jueves, 11 de julio de 2013

Ideas y actitudes periodísticas

Estos días se habla mucho de las cosas que hace Televisión Española, que pasa de puntillas en sus informativos sobre los escándalos que afectan al partido que gobierna y mientras tanto emite noticias sobre la forma de vestir de las chicas y otras de carácter buenrollista que ocultan un sentimiento conservador, sobre gente que supera la crisis, para vender la imagen de que no estamos tan mal. Para aliviar a aquellos que puedan tener la tentación de echarse a la calle para correrles a gorrazos a los que mandan. A mí eso no es algo que me sorprenda, me parece coherente que ese medio sea la voz de su amo, como lo son todos. Otra cosa es que nos lo traguemos todo tal cual, eso es lo preocupante, esa falta de espíritu crítico con lo que vemos, de no contrastar las cosas que nos dicen. Porque cuando sólo se atiende a una fuente es muy fácil contaminarse de ideas que pueden ser falsas, que son expuestas porque a la empresa les interesa contarlas de ese modo. Por eso en todas las dictaduras lo primero que se hace es secuestrar la información y solo dar la versión “oficial” de lo que pasa, para que la gente coma de la mano y no se sobresalte. Por eso dan tanto miedo a los grandes poderes los espías de turno que revelan secretos de Estado, porque destruyen esa ilusión de que todo el mundo es bueno y los malos son los otros.


Como he comentado alguna vez, en mi juventud había cosas en las que era muy ingenuo y en las que todavía tenía que aprender. Pero recuerdo cuando en la facultad nos contaban aquello de que el periodista debía siempre contar las cosas con objetividad, mostrando la menor opinión posible y a mí ya entonces me daba la risa floja por tener que estar oyendo esos cuentos chinos que no se creía ni el que los contaba. Eso es algo que igual se estilaba hasta hace unos años, lo de no editorializar mucho los hechos noticiosos, pero hoy día si abres cualquier periódico, en papel o digital, todo vienen a ser crónicas de lo que sucede, con el que las firma mojándose a base de bien. En los informativos de radio y televisión pasa un poco lo mismo y ya es complicado encontrar a un busto parlante que no exprese algún tipo de opinión. Y creo que nadie que tenga un poco de sentido se traga aquello de la objetividad, porque a estas alturas ya todos sabemos de qué pie cojea cada medio informativo.

Yo trabajo actualmente para uno que, en palabras de sus propios directivos, se dirige a un público de ideología de centro-derecha (cuando vean eso de centro-derecha piensen en que “centro” es un eufemismo) de entre 35 y 55 años, porque a la gente más joven no les interesa mucho el producto y a la gente mayor de 55 sí que les interesa más, pero son viejos y consumen poco, así que para captar anunciantes no es el público más apetecible por su gran especialización (vean los anuncios de otras empresas de “centro-derecha”, con adhesivos para dentaduras postizas, métodos para no caerse en la ducha y pérdidas de orina). Este perfil de audiencia la tienen todos los medios, porque todos se dirigen a ese nicho en el que sienten que son más apreciados y en el que pueden sacar más rendimiento publicitario. Hasta ahí todo comprensible, no creo estar descubriendo nada muy novedoso.

Lo que me llama la atención cuando comento a gente que se mueve fuera del ámbito de los medios de comunicación que trabajo en un medio de “centro-derecha” son las bromas y comentarios. Sobre si todo el mundo en la empresa es conservador o rezan el Rosario en trabajo y yo siempre comento que eso depende de cada uno, porque hay medios de corte más progresista donde trabaja gente muy conservadora y medios más rancios en apariencia y donde hace su labor gente de lo más liberal. Hay infinidad de casos en los que te encuentras trabajando en una empresa cuyos ideales no compartes, porque en este oficio, como en muchos otros, trabajas donde te dejan, no necesariamente donde te apetece. Por eso es un error meter en el saco a todos los trabajadores de una empresa periodística cuando su línea editorial te parece repulsiva, porque eso siempre son órdenes de arriba con las que tienes que comulgar si no quieres verte en la calle. Por eso me da pena cuando a un reportero de tal medio le zarandean e increpan en concentraciones de gente contraria a las ideas de la empresa a la que pertenece, porque ese periodista zarandeado no es más que un chico de los recados, un soldado al servicio de generales que dictan las guerras sin salir de su despacho.


No es que pretenda dar una visión cínica del mundo informativo, simplemente creo que deberían tenerse en cuenta una serie de razones antes de interpretar una información, saber cuáles son las características del medio que la ofrece y que pretensiones tiene, fomentar un espíritu crítico en lugar de tragárselo todo tal cual, que es más cómodo pero más empobrecedor. No puedo evitar sentir entre risa y lástima cuando veo a alguien enfadarse por lo que cuentan en una noticia, quedándose solamente en lo contado y sin fijarse en el subtexto, en lo que no se cuenta o lo que se cuenta como muy por encima. Eso es lo que deberían haberme enseñado aquel día en el que me contaban aquellas cosas tan bonitas sobre la objetividad, que es como seguir hablando de los Reyes Magos a chavales de 18 años.

