martes, 17 de junio de 2014

Recuerdos de la tele de verano

En estos días estamos notando la llegada del verano, que aunque oficialmente no ha comenzado ya se deja sentir en las altas temperaturas que experimentamos en casi todo el país, en el aligeramiento de las ropas que llevamos y en la presencia creciente de gente en playas, piscinas y terrazas, aparte de la presencia en la mayoría de espacios interiores del dichoso aire acondicionado que tantos catarros provoca al pasar de una diferencia de 10 o incluso 15 grados cuando entramos y salimos de algún sitio. Pero ese no es el tema del que quiero hablar hoy, sino del recuerdo que me viene a la cabeza cuando pienso en cómo pasaba las mañanas de verano de mis años más jóvenes, una vez que las clases terminaban y la televisión se ponía de acuerdo para contentar a la chavalería que no sabía muy bien qué hacer por las mañanas. Como nunca fui un alumno de dejar asignaturas para el verano (por la cuenta que me traía de la que me podía caer en casa) y tampoco era de salir a jugar a la calle, pasé muchas de esas mañanas de verano viendo aquellos programas que echaban en sesión continua desde la hora del desayuno a la del almuerzo, incluyendo los anuncios, algunos de los cuales me aprendí de memoria de tanto verlos y que aún hoy recuerdo, con ese tono tan exagerado que tienen siempre los mensajes dirigidos a los más pequeños y que vistos hoy me dan la risa.




De todo aquello que vi, hay algunos programas que recuerdo con especial cariño, que si recupero hoy me hacen despertar la chispa de aquellos tiempos donde era más pequeño y atolondrado. Uno de ellos es “Chicho Terremoto”, la serie de dibujos animados sobre un niño prodigio en el baloncesto con afición a observar y escamotear las bragas de las chicas de su colegio, especialmente cuando son de color blanco.


La serie estaba basada en el manga "Dashu Kappei", aunque aquí tiraron por la calle del medio al ver que el producto final no era precisamente digno de Kurosawa y lo españolizaron, llamando Chicho López al protagonista y Rosa, Eva, Antonio, Felipe o el señor Povedilla a otros personajes, diciendo que vivían en España mientras veíamos casas y carteles inequívocamente japoneses. Con lo poco aficionado que he sido siempre a la animación, las peripecias de Chicho despertaron mi curiosidad y me dieron varios instantes de risa, ya fuera en los partidos de baloncesto, en sus incursiones como fetichista de la ropa interior femenina o en su interacción con el perro Bobby, que a pesar de su condición es su rival a la hora de conquistar el corazón de Rosa.


Otra serie que seguía con gran dedicación era “El príncipe de Bel Air”, que hizo saltar a la fama a Will Smith, que interpretaba a un personaje llamado como él mismo y que se iba a vivir con sus tíos a una mansión en el exclusivo barrio de Bel Air, en Los Ángeles, dejando atrás el suburbio de Philadelphia en el que había crecido y llevando a un lugar tan elitista su cultura de calle. Además del propio Will, la serie tenía a otros personajes para el recuerdo, como Carlton, el tío Phil, Jeffrey el mayordomo o Jazz, amigo de Will que siempre salía volando por la puerta tras un plano general de la mansión, en un recurso cómico deudor del “cartoon”.



Uno de mis momentos favoritos de la serie es la capacidad que tenía en ocasiones de usar el humor negro a pesar de su tono familiar, cargándose de forma tan inesperada como bizarra a personajes que habían tenido una cierta importancia en la trama. Eso le pasó a un rival profesional del tío Phil que murió de un infarto después de que Will le dijera “ojalá te mueras” o cuando mataron a Trevor, el eterno novio de la tontorrona Hilary, que quiso pedirle matrimonio haciendo puenting.


Todo ello aderezado con una sintonía que muchos nos aprendimos de memoria, cantada por el propio Smith y que a veces aparecía en español y otras en inglés sin ningún criterio, cosas del distribuidor español.





