"Detesto el pedantismo y la jerga. A veces he llorado de risa al leer ciertos artículos de los Cahiers du Cinéma. En México, nombrado presidente honorario del Centro de Capacitación Cinematográfica, escuela superior de cine, soy invitado un día a visitar las instalaciones. Me presentan a cuatro o cinco profesores. Entre ellos, un joven correctamente vestido y que enrojece de timidez. Le pregunto qué enseña. Me responde: "La semiología de la imagen clónica". Lo hubiera asesinado"
(Luis Buñuel en su libro de memorias)
Estos días estoy leyendo "Mi último suspiro", el libro en el que el legendario cineasta aragonés Luis Buñuel ("Un perro andaluz", "Viridiana", "Belle de jour") repasa su vida y su obra y que salió a la luz a principios de los años 80, poco antes de su muerte. Es un libro en el que se puede advertir el carácter tan contradictorio de un hombre que fue un provocador en varias de sus películas y al que le gustaba llevar una vida ordenada fuera de los platós, alguien que ha dado películas de una gran simbología y cuyas interpretaciones siempre le parecieron, en el mejor de los casos, una pérdida de tiempo o una idiotez, como en la cita que destaco. Una cita que me ha hecho mucha gracia porque en mis años universitarios tuve la oportunidad de conocer una asignatura en la que se hacía un análisis semiótico de películas, algunas de ellas del propio Buñuel y en la se interpretaban todos los encuadres y los objetos que se veían en cada plano, sacando diferentes conclusiones de lo que habría querido expresar el autor. Una asignatura en la que a veces me parecía que se sacaban conclusiones un tanto forzadas y que me hizo coger una cierta manía hacia quienes la impartían, me pregunto si conocerían lo que el propio Buñuel opinaba sobre esos temas.
Traigo a colación a Buñuel y su visión de ciertos prejuicios de la crítica cinematográfica para hablar de algo que todos hemos sentido alguna vez cuando vemos una película y nos gusta y a los críticos les parece un horror y viceversa. Unos momentos en los que nos podemos plantear si nos hemos perdido algo o si es que somos unos lerdos incapaces de descifrar lo que está ante nuestros ojos y que otros sí que ven. Hay un dicho que asegura que "las opiniones son como los culos, todos tenemos uno" y no deja de tener razón, porque con el tiempo he comprendido que a cada uno le gustan un tipo determinado de temas y películas, que puede coincidir con otros y estar en desacuerdo con los de más allá y a veces no coincidir ni siquiera con los de su cuerda. Al fin y al cabo, las obras artísticas se hacen para provocar reacciones y cada uno las percibe según su punto de vista, con lo que es díficil que todo el mundo vaya a estar de acuerdo, como en tantas otras cosas de la vida. Por eso hace tiempo que dejó de inquietarme pensar que ciertas películas aclamadas por la crítica me parecen un tostón y que otras menos valoradas me gustan bastante más, no es algo que me haga sentir más tonto o torpe y que creo que también les pasa a los que leen las críticas que suelo hacer en este humilde blog. Ya he tenido varios comentarios en ocasiones que la película que me ha gustado y a ellos no y por mí está todo bien, no hay problema, yo he aprendido también de las críticas de otros con las que no estoy de acuerdo, de todos lados se puede sacar algo bueno.
Viene esta introducción al caso de dos películas que se han estrenado en el último fin de semana y que han sido recibidas de forma desigual por los especialistas, con entusiasmo la una y con frialdad la otra. Y vistas ambas yo diría que me ha gustado más la que peores críticas ha recibido. Hoy hablaré de "Her" y "Monuments Men".
"Her" es la nueva película de Spike Jonze, uno de esos directores admirados por la comunidad más modernilla por su implicación previa en la dirección de anuncios y videoclips con toques posmodernos que tanto gustan a ese grupo y por películas algo marcianas como "Cómo ser John Malkovich", "Adaptation. El ladrón de orquídeas" o "Donde viven los monstruos", aparte de ser uno de los creadores de la gamberra serie "Jackass". Actor ocasional, visto en pequeños papeles en películas como "Tres Reyes" o la más reciente "El lobo de Wall Street", Jonze estuvo casado con otra de las musas del moderneo, Sofia Coppola (aunque a ella la odian más y a mí me parece la más interesante de los dos), que le retrató en "Lost in translation" como el distante fotógrafo que dejaba sola cada dos por tres al personaje de Scarlett Johansson. Y ahora Jonze ha hecho una película sobre un tipo con dificultades para expresar sus emociones y que trata de superar el fin de un matrimonio que no funcionó en parte por su culpa, enamorándose de un sistema informático con la voz de Scarlett Johansson. No se puede negar que aquellos a los que les gusta sacar punta a las connotaciones de las películas tienen aquí buen material.
