llevada al extremo de dejar al hijo en brazos de la amiga y esa amistad entre las dos mujeres como una necesidad de una de vivir todas las cosas que vive la otra, como si fueran un único organismo que no admite diferencias. Aunque el idílico plan en el que viven no tarde en resquebrajarse cuando los hijos crezcan y empiecen a conocer a otras personas que les alejen de ellas.



Sin embargo, a pesar de estas inquietantes connotaciones, a la película le cuesta levantar el vuelo con un aire en ocasiones más telefilmero que perturbador, que hace pensar en lo que podría haber dado de sí la trama en manos de un director más audaz, además de que los actores que hacen de hijos de las protagonistas resultan bastante limitados. Por su parte, Robin Wright y Naomi Watts hacen un buen trabajo como esas madres cuarentonas que han creado entre ellas un lazo incluso más fuerte que el que tienen con sus hijos, que ante todo se tienen a ellas, con esa mezcla de entrega y competitividad que he observado tantas veces en la amistad femenina.


Dos películas que hablan sobre seres que se han creado su propio mundo por temor a las críticas del resto y que han decidido vivir la vida según sus propias creencias, aún a sabiendas de sus propias limitaciones.

4 comentarios:

  1. También a mí me parece mejor "X-Men Primera generación" y es verdad que la nueva deja un regusto a deja vu. A medida que pasan los días va perdiendo puntos en mi cabeza. Pero precisamente lo que menos me gustó fue el rollo depresivo de Xavier, y esas inyecciones para que pudiera andar... aún así creo que cumple su cometido (especialmente si tienes en mente la última de Lobezno), pero no creo que sea la maravilla que todo el mundo dice.

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    1. Creo que es el principal añadido que se hace a lo ya visto en las otras pelis y a mí me convence, el profesor X siempre ha sido un personaje que me ha gustado mucho y me moló sentirme identificado con él en sus momentos de dudas sobre las cosas. La película es decente pero también fácil de olvidar, no es la mejor de las que han hecho de los mutantes

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  2. De las de X-Men no he visto ninguna, pero he leído bastante críticas que recomiendan esta última, así que igual es cuestión de ponerse al día.
    Sobre la segunda, ¡vaya líos! Quizá si no vivieran en su propio mundo, como tú comentas, no tendrían lugar esas situaciones.
    ¡Qué observador en cuanto a lo de la amistad femenina! Es bastante cierto. Y aunque en mi grupo de amigas lo he percibido, pensaba que era algo concreto. Pero es verdad que, en cierta manera, se generaliza.
    Un saludo

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    1. Sí no has visto ninguna te recomendaría verlas desde el principio, porque si ves esta última directamente entenderás la trama pero te perderás muchos guiños al resto de la saga.

      Lo de la amistad femenina lo he visto en mujeres de todas las edades y es algo que se repite también en los vínculos familiares, sobre todo en hermanas. En mi propia familia lo tengo visto de hace años, con mi madre y mi tía que siempre están con el rollo amor-odio. La pasión y la entrega son mayores que entre los hombres, para lo bueno y para lo malo

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