martes, 17 de septiembre de 2013

"Ana Karenina" y la atemporalidad de los libros

Existe un tópico cuando se adaptan libros a la gran pantalla de que el libro es siempre mejor que la película. Eso es cierto en muchas ocasiones, aunque también influye que la adaptación es una versión particular de una persona o grupo de personas que puede chocar con lo que el resto ha adaptado en su cabeza cuando leía. Aparte del hecho de que la literatura y el cine son lenguajes diferentes y hay cosas que en un libro quedan de maravilla y que si se trasladan tal cual a la pantalla quedan ridículas. Lo bueno de este caso es que la mayoría de adaptaciones literarias que he presenciado han sido al revés de la fórmula tradicional. Primero he visto la película y si la historia me ha gustado después me he leído el libro, de modo que la película me pueda interesar y después gustarme el libro aún más. Hoy hablaré sobre uno de esos casos, que me ha pasado con "Ana Karenina".



"Ana Karenina" (o Anna Karénina) es un libro publicado en 1878 por el autor ruso León Tolstói y que ha sido objeto de varias versiones cinematográficas, siendo la última de ellas la que dirigió en 2012 Joe Wright (director que otras adaptaciones literarias de éxito como "Orgullo y prejuicio" y "Expiación"), protagonizada por Keira Knightley y Jude Law. La versión de Wright caía en una puesta en escena grandilocuente y teatral que pretendía alejarla de la adaptación clásica de un libro de época, pero que hacía que la forma ahogara al fondo, creando una película interesante pero decepcionante al no transmitir lo que la historia apuntaba. Por ello quise hacerme con la obra de Tolstói y no tuve que buscar mucho, pues en casa de mis padres hay un volumen con más años que yo, apilado en una estantería junto a otros clásicos de la literatura universal, de esos encuadernados en rústica y con un hilillo como punto de lectura, con ese olor tan característico del papel por el que han pasado unos años y empieza a amarillear en los bordes. Tras años de estar viéndolo allí puesto y no hacerle caso, me decidí a entrar en su universo.
 

 
La novela cuenta la historia de Ana, una mujer casada con Alexis Karenin, un alto funcionario del estado ruso varios años mayor que ella y poco agraciado físicamente. Un día conocerá al conde Wronsky, un joven militar que gusta de galantear con las mujeres y ambos acabarán enamorándose. Sin embargo, su relación será descubierta y pasarán de ser de lo más admirado de San Petersburgo a lo más repudiado. Pero el libro no trata únicamente de los amores prohibidos de Karenina y Wronsky, sino también de personajes como Esteban Oblosnky, hermano de Ana y casado con una mujer a la que es infiel con la mayor naturalidad del mundo, mientras la mujer sufre en silencio por mantener las apariencias y se consuela con sus hijos. Su hermana Kitty es una jovencita criada con todos los caprichos que cree en el amor eterno y el matrimonio y que se casa con Constantino Levin, amigo de Oblosnky y que es un hombre que vive sumido en la contradicción permanente.
 
Tolstói se sirve de estos personajes principales y muchos otros secundarios para hacer un magnífico fresco de la nobleza rusa de su tiempo y por extensión, de los entresijos del alma humana. El propio autor fue un hombre de vida muy contradictoria, aunque era conde siempre trató de vivir modestamente en el campo y en tratar de igualar la situación con los trabajadores a su servicio. Un hombre que llegó a criticar al matrimonio y al sexo y que estuvo casado durante la mayor parte de su vida y tuvo hasta 13 hijos. Un hombre devoto que toda su vida tuvo dudas religiosas y filosóficas y que llegó a ser excomulgado. Una suerte de marxista conservador que en su gran contradicción creó a Ana Karenina, una mujer inteligente, atractiva y fuerte, que es admirada por todos. Casada con Alexis Karenin, símbolo del orden estatal, curiosamente será otro Alexis, el conde Wronsky, el que le haga ver que la vida que lleva y en la que se cree feliz es una pantomima, porque es una vida vacía de pasión. Sin embargo, cuando se entrega al amante y declara su infidelidad todos la repudian y dan la espalda a quien poco antes admiraban. Rechazada, Ana se vuelve dependiente de su amante y le atosiga, se vuelve neurótica, celosa y posesiva por miedo a perderle, porque su amor es lo único que le queda. Lo que antes no tenía acaba convirtiéndose en su única posesión.
 