La película de Jonze cuenta la historia de Theodore (Joaquin Phoenix), un hombre solitario a punto de divorciarse que trabaja en una empresa como escritor de cartas para terceras personas, compra un día un nuevo sistema operativo de Inteligencia Artificial, diseñado para satisfacer todas las necesidades del usuario. Para su sorpresa, se crea una relación romántica entre él y Samantha (Scarlett Johansson), la voz femenina de ese sistema operativo.
"Her" pertenece a ese grupo de películas que parece que van a ser mejores de lo que acaban siendo, así es como la he sentido. Iba con ganas de ver la peripecia de ese hombre con necesidades emocionales, con problemas para relacionarse con otra gente, que no acaba de tener claro lo que quiere y que encuentra la solución en un programa diseñado a su medida, el cual satisface sus necesidades. Es un futuro no muy lejano en el que las cartas de amor se hacen por encargo, la gente va hablando sola en la calle con sus dispositivos móviles y no necesitan ni siquiera pantallas, pues los programas se activan con la voz y se escuchan a través de un auricular. Una serie de nuevas tecnologías que han hecho que el hombre esté más comunicado que nunca y más solo que nunca, algo que no deja de tener conexiones con la realidad de hoy día, donde es fácil ver a parejas y amigos metidos en su universo multimedia, conectados con el mundo y sin hacer caso al que tienen delante. Así que no deja de ser curioso que se pueda llegar a sentir amor por una de esas máquinas.
La película plantea reflexiones interesantes sobre la soledad, el papel de las tecnologías y también sobre la naturaleza de las relaciones amorosas, sobre cómo cambian con el paso del tiempo con los cambios que se van operando en las personas y la necesidad de adaptarse a ello para no perderlas. La propia Samantha va desarrollándose y adoptando actitudes cada vez más humanas en su relación con Theodore, practicando sexo y discutiendo y reconciliándose por pequeños detalles, llegándose a un punto en el que es posible que Samantha necesite algo más que lo que le da Theodore. Un Theodore capaz de escribir sobre emociones para otros y capaz de dejar escapar oportunidades amorosas para él mismo por su miedo a sufrir de nuevo (véase la estupenda secuencia de la cita a ciegas con el personaje interpretado por Olivia Wilde, donde ella tiene las cosas bastante más claras que él) y que tendrá que aprender a superar el pasado si quiere disfrutar del futuro.
Otro de los puntos fuertes de la película es la labor de sus intérpretes, con un Joaquin Phoenix que encarna con acierto al taciturno Theodore y una estupenda Scarlett Johansson que solamente con su voz hace posiblemente el mejor trabajo de su carrera hasta la fecha, insuflando humanidad y un amplio abanico de emociones a su Samantha. Tampoco van a la zaga otras actrices en sus roles más secundarios de otras mujeres en la vida de Theodore, como Amy Adams, Rooney Mara u Olivia Wilde y una interesante banda sonora de toques electrónicos a cargo de la banda Arcade Fire.
El principal problema de la película es que tras una primera mitad muy interesante empieza a girar demasiado sobre la misma premisa y se hace discursiva en exceso, verbalizando algunos puntos con voces en off e insertos de la relación Theodore-Samantha que hubieran quedado bastante mejor explicados en pequeños detalles. Le hubiera venido mejor en esos momentos un tono más sutil en lugar de una estética que en ocasiones es muy deudora de un anuncio publicitario. Es por eso que se ven las costuras y la historia no emociona como debiera, llegando incluso a hacerse larga, hasta que termina la película y queda una leve sensación de melancolía, lejos del golpe emocional que podría haber supuesto. La película me ha gustado, pero no ha conseguido removerme o emocionarme especialmente, pero aún así creo que es interesante y recomendable de ver, por ser testigos de la peripecia de un hombre inmerso en una sociedad en la que los pantalones se llevan a la altura del ombligo (prueba de que la moda siempre vuelve y lo que un día parece hortera al siguiente es lo más, veáse el boom que tienen en nuestros días las gafas de pasta dura, que hace años te pegaban en el colegio por llevarlas) y que guarda un gracioso parecido con el humorista de "Muchachada Nui", Joaquín Reyes.
