En estos días se habla mucho de amor y de sus derivaciones con motivo de la festividad de San Valentín, esa celebración que tiene admiradores y detractores que se cuentan por legiones y que muchas veces pertenecen a uno u otro bando según tengan pareja o no. Personalmente, con San Valentín me pasa lo mismo que con la Navidad, que más allá de que puedan tener razón los que la consideran un acontecimiento más comercial que sentimental, tampoco me quita el sueño ni me hace perder más tiempo del imprescindible en pensar en ello. Como ya he dicho otras veces, cada uno tiene sus particulares intereses y los hay que en San Valentín aman u odian con gran intensidad y los que esos 14 de febrero apenas nos inmutamos, en lo bueno y lo malo, porque el día a día ofrece muchas cosas para observar.
Una de las cosas que me llaman siempre la atención es ver cómo se perpetúan ciertas actitudes de generación en generación. Es un lugar común de todas las épocas decir que la juventud de hoy día es más simplona que la de la anterior generación y todos lo repiten como un mantra, absurdo por otra parte, ya que la juventud siempre tiene un componente tontorrón por el propio estado hormonal de quién pasa por aquellos años. Se pasa de la niñez a la edad adulta en muy poco tiempo y ser adolescente es ver cómo tu cuerpo de niño se va haciendo mayor, con cierta rapidez pero no con la suficiente para ser adulto de un día para otro y que por ello te deja en un ridículo estado de transición, como un polluelo atrapado todavía en su cascarón y ya con medio cuerpo fuera. El carácter y la personalidad se ven también influidos por ello y es corriente ver a esas edades a proyectos de hombres y mujeres con cuerpos ya poco infantiles pero actitudes algo ridículas, creando una gran contradicción y muchas veces el desprecio de quién ha pasado por ahí y parece haber olvidado. Porque son edades tontas que todos pasamos y la persona que hoy parece más respetable e inmaculada ha hecho y dicho gilipolleces en sus tiempos, porque es un paso para la edad adulta. Mucho peor es el caso de los que por edad ya pasaron hace tiempo la adolescencia y siguen comportándose como tales.
Y de las cosas de la niñez que se conservan tiempos de la adolescencia me llama mucho la atención ese apasionamiento infantil por los temas amorosos. Cómo cada momento es un mundo y cómo cada detalle, por estúpido que parezca, es la vida o la muerte. Recuerdo lo que yo vi a mis años más jóvenes en el colegio y a las chicas de clase reunidas en un rincón durante los recreos hablando de sus cosas, emitiendo grititos y risotadas y a veces cantando en grupo con gran apasionamiento canciones de tipo ñoño, como éstas de Laura Pausini que hizo furor entre mis compañeras.
Muchos chicos a esas edades no entendíamos qué les pasaba a esas chicas (cómo tampoco lo habíamos entendido antes) ni por qué cantaban esas canciones ñoñas, pero el caso es que ellas empezaban a ser mujeres y sentían cosas que hasta entonces desconocían. Ninguna de ellas había tenido noviazgos pero ya mostraban gran sensibilidad ante esas canciones romanticonas de relaciones amorosas, cubrían las paredes de sus cuartos con posters de celebridades de la época y tenían algún que otro peluche con forma de corazón al que se abrazaban cuando se sentían solas. Todo eso mientras los chavales empezábamos a sentir picores ahí abajo y la curiosidad por cómo solucionarlos, sin plantearnos tan seriamente esos temas emocionales, en esa graciosa contradicción que parece destinada a perpetuarse a través de las edades. Así empezaban las salidas nocturnas a los pubs y discotecas de turno y los primeros besos y toqueteos en función de lo que supieras hacer y te dejaran, con esos noviazgos de una noche que acababan a los pocos días cuando ambas partes se daban cuenta de que más allá del calentón no había mucho más que rascar.
Todo eso lo vemos ahora y nos puede dar la risa pensando en lo intensos que podíamos llegar a ser, con esas apasionadas (y generalmente torpes) declaraciones de amor, lejos de las que se ven las películas y que ya empiezan a dejar claro que entre el amor real y el de las películas a veces media un abismo (algo de lo que mucha gente lamentablemente no se da cuenta ya de más mayores). Me han contado historias de cartas de amor llenas de faltas de ortografía, de tíos que iban de duros y lloraron como bebés al declararse a otra chica, de chicas que esperaron bajo la lluvia a que saliera de clase el chico que les gustaba y que éste no hiciera caso y se fuera a jugar al fútbol con los amigos y otras cosas por el estilo, que seguramente hayan repetido nuestros padres y abuelos y que ahora noto cuando veo a chavales por la calle. No puedo negar que me inspiran ternura esos grupos de chicas, mitad niñas mitad mujeres, reunidas en un grupo y dando grititos y sonoras carcajadas, aparentando desdén por todo y que no hacen sino esconder con juegos infantiles el miedo que les da la llegada al mundo adulto. Muchas de ellas soñando con grandes amores hacia unos pobres diablillos que están tan perdidos como ellas y que hacen estupideces para dárselas de machos y de persona mayor, reproduciendo los comportamientos que han visto alrededor. Por todo eso siempre se dirá que los jóvenes son unos lerdos sin futuro, porque los que lo dicen no son capaces de verlos más allá de esas pamplinas y no son conscientes de que muchos de ellos crecerán y quizá guardarán recuerdos nostálgicos de esa época, de los novios/as que tuvieron y de cómo el tiempo les ha cambiado, que con los años quizá lleguen a pensar que los jóvenes de hoy día son más tontos que en sus tiempos, en un ciclo condenado a repetirse, que es la esencia de la vida.
