“Confía en algunos, teme al resto” era el eslogan de
“X-Men”, la primera adaptación al cine de los personajes conocidos por estos
lares como “La Patrulla X”, una serie de mutantes con poderes que los
convierten en seres superiores al resto de los humanos y al mismo tiempo los
convierten en apestados sociales. Hablaba el otro día de recuerdos sobre lo que
sucedía el día de mi 18 cumpleaños en el año 2000 y fue precisamente en ese
mismo año, unos meses después, cuando llegaba a los cines la primera aventura
cinematográfica de los mutantes. Yo había conocido a los personajes del mismo
modo en que conocí a Spiderman, en una serie de dibujos que daban en la
televisión en las mañanas de verano y me llamó la atención la apariencia que
les habían dado para el cine, lejos de esa versión a la que me había
acostumbrado y que provocó no pocos comentarios por parte de los fans de los
cómics creados por Stan Lee y Jack Kirby.
Dirigía la película Bryan Singer, un director al que por entonces aún no conocía, pero que había saltado a la fama por películas como “Sospechosos habituales” y “Verano de corrupción”. Un Singer que no ha tenido tapujos en reconocer su homosexualidad y decir que lo que más le interesa de estos mutantes es el paralelismo que tienen con tantos gays que deben esconder su condición y que sufren rechazos cuando salen a la luz.
Llegó el día del estreno y fui a mi cine más querido, el
que tenía a apenas 5 minutos de mi casa y en el que había ido creciendo como
espectador, viendo películas como “Gremlins 2”, las dos primeras partes de las
Tortugas Ninja, “Parque Jurásico”, “Titanic” o “Gladiator”, entre muchas otras,
hasta su cierre en 2002. Uno de esos cines que ponía fotogramas de la película
por los pasillos para que te hicieras una idea de lo que ibas a ver, cuando
Internet era todavía una quimera para el público de a pie. Vi la película y no
salí desencantado, aunque tampoco demasiado satisfecho, no me había llenado
tanto como otras experiencias en aquella misma sala. Lo que más recordé fue el
personaje de Mística, esa mujer azul que pasea su cuerpo desnudo y lleno de
escamas a la espera de convertirse en cualquier otra persona para lograr sus
fines. Estaba en plena ebullición adolescente a mis 18 años y esa visión de una
mujer dura y sensual captó mi atención de una manera morbosa, provocando
atracción y rechazo a la vez, gracias también al trabajo de la modelo y actriz Rebecca
Romijn, a la que tampoco conocía hasta entonces.
La película fue un éxito en todo el mundo y supuso un gran
trampolín para actores entonces desconocidos para el gran público como Hugh
Jackman e Ian McKellen, que con sus papeles de Lobezno y Magneto se lanzaron a
la fama y han quedado en la memoria del espectador (aunque McKellen es ahora
más recordado por haber sido Gandalf en todas las películas sobre el universo
de “El señor de los anillos”. Además puso en liza una edad de oro de los
superhéroes de cómic en el cine y poco después llegarían a las pantallas tantos
y tantos otros, que hoy siguen poblando las carteleras. De los X-Men hubo dos
secuelas más (que yo vi en la ciudad donde pasé mis años universitarios en dos
cines diferentes, también cerrados ya), dos películas para el personaje de
Lobezno que es mejor olvidar y un reinicio o “reboot” con “X-Men.
Primera Generación” hace 3 años, en las que los personajes eran encarnados por
actores más jóvenes y no demasiado conocidos, aunque prometedores y que ahora son bastante más populares, como Jennifer Lawrence (la joven Mística), Michael Fassbender (el joven Magneto) o James McAvoy (el joven Xavier), como se
había hecho en la primera vez. Una película excelente y que para mí es la mejor que se ha hecho de los mutantes.
Estos días he revisado las películas de los mutantes para
refrescar la memoria y me ha vuelto a llamar la atención esa primera “X-Men”
del año 2000, que vista hoy día parece un episodio piloto de alguna serie de
televisión, con unos efectos especiales algo pasados de moda y una duración de
apenas hora y media, algo desacostumbrado para todas las cintas de superhéroes
que se hacen hoy día, que parecen tener prohibido durar menos de dos horas. Es
una película de apariencia sencilla, modesta, como temerosa de querer ser más
grande de lo que merece y eso y los recuerdos que me trae le dan un especial
encanto. Ahora se ha estrenado “X-Men. Días del futuro pasado”, que ha contado
con el regreso a la dirección de aquel que lo empezó todo, Bryan Singer, además
de la reincorporación de actores que ya habían dejado de aparecer, mezclados con
los que los interpretaron de jóvenes en el reinicio de hace tres años.
