martes, 9 de febrero de 2016

Estar dentro y estar fuera (2ºparte)

Hace unos días acudí al cine a ver la película "Spotlight", una espléndida muestra de cómo el género "basada en hechos reales" puede dar lugar también a productos destacables, no solo a telefilmes baratos con los que algunas personas malgastan las tardes. "Spotlight" habla de la peripecia de un grupo de periodistas del Boston Globe, que desenmascararon a una serie de sacerdotes que abusaban de niños y que eran ocultados en sus crímenes por las autoridades eclesiásticas de la ciudad estadounidense. Unas autoridades que insistían en que eso era cosa de unas pocas manzanas podridas, a los que trataban de esconder y les buscaban otro lugar donde ejercer cuando la gente ya sabía de su gusto por los menores. "Spotlight" es una de esas películas que hacen las delicias de los que sentimos vocación periodística, la de rebuscar lo que sucede y tratar de explicar (y explicarnos) por qué sucede, que es la esencia de una profesión muchas veces confundida con el espectáculo vacío y la tontería disfrazada de trascendencia, para atraer y adocenar a las masas menos exigentes. Una cinta que a buen seguro será puesta de relevancia en facultades de comunicación, estimulando vocaciones y que también reforzará aquellas ya maltrechas por unas condiciones de trabajo muy mejorables (al menos en este país).



Lo que cuenta "Spotlight" me ha hecho pensar nuevamente en el concepto del que hablaba en mi última entrada, el de estar dentro y fuera de algo. El filme pone en cuestión el hecho de que los que están dentro de la Iglesia están ya amparados y protegidos, hagan lo que hagan, dado el poder del que gozan sobre las conciencias de buena parte de los ciudadanos. Y al mismo tiempo, se pone de relevancia la actuación de unos periodistas que no prestaban atención a esos casos de pederastia, tomándolos como parte del paisaje o como sucesos aislados, hasta la llegada de un nuevo editor que les insiste en investigar todo ello. Porque el periodista también cae en ocasiones en un exceso de ombliguismo y puede saber mucho sobre su parcela habitual de trabajo, pero a veces es de los más ignorantes en temas que no trata. Me he topado en mi andadura profesional con mucho analfabeto funcional, que lo mejor que tiene es su capacidad de trabajo, porque su capacidad cultural y de análisis es de pena. Y es que también fui testigo en mi época de estudiante de cómo algunos (y algunas) que no tenían ni idea de casi nada y cuyo pasatiempo favorito era ir al gimnasio y ver realities en televisión sacaban notas excelentes por esa capacidad de esforzarse y estudiar, aunque luego no se quedaran con casi nada de lo que memorizaban para los exámenes. Muchos de esos son los que luego ejercen, fruto de "grandes expedientes académicos" (desconfíen siempre de esto) y se dice de ellos que trabajan mucho, aunque lo que produzcan sea algo mejorable o mal documentado, como si al final lo importante fuera trabajar al estilo de una cadena de montaje, que salga algo aunque sea regular. Yo tengo mis fallas, estoy lejos de ser perfecto, pero se me abren las carnes cuando oigo y leo a gente que trabaja en el sector y que cuentan con varios seguidores en su mediocre trabajo, imagino que porque los ajenos no ven los fallos o les dan lo mismo. Algunos ponen el listón muy bajo y les vale cualquier cosa con tal de que los entretenga. En "Spotlight" se habla de apostar por un periodismo que no se pliegue a los deseos más bajos de la audiencia y que trate de tocar un poco las narices, pero siempre desde el conocimiento de lo que se cuenta, como modo de que una sociedad evolucione. Porque a lo largo del metraje de "Spotlight" se dice desde el bando acusado que "las cosas siempre se han hecho así" y escuchar eso suele ser sinónimo de algo que se puede mejorar, de que no se puede aceptar lo que no funciona bien así por las buenas.




