Dos de mis mitos eróticos de adolescencia, allá a finales de los 90, fueron sendas mujeres de ojos claros y cabello rubio que sin embargo eran de nacionalidad española, ambas catalanas y que aparecían en todas las revistas de moda de aquí y de otros países gracias a su aspecto poco racial, que hacía díficil ubicar su nacionalidad a primera vista. Ellas eran Judit Mascó y Vanessa Lorenzo, de las cuales recortaba todas las fotos que veía en las revistas y las almacenaba en un cuaderno de color violeta donde estaban reunidas todas las mujeres que me gustaban, en un claro antecedente de los actuales discos duros cargados de imágenes sugerentes que se van cogiendo de aquí y allá. Mascó me gustaba mucho, pero me gustaba más Lorenzo, que para mí fue el paradigma de una mujer guapa durante aquellos años, la más bella de todas.
El tiempo pasó y mis gustos también aunque nunca olvidé a Vanessa Lorenzo y cada vez que leía por ahí su nombre me interesaba por lo que se hablaba de ella, aunque esa belleza natural fue disipándose por efecto de actuaciones poco apropiadas sobre su cuerpo y sin duda sentía que a aquella Vanessa que alimentó tantas fantasías juveniles me la habían cambiado. Ahora es noticia por haber dado a luz a los 37 años a su primer hijo junto al futbolista Carles Puyol, un tipo de aspecto corriente y que sin embargo ha compartido entretelas con otras mujeres de buen ver. Y no ha faltado quién ha dicho que Lorenzo se ha juntado con Puyol por el interés, como dicen que suele pasar con esas modelos y presentadoras de televisión que andan mariposeando con deportistas de élite o empresarios, que no les importa convertirse en sus mujeres-trofeo a cambio de una estabilidad económica, como si de una operación macroeconómica se tratase.
Estos días también se habla mucho del romance entre el presidente francés François Hollande y la actriz Julie Gayet, a espaldas de la pareja de Hollande, que ha llegado a ser internada por una crisis nerviosa tras enterarse del hecho. Un Hollande que curiosamente ya estuvo en su día con una compañera de partido político que fue una de sus valedoras para convertirse en líder de los socialistas franceses y ahora presidente de la república gala. Toda una trama novelesca que ha llamado mucho la atención por provenir de un hombre al que se le consideraba poco dado a este tipo de transportes, por su apariencia de funcionario aburrido. A Julie Gayet la conozco de haberla visto en algunas películas del país vecino y muchos se hacen la inevitable pregunta de qué ha podido ver en el aparentemente insulso Hollande.
El otro día leía una columna de la escritora hispano-uruguaya Carmen Posadas en la que hablaba sobre este tema y se refería a esos casos en los que un hombre de aspecto corriente pero con un puesto social atractivo acaba siendo interesante para mujeres que quizá estarían fuera de su alcance si su lugar en la sociedad fuera más modesto. Posadas sabe de lo que habla, ya que estuvo casada con Mariano Rubio, que le sacaba 22 años y que fue Gobernador del banco de España durante años hasta que dimitió por un caso de corrupción a principios de los 90 (ya ven que hay cosas que en este país son cíclicas). A continuación reproduzco el texto de Carmen Posadas sobre el asunto.
"La vieja historia ha estallado en escándalo donde menos se esperaba: en pocos países los jefes de Estado han sido tan aficionados como los presidentes franceses a buscar camas ajenas donde descansar sus coronadas cabezas. Giscard le tanteaba los muslos a Brigitte Bardot, y Mitterrand (con ese aire al cardenal Mazarino que tanto gustaba en la gauche caviar) no se conformaba con tener dos familias y dicen que visitaba a varias amantes en una sola noche, cubierto siempre por la inusual complicidad de la prensa. De Chirac cuentan las leyendas que la noche que murió Lady Di, el ministro del Interior telefoneó al Palacio del Elíseo para informar al presidente y que la primera dama atendió con cajas destempladas, quejándose de las horas de la llamada y preguntando al ministro que si creía que ella tenía la menor idea de dónde dormía su marido.