Más satisfecho me ha dejado "Monuments Men", la quinta película como director de George Clooney, uno de esos intérpretes capaces de generar simpatías en ambos sexos, por su atractivo y su capcidad de empatizar sin resultar demasiado estirado ni demasiado cargante y que ha tratado de hacer papeles más allá de su faceta de galán de Hollywood. En su carrera como realizador ha mostrado preocupaciones por temas políticos en "Buenas noches y buena suerte" y "Los idus de marzo" y ahora lo hace por temas culturales en un suceso inspirado en una de las muchas historias que tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial.
A finales de esa contienda, cuando la derrota de los nazis parecía cercana, a un selecto grupo de historiadores, directores de museos y expertos en arte se les encomienda la importante y peligrosa misión de recuperar las obras de arte robadas por los nazis durante la guerra para devolvérselas a sus dueños. Unas obras robadas en muchos casos a familias judías y que el ejército alemán tenía orden de destruir en caso de perder la guerra. Pero aquellos hombres, en una carrera contrarreloj, arriesgaron sus vidas para evitar la destrucción de miles de años de cultura de la humanidad. Unos hombres que en la película son interpretados por el propio Clooney, Matt Damon, Cate Blanchett, Bill Murray, John Goodman, Bob Balaban, Jean Dujardin y Hugh Bonneville.
Clooney ha asegurado que para hacer esta película se ha inspirado en las que se hicieron de la Segunda Guerra Mundial en los años 60, como "Doce del patíbulo" o "La gran evasión", dándole un toque lúdico y aventurero a la historia sin olvidar los golpes dramáticos que exige el triste momento histórico. Por ello, las desventuras de estos "Monuments Men" no dejan de tener toques humorísticos que no impiden que en ocasiones la realidad de la guerra acabe imponiéndose.
Y es que casi ninguno de ellos estaba en edad ni en condiciones físicas para combatir, pero eso no fue un obstáculo para que se desplazaran al frente de guerra y fueran de los primeros en entrar en las localidades liberadas para ver los daños que habían sufrido las obras artísticas y tratar de recuperar las que estuvieran a su alcance. Una labor que en tiempos de guerra (donde lo importante es derrotar al enemigo y salvar la vida) podía ser vista incluso como absurda, priorizando la no destrucción de una iglesia a bombardear a un enemigo casi derrotado o jugarse la vida para recuperar una pintura o una escultura. Todo un canto a la cultura por parte de unos hombres que tenían claro que Europa era dueña de un patrimonio artístico que había que preservar de la destrucción, para evitar que se borraran las huellas de las generaciones pasadas y de los orígenes de la cultura occidental. El propio Hitler lo tenía claro, al querer apropiarse de las obras que encontrara a su paso para exhibirlas en el Führermuseum que pensaba abrir en Linz, su localidad natal, colmando así una ambición artística que cultivó en su juventud, cuando fue estudiante de Bellas Artes años antes de convertirse en uno de los dictadores más terribles de la Historia.
Clooney hace un canto a la labor de aquellos hombres y lo hace a través de una trama entretenida, centrada especialmente en la búsqueda de la Madonna de Miguel Ángel y el retablo del Cordero Místico, de los hermanos Van Eyck, así como del descubrimiento de montones de obras de arte encerradas en minas de sal por el centro de Europa. Todo ello con un reparto que está a la altura de las circunstancias y en el que se echa quizás en falta una mayor profundización del guión en algunos de los caracteres, sacrficados a veces en favor del fluir de la historia. En este sentido, me quedé con ganas de saber más del personaje de Cate Blanchett, inspirado en Rose Valland, una trabajadora del museo parisino del Jeu de Paume que llevó una importante labor sorda para dar con el paradero de muchas obras robadas por los nazis, aprovechando su aspecto anodino para pasar desapercibida e infiltrarse a gusto.
Una cierta premura a la hora de contar las hazañas de estos hombres de los monumentos es el gran pero que se le puede sacar a una película que sin embargo me parece efectiva en su sencillez. Las opiniones sobre ella están siendo menos favorables que con "Her" y a mí, habiéndome gustado ambas, si tuviera que elegir una de las dos creo que me quedaría con la propuesta de Clooney, que ha conseguido llegarme más. Tal es así que al acabar de ver la película me entraron unas ganas enormes de visitar un museo y apreciar ese legado cultural que a veces damos por sentado por haber estado siempre ahí. Y que además tiene una de esas bandas sonoras pegadizas (obra del siempre excelente Alexandre Desplat) que se quedan en la cabeza y se tararean tiempo después de ver la película.