viernes, 20 de junio de 2014

Artículos que dejan huella

Es cosa habitual ver las páginas de los periódicos trufadas de opiniones de articulistas de todo tipo, ya sean periodistas del propio medio, famosos en otros medios o escritores que reciben una compensación por opinar de lo humano y lo divino y dan prestigio al medio con su firma y de paso se sacan unas perrillas, que vivir en España de lo que se escribe está al alcance de pocos. Hay periodistas que juegan a ser escritores y se dan muchas ínfulas, queriendo ser polémicos o líricos, según se levanten ese día y muchas veces caen en el ridículo, en un montón de líneas que parecen exabruptos de quinceañero cabreado con la vida. También hay escritores perezosos que, a sabiendas de que las mejores ideas y el estilo más depurado es mejor conservarlos para las novelas, escriben sus artículos de forma tan pulcra como intrascendente, creando una serie de textos que no pasarán precisamente a la historia. En ambas ramas también tenemos el caso de aquellos (muchos de ellos paniaguados del poder que siguen las instrucciones de su amo) que saltan a la radio y la televisión a polemizar y ganar una repercusión que no lograrían expresándose de forma mesurada, que entre el honor y el dinero lo segundo es lo primero, como bien dijo Quevedo. Unos personajes que no están tan lejos de las parodias que se hacen de ellos.


Yo suelo leer varios artículos, muchas veces más interesantes que la noticia en sí misma, porque explican no tanto lo que pasa sino la esencia de las cosas, por qué pasan. Me aficioné a ello cuando en el colegio tuve que leer a Mariano José de Larra y me fascinó esa manera suya de ver la España de su tiempo, tan alejada a la nuestra en algunos usos sociales, pero tan cercana en la esencia, porque Larra es uno de esos autores capaces de hablar del sentido de la vida a la vez que analizaban cualquier aspecto de la realidad cotidiana. Muchos han tratado de ser Larra en los años posteriores y se creen que lo consiguen con críticas aceradas a todo lo que se mueve y ocasionales palabrotas, olvidando que Larra nunca necesitó usar ninguna palabrota para ser descarnado y al mismo tiempo triste por ver los males endémicos del país en el que vivía. Larra quiso refugiarse en el amor buscando el alivio y el refinamiento que no le ofrecía la sociedad, craso error, pues la sociedad siempre la integran las personas. Así que por esa incapacidad de adaptarse a la vida de su tiempo y por esperar de las relaciones amorosas algo que tampoco iba a recibir acabó suicidándose cuando aún no había cumplido los 29 años, cuando dejó de encontrar cosas en las que creer. 


De los periodistas-articulistas de hoy no me interesa ninguno, centrados muchos en su propio ombligo o en ese cabreo-lirismo tan impostado que he señalado líneas atrás, alguno de ellos posando con gafas de sol y barbita en la cabecera del artículo para demostrarnos lo guays que son y los retuits que se ganan escribiendo chorradas. De los escritores-articulistas de nuestro tiempo hay algunos que sigo con interés, como Elvira Lindo o Javier Marías, pero si tuviera que quedarme con uno sería con el valenciano Manuel Vicent.


Manuel Vicent es hoy conocido por su faceta de escritor, pero el caso es que empezó siendo periodista, vocación a la que se dedicó tras estudiar Derecho en primer lugar. Tras la publicación de diversos trabajos periodísticos, en las últimas décadas se ha centrado en la narrativa y ha sacado a la luz obras de gran interés. Hasta el momento me he leído tres libros suyos: "Tranvía a la Malvarrosa", "Son de mar" y "El enigma de la mujer rubia" y los tres me han gustado mucho. En los dos primeros, así como en otros, destaca el saber plasmar en sus páginas el ambiente mediterráneo en el que pasó su infancia, ese ambiente que remite a verano, a Sol, a olor a flor de azahar, a mar y a galvana provocada por el calor que humedece los huesos y que invade los sentidos. Yo tuve la oportunidad de descubrir la obra de Vicent años después de haber pasado un verano en esas tierras por temas de trabajo y sentí aquellas sensaciones de nuevo, como si estuviera allí mismo, a la orilla del mar. Todo ello con una prosa que sabe aunar el tono lírico sin perder de vista el realismo.



Como articulista, todos los domingos Vicent publica en "El País" un escrito en el que repite las constantes que podemos hallar en su obra literaria, de saber expresar muchas cosas sin ponerse rimbombante ni sentencioso, con un lenguaje sencillo y cuidado, como saben hacer los que de verdad dominan las letras. Este pasado domingo apareció este artículo suyo que se me ha quedado grabado desde que lo leí y que adjunto a continuación.

