jueves, 16 de mayo de 2013

La periodista y la actriz


Le tocaba entrevistar a una actriz joven, de esas que había empezado a abrirse camino en alguna teleserie y que por su belleza enseguida había llamado la atención de todo el mundo. De los que ansían los productores para captar la atención del público y que éste se fije menos en las carencias del guión. De los que ansían los espectadores ávidos de caras frescas y bien parecidas. De las que ansían las revistas y las marcas de ropa y cosméticos para vender sus productos. 

Ella lo conocía bien, pues había sido un poco objeto de todo ello no hace mucho tiempo, cuando dio el salto a la televisión nacional a presentar informativos y llamó la atención de todo el mundo. Aunque no dudaba de sus propias capacidades sabía que los directivos la habían puesto ahí por su rostro de reina oriental, por sus ojos oscuros, su melena azabache y su tez tostada, que incluso en los telediarios se vende imagen. Recordaba la fascinación de todos por su belleza, las ofertas de directivos de su empresa y de otras para acostarse con ellos a cambio de generosas recompensas, los famosos que llamaron a su teléfono móvil pidiéndole citas, las ofertas para hacer anuncios y posados en revistas de moda y de carácter erótico. Cómo se equivocaban todos esos sujetos, que se pensaban que era otra chocolatina deseando ser abierta por el primero que pasase y fuese un poco listo. 

Quiso demostrarles lo desencaminados que iban y eso le dio fuerzas para escribir por fin ese libro que deseaba escribir desde hace tantos años y que no había llevado a cabo por verguenza, por pensar que a nadie le iban a interesar sus ideas sobre la vida y el amor. Lo mandó bajo seudónimo a un importante premio literario y quedó en segundo lugar, lo que le hizo ilusión al principio, hasta que no pudo dejar de pensar en que se lo daban por su belleza, por querer impregnar de ella a un premio patrimonio de gente de mediana y tercera edad, apolillada. 

Aún así, no quiso dejarse llevar por esa tristeza que algunas noches le hacía mirar durante horas por la ventana con el corazón encogido y las lágrimas en los ojos. Una tristeza que no estaba segura de donde venía. Siguió los consejos de una amiga y se dejó llevar por el juego, hizo posados en revistas y dio multitud de entrevistas, tratando de poner en valor su lado más cerebral y también el más frívolo, sentía todo aquello como un juego y jugó hasta que se acabó. Empezaron a surgir voces de quién se había creído esa qué era, que si se daba aires de marquesa y estaba ahí por enchufe, que lo que escribía no valía ni para una revista del corazón. Otra vez esas críticas que su belleza provocaba, cuando los demás se cansaban de ella, de no poder poseerla o de notar que no era tan especial cómo parecía, que era más latón que oro. Otra vez ese abandono, como esos chicos que se habían ido de su vida cuando empezaba a quererles.

Tras una reestructuración en la cadena que había dejado fuera a sus valedores, le sacaron de los informativos. Buscaban otra cosa, querían algo más que una portada de revista en sus informativos, pero tampoco podían despedirla porque tenía un contrato blindado por varios años. Alguien dijo "pues si tanto le gustan los libros, que haga un programa cultural, que a  los que siguen esas cosas se les caerá la baba con ella" y así se hizo. Llevaba unos meses presentando un programa en el que se hablaba de música, literatura y cine, de cosas que le interesaban y que le habían hecho recuperar la ilusión. Ya no se sentía tan expuesta, tan juzgada y había podido conocer a gente interesante, a artistas que admiraba. Recuerda a ese escritor de mediana edad que no dejó de mirarla con ojos de cordero degollado durante toda la entrevista, dejando claro que estaba más centrado fantaseando con lo que haría con ella en la cama que en lo que le preguntaba. Ese escritor que al final le había apuntado su número de teléfono en un papel, dejando claro que una cosa es la obra y otra la persona. Y ahora le tocaba el turno a aquella actriz, otro caso de chica de veintipocos que tiene un golpe de suerte y lo exprime durante unos años antes de ser relevada por otra, sintiéndose como mercancía dañada sin haber cumplido los 30. Como ella misma.