En la época de Sarkozy nos informaron más de los devaneos de Cécilia, su anterior mujer, que de las escapadas nocturnas del nervudo y nervioso Nicolas. Ahora la impunidad le revienta entre las manos al que menos esperábamos, a Hollande, el anodino, al del aire pánfilo y satisfecho de un funcionario de Pas de Calais después de una buena comida. Por si fuera poco, no es el primer lío de faldas que provoca este improbable sex symbol que ya había abandonado a su compañera de 25 años, la estupendísima Ségolène Royal, por una atractiva periodista con malas pulgas y apellido de sabueso. La pregunta resuena en el aire y en las ondas y no es precisamente por qué el presidente ha descuidado de forma tan flagrante su seguridad para visitar a su amante, sino otra muy distinta: ¿qué diantres le ha visto una actriz joven, guapa y con éxito a ese tipo bajito con cara de niño mofletudo y empollón envejecido de repente, a ese hombre gris al que ya imaginamos con su casco de motociclista hasta en sus momentos más íntimos? Lo que le viene a la cabeza a muchos es que el motor de esta pasión es el vil interés, el dinero, un futuro con el riñón bien cubierto, pero, en mi humilde opinión de escritora aficionada a la novela de detectives, no estoy segura de que ese sea el móvil de esta comedia de enredo.No parece que Julie Gayet vaya a sacar mucho a cambio del martilleo mediático que la va a sacudir los próximos meses, ni económicamente ni en su carrera profesional. ¿Cuál es el atractivo entonces? La respuesta es fácil: el poder. Simple y llanamente. Sí, ya sé que suena mal, que muchas feministas pensarán que estoy dando la razón a los estereotipos del macho alfa, esos que dicen que las mujeres corremos siempre tras una cartera bien llena.
Pero ¿está mal que nos gusten los poderosos? Hay una verdad difícil de discutir desde los tiempos de Catalina de Médicis o de Leonor de Aquitania: estos hombres suelen ser muy interesantes. Interesantes no por su cuenta bancaria, no necesariamente por lo que representan, sino por cómo son, por lo que hacen, por sus sueños y aspiraciones. Eso no es algo con lo que una mujer se encuentra todos los días, ¿no es cierto? No se trata de dependencia ni subordinación, algo que ni buscamos ni deseamos, sino de un aspecto para mí fundamental del amor como es la admiración hacia nuestra pareja. Normalmente estos son hombres fuertes, inteligentes, a los que nadie les ha regalado nada y que han llegado a donde han llegado por su propio esfuerzo. No hay nada más atávico que esta atracción. Desde la madrugada de la humanidad, la mujeres hemos buscado al líder de la manada para que nos proteja. Unas veces creemos verlo en la belleza, en la fortaleza física, en la juventud. Otras buscamos más allá de la simple atracción sexual, en el cerebro, en un talento y una voluntad que se haya trazado sus metas y las haya logrado. Más allá del cálculo, por la simple y siempre menospreciada admiración intelectual. Esa es la razón para que la edad que separa a esas parejas no sea importante: Hollande tiene 17 años más que Julie; a Antonioni le separaban 40 años de su mujer y, sin ir más lejos, yo me llevaba 22 años con mi difunto marido. Modestia aparte, podía haber elegido a unos cuantos, no me faltaban alternativas, precisamente, pero lo elegí a él. Lo mismo parece haberle sucedido con Hollande a Julie Gayet, guapa, con éxito y dueña, para más señas, de un castillo del siglo XVII.
¿Se enamora una de la persona o de la personalidad pública? Los hombres suelen sentirse amenazados por las mujeres con éxito, por el síndrome de Dennis Thatcher, por una existencia vicaria como la que se le supone al señor Merkel. Por contra, nosotras nos enamoramos del paquete, del conjunto, de la persona y sus circunstancias. ¿Son todos los hombres poderosos fascinantes? Como en todos los grupos sociales, ellos también tienen sus defectos, normalmente muchos. Tienden a la soberbia, a la impaciencia, a la complacencia con ellos mismos. También hay mujeres que se acercan a los poderosos buscando fortuna y fama. O poder en el sentido más agresivo de la palabra, un hombre con la llave del botón nuclear, como aparentemente dicen que buscaba Carla Bruni antes de conocer a Sarko. Pero, en este mundo de la uniformidad forzada, ellos, los poderosos, tienen algo que les distingue además de los oropeles: conocimientos, experiencias, una visión, la capacidad de cambiar las cosas, de influir en la historia. El otro día una amiga me comentaba lo rápido que pasa la vida cuando vivimos y lo lento que transcurre el tiempo cuando sobrevivimos.