 
 
Este es un libro del que puede sacarse un mensaje feminista, de que la infidelidad es aceptable en el caso del hombre y execrable en el caso de la mujer, que debe aceptarlo así para no ser rechazada socialmente. Todo ello escrito por un hombre que siempre fue muy moralista pero que como buen escritor nunca dejó que sus ideas se impusieran a sus personajes, haciéndolos tener vida propia. Porque el buen escritor no alecciona, al menos directamente, plantea seres y situaciones con las que puede estar de acuerdo o no, seres y situaciones de ficción que surgen de una realidad y que nos plantean preguntas. En cualquier narración sucede que hay un personaje con el que nos identificamos más por alguna proximidad que le encontramos. Yo me identificado hasta con cuatro personajes de la novela, con la propia Ana, con su marido (que sufre en silencio las infidelidades de su mujer, quizá por honestidad, quizá por apariencia), su amante (que no es tan lechuguino como parece al principio y acaba por no saber si es suficiente para Ana) y Levin, el personaje más cercano al autor por sus contradicciones y cuya forma de ser siempre en conflicto y plantéandose cosas me ha llegado bastante.
 
 
 
"Ana Karenina", como estupenda obra que es, plantea asuntos que pueden parecernos muy cercanos por su acierto a la hora de plasmar las relaciones humanas. Porque como dice la primera frase de la novela, todas las felicidades se parecen y los infortunios tienen cada uno su fisonomía particular. Aunque incluso los infortunios acaban pareciéndose entre ellos y perpetuándose con los años, por eso esta novela me ha dejado tocado una vez terminada, algo que me pasa con los libros que me remueven por dentro y que por ello se convierten en esos libros especiales a los que vuelvo de vez en cuando. De esos que te llevarías a una isla desierta o salvarías del fuego. Pese a ser lector empedernido, éste ha sido el primer libro que he leído de un autor ruso, a sabiendas de que hay otros clásicos pendientes en esas latitudes ("Guerra y paz" del propio Tolstói, y las obras de Dostoievsky, Chejov, Pasternak o Nabokov, entre otros). Lo intentaré, pero ya se sabe que nos faltan vidas para leer todo lo que queremos. Mientras tanto, ahí están a la espera todos esos volúmenes que no abultan mucho y que van cogiendo polvo en las estanterías a la espera de que alguien llegue y descubra todo el saber que esconden, que nunca pasa de moda. Porque las mejores fragancias siempre se encuentran en los frascos pequeños.
 

 

4 comentarios:

  1. Me han entrado unas ganas tremendas de leer el libro. No recibí muy buenas críticas de la película y por lo tanto no la vi, y del libro no tenía muchas referencias. Muy buen texto garcigomez. Un abrazo.

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    1. La película con Keira Knightley no va muy allá, pero a mí me sirvió para interesarme por la historia y el libro me ha gustado mucho más. Pensé que sería más denso, que estos autores rusos tienen fama de intensos, pero me he encontrado con un libro muy expositivo, que cuenta las cosas que les pasan a los personajes sin irse por las ramas (salvo algún interludio filosófico del personaje de Levin). Muy recomendable.

      Muchas gracias, otro abrazo para ti

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  2. Hace poco me puse esa peli que dices y la quite a los 5 minutos. Me llama la historia, no he leído el libro, pero sé de qué va y quería ver la peli (no soy como tú, si veo la peli ya no leo el libro, al revés puede ser, pero así no), sin embargo en cuanto vi la forma en que estaba rodada supe que no me iba a gustar.

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    1. Hay varias versiones de la novela más clásicas que esta última que se ha hecho, que parecía más propia del director de "Moulin Rouge". Por ejemplo, hay una versión de 1997 con Sophie Marceau, Sean Bean y Alfred Molina que es más tradicional en su adaptación

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