En una entrada anterior cité la
frase de un antiguo compañero de estudios que decía que él nunca
mantenía contacto con la gente que no viera en su día a día y que
por eso lo más probable es que no volviéramos a saber de él una
vez que nuestro destino común llegara a su fin. A todos les parecía
un poco salvaje esa actitud, pero lo cierto es que he comprobado que
es bastante honesta, pues ninguno de nosotros es capaz de mantener un
contacto fluido con todo el mundo que ha pasado por su vida. Algunos
se van y otros quedan en segundo plano sin que medie ninguna
discusión, simplemente porque el tiempo ha pasado y la importancia
que tenían en nuestras vidas deja de ser tanta. Estos días de
cumpleaños lo he experimentado con personas que en su día me
dedicaron cariñosas felicitaciones y que hace años que ni recuerdan
cuando cumplo los años. Porque todos recordamos los cumpleaños de
la gente que nos importa, en los que estamos ya días antes pensando
en qué decirles o incluso regalarles y por contra, nos tienen que recordar
aquellos en los que felicitamos más por compromiso que por otra
cosa, con unas breves frases hechas deprisa y corriendo.
Hay un viejo dicho que afirma que del
roce nace el cariño y ese sería el resumen más acertado de “10.000
km”, el debut en el largometraje de Carlos Marqués-Marcet, crónica
del distanciamiento de una pareja al no ser capaces de afrontar su
nueva vida, con varios miles de kilómetros de distancia entre ellos. Alex (Natalia Tena) y Sergi (David Verdaguer), son pareja desde hace años, viven en Barcelona y acarician la
idea de tener un hijo. Pero, inesperadamente, Alex consigue una beca de
un año en Los Ángeles para desarrollar sus estudios de fotografía, lo que supondría un año de relación a 10.000 Km
de distancia.
Las nuevas tecnologías permiten mantener el contacto entre ambos y
al principio acogen este nuevo orden con ilusión, hablando durante
largos ratos durante todos los días e incluso compartiendo momentos
íntimos en la medida de lo posible. Pero el paso del tiempo hará su
natural erosión y les irá distanciando, ya que su día a día
depende mucho menos del otro y ambos empiezan a aceptar que la otra
persona está lejos y que no forma parte de su rutina cotidiana. Cada
uno, especialmente en el caso de ella, acaba por organizar su vida en
su nuevo entorno y eso supone otra construcción de su espacio vital,
otro modo de pasar el tiempo y otras personas en el entorno más
cercano.
El director ha hablado de una analogía
de su película con la “Odisea” de Homero que es bastante
acertada. Para Sergi, Alex supone el final de un largo camino, un
largo camino con final feliz. Alex, en cambio, necesita un compañero
de viaje en el continuo navegar de su vida, una vida que nunca se
detiene. De este modo, Alex sería Ulises y se repite a sí misma que
necesita una Ítaca, pero lo que realmente le interesa es el viaje.
Por su parte, Sergi sería Penélope, esperando pacientemente que
Alex se canse de aventuras y quiera volver a disfrutar de su reino,
sin darse cuenta de que lo que le enamora de ella es precisamente lo
que les impide estar juntos. Es curioso también el cambio de roles
que se hace, siendo el chico el que tiene comportamientos
tradicionalmente asociados a la mujer y viceversa, pues mientras ella
es la que se aleja de casa y busca su destino por ahí es él el que
espera y el primero que empieza a tener dudas de que aquello vaya a
salir bien.
Carlos Marqués-Marcet dirige con
interés una historia a la se le pueden reprochar algunos tics de
director debutante, empeñado en demostrar lo bueno que es a través
de diversas virguerías, como el plano secuencia del inicio en el que
se nos muestra la intimidad de la pareja y el planteamiento de la
historia de una manera un poco forzada o el final, que tiene un
buscado aire cíclico para la historia que se ve venir desde minutos
antes. Tampoco me convenció del todo una Natalia Tena (británica de origen
español que ha aparecido en películas de Harry Potter y en la serie
“Juego de Tronos”) a la que no se le ve cómoda hablando en
español y que solo transmite a ratos ese aire misterioso, entre
fuerte y frágil, que requiere su personaje. Bastante mejor está su
compañero de reparto, el desconocido David Verdaguer, como ese
hombre imperfecto, de buen corazón aunque algo egoísta, que está
dividido entre no cortar las alas a las aspiraciones de su novia y el
miedo a perderla cuando se aleja de él. Ambos son los únicos
actores de una historia ambientada en interiores, algo
claustrofóbica, con los dos encerrados en sus hogares, apartados del
resto del mundo, con la pantalla de un ordenador como ventana al
exterior. Muestra de una sociedad que usa de las nuevas tecnologías
para creerse más conectada, olvidando lo indescifrable del factor
humano y que un día cara a cara pesa mucho más en el ánimo de
quienes lo viven que meses de charlas por Skype, algo que yo siempre
defiendo.