Yo también he sido presa de ese amor pasional de la juventud y he querido morir de amor cuando las cosas no han salido cómo yo esperaba, con esa intensidad que el tiempo puede hacer parecer incluso ridícula pero que en su momento era lo más refinado. Porque el amor con los años cambia, del modo en que nosotros cambiamos, adquiriendo nuevas connotaciones. Cuando de jóvenes vemos a esas parejas de ancianos que parecen abstraídos cada uno en lo suyo o que van discutiendo por cualquier menudencia, nos decimos "que ridículos" o "nosotros no seremos así", pero el caso es que estamos siendo testigos de nuestro próximo estado y lo vemos con la insolencia del que dice "vaya bobadas hacía de pequeño", olvidando de donde venimos. Tengo 31 años y hablando con gente de veintipocos sobre el amor, he escuchado decir que es una estupidez eso de que el amor es una planta que hay que regar cada día, que el amor es apasionado y que no necesita de esfuerzos, que se tiene o no se tiene, algo que me hace sonreír porque yo también lo creía. Yo también he pasado por esos años de "nuestro amor es para siempre" con gente con la que hace años que no cruzo una palabra ni echo de menos porque ambas partes dejamos de regar la planta y ella sola se murió. Porque ya lo cantaba otro italiano popular por estos lares, Franco Battiato, que la estación de los amores viene y va.
Hace cosa de un par de años vi una película llamada "The deep blue sea" en la que se hablaba de un gran amor pasional, de esos de película y en un momento dado, la protagonista (la siempre interesante Rachel Weisz) habla con su casera sobre sus cuitas y la mujer mayor, que cuida de su marido enfermo, le dice que amor es cambiar las sábanas a alguien que se ha orinado. La película no me acabó de convencer por una teatralidad y una lentitud a veces exasperante, pero esa frase se me quedó grabada en la cabeza y me ha hecho pensar mucho en el sentido del amor y en cómo progresa con la edad. De cómo no es imprescindible ahogarse y dolerse en la desesperación para sentir que el amor sea más auténtico, que es un error que ha provocado y provoca tantos disgustos.
El caso es que soy defensor de los que dicen que el amor se construye y se mantiene a través del tiempo y de los pequeños detalles, porque he comprobado que es totalmente cierto. Las grandes declaraciones no son más que instantes únicos y breves que quedarán únicamente como recuerdos si no se apoyan en algo más. La verdadera prueba de un amor es la convivencia cotidiana con la otra persona, el tratarse durante muchos días y darse cuenta de los defectos, de que ellas no son princesas ni nosotros príncipes azules, pero que a nuestros ojos o a los suyos podemos serlo porque somos lo que necesitan o son lo que necesitamos. De que un pequeño detalle un 19 de mayo puede significar mucho más que cualquier San Valentín y de que un rato sentados en un banco de cualquier parque o paseando por una calle cualquiera puede ser tan agradable como hacerlo por París o Nueva York porque, como en las películas, el decorado es lo de menos cuando los protagonistas son lo más interesante.
A mí también me gustaba Laura Pausini. De hecho tengo entendido que aún a día de hoy ese primer disco suyo sigue siendo el más vendido en la historia de nuestro país.
ResponderEliminarEl amor provoca los mayores momentos de felicidad, pero también los de mayor pena. Hay que aprender a estar solo.
Pues me lo creo que así sea, esas canciones hicieron absoluto furor, para mí es casi lo único que he escuchado de Pausini en todos estos años, apuesto a que la mayoría de las personas que van a sus conciertos son gente en torno a los 30 años.
EliminarEl amor da la vida y la quita, es un medicamento de efectos secundarios muy potentes y por eso hay que ir también con cuidado para no perder la razón. Todo es maravilloso cuando se siente y todo es basura cuando se pierde, el gran reto es tratar de poner algo de razón en el sentimiento para que no nos supere y nos haga ir a lugares oscuros, como le ha pasado a tanta gente a lo largo de los años
no se de que pais seras, pero con la edad que decis que tenes y escribir esto o darle algo de interes, significaria que te afecta o importa.
ResponderEliminarel 14 de febrero todo el mundo sabe que es solamente comercial, pero navidad es el momento en que te reunis con tu familia a pasar un buen momento y cuando sos niño la emocion que se tiene, que con tan solo ver una luz en el cielo y pensar que es papa noel.
yo te diria que disfrutes de la vida, sali, divertite, no cuestiones tanto, dejate llevar, relajate, porque nunca es tarde para encontrar un amor
Pues soy de España y a juzgar por tú manera de escribir debes de ser de Argentina (o Uruguay) y te digo que tienes mucha razón en lo que dices al final y es algo que trato de repetirme siempre aunque a veces lo olvido o me parece imposible de conseguir, pero sigo intentándolo.
EliminarGracias por pasar por aquí