Por ejemplo, hace unos días leí en Twitter el caso de una mujer que acusaba al actual Ayuntamiento de Madrid (de orientación hacia la izquierda) de poner el billete de metro a 1,50 euros. Poco después esa mujer fue corregida y le dijeron que ese precio ya fue establecido hace años, con gobierno del PP. ¿Cuál creerán que fue su respuesta? Pues que entonces estaba bien, porque eran los "suyos" los que lo habían dispuesto. Como aquellos que dicen que si les tienen que hacer la puñeta que sean los de su familia o que sus padres pueden decirle si hace algo mal pero el resto se tiene que callar. Un concepto tribal y primario, que también denota una falta de miras que deja una sensación entre cabreante y triste, por las muestras de involución que a veces hay que soportar. Eso es algo que siempre ha existido y quizá ahora en menor medida que en siglos pasados, pero nunca se sabe si no sucederá en el futuro lo que aseguraba el magnífico prólogo de la comedia "Idiocracia".




Hablaba de Twitter y ahí he sido testigo hace poco de la transmutación de una chica que pasó de publicar contenido y opiniones de lo más variopinto a convertir su muro en un monográfico de tuits dedicados a una persona y retuits de casi todos los mensajes publicados por esa persona, todos ellos de lo más azucarado. ¿Qué pasó ahí? ¿Qué nos hemos perdido? Pues que la chica en cuestión se ha enamorado y que para ella ya solo existe lo que tenga que ver con el objeto de su amor. Es curioso cómo antes de la transmutación la chica parecía tener una mentalidad que la hacía parecer más mayor de lo que denotaban los 20 años que dice tener y cómo ahora parece una de esas adolescentes que dibujan de forma compulsiva corazoncitos con el nombre de su objeto de deseo, al que prometen amor eterno, aunque el otro pueda ser simplemente un cenutrio con ganas de mojar el churro. Podemos pensar "pues es que el amor nos hace idiotas" o "vaya tontería llenar una red social de mensajes de amor que pueden decirse perfectamente en privado, qué exhibicionismo más absurdo". Pero no olvidemos que la persona en cuestión tiene 20 años y todos hemos pasado por ahí, por ese extremismo sentimental que es favorecido por la juventud y la falta de experiencias. El tiempo nos hace más pragmáticos y quizá un poco más descreídos y posiblemente en unos años (o unos meses, por cosas de esa intensidad juvenil que todo lo muta con rapidez) esa chica piense de ese otro modo. Pero ahora está ahí dentro y no puede verse a sí misma desde fuera, porque cuando se vive el amor el resto de la gente son figurantes, simple relleno en la película que protagonizas tú.




Siendo adolescente me entró una gran necesidad de salir de mi ciudad natal. Entonces era mucho más palomino que ahora, mucho más inocente y atontado, pero ya tenía claro que tenía que dejar aquello para buscar lo que yo intuía en libros y películas, aquello a lo que llamaban vida. No me gustaba lo que veía en la calle, lo que veía en casa, lo que veía en el colegio o en los chavales de mi edad, estaba cabreado con todo y dentro de mí tenía el deseo de irme a otro sitio, porque allí no veía posibilidad de crecer como yo percibía que tenía que ser. Había gente que no compartía esa inquietud mía por salir y ellos estaban contentos con seguir haciendo más o menos lo mismo, si acaso que los cambios vinieran por las evoluciones lógicas que marca la tribu, pero no me sentía parte de todo aquel modo de ver la vida. He tomado algunas decisiones desafortunadas en estos años, pero salir ha sido la mejor de todas, porque de no haberlo hecho seguramente sería un hombrecillo patético y amargado, mucho más de lo patético y amargado que puedo sentirme ahora en mis días más oscuros. Haber conocido otras realidades, otras personas, otros modos de ver la vida, haber vivido con gente ocasionalmente hostil, haberla cagado y haberme llevado unas cuantas ostias me ha hecho evolucionar y en el fondo me siento bien con lo que soy ahora, con el resultado de todo ello. Hay descontentos que están ahí, que estaban antes de salir y que me han seguido en mi periplo por diversos lugares, pero también he aprendido que son inevitables, que forman parte de mi ser y que tendré que vivir con ellos, como una meteorología que siempre va conmigo. Porque eso es lo que soy y estoy dentro de ello.


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