Y si la semana pasada hablaba de la
cantidad de historias cinematográficas ambientadas en Nueva York,
hoy lo hago con otra más, en este caso la película francesa “Nueva
vida en Nueva York”, tercera parte de una saga iniciada con “Una
casa de locos” y continuada con “Las muñecas rusas”
El galo Cedric Klapisch dirige por
tercera vez las aventuras de Xavier (Romain Duris) y los jóvenes que fueron
presentados viviendo la peripecia Erasmus en Barcelona en “Una casa
de locos”, aunque en ésta ocasión con un poso un poco más amargo
y dejando por el camino a la mayoría de aquellos. De hecho, en esta
tercera entrega solo tenemos a Xavier, Wendy (Kelly Reilly) la inglesa con la que
Xavier tiene a sus dos hijos, Isabelle (Cecile de France) la belga lesbiana y Martine (Audrey Tautou), su
novia de antes de irse de Erasmus. Xavier ya no es un jovencito,
ahora tiene dos hijos y una edad en la que tomar determinadas
responsabilidades, aunque su desconcierto vital sigue ahí, sin
cambiar con la edad. Ahora es escritor y ha escrito dos libros
(llamados como las anteriores películas), en los que habla de sus
experiencias juveniles. Cuando Wendy le deja para irse a Nueva York con
los niños, él decide hacer lo mismo y empezar una nueva vida en la
Gran Manzana con lo puesto, trabajando de lo que sea para pagarse un
piso en Chinatown y arreglando una boda con una chica china para
conseguir el permiso de residencia.
Será en Nueva York donde
coincida con Isabelle, que una vez más será su confidente para temas
amorosos y de paso le pedirá el “pequeño favor” de que les done
su esperma a ella y su pareja para que puedan ser madres. Y también
en Nueva York se encontrará a Martine, a la que no ve desde hace
años y que también ha cambiado mucho.
Además de estos encuentros con
antiguas compañeras de fatigas, Xavier tiene otros con su padre y
ensoñaciones con Schopenhauer o Hegel, que le dicen cual puede ser
el destino de su vida, aún por descubrir pese a que se encuentra en
una edad donde ya debería tenerlo claro. O al menos eso se dice,
porque lo único claro son los fracasos y los sueños perdidos.
La película es posiblemente la más
conseguida de las tres que se han hecho con estos personajes, después
de una interesante primera parte lastrada por el buenismo, una
olvidable segunda parte de la que ahora solo recuerdo la curiosa (y gratuita) carrera de Romain Duris e Irene Montalá, desnudos por
las calles de París. Las aventuras de esta tercera película son a
su vez un nuevo libro de Xavier, que le va presentando a su editor,
el cual va calificando los pasajes en un juego de metalenguaje en el
que el personaje del editor es el propio espectador. De hecho, como
dice el propio editor, el final de la película es atroz y se carga
buena parte del encanto tragicómico que había tenido la película
hasta ese momento, aunque por otra parte quizá sea coherente con lo
que ha sido la historia de los tres filmes hasta ese instante. Y es
que parece ser que lo que Xavier necesita es una combinación de esas
tres mujeres que siguen presentes en su vida pasados los años.
Una
película bien dirigida e interpretada, que merece verse en VO (como
sucedía con “Una casa de locos”, lastrada por un doblaje infame)
por los ocasionales equívocos lingüísticos entre franceses,
estadounidenses y chinos y que gustará especialmente a los que ya
hayan seguido las aventuras de sus protagonistas. Unas aventuras en las que algunos personajes han desaparecido y solo son un recuerdo, como muestra de ese ciclo de la vida que nunca se detiene y que hace que tanta gente que se creía cercana se va quedando por el camino.
He leído que 10.000 km está muy bien, algunos dicen que es la mejor peli de lo que va de año, pero no me va mucho este tipo de cine y además no me gusta Natalia Tena.
ResponderEliminarBueno, lo de mejor película del año es un poco exagerado, yo creo que le pasa un poco como le pasó a "Stockholm" el pasado año, que gana el Festival de Málaga viniendo de la nada y acaba siendo de lo mejorcito con su planteamiento honesto de las relaciones humanas. A mí de hecho los dos personajes de "10.000 km" me acaban cayendo mal, pero entiendo sus motivaciones y Natalia Tena está bien a ratos, no me acaba de convencer, yo no la había visto en acción hasta ahora
EliminarPues las relaciones románticas, digamos, a distancia… no sé si creérmelas. Son difíciles. Faltan cosas importantes. Además, yo no soy mujer de virtualidades, así que mis breves experiencias al respecto no han acabado muy allá.
ResponderEliminarEn cuanto al resto de relaciones, como tú dices, prefiero el "cara a cara", claro. Pero si no puede ser, y de verdad quieres mantenerlas, toca currárselo bien. En estos casos sí que he tenido más éxito.
La segunda peli tiene una pinta chula.
Un saludo
Igual que dos no discuten si uno no quiere, dos no se aman si uno no está por la labor. Ya puede ser la distancia de miles de kilómetros o de unos bloques de pisos, que si se da la situación de que una de las partes empieza a alejarse emocionalmente, la cosa pinta mal. La comunicación se espacia y se acaba pensando "dónde estabas cuando estaba mal y te necesitaba", porque la otra parte ha empezado a pensar en otras cosas y a tener otras preocupaciones y la persona que era el centro de los pensamientos y que parecía tan importante ha pasado a ser algo secundario, a lo que se dedica tiempo si lo hay.
EliminarCreo que ese es el principio del fin de las relaciones, incluso entre gente que vive junta, el hecho de que la otra persona deje der lo primero en lo que piensas al levantarte y lo último antes de acostarte.
Un saludete