En "Días del futuro pasado", los X-Men luchan por la supervivencia de la especie en una guerra que
se desarrolla en épocas diferentes. Para ello, los mutantes deberán unificar
sus fuerzas dejando a un lado sus enemistades. Trask Industries, la empresa liderada por Bolivar Trask (Peter Dinklage), ha creado a los Centinelas, gigantescos cazamutantes que están causando numerosas bajas. Tan sólo viajando en el tiempo podrán impedir la
masacre que se avecina, algo que hará Lobezno (Hugh Jackman) desplazándose a los años 70 y tratando a los jóvenes mutantes para impedir su destino.
Tras el buen sabor de boca de “X-Men. Primera Generación”
dirigida por Matthew Vaughn (“Kick Ass”, Bryan Singer vuelve a ser el director
de una saga de la que dirigió los dos primeros episodios antes de hacer otros
proyectos como la fallida “Superman Returns”, la interesante “Valkyria” o la
desastrosa “Jack el cazagigantes”. En esta ocasión ensambla los dos repartos de
mutantes en una historia que habla de la destrucción a la que están siendo
sometidos por su condición y la necesidad de ir al pasado para cambiar el
triste futuro. Singer vuelve a las habituales disquisiciones sobre la
diferencia de los mutantes y el estigma al que son sometidos y con las ideas
contradictorias de los que están con Xavier y optan por la vía del diálogo para
la integración y los que acompañan a Magneto, dispuestos a ganarse el respeto
aunque sea infundiendo temor. Todo ello tratando de seguir las líneas trazadas
en las anteriores películas aunque al final haya agujeros sin tapar y cosas
modificadas sobre la marcha. Además, lo bueno que tienen estos viajes al pasado
en las películas es que cambian lo que pasa en el futuro, así que la película
deja campo abonado para más peripecias de los mutantes, la próxima de las
cuales llegará en 2016.
Lo que más me ha gustado de la película es el retrato del
joven profesor Xavier, que no es el hombre pragmático y optimista que hemos
conocido. Está lejos de ser ese maestro zen de los mutantes y se halla en una
situación de sufrimiento por la pérdida de movilidad en sus piernas y los
ideales frustrados de integrar a los mutantes en la sociedad. No se siente
capaz de aguantar el dolor ajeno y de encabezar una misión para la que no se ve
preparado, aunque deberá poner a los mutantes en marcha si no quiere que éstos
acaben siendo exterminados. Mi escena favorita es aquella en la que aparecen
juntos James McAvoy y Patrick Stewart, hablándose como el profesor Xavier del
pasado y el del futuro y tienen un emocionante diálogo sobre la esperanza,
parte del cual reproduzco al principio de la entrada. En lo que respecta a la
acción, hay que destacar la parte en la que Magneto es liberado de su prisión
en el Pentágono por parte de Quicksilver, un hombre que se mueve más rápido que
ninguno y que da lugar a un par de escenas muy conseguidas en las que se
combinan acción y humor.
Con todo ello, el filme está narrado con pulso, bien
interpretado, es interesante y se deja ver, aunque precisamente su principal
defecto es la sensación de “dejá vu”. Si en las anteriores películas se
exploraban nuevos detalles en cada una, en esta ocasión queda un regusto a
remezcla, a refrito de todas ellas, que hace a la película disfrutable, pero no
memorable más allá de las secuencias ya mencionadas.
En un orden muy diferente, aunque quizá no tanto, se
inscribe la otra película que quiero comentar, “Dos madres perfectas”. La
historia de dos mujeres que por amor deciden pasar por encima de las
convenciones sociales.