Además de los productos para toda la familia, esas mañanas de verano también se caracterizaban por la emisión de series para un público menos infantil y más juvenil, series de adolescentes que podían ser más maduras o más intrascendentes. De todas ellas, sin duda mi preferida fue “Salvados por la campana” (al principio llamada “Salvado por la campana” y que acabó siendo pluralizada, pues el “saved” original puede valer para singular y plural), esa serie que relató las vivencias de un grupo de estudiantes de un instituto californiano a finales de los 80 y principios de los 90 y que como buen producto de su época tenía los ingredientes típicos de las comedias adolescentes: el líder carismático, Zack Morris, la chica guapa, Kelly Kapowski, el cachas rival del protagonista, AC Slater, el empollón pringado, Screech, o el director que debe lidiar con los chavales, el señor Belding. De todos los capítulos, hay uno que me gusta especialmente, en el que Zack se sirve de la pericia tecnológica de Screech para espiar una fiesta de pijamas de las chicas y ver si les gustan, una curiosidad de saber que pasa en las reuniones femeninas que a muchos hombres siempre nos ha llamado la atención



La serie tuvo tanto éxito, que se hizo una continuación ambientada en los años universitarios de los protagonistas y hasta se hizo una película para televisión en la que Zack y Kelly consumaban su relación casándose, que la boda como final siempre queda muy cuqui.




También en aquellas mañanas había espacio para las aventuras y de esas tenía muchas “El coche fantástico”, la serie que puso en órbita a David Hasselhoff y a su coche hablador, Kitt, que en España tuvo la voz de Carlos Revilla, el doblador durante tantos años de Homer Simpson. Aunque los coches me llamaban poco la atención, Kitt me gustaba mucho y soñaba con tener uno así de mayor y de poder pasarme a esas velocidades por aquellas tierras color violeta en las que se desarrollaba la intro de la serie.


Hasselhoff tuvo aún más éxito años después, cuando protagonizó otra serie señera para una generación como fue “Los vigilantes de la playa”, en la que mujeres de buen ver se embutían en estrechos bañadores rojos para deleite de propios y extraños. Confieso que nunca me interesó demasiado, pues cuando estuvo en boga yo aún no había dado el salto hormonal y me quedaba con Kitt antes que con Erika Eleniak o Pamela Anderson. Vista hoy la que más atractiva me parece es Alexandra Paul, curiosamente la menos exuberante del reparto, pero para mi opinión la más guapa.


Otra serie de aventuras que seguía con vivo interés era “El equipo A”, esas peripecias de los cuatro excombatientes de Vietnam que son acusados de un crimen que nunca cometieron y que sobreviven como soldados de fortuna. Aunque Murdock el loco y el bestia M. A. Baracus (B. A. en la versión original, por ser las iniciales “Bad Attitude”) eran personajes con mucho gancho, el que me gustaba de verdad era Hannibal Smith y el puro que lucía siempre en su boca, apuntando hacia arriba, en un gesto que muchas veces le he copiado con un bolígrafo cuando estoy pensativo ante mi falta de gusto por el tabaco. Un hombre interpretado por George Peppard, del que por entonces desconocía que había sido pareja de Audrey Hepburn en “Desayuno con diamantes” y que al final de su carrera se las vio con Murdock, M.A y hasta Ana Obregón, que participó en un episodio en sus años mozos.



Ya puestos a hablar de programas que captaban sobre todo la atención masculina, no se puede olvidar "Pressing Catch", el espacio que albergaba las peleas de la WWF americana, del "wrestling", todas esas peleas donde cada luchador adoptaba un personaje extravagante y los golpes eran de broma. Por eso aquí en España, los narradores quisieron tomárselo con humor e ironía y eso precisamente era lo que más me gustaba más allá de los porrazos.



Estas son algunas de las series que veía por entonces, las que aún hoy sigo recordando con cariño, pero sin embargo uno nunca deja de aprender y hace pocos años trabé conocimiento de otros productos que siguió mucha gente de mi generación y que yo conocía pero a los que no presté interés. Ese fue el caso de “Padres forzosos”, la serie en la que se hicieron famosas las gemelas Mary Kate y Ashley Olsen, interpretando a Michelle, la menor de las hijas de un padre viudo que comparte casa con otros dos hombres de la familia en San Francisco.


Una noche de aburrimiento hice zapping y me encontré con la serie, que la reponían en un canal regional para llenar emisión. Tras no verla en su momento, he de confesar que a mis veintitantos años me aficioné a las aventuras de esa familia y fue mi entretenimiento antes de dormir durante meses, hasta que decidieron retirarla para poner otra cosa. Nunca he sido muy niñero, pero hay que reconocer que las gemelas Olsen eran adorables de pequeñas, una capacidad que perdieron con los años y que hoy solo mantiene su hermana pequeña Elizabeth, la única que sigue en el mundo del cine y que me encantó por su papel en “Amor y letras”.


