En la notable (aunque
también un poco sobrevalorada) película "Her", dirigida por Spike Jonze, que habla de la relación entre el hombre y la tecnología, hay un
momento que se me ha quedado guardado desde el mismo momento en que la vi por
vez primera. Un momento que cuando he visto el filme dos o tres veces más me ha
resultado muy doloroso de presenciar por cómo he sentido que me hablaba directamente
de cosas que yo he experimentado de primera mano. La escena en cuestión
consiste en una cita que el personaje interpretado por Joaquin Phoenix tiene
con una chica guapa y simpática (Olivia Wilde), una cita que transcurre con
afabilidad y buen rollo entre ambas partes, ya que él consigue salir de su
estado de aturdimiento y se hace deseable a los ojos de ella. Pero cuando ella
le propone que se acuesten juntos, le dice que espera que él sea uno de esos
que salen corriendo en cuanto hayan satisfecho sus apetitos y es entonces
cuando él se da cuenta de que no puede garantizarle algo así, pues en el fondo
estaba buscando una diversión, no emprender una relación cuando aún no ha
superado la anterior. El rostro de ella, lleno de tristeza y decepción, le
sigue asaltando en sus pensamientos horas después de haber terminado la cita,
atormentándole por haber herido a alguien que no se lo merecía. Como digo, todo
ese momento y el recuerdo de él viendo la pena que había causado en ella, es
una imagen que al mismo tiempo se me ha quedado grabada y me resulta dolorosa
por un temor que tengo a provocar el mismo efecto que el personaje de Phoenix.
Creo que ya he
comentado alguna vez que yo tuve un primer noviazgo que terminó de forma poco
agradable y que me hizo sufrir mucho. Bien es cierto que fue a una edad en la
que se siente todo con una gran intensidad y cualquier cosa parece de vida o
muerte, sin los matices que nos va dando la experiencia, que nos enseña que
algo de vida o muerte es básicamente la propia muerte y que el resto son
vicisitudes de la vida por las que todos pasamos, mejores o peores. No
obstante, me hizo coger miedo a pasar por lo mismo o hacérselo pasar a otra
persona y desde entonces esa sensación ha guiado mis actos para con las mujeres
que me han interesado. Es decir, tratando de hacerlas sentir bien y si la cosa
no prospera que al menos pueda quedarme la tranquilidad de no haber sido un
indeseable al que hubieran preferido no conocer. Esa forma de actuar me ha
hecho ser un poco gélido de salida con aquellas por las que no tenía interés,
para que no surgieran unas expectativas que no podía cumplir y que imagino que
me habrá hecho provocar ese sentimiento de pena que tanto quería evitar, aunque
con el consuelo de que mejor hacerlo al principio que cuando la cosa estuviera
más avanzada y todo fuera más intenso y complicado. También he deseado a otras
que me han dejado hacer mientras les venía bien tener a alguien que las hiciera
sentirse deseadas y que me han cortado las alas cuando he querido ir más allá,
bien tomándose la molestia de hacerlo con tacto o bien mostrando su verdadera
catadura, casi abroncándome por atreverme a querer algo con ellas. Decepción y
tristeza que te hacen pensar en lo bien que se está sin relaciones amorosas,
sin ser víctima o verdugo de estos comportamientos que tan poco agradan. Pero
entonces te acuerdas también de lo que se decía en “El nombre de la rosa” y del
aburrimiento de una vida sin amor.
Y es que no puedo olvidar que ha sido gracias al amor de otras personas por el que estoy ahora aquí, escribiendo estas líneas y reflexionando sobre estos temas, porque sé que me leen y que están pendientes de mis nuevas publicaciones. Porque su fuerza me ha impulsado a hacer cosas que no estaría haciendo si supiera que no hay nadie ahí al fondo, si todo fuera un desierto de indiferencia. ¿Cómo no puede alguien desear hacer lo mejor posible por gente así, que te estimula a hacer cosas y ser un poco mejor? Aunque solo sea por sentirte bien contigo mismo, para no tener remordimientos de haber sido negativo para los otros y poder sentir que te conviertes en alguien digno de su afecto. Para construir una imagen de esas personas mirándote con alegría y ternura, sin rastro de pena o decepción, una imagen que pueda quedarse dentro de ti y aparecerse las veces que haga falta sin causar dolor o miedo.
"Her", me gustó muchísimo. Te quiero felicitar por tus grandes reflexiones. Cuando te leo y esto te lo he comentado más de una vez, me haces sentirme totlamente identificada. Es como si me estuvieras hablando a mí, en primera persona. Esos matices de los que hablas, buas, impresionante y toda la razón.
ResponderEliminarUn besito!
Muchas gracias Eowyn, ese es uno de los puntos buenos que tiene Internet, encontrarse con gente que piensa o siente de forma parecida a la nuestra, que nos hace darnos cuenta de que siempre ha habido alguien en algún lugar que ha pasado por el mismo camino que nosotros.
EliminarUn beso