La cosa empezó haciendo el tonto por las redes sociales. Ella eligió como avatar la imagen de una mujer con los ojos pintados de negro y maquillaje corrido por las lágrimas, una imagen triste y algo salvaje que no se correspondía con la suya, pero que iba a ser la suya en ese medio de comunicación. Sintió la libertad de escribir lo que le diera la gana y se permitió el lujo de poner palabrotas, frases malsonantes e ideas sexuales de todo tipo. Que dirían las monjas del colegio al que asistió si la vieran ahora. En términos freudianos, aquello fue una liberación del subconsciente en toda regla, no había inhibición de ningún tipo.
Todo eso le encantaba a los tíos, que le mandaban mensajes públicos y privados en los que le respondían cosas aún más soeces y atrevidas que las suyas y le pedían constantemente conversaciones privadas. A ella le divertía todo aquello y les seguía el juego, quería ver hasta donde era capaz de llegar. Tenía conversaciones con algunos de los hombres que la deseaban y flirteaba con ellos, les decía que era ninfómana y que cada día se lo montaba con un hombre distinto, a veces dos.
Todo eso le encantaba a los tíos, que le mandaban mensajes públicos y privados en los que le respondían cosas aún más soeces y atrevidas que las suyas y le pedían constantemente conversaciones privadas. A ella le divertía todo aquello y les seguía el juego, quería ver hasta donde era capaz de llegar. Tenía conversaciones con algunos de los hombres que la deseaban y flirteaba con ellos, les decía que era ninfómana y que cada día se lo montaba con un hombre distinto, a veces dos.
Ellos se volvían locos, notaba como se excitaban y le mandaban fotos de sus miembros y le decían sus deseos de practicar sexo con ella. Había días en los que ella se sentía más juguetona y les mandaba fotos suyas provocativas. En una salía en ropa interior, en otras enseñaba el culo o las tetas. Nunca mostraba su cara y disfrutaba con los comentarios de aquellos salidos. Ella, que nunca había estado a gusto con su cuerpo, veía como los hombres le hacían sentirse deseada.
Pero todo esto cambió el día que le conoció a él. Llegó sin hacer mucho ruido, destacando que era una chica sexy, aunque con mucha corrección, sin apenas apasionamiento. Cuando hablaba con ella lo hacía sin prestar atención a las cosas que a todos los demás les excitaban. Empezó a conocer cómo ella era una mujer de 34 años que vivía con su novio, que estaba en paro desde hacía unos meses, que le gustaba leer y ver películas y pasar largos ratos tumbada en la cama o el sofá, soñando cosas, que entraba en esa red social para entretenerse, que la relación con su novio se había deteriorado y ya no sabía si seguía enamorada de él. De hecho ya empezaba e plantearse si había estado enamorada alguna vez, en si había experimentado ese fuego interior, esa sensación de entrega total al otro de la que todos hablaban.
Al mismo tiempo conoció muchas cosas de él y aunque no era guapo, acabó encontrándole atractivo por las muchas ideas y características que compartían. Ella le mandó una foto suya, pero no de sus pechos o de su trasero, sino de su rostro, ese que había ocultado hasta ahora. Lo que sí ocultaba era la atracción que le producía aquel hombre y tampoco le dijo que había sentido un tirón en el vientre cuando él le había dicho que ella le gustaba, que después de aquella confesión ella se había mastrubado pensando en él.
Él le había pedido quedar en persona, que quería conocerla en carne y hueso. Ella le respondió que ella iría a su ciudad, que no quería que la reconocieran por la calle.
Esa mañana le había dado un beso de despedida a su novio cuando éste se iba a trabajar y había decidido que finalmente no iría a verle a él. Seguía repitiéndose que no iría mientras se ponía esa ropa interior negra de encaje y esa blusa de color violeta tan bonita, que guardaba para las ocasiones especiales. No pensaba ir mientras se dirigía con un pequeño maletín camino de las estación a coger un autobús y seguía diciéndose que se volvería lo antes posible a casa mientras el autobús iba camino de la ciudad de él. Y al mismo tiempo no podía olvidar las mariposas que tenía en el estómago y las ganas que tenía de besarle cuando le viera.
Pero todo esto cambió el día que le conoció a él. Llegó sin hacer mucho ruido, destacando que era una chica sexy, aunque con mucha corrección, sin apenas apasionamiento. Cuando hablaba con ella lo hacía sin prestar atención a las cosas que a todos los demás les excitaban. Empezó a conocer cómo ella era una mujer de 34 años que vivía con su novio, que estaba en paro desde hacía unos meses, que le gustaba leer y ver películas y pasar largos ratos tumbada en la cama o el sofá, soñando cosas, que entraba en esa red social para entretenerse, que la relación con su novio se había deteriorado y ya no sabía si seguía enamorada de él. De hecho ya empezaba e plantearse si había estado enamorada alguna vez, en si había experimentado ese fuego interior, esa sensación de entrega total al otro de la que todos hablaban.
Al mismo tiempo conoció muchas cosas de él y aunque no era guapo, acabó encontrándole atractivo por las muchas ideas y características que compartían. Ella le mandó una foto suya, pero no de sus pechos o de su trasero, sino de su rostro, ese que había ocultado hasta ahora. Lo que sí ocultaba era la atracción que le producía aquel hombre y tampoco le dijo que había sentido un tirón en el vientre cuando él le había dicho que ella le gustaba, que después de aquella confesión ella se había mastrubado pensando en él.
Él le había pedido quedar en persona, que quería conocerla en carne y hueso. Ella le respondió que ella iría a su ciudad, que no quería que la reconocieran por la calle.
Esa mañana le había dado un beso de despedida a su novio cuando éste se iba a trabajar y había decidido que finalmente no iría a verle a él. Seguía repitiéndose que no iría mientras se ponía esa ropa interior negra de encaje y esa blusa de color violeta tan bonita, que guardaba para las ocasiones especiales. No pensaba ir mientras se dirigía con un pequeño maletín camino de las estación a coger un autobús y seguía diciéndose que se volvería lo antes posible a casa mientras el autobús iba camino de la ciudad de él. Y al mismo tiempo no podía olvidar las mariposas que tenía en el estómago y las ganas que tenía de besarle cuando le viera.
Me ha encantado la entrada! Mucho.
ResponderEliminarNo se si esta inspirado en alguien real. O solo es un relato. Pero me encanta como esta escrito.
Felicidades.
Hay cosas de realidad y también de fabulación, sobre cosas que veo a la gente y que me inspiran cosas.
EliminarMuchas gracias por tu felicitación, me alegro de que te haya gustado.
Real o ficticio?? De todas formas me ha encantado...!! Es cierto que hay bloggers que ligan un montón con el blog...eso a mi no me pasa!!!
ResponderEliminarHuy, la blogosfera no deja de ser un reflejo del mundo real y por ello se ve de todo y también los hay que se tiran el rollo con el blog para ligotear o para aumentar su ego.
EliminarY el relato un poco real y un poco ficticio, me alegra que os lo preguntéis y que os hayáis metido en la historia. Así da gusto escribir.