"En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme vueltas. Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien -me dijo- ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas. No añadió más, pero ambos no hemos sido nunca muy comunicativos dentro de nuestra habitual reserva, por lo cual comprendí que, con sus palabras, quería decir mucho más.
Su corazón se hallaba en constante y turbulenta agitación, temperamento creador, tenía un don para saber esperar y, sobre todo, una romántica presteza; era la suya una de esas raras sonrisas, con una calidad de eterna confianza, de esas que en toda la vida no se encuentran más que cuatro o cinco veces.
James Gatz era víctima de un mundo al que no pertenecía: ricos, seres descuidados e indiferentes, que aplastaban cosas y seres humanos, y luego se refugiaban en su dinero o en su amplia irreflexión.
Gatsby creía en el fastuoso futuro que año tras año retrocede ante nosotros. Aunque en este momento nos evite, no importa... Mañana correremos más rápido, estiraremos más los brazos... Y una hermosa mañana. Y así seguimos, luchando como barcos contra la corriente, atraídos incesantemente hacia el pasado.
Tendió la mano desesperadamente, como para apoderarse de un jirón de aire, para salvar un fragmento del lugar que ella embelleciera para él. Ahora todo iba demasiado deprisa, a sus turbias pupilas; sabía que había perdido para siempre la mejor parte de su vida; la más pura y la mejor."
("El Gran Gastby", de Francis Scott Fitzgerald)
En las últimas semanas he estado pensando mucho en "El gran Gatsby", más en el magnífico libro de Scott Fitzgerald que en la irregular película que estrenó Baz Luhrmann hace unos meses, especialmente en un momento concreto en el que coinciden los personajes protagonistas y cambian las visiones que unos tienen de los otros. Gatsby ama a Daisy, un antiguo amor de juventud que ahora está casada con Tom Buchanan, un hombre rudo que es la antítesis del refinamiento de Gatsby. Gatsby y Daisy han empezado a retomar ese amor del pasado a espaldas de Tom, que se huele lo que está pasando y que en un momento dado provoca a Gatsby por la falsedad que considera que hay detrás de su refinamiento, consiguiendo que el millonario pierda los nervios y trate de agredirle. Tom consigue su objetivo, logra que Daisy descubra la parte oscura de Gatsby y eso hace que ambos vuelvan a separarse emocionalmente. Aunque Tom trata mal a Daisy y para Gatsby ella es el único estímulo auténtico de su existencia, el motor de todos sus sacrificios, Daisy se queda con lo malo conocido y opta de nuevo por Tom, que sabiendo que no podía llegar a la altura de Gatsby ha conseguido rebajarlo a su nivel de mediocridad, algo en lo que él se sabe ganador.
Y pienso mucho en esa escena por representar tan fielmente los cambios repentinos que pueden producirse en el alma de la gente a la hora de percibir a otras personas, de como todo lo que construimos puede venirse abajo en un momento y no servir de nada. Todos hemos tenido relaciones con otras personas en las que hemos puesto mucha ilusión y dedicación y de las que hemos recibido bastante poco a cambio, con grandes dosis de indiferencia y pasotismo y esa gente que ha pasado de nosotros a su vez habrá recibido otras decepciones, en una especie de injusticia global que siempre se repite. Esos casos duelen si se trata de personas a las que admiramos por un motivo y no nos prestan atención desde un principio, pero duele más cuando se produce con aquellos con los que hemos tenido una relación más estrecha y de repente se alejan como Daisy Buchanan, sin saber muy bien por qué. Gente que cambia de preferencias por motivos inescrutables que solo ellos conocen.
En estos días de final de año, donde tiende a hacerse balance a distintos niveles pienso en todas las Daisy Buchanan que fueron parte importante de mi vida y que hoy no son más que recuerdos, que en su día fueron el centro de casi todas las cosas y hoy son puntitos en el pasado. Pienso en las llamadas telefónicas, en los mensajes, en los ratos vividos y como todo aquello empezó a espaciarse cada vez más, a repetirse menos, en una intimidad de contarse hasta el más pequeño detalle que pasó a ser una conversación superficial sobre generalidades. En esas relaciones que terminaron convirtiéndose en conversaciones de conocidos que un día se encuentran y en dos minutos se dicen que se han casado, han tenido hijos, que su madre se murió o que les tocó la lotería, sin entrar en detalles, con el mismo sentimiento con el que se contarían lo que han comprado en el supermercado ese día.