Otra serie descubierta ya bien crecido fue “Luz de luna”, la serie detectivesca protagonizada por Cybill Shepard y un debutante Bruce Willis, uno de los pocos actores que habiendo empezado en televisión se ha construido una sólida carrera en el cine. Esta serie, emitida durante la segunda mitad de los 80 sigue las claves de la comedia de guerra de sexos en la que lo importante no es la trama, sino las relaciones entre los protagonistas, siempre entre el amor y el odio. Y con una sintonía memorable, una canción que transmite la sensación de esos atardeceres melancólicos.


Hace unos años vi que habían editado la serie en DVD y me decidí a comprar una temporada y me gustó bastante, esperaba un producto menor pero me encontré con una comedia bastante digna y con episodios que homenajeaban al cine negro o al universo de Shakespeare, además de constantes referencias a su condición de personajes de una serie, en un juego de guiños metalinguísticos que alcanzaron su cumbre en el final de la serie.


De todo lo que ofreció la televisión en su momento a los que crecimos en los 80 y los 90, esto es lo que recuerdo con más aprecio (aparte de “Los Simpson”, que son un clásico incombustible), una época en la que los chavales teníamos un pequeño nicho de programación en las mañanas de épocas de vacaciones escolares y fines de semana. Ahora con la TDT hay canales temáticos que ofrecen programación de ese tipo durante todo el día, sin tener que esperar a momentos concretos. No caeré en la nostalgia mentirosa de decir que nosotros lo tuvimos mejor, pues seguramente los niños de ahora recordarán con cariño lo que vean durante estos años, como nuestros padres recuerdan la televisión en blanco y negro. Porque no se trata de que una época fuera mejor o peor, sino de un estado mental, de recordar cuando éramos más jóvenes y todo parecía más sencillo, cuando esos productos del pasado nos traen a la memoria lo que éramos y lo que el tiempo nos ha cambiado.

3 comentarios:

  1. Ups! Qué lastima que desconozca casi todas las series o dibujos que has puesto! Aquí se notan las diferencias de generación! (como has dicho tú, ni peor ni mejor una u otra jeje!).
    Me ha parecido bonito este recopilatorio que recuerda algo que forma parte del pasado. Yo a veces también lo hago; empezar a comentar con los amigos aquello que solíamos hacer en vacaciones, los dibujos, los ídolos... todo! ( vamos, si es que no hace nada que fui niña!).
    Es cierto que mirando a los críos de ahora puede parecer que todo vaya "peor" que tengan más valores y que los referentes televisivos nos parezcan basura. No lo sé, supongo que tienen mucha más oferta para escoger y a todas horas. Pero te diré una cosa; estos días he visto dos películas de dibujos animados ( Brave y Frozen) que me han parecido delicia, y he deseado que ojalá hubieran sido creadas hace unos años para disfrutarla de peque! (aunque ahora las he gozado como nunca! Me han parecido muy originales los personajes.. sobretodo los femeninos)

    No me enrollo más! Jaja! A disfrutar del calor y del verano, que ya lo tenemos aquí. Besos!

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    1. Sí, queda claro que cada generación tenemos nuestros referentes, a mí por ejemplo ya me cogieron muy mayor "Hannah Montana", "High School Musical" o "Los magos de Waverly Place", que sacaron a la luz a Miley Cyrus, Zac Efron, Vanessa Hudgens o Selena Gomez, ídolos en su momento para gente que ahora ronda los 20 años.

      Desde Pixar se ha hecho un cine que trata de ir más allá de los tópicos habituales y en un tono un poco más adulto y eso lo vio Disney y de ahí acabó haciendo bueno lo de "si no puedes con el enemigo, únete a él" y compró la compañía. No soy muy fan del género y por ello les reconozco el mérito de haberme atraído con la saga "Toy Story" o "Up", que son las suyas que más me gustan.

      Que disfrutes tu también del verano. Besos, Aiodi

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  2. A mi todo esto me queda un poco lejos pero algunas cosas sí me suenan... como El príncipe de Bel-Air y Los vigilantes de la playa. Eso sí... lo mejor de la entrada ha sido ese "a bañarte cochinillo!" del anuncio de Cocolin... yo tenía ese muñeco pero jamás había visto el anuncio, qué fuerte! jajajaja

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