Por cosas así es por las que este mundo es tan fascinante, tan bonito a veces y tan miserable en otras ocasiones. Un mundo que es acusado de manipulación y con razón, con creadores de opinión que gustan de soltar chorradas para crearse un personaje provocador y borde que les permita vivir como tertulianos, porque siendo más imparciales nadie se iba a quedar con su nombre. Porque muchos intentan meter mano en lo que se cuenta para que se adapte a sus intereses y pregonan cosas que ni ellos mismos hacen (sé de muchos periodistas consolidados que van de adalides de la igualdad y del control en el gasto público y tienen hasta un chófer que les lleva al trabajo). Un mundo que empezó a interesarme a los 10 años, cuando empecé a leer mis primeros periódicos y ya entonces oía hablar de crisis en España (este país de escaso tejido empresarial y economía basada en la improvisación del que salimos en una crisis para entrar en otra). Un mundo en el que a veces me apetece estar en el centro de todo el meollo y del que a veces desearía estar lejos, en un lugar en el que pudiese hacer mis cosillas sin que me dieran la lata.

A los periodistas se nos reconoce porque siempre hablamos de periodismo con mucha pasión, como si no hubiera otra cosa en el mundo, por eso en este blog no me gusta hablar mucho sobre asuntos periodísticos. Aunque hoy me van a permitir la excepción.


4 comentarios:

  1. No mola matar al mensajero, pero creo que también hay que asumir responsabilidades, aunque el reportero no comparta las ideas de sus jefes, de la cadena para la que trabaja, está colaborando, forma parte de eso quiera o no.

    Cuando yo trabajaba en la droguería, si aparecía un cliente descontento y decía que eramos unos ladrones yo me sentía insultada también. No tenía nada que ver con las quejas del cliente, yo no ponía los precios, ni tragaba con los dueños, pero si les insultaban me insultaban también.

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    1. Sí, eso está claro, cuando eres la voz de tu amo estás formando parte de todo ello y es eso lo que más me fastidia, que el trabajo de periodista se reduzca tantas veces a ser vocero de los intereses de la casa, por eso me gusta alejarme en la medida de lo posible de los servicios informativos, para no contar cosas de las que tenga incluso que avergonzarme.

      De todos modos, lo de la implicación siempre me ha parecido algo que no me acaba de convencer, porque he conocido mucha gente que ha tomado las causas de su empresa como si fueran personales y cuando la empresa ha querido prescindir de ellas lo ha hecho sin más miramientos, así que se estaban sacrificando por alguien que no lo merecía. Al fin y al cabo la comunicación tiene mucho de vender la moto (de ahí que haya gente en el mundo que no sea periodista y que esté dentro porque sabe comunicar) y de hacer ver lo que a la empresa le interesa, algo tan viejo como el propio periodismo (ahí están ejemplos como el del magnate Hearst, el de "yo pondré la guerra", con la guerra aquella de Estados Unidos y España en 1898 cuyo origen dicen que fue un montaje). Es de todo ese cuento del que a veces me gustaría alejarme, porque lo de vender motos nunca me ha gustado, me veo como un inútil si algún día tengo que trabajar de comercial

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  2. Ya sabes que estoy estudiando Periodismo. Tengo 19 años y obviamente ni yo ni nadie en mi clase se cree lo de la objetividad. Entre nosotros siempre decimos aquello de "somos sujetos, por lo tanto, subjetivos". Lo de la objetividad se queda para los objetos, por decirlo de alguna forma...

    Y por lo demás, qué te voy a contar yo a ti... Sueño con el día en que trabaje en el medio que a mi me gusta, o al menos en el medio que comparta mi ideología. Pero ya estamos bastante concienciados de que nos tocará donde nos toque, y si queremos ganarnos el pan habrá que acatar órdenes de arriba. Una pena. Una pena porque, cuando me metí en esta carrera, inocente de mí, pensaba que el periodismo era igual a libertad.

    Besos!

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    1. Bueno, pues si tenéis claro eso, algo ya está ganado, porque es cierto. Creo que nadie es objetivo, aparte de por intereses empresariales, porque todos tenemos nuestras ideas y convicciones sobre las cosas y eso influye en la manera de contarlas, en destacar unas cosas sobre otras.

      La pena es esa, que a menos que consigas hacerte un líder de opinión que no tenga que rendir cuentas ante nadie, cosa a la que llegan solo unos pocos, tendrás que cortarte en según que cosas por las repercusiones que puedan venir. Digamos que en muchos casos el periodismo es una libertad vigilada.

      Besos para ti también

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