“Dos madres perfectas” está dirigida por la luxemburguesa
Anne Fontaine, autora de películas como “Nathalie X” o la cinta sobre Coco
Chanel que protagonizó Audrey Tautou y adapta el relato “Las abuelas” de la
escritora ganadora del Nobel, Doris Lessing, en un proyecto que además está
producido por Naomi Watts, una de las protagonistas. El eje de la historia es
la amistad entre los personajes de Lil (Naomi Watts) y Roz (Robin Wright), amigas desde la infancia,
que han crecido juntas y que ya pasados los 40 años viven al lado una de la
otra, en un idílico paraje junto al mar en la región australiana de Nueva Gales
del Sur. Roz vive con su marido y su hijo adolescente y en la casita de al lado
está Lil con su otro hijo de la misma edad, aunque en su caso no hay hombres en su
vida ya que enviudó años atrás. Todos ellos guardan una cordial relación que se
verá desequilibrada cuando el marido de Roz se traslada a vivir a Sidney por motivos
de trabajo, algo que no es visto con buenos ojos por su mujer y su hijo, que no
están muy por la labor de dejar el lugar. Poco después, Roz comienza la relación
con el hijo de Lil, ya en la edad de sentirse atraído por el otro sexo y que
acaba poniendo sus ojos en la mejor amiga de su madre. Ella se resiste pero
finalmente accede y su amiga no tardará en darse cuenta de la situación, lo
mismo que el hijo de Roz. Y así no pasará mucho tiempo hasta que el hijo de Roz haga
lo propio y seduzca a Lil, que se deja llevar, en el caso del joven y de la viuda
para hacer lo mismo que aquella persona que ha sido su amiga toda la vida y con
la que ha vivido todo.
Fontaine y el guionista Christopher Hampton (“Las amistades
peligrosas”, “Expiación”) proponen un curioso panorama en el que la amistad se
lleva al límite de compartirlo todo, los hijos comparten a las madres y las
madres a los hijos, después de que todos ellos hayan crecido juntos y se
sientan como una suerte de familia, con sus propios códigos. De esta manera,
todos acaban aceptando la situación y viven con ello sin problemas, alejados
como están del resto del mundo, sin temor a verse juzgados por los demás. Ese
es el apunte más interesante del relato, esa plasmación de la maternidad
llevada al extremo de dejar al hijo en brazos de la amiga y esa amistad entre
las dos mujeres como una necesidad de una de vivir todas las cosas que vive la
otra, como si fueran un único organismo que no admite diferencias. Aunque el
idílico plan en el que viven no tarde en resquebrajarse cuando los hijos
crezcan y empiecen a conocer a otras personas que les alejen de ellas.
Sin embargo, a pesar de estas inquietantes connotaciones, a
la película le cuesta levantar el vuelo con un aire en ocasiones más
telefilmero que perturbador, que hace pensar en lo que podría haber dado de sí
la trama en manos de un director más audaz, además de que los actores que hacen
de hijos de las protagonistas resultan bastante limitados. Por su parte, Robin
Wright y Naomi Watts hacen un buen trabajo como esas madres cuarentonas que han
creado entre ellas un lazo incluso más fuerte que el que tienen con sus hijos,
que ante todo se tienen a ellas, con esa mezcla de entrega y competitividad que
he observado tantas veces en la amistad femenina.
Dos películas que hablan sobre seres que se han creado su
propio mundo por temor a las críticas del resto y que han decidido vivir la
vida según sus propias creencias, aún a sabiendas de sus propias limitaciones.
También a mí me parece mejor "X-Men Primera generación" y es verdad que la nueva deja un regusto a deja vu. A medida que pasan los días va perdiendo puntos en mi cabeza. Pero precisamente lo que menos me gustó fue el rollo depresivo de Xavier, y esas inyecciones para que pudiera andar... aún así creo que cumple su cometido (especialmente si tienes en mente la última de Lobezno), pero no creo que sea la maravilla que todo el mundo dice.
ResponderEliminarCreo que es el principal añadido que se hace a lo ya visto en las otras pelis y a mí me convence, el profesor X siempre ha sido un personaje que me ha gustado mucho y me moló sentirme identificado con él en sus momentos de dudas sobre las cosas. La película es decente pero también fácil de olvidar, no es la mejor de las que han hecho de los mutantes
EliminarDe las de X-Men no he visto ninguna, pero he leído bastante críticas que recomiendan esta última, así que igual es cuestión de ponerse al día.
ResponderEliminarSobre la segunda, ¡vaya líos! Quizá si no vivieran en su propio mundo, como tú comentas, no tendrían lugar esas situaciones.
¡Qué observador en cuanto a lo de la amistad femenina! Es bastante cierto. Y aunque en mi grupo de amigas lo he percibido, pensaba que era algo concreto. Pero es verdad que, en cierta manera, se generaliza.
Un saludo
Sí no has visto ninguna te recomendaría verlas desde el principio, porque si ves esta última directamente entenderás la trama pero te perderás muchos guiños al resto de la saga.
EliminarLo de la amistad femenina lo he visto en mujeres de todas las edades y es algo que se repite también en los vínculos familiares, sobre todo en hermanas. En mi propia familia lo tengo visto de hace años, con mi madre y mi tía que siempre están con el rollo amor-odio. La pasión y la entrega son mayores que entre los hombres, para lo bueno y para lo malo