Da mucha pena ese momento, cuando pasas de ser alguien especial a ser uno más, uno de esos cientos de "amigos" que la gente colecciona en las redes sociales, de esos que un día salen a relucir en una conversación en plan "¿qué fue de...?", para enseguida pasar a otra cosa. Alguien destinado a irse al sótano de la memoria con los demás, un número desprovisto de humanidad. Creo que por todo eso nunca he sido muy fan de los nuevos modelos de comunicación, que tienden a cosificarte porque es imposible que una persona pueda hablarse con las decenas, centenares de personas que pueda conocer, no hay horas en el día ni tampoco la intimidad suficiente. Siempre he preferido poco y bueno que mucho y regular y lo he aplicado en mis relaciones y aunque a veces me he equivocado y he sido yo el que se ha alejado sin motivo, trato de ser coherente con ese principio. Aquellas personas a las que he apreciado lo han sabido por haber estado siempre pendientes de ellas, porque no me gusta jugar con la gente y a aquellos que no me interesan no les presto mucha atención desde el principio para no llevarles a engaños. Hay quien piensa que puede ser frío e incluso rudo y así me lo han hecho saber, pero siempre he opinado que es mejor ponerse una vez colorado que cien amarillo.
Así que entre los propósitos del nuevo año que están tan en boga estos días, yo me propongo cuidar un poco más si cabe esas relaciones que tantos buenos momentos me dan, correspondiéndolas en la medida de lo posible y tratar de no perder más tiempo en las que no hay nada por la otra parte. Tratar de esquivar a las Daisy Buchanan (femeninas y masculinas) que roban tanto tiempo y tantas ilusiones y distraen de la gente que realmente merece la pena. Porque al final lo que nos queda es gente que está con nosotros solamente por algún interés y gente que está con nosotros a las duras y las maduras, esas personas de las que habla Lana del Rey en una de las canciones de la banda sonora de la última versión cinematográfica de la peripecia de Gatsby.
Y si les interesa la historia de Gatsby, les recomiendo que lean el libro primero, para mí uno de esos a los que me llevaría a una isla desierta. Con el sello inconfundible de la melancolía de Scott Fitzgerald, un hombre que siempre ansió la gloria y que en el mejor de los casos tuvo que conformarse con las migajas, antes de ser ponderado, como tantos otros, después de su muerte tras una sufrida vida.
Feliz año 2014.
Hay que tener en cuenta que estamos de paso en la vida de la mayoría de la gente que conocemos.
ResponderEliminarYo aprendí esto cuando aún estaba en el colegio, porque repetí curso, así que pronto me di cuenta de que puedes estar años compartiendo momentos con personas de forma circunstancial y de la noche a la mañana acabarse casi para siempre.
Suena muy tópico, pero realmente hay que tratar a los demás como nos gusta que nos traten, ni más ni menos. Yo no pido nada más y si alguien no se siente correspondido mala suerte.
Sabe cuando se estorba también es algo muy importante en la vida.
Feliz 2014
Una vez tuve un compañero de estudios que al acabar el curso nos deseó suerte porque dijo que poco le íbamos a ver desde entonces. Muchos se indignaron por eso, pero él decía que solamente se llevaba con la gente que trataba en el día a día aparte de sus amigos de la infancia y que todos lo hacían aunque no lo reconociesen. Es algo que no he olvidado y en lo que he pensado a veces, por ser tan real en tantas ocasiones.
EliminarYo aún sigo llevándome con las amistades del colegio, aunque nos vemos solo en ocasiones muy determinadas, como por ejemplo ahora en Navidad porque todos vivimos fuera de nuestra ciudad natal y también porque nuestros intereses en la vida son diferentes, pero el rato que nos encontramos nos ponemos al día, algunos con más franqueza que otros y siempre les detecto cuando están ocultando algo.
Me gusta dar vida a la reflexión de no hacer a los demás lo que no quieres que te hagan y por eso no me gusta dar largas a la gente que pueda estar pendiente de mí. Estos mismos días he mandado felicitaciones a gente que ni me ha respondido con un simple "gracias", gente que ha inspirado mis palabras no solo en Navidad sino en el resto del año, mostrando que no tienen tiempo para mí pero si lo tienen para otros. Este es el tipo de gente que debería dejar de tratar porque ya me han demostrado lo que se puede esperar de ellos, algo que nos pasa a todos y algo que acabamos haciendo a veces incluso sin querer. Porque a nadie le gusta ser el pagafantas de nadie, tanto en el amor como en la amistad, que es otra forma de amor