Seguramente dentro de unos años, se arrepienta o no de la historia que ahora protagoniza, Julie Gayet pensará lo mismo. En estos momentos la imagino, como me ocurrió a mí en una situación similar, abrumada por un embrollo que la desborda. Sin embargo, nadie se para a pensar que detrás de todo esto puede existir una mujer enamorada. Y es que al fin y al cabo, como diría Rocío Jurado, ¿qué sabe nadie lo que preferimos o no preferimos en el amor?"
La reacción más enconada que suele causar un hecho de este tipo es culpar a la mujer que se ha arrejuntado al hombre poderoso por su propio interés, aquello tan viejo de la "pelandusca" que se va con el tío con dinero para vivir mejor que con otro más pobre. Podríamos decir que es algo ya trasnochado pero mentiríamos, ya que ese tipo de uniones siguen y seguirán existiendo, también por parte de hombres que se acercan a mujeres con dinero o estatus social. Yo tuve la ocasión de trabajar hace años con una chica que traía a la redacción de cabeza por su atractivo físico y ella se dejaba querer, sabía del poder que tenía y sabía usarlo. Esta chica tenía la costumbre de dejarse caer por bares de copas de Madrid donde van los futbolistas a pasárselo bien mientras sus aficionados están deprimidos en casa por sus derrotas y había alguno que otro que le mandaba mensajes o le llamaba para quedar, todo esto oído de sus propios labios. A ella le gustaban ese tipo de hombres y los curritos de medio pelo que tenía en la redacción babeando por ella se la traían al fresco y no le importaba lo que dijeran de ella, era una "groupie" de los futbolistas y a ellos tampoco les amargaba el dulce, un caso que en inglés lo llaman "win-win", las dos partes salen ganando. Hace tiempo que no sé de ella y desconozco si habrá tenido suerte en su búsqueda del futbolista, de momento no la he visto en programas o revistas del cotilleo.
No quiero decir con ésto que siempre esté detrás el interés, porque como dice Carmen Posadas pueden influir muchos otros factores y cada uno es cada uno. Por ejemplo, la actriz italiana Sofía Loren nunca se separó de su marido, el productor Carlo Ponti, fallecido hace unos años y que fue su descubridor e impulsor en la industria del cine. Él era dos décadas mayor que ella y ella tuvo a sus pies a todos los hombres de su tiempo, incluidas grandes estrellas de Hollywood, a las que siempre desechó. Ella había crecido sin figura paterna y Ponti era esa figura, así que no necesitaba más.
No se puede negar que a pesar de ser seres racionales también somos animales y por ello los instintos también cuentan y muchas veces esos instintos son tremendamente materialistas. Mucha gente inconscientemente, sin planteárselo en su cabeza, necesita aferrarse a quién desprenda poder, porque ese instinto de supervivencia les dice que la vida va a ser más fácil con el que domina la manada, por tener mayores medios para subsistir. Y ese poder que desprenden puede ser monetario, puede ser una personalidad que arrolle con todo o puede ser una transmisión inmediata de confianza y seguridad. Esto es más viejo que el andar a pie y seguirá pasando, para que generaciones venideras sigan sorprendiéndose con estos fenómenos y muchos sigan diciendo "¿pero qué ha visto en él/ella?".
Hace poco vi un documental que trataba sobre este tema e hicieron una curiosa encuesta.
