lunes, 7 de mayo de 2012

Labios



Ella estaba tendida sobre la hierba en un parque. Los ojos tapados con una toquilla que le hacía de visera y los labios le brillaban intensamente por el efecto del Sol y la crema que se había echado en ellos momentos antes para evitar que se secaran. Él estaba junto a ella observando su pose inmóvil, abandonada, con los brazos sobre el torso y dejando entrever la piel existente entre el final de su camiseta y el principio del pantalón. La blancura de su piel era un síntoma de su suavidad, él ya lo sabía, había tocado esa piel en diversas ocasiones y había comprobado su tersura. Era una piel que daban ganas de no dejar de tocar durante largo tiempo, que invitaba al contacto y al roce.

Observó sus pies descalzos sobre la hierba, con las uñas pintadas de azul, el mismo color que imperaba en el cielo de ese bonito día de primavera. Él nunca había comprobado la tersura de la piel en aquella zona y pasó un dedo desde el dedo gordo hasta el tobillo, dándose cuenta de que la finura era áun mayor si cabe. Exaltado ante este descubrimiento, posó sus yemas en el bajo vientre de ella, en esa porción de carne que había quedado al descubierto y notó como se erizaba al contacto con sus dedos. Siguió subiendo por sus manos y sus brazos desnudos hasta llegar a su cara.

Se detuvo en esos labios que brillaban, sintiendo la untuosa humedad de la crema que los cubría y el suave tacto de la carne rosácea y percibió cómo se entreabrían, como invitando a ser besados. Inclinó su cuerpo sobre el de ella y la besó. Ella no movió ni un músculo, seguía en la misma pose inmóvil, con los brazos sobre su cuerpo, sin hablar, sin descubrir su mirada. Tan sólo sus labios, que sabían a fresa, estaban en movimiento, uniendo su cuerpo con el de él.

Él había soñado muchas veces con ese momento, la había besado muchas veces, pero siempre en las mejillas. Siempre había sentido una gran curiosidad por esos labios carnosos de apariencia tan suave, había querido besarlos desde el primer momento, primero por saber que se sentía y después por el amor y el cariño que despertaba en él la chica a la que pertenecían. Un amor y un cariño aún no expresados por él, que cultivaba estos sentimientos en secreto, sin atreverse a confesarlos. Sí, ahora podría decírselo todo, ya había dado un paso muy importante con ese beso.

-¿Nos vamos?

Él se sobresaltó y miró en derredor, como si no supiera de donde venía esa voz. Ella había hablado, se había levantado levemente la toquilla de la cara y le miraba con un ojo desde su posición en la hierba. Se había hecho tarde y quería marcharse. Él la miró con gesto alucinado, aún creía estar en contacto con esos labios que seguía sin tocar. La ayudó a levantarse y ambos emprendieron el camino de salida del parque. Ella sacó la cajita en la que guardaba la crema que se había echado en los labios y se puso un poco más mientras hacía un gesto de ofrecimiento.

-¿Quieres? -le dijo.
-Me encantaría -respondió él.


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