Aún recuerdo la primera vez que visité un plató de
televisión, hecho que tuvo lugar durante mis estudios universitarios, como
tantas otras cosas que descubrí e hice por primera vez en aquellos venturosos
años. Fue hacia mediados del primer curso de la carrera cuando un profesor
propuso que los alumnos que quisieran fueran un día con él a la emisión del
programa “Esta es mi gente”, que entonces se emitía en varias cadenas
autonómicas con diferentes presentadores. Yo estaba en el País Vasco y me fui a
la versión de la ETB,
entonces presentado por Patricia Gaztañaga, antes de que diera el salto a la
televisión nacional con “El diario de Patricia”, un formato que compartía
varias características con “Esta es mi gente” a la hora de sacar a personajes
de lo más variopinto.
Yo me apunté a aquella excursión y disfruté con todo lo que
pasó, desde la llegada a los estudios, cercanos a la majestuosa San Sebastián,
el refrigerio con el que nos obsequiaron y la emoción de cuando fuimos llamados
a plató y vi de primera mano lo que era una de esas instalaciones que siempre
se veían desde casa y que en la realidad eran más pequeñas de lo que se
apreciaban por televisión, sin la ayuda épica de los ángulos de cámara. A los
compañeros que consideraron más apañados físicamente los colocaron en los
sitios que iban a estar enfocando cada vez que enfocaran a la presentadora y el
resto nos repartimos el resto de sitios del graderío. Yo me ubiqué en la última
fila, arriba del todo, para apreciar mejor todo aquello y disfruté bastante
viendo las evoluciones del programa y soltando maldades con los compañeros que
estaban al lado. Ese día tocaba el día en el que los participantes iban al
plató a buscar pareja, que siempre fue el día más popular de “Esta es mi gente”
en todas sus versiones.
Ahí descubrí también la figura del regidor, ese personaje que rara vez aparece en pantalla y que está en plató controlando las reacciones del público para que aquello no se vaya de las manos. Es el que se encarga de señalar cuando se debe aplaudir, cuando se debe guardar silencio o cuando se puede armar alboroto y cuenta con la complicidad de la educación del respetable, aunque con la ocasional incursión de gente más revoltosa que busca tocar las narices y se expresa cuando no debe. A mí eso de dirigir al público no me pareció mal entonces y tampoco ahora, que ya he descubierto por experiencias propias que lo que sale en televisión es un show (casi) siempre controlado (incluso en sus polémicas) hasta el mínimo detalle.
Y es que la televisión siempre ha usado al público para dar
más calor humano a sus productos, para dar la sensación al espectador que ve el
programa desde el otro lado de la pantalla que aquello le debe interesar tanto
como al que está allí presente, quizá envidiando no poder estar él para que le
vean los suyos salir en la tele, que ha sido el impulso de tanta gente a la
hora de ir de público. El tema se ha ido especializando con el tiempo y se han
creado perfiles de público según el programa, por lo que en programas para
jóvenes se busca mucha presencia de público joven y en programas familiares
gente de todo tipo y condición, mientras la gente de cierta edad suele ser
descartada porque su imagen vende poco y son enviados a programas que se sepan
que están viendo otros abuelos, tipo espacios de salud o cotilleo. Durante
años, antes de que se haya convertido en un recurso que se ha quedado antiguo,
las señoras mayores fueron un bastión en los espacios humorísticos, donde sus
risas escandalosas eran muy apreciadas para crear un ambiente de comedia y
contagiar al resto, aunque los chistes fueran horrorosos.
Aunque sigue habiendo programas donde la gente puede acudir
con cierta libertad, hay un gran número de agencias que gestionan el tema del
público y lo concuerdan con las productoras de los programas, en función de las
necesidades. Si la productora pide gente joven, las agencias se la proporcionan
y si pide gente de todo tipo, la agencia les da los perfiles con gente que ha
ido a apuntarse a esas agencias y que se lleva una pequeña retribución por ser
público del programa. Y entre este público más especializado ha surgido la figura
del público que ansía que le llamen para sacarse unos dineros. A esa situación
se refiere este artículo que leí el otro día en “El País”.
El texto es interesante, pero tiene cierto tufillo a
artículo de tesis, de esos en los que el redactor tiene claro desde el
principio lo que quiere conseguir, a costa de dejarse detalles que podrían
enriquecer el texto pero que también le podrían hacer perder dureza a la
bofetada emocional que pretende transmitir, algo en lo que muchas veces se cae
cuando se habla de gente con problemas y se cae en el trazo grueso. Porque el
artículo tiene buena capacidad de reflejar la situación de esa gente necesitada
de dinero, pero se equivoca al echar la culpa a quienes les usan como público
por tan poca recompensa, porque es como pretender que uno pueda ganarse la vida
ganando premios en todos los concursos y echar la culpa a la televisión por no
permitírselo. Nadie les obliga a ir a los programas y aunque pueda ser poco lo
que se llevan por el tiempo que invierten allí tampoco estar en un plató es
como estar doblándose el espinazo haciendo trabajos manuales por cuatro perras,
que es como están otros. Si se quiere hablar de las otras caras de la crisis me
parece bien analizar este fenómeno del público necesitado, pero se dejan fuera
matices no menos interesantes sobre la construcción de los contenidos que vemos
en la pequeña pantalla y de cómo las cosas y las personas se amoldan al
show. Y es curioso que precisamente cae
en los defectos que tantas veces se han reprochado a algunos programas
televisivos que han usado la miseria ajena para hacer espectáculo con ella y que siempre me recuerda a “Plácido”, la
genial película de Berlanga sobre los subterfugios para calmar la conciencia
ante las miserias ajenas a costa de espectacularizarlas.
Lo que queda claro es que en televisión el show siempre debe
continuar y el público acudirá, cobrando o por amor al arte. Porque ya lo cantaban los A-ha, el Sol siempre brilla en la
televisión.
Yo fui un par de veces de público, una vez a un concurso que presentaba Constantino Romero y otra a la Noche de Fuentes. La verdad es que está muy mal pagado, pero si piensas que hay programas a los que la gente paga por ir (Sálvame creo que es uno) pues...
ResponderEliminarAdemás, a gente como este chico
deberían pagarle el doble.
El de Constantino sería igual "Alta tensión", ese lo veía yo todas las tardes por más deberes y exámenes que tuviera. La verdad es que cualquier cosa presentada por ese hombre valía la pena solo por verle.
Eliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=pxTYvpnPchk
Jajaja, el vídeo de ese tío todo loco lo conocía, yo habría reaccionado igual, porque hay que estar muy alejado de la actualidad cinematográfica para no acertar el título de la peli
Hola!
ResponderEliminarMuy interesante este post. Me ha encantado!!! La verdad es que siempre me he preguntado como sería estar in situ en un programa de los que mecionas y todo lo que lleva la realización, etc... Gracias por contar tu experiencia. Los vídeos son buenísimos. Las reacciones de la gente, son lo mejor.
Saludos!
Yo he pateado personalmente muchos platós de televisiones locales y regionales, donde todo es más de andar por casa que en las nacionales aunque el espíritu de dar espectáculo siempre prevalece. Oí que había programas hace años en los que no tenían público y metían ráfagas de aplausos, como las risas enlatadas de las teleseries, que ahora tan cutre nos parecen.
EliminarMe alegro de que te haya gustado, gracias por pasarte. Un saludete