ResponderEliminarLe preguntaron a varias mujeres cuál de los siguientes sujetos les parecía más atractivo a la hora de iniciar una relación, mostrándoles dos fotos. En una aparecía un hombre muy guapo, con muy buen tipo, que era músico y no tenía ni ingresos, ni otros estudios. En la otra salía un tío visiblemente menos apuesto, pero con un trabajo fijo y muy bien remunerado.
Ocho de las diez mujeres eligieron al segundo, y cuando les preguntaban por qué no tenían ningún pudor en admitir que les había convencido la estabilidad económica que les ofrecía.
Como dices, cuentan muchas cosas a la hora de estar con alguien (o debería), pero siempre tira más la pasta que el físico. Otras veces tira más la pasta que cualquier otra cosa, pero allá cada uno.
En ese sentido, aún recuerdo un sketch de Benny Hill que vi hace muchos años en el que salía un tío musculoso haciendo pesas y todas como locas mirándole y aparece Benny Hill y se pone a hacer pesas con fajos de billetes y se van con él, jajaja.
EliminarEn muchos casos me llama la atención cómo la edad influye en la percepción, en ese ardor juvenil en la búsqueda del amor verdadero que acaba volviéndose interés por "otras cosas" que poco tienen que ver con aquel idealismo. Esa gente dirá que la vida es así y que el amor no da de comer y que tienen que pensar en su futuro y no dudo de que tienen su parte de razón pero al mismo me parece triste que todo quede reducido a una cuestión macroeconómica
Haces entradas buenísimas. Si fuesen un pelín más cortas tendrías muchos más lectores asiduos, créeme...
ResponderEliminarSaludos
Pues muchas gracias, celebro que te gusten. Sé que en estos días, con tanta información por todas partes los textos un poco más extensos están condenados a tener menos atención, porque requieren un poco de concentración y no se pueden leer en un móvil o tablet en 30 segundos, pero lo asumo.
EliminarPara hacer las entradas suelo pensar el tema en mi cabeza y cuando lo tengo claro escribo, aunque a veces me surgen ideas nuevas mientras escribo y alargo un poco más, por eso me gusta meter fotos y vídeos para no hacerlo muy pesado a la vista. Digamos que la duración depende del tema y hay cosas que se pueden despachar antes que otras, pero me gusta terminar la entrada y sentir que he contado todo lo que quería a sentir que me he dejado cosas fuera. Cosas de uno.
Saludos
Cada uno busca una cosa distinta en una pareja, y desde mi punto de vista lo tienen más fácil las que son corderillas indefensas porque siempre habrá un macho quieriendo protegerlas. O las que tienen complejo de mamá gallina (bueno creo que la expresión es más bien francesa "mère poule") y les encanta tener a alguien a su cargo, porque hay mucho tío buscando teta...a la que aferrarse y que le tenga todo hecho.
ResponderEliminarLuego las que estamos en el estadio intermedio lo llevamos crudo...yo quiero alguien con el mismo nivel de dependecia que yo, que quiera o desee estar conmigo, no que lo necesite.
Creo que me acabará pasando como estas mujeres...acabaré con un poderoso que me tenga fascinada hasta que me canse de fascinaciones y acabe camiándolo por un jovencito al que darle de mamar...porque al final nunca estamos contentos con lo que tenemos!
Leí no hace mucho por ahí que la modelo Bar Refaeli se quejaba de que no encontraba a nadie para ser su novio y eso que ella ofrecía ser la pareja tradicional perfecta, dispuesta a ocuparse de todo sin chistar para agradar a la otra parte, unas declaraciones que la sitúan sin duda en las corderillas indefensas que no ocultan el machismo que sienten, esas actitudes se siguen manteniendo hoy día.
ResponderEliminarYo para eso también me englobaría en el grupo intermedio, no quiero una mamá gallina que me diga todo el tiempo lo que debo hacer, hace años que escapé de todo eso cuando me fui de casa. Precisamente mi madre dice de todas esas mujeres que se lían con ricachones que van a ver si les sacan un hijo y luego a vivir del cuento, no lo concibe de otra manera, jeje.
Nunca estamos contentos con lo que tenemos, que gran verdad, una idea que es motor del progreso en muchas ocasiones y fuente de insatisfacción continua en otras