Tras un inicio de primavera bastante lluvioso, en los últimos días parece haberse instalado de pleno derecho el buen tiempo y casi incluso el verano, habida cuenta de unas temperaturas que superan ampliamente los 20 grados y que son más propias de finales de mayo y principios de junio que de mediados de abril. Sea como fuere, el pasado fin de semana hizo un tiempo estupendo, con cielos soleados y temperatura agradable y eso sacó a todo el mundo a las calles y parques, a disfrutar esos momentos. Los abrigos, las bufandas y los jerseis quedaron aparcados para dejar paso en muchos casos a las camisas, camisetas, los escotes, los pantalones cortos y las sandalias.
El pasado sábado, después de pasar una bonita tarde y con el ambiente perfumado por ese aire resinoso de los atardeceres de los días calurosos de la primavera y el verano vi a un grupo de chavalitos que se disponía a ir de fiesta. Todos ellos tenían pinta de ser jóvenes de instituto, adolescentes en proceso de horneado, con una diferencia evidente entre los chicos y las chicas.
Ellas parecían mujeres hechas y derechas, con sus vestidos, sus faldas y sus tacones, mientras que ellos con su mezcla de ropa deportiva y seria parecían unos críos que iban disfrazados con ropa de sus padres. Ellos y ellas hacían piña con los de su sexo, sin mezclarse todavía, ellos compitiendo por ver quien hablaba más alto, soltando tonterías atrevidas y algunos regueldos que a veces provocaban la risa de ellas, que hablaban más bajito y se hacían fotos con sus teléfonos móviles mientras se abrazaban y se daban besos.
Esa escena me recordó a mí mismo a esas edades, cuando los chavales nos empezábamos a juntar con las chavalas, cuando empezamos a dejar atrás las peleas infantiles y lo de no jugar con las niñas porque no jugaban a las mismas cosas que nosotros.
Como ya les he contado en alguna ocasión, mi aprendizaje con el sexo opuesto ha sido algo tardío y cuando tenía 15 o 16 años me hallaba bastante perdido en el trato con las mujeres. Afortunadamente para mí, como entonces salíamos en grandes grupos mixtos podía esconderme en la manada.
Como ya les he contado en alguna ocasión, mi aprendizaje con el sexo opuesto ha sido algo tardío y cuando tenía 15 o 16 años me hallaba bastante perdido en el trato con las mujeres. Afortunadamente para mí, como entonces salíamos en grandes grupos mixtos podía esconderme en la manada.
No obstante, recuerdo esa timidez, ese desconocimiento mutuo entre chicos y chicas. Ellas iban por su cuenta, separadas de los chicos, que hacían lo propio, nadie se atrevía a entremezclarse. Los chavales más osados, esos que llamaban la atención de las muchachas por su aspecto físico y su sensación de seguridad, eran los primeros en acercarse para romper el hielo.
Mientras esto sucedía, los tímidos nos quedábamos en el grupo de los chicos, en algún caso lamentando la buena suerte del guaperas de turno y en otros casos perplejos, sin saber que hacer. Sintiéndote atraído por alguna de las chicas y rechazado cuando la veías reírse con otras cada vez que te miraban. Yo siempre me tomaba esas risas como una burla, aunque luego supe que también podían esconder la atracción de ellas, por nerviosismo.
El final era siempre bastante parecido, con el guaperas y algún otro ligando con las muchachas. Formando noviazgos de esos que daban que hablar en clase hasta el fin de semana siguiente, en el que muchas de esas parejas se disolvían porque alguna de las dos partes (a veces las dos) había ligado con otra persona diferente. Presumiendo cada uno de lo que se había bebido y de lo tarde que había vuelto a casa, esas cosas que en ese momento te hacen sentirte parte del mundo de los adultos.
A esas edades las muchachas se han desarrollado exteriormente y recuerdo como me imponían, las veía como podía ver a mi madre, como adultas de pleno derecho. Sin embargo, de las pocas veces que me atreví a hablar con ellas entonces, me fijé en que en el fondo ellas estaban más cerca de mí de lo que creía. Con gustos y aficiones propios de la edad infantil que se debatían con las nuevas realidades que el paso de los años les traía. Debatiéndose entre jugar con sus muñecas y el ir coleccionando posters y fotos de sus actores y cantantes favoritos. Niñas en cuerpo de mujer.
Hoy pienso en todo ello y lo veo como parte del aprendizaje vital, pasos que hay que dar para ir creciendo. Veo a esos grupos de chavales saliendo a pasarlo bien y pienso en una repetición de las emociones que en su día sentimos todos, en esos chavales de mi tiempo, que hace años que superaron aquella fase y que en algunos casos ya son padres y madres, con hijos que dentro de unos años seguirán un camino similar. El ciclo de la vida.
Sí es curioso ver a estos jóvenes hacer lo que hacíamos nosotros...cuántas veces me habré sorprendido diciendo "hay que ver que tontos son los chavales de hoy en día" como si yo no hubiera pasado por lo mismo o parecido. Bueno lo de las fotos y los modelitos la verdad no tanto. Las fotos salían caras y los modelitos igual (supongo que como ahora pero éramos más modestos), ahora hay chavalitas que se van todos los viernes a hacer la compra del modelito que toca estrenar para ese finde...
ResponderEliminarYo lo de la peleas de niños y niñas la verdad que no lo viví tanto, porque eso tiene que ver con la educación y yo me eduqué en lo mixto, mientras que aquí gente de mi edad me cuenta como ellas iban al taller de costura y ellos a manualidades. Y luego como tuvieras buena relación con alguien del sexo opuesto te ridiculizaban "jajaja fulanita y fulanito están enamorados" y daba una vergüenza...yo dejé de llevarme con un compañero por esa tontería ya ves...
Y además no hacía falta ningún fundamento para empezar a correr el bulo, se hacían y deshacían gustos a voluntad, una especie de prensa del corazón a pequeña escala.
EliminarRecuerdo de mi generación que bebió mucho de series como "Sensación de vivir" y era considerado elegante ir con camiseta por dentro de los pantalones vaqueros y si llevabas una camisa encima de aquello ya ni te cuento. Ahora si que se las ve sobre todo a ellas como unas fashion victims, que no les quita nadie sus minifaldas o sus tacones (aunque luego muchas acaban andando descalzas por la calle porque no pueden con su alma).
De todos modos, siempre que empezamos con aquello de "estos jóvenes de hoy día", es señal inequívoca de que ya nos hemos vuelto adultos
Las cosas han cambiado mucho, ahora los chavales de 13 años saben cosas y tienen comportamientos que en mi época no se tenían hasta los 16 años.
ResponderEliminarPor otro lado, cuando mis padres eran jóvenes un chico con 25 años ya era un hombre, en cambio ahora hay muchos que parecen anclados en los 17 hasta los 35 años.
En la generación de nuestros padres y antes, en cuanto llegaban a la mayoría de edad ya eran gente adulta del todo y se casaban y tenían hijos con veintipocos años.
EliminarHay usos sociales que han cambiado y ya no se exige ese comportamiento adulto desde tan pronto, aparte de que con el aumento de los modos de información que hay hoy día, se aprende latín a poco que uno busque