"Dentro de 100 años la prensa de papel no existirá, pero este periódico, que tienes en las manos, puede que duerma intacto el sueño de la historia en alguna parte. Las noticias fijadas con tinta en sus páginas se habrán olvidado y por lo demás, todos los lectores también habremos muerto. Puede que dentro de 100 años alguien encuentre este periódico bajo el polvo de un desván y se interese por saber qué pasaba en nuestro país en junio de 2014. Al abrirlo, de algún pliegue del papel tal vez escape una tijereta, que en su huida cruzará este titular a cuatro columnas: el príncipe Felipe será proclamado rey por las Cortes Generales. Nadie recordará entonces el nombre de este monarca, ni el de su padre, ni el de los políticos inanes y corruptos de su entorno, ni el debate entre Monarquía o República, ni qué significa independencia, soberanía, Cataluña o España, palabras sin sentido, que todos repetían. Buscando refugio la tijereta pasará por los triunfos o derrotas de unos deportistas junto la epopeya de las sucesivas levas de africanos que iniciaban el desembarco sobre Europa saltando un muro de cuchillos cuando millones de mendigos ocupaban ya las ciudades parapetados en los cubos de basura. Fue el preámbulo de la gran hecatombe, que sucedió en 2057. La tijereta pasará en su huida por encima de la ínfima gloria de unos escritores ignorados. Puede que el lector le pegue un manotazo y la tijereta tal vez quedará despanzurrada precisamente sobre una noticia de quinta página par, apenas valorada en su momento: unos científicos han incrustado con éxito un cromosoma artificial en una célula del hongo de la cerveza. De hecho gracias a esta noticia había cambiado el destino humano y 100 años después el lector de este periódico de papel ya era inmortal."


En unos días en los que se habla tanto de España, de su Monarquía y de su selección de fútbol como cosa aparentemente importante y en el fondo tan intrascendente por estar tan alejado todo ello de los sucesos que marcan nuestra vida, artículos como el de Vicent dejan a uno muy pensativo. En el tono me ha recordado a la novela "El gatopardo", de Giuseppe Tommassi di Lampedusa, que hablaba de una decadente familia aristocrática italiana de mediados del siglo XIX y acuñó aquel terminó tan real y tan triste de que todo cambia para seguir igual. Un libro en el que se mostraban las vivencias de esa familia y que en sus capítulos finales daba un salto de varias décadas para observar los restos de lo que habían dejado, transmitiendo una sensación de melancolía parecida a la que deja Vicent en su artículo.


La idea es que perdemos mucho tiempo en cosas que dentro de unos años solamente serán polvo y cenizas y muchas veces olvidamos las pequeñas grandes cosas que forman nuestra vida, en la mayoría de los casos pequeñas menudencias alejadas de los focos de la trascendencia global, pero que para nosotros son todo un mundo. No digo que los grandes acontecimientos no marquen nuestra vida de algún modo, porque es cierto que lo hacen y cada época tiene sus circunstancias que determinan la existencia de la gente que la vive, pero también creo en las cosas a pequeña escala. Por eso sucede que cuando estamos haciendo cosas que queremos hacer o compartimos momentos con gente con la que queremos estar el resto da igual, no importa lo que sucede alrededor, si pasan ambulancias o coches de policía, si se prohíbe la exhibición de banderas republicanas, si la bolsa ha bajado o si la selección de fútbol pasa de ser una proyección de lo que debería ser España a un reflejo de lo que realmente es. Podemos hablar sobre ello, pasarnos el día colgados de las redes sociales, esas modernas tertulias de bar, comentando los pareceres de cada uno y dando mayor repercusión a opiniones de famosos solo por el hecho de serlo, pero no será más que un blábláblá. Sé de gente que ha abandonado sus perfiles de redes sociales en Internet o en la blogosfera porque sintió la necesidad de salir de sí misma para disolverse en otra persona y dejar de pensar en global para pensar en cotidiano, para buscar un sentido, un significado. Algo que en parte me parece triste pero también entendible, porque lo que nos quedará en ese momento en el que nos vayamos a evaporar serán las experiencias vividas, siempre con el amor de fondo, ese motor que ha movido el mundo desde siempre y que ha sido clave en tantas experiencias humanas durante tantos siglos.

2 comentarios:

  1. Sabía que me sonaba este escritor. Hace tiempo leí "Cuerpos sucesivos" que me gustó mucho, aunque creo recordar que me dejó cierto regusto amargo. Eso es que dejó algo sino ni lo recordaría.
    Y sí no vemos lo que hay el bosque no nos deja ver los árboles. Yo no me entero de nada, me importa tres que el rey abdique y que su hijito se ponga la corona, por mi como si se hacen monjes tibetanos y nos dejan en paz... No repercuten en mi vida, no voy a dejar de hacer lo que quiero por ver la mierda de la coronación...bueno los madrileños dirían que no han podido salir a la calle porque estaban cortadas. Tampoco repercute el fútbol...bueno quizá sí, gracias a él pasé una tarde cojonuda con gente cojonuda pasando del partido españa-holanda, riéndonos y charlando, y eso que el partido había sido el motivo para ir a tomar algo...claro que a mi no me lo dijeron, que podíamos quedar igual sin partido...pero creo que yo me habría reído un poco menos jaja!

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    1. Yo vi a muchos que después de que España se la pegara en el tema futbolístico luego se iban de fiesta como si tal cosa y parejitas que se daban el lote como un día cualquiera, pues su existencia se compone de esos momentos y el resto está de complemento. Yo mismo celebré mi cumpleaños con la gente con la que quería estar y coincidía con la final de la Champions del Real Madrid y el Atlético y se oían por todos lados gritos de los goles y a mí me daba lo mismo porque estaba haciendo lo que quería, el resto no importaba.

      Es como lo que dices, al final se trata de los buenos ratos que pasamos con los que tenemos cerca, que pueden ser efectos secundarios de otros acontecimientos que nos superan

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