La actriz es simpática y cercana, no se da aires y viste informal. Se sienta en el sofá del hotel con una pierna entre sus nalgas y el asiento y se acomoda en el respaldo, como si estuviera charlando con algún conocido, contándole lo que había hecho ese día. Sus manos son inquietas y gesticulan mucho, juegan con sus mechones de pelo, tocan sus piernas y acarician un colgante que tiene en el pecho. Acaba de estrenar una película en la que todo el mundo está muy intrigado porque protagoniza algunas escenas subidas de tono con el protagonista, otro joven actor de moda, de esos de abdominales cincelados. Dice que nunca se había desnudado en público antes de esa película y que meses antes empezó a prepararse yendo a playas nudistas, obligándose a estar sin ropa en su propia casa. Contaba que lo mejor que había sacado de ese rodaje era el contacto con su cuerpo, que había aprendido a sentir cada centímetro de su propio ser y a dejar de lado las inseguridades. Podría quitarse la ropa ahí mismo, delante de ella y no sentiría ningún tipo de verguenza. De hecho, no se quita la ropa pero le pregunta si le importaría que se descalzara, que los zapatos la estaban matando. Ella le dejó hacer y descubrió unos calcetines de vivos colores, mientras tomaba una nueva postura y ponía sus piernas sobre el sillón, abrazándoselas con las manos. La cámara seguía grabando la entrevista, pero a la actriz no le importaba estar como estaría en su propia casa.

Acabada la entrevista, las dos siguen hablando un rato más y la actriz hace confidencias. Dice que es mentira eso que dicen de que esté liada con su compañero en la película, como dicen los medios del corazón. En realidad él es homosexual y con quién se lió en el rodaje fue con un técnico, que no les quitó ojo cuando ella y él rodaban las escenas de sexo, por eso le divierte tanto cada vez que les sacan fotos y hacen teorías sobre el amor que sobrepasa la gran pantalla. Que tenía un novio en su pueblo natal con el que siguió hasta una temporada después de venirse a la capital a abrirse hueco como actriz, hasta que la distancia y los malos rollos les separaron y que desde entonces sólo había tenido rollos esporádicos.

Finalmente se despidieron y ella le dio un beso afectuoso y un abrazo, agradeciéndole la entrevista y prometiéndole que leería su libro. La periodista sale del hotel y mira su teléfono, otra vez un mensaje, ya se imagina de quién se tratará. Efectivamente, es él otra vez, el chico que le había besado el día en que ella fue la entrevistada. Cuando había trabajado con él apenas le había llamado la atención, siempre tan callado en su esquina y en la entrevista resultó ser bastante interesante, le había sorprendió, aunque no tanto como el beso que le dió al final, un poco al estilo de la actriz. Aquello le gustó pero el chico pensó que ella sentía algo por él y le había mandado algunos mensajes desde entonces, preguntándole cómo le iba, si se verían algún día y ella respondía de forma algo vaga, sin mucho afán. A ella siempre le habían tirado los hombres más echados hacia adelante, a él le veía demasiado manso, conocía esa tipología, seguramente no tardaría en terminar haciendo de madre para él. Aún así, algo tiraba desde dentro de ella.

Sintió como su vientre tiraba hacia arriba mientras leía el mensaje.


2 comentarios:

  1. Es algo que no se suele explicar, mucho menos explotar literaria o cinematográficamente, el inconveniente (mejor dicho, LOS) de la belleza. Me gusta mucho la historia por eso en concreto.

    ¡Besos!

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    1. Todo lo bueno tiene siempre su reverso menos bueno y la belleza no escapa a eso. Por ejemplo, hay muchas actrices que tienen que afearse para que las tomen en serio, porque a la belleza siempre se le da ese aura de frivolidad, de algo pasajero y finalmente intrascendente. Y muchos envidian no tenerla o poseerla y buscan despreciarla para igualarse por debajo.

      Besos para ti también

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