Nunca me ha interesado mucho la literatura erótica, es un género
que siempre me ha dado mucha pereza porque lo percibo como un género que
queriendo ser sublime acaba siendo más cursi que otra cosa, con frases del
estilo "penetró vigorosamente mi sexo y lo sentí derramarse en mi interior".
Tampoco es que sea un género al que le de más puntos si el lenguaje que
utilicen sea menos refinado, porque al final de lo que se trata es de transmitir
sensaciones y en la literatura erótica todo me parece tan obvio que casi nunca
me interesa. Quizá lo más próximo que me haya gustado haya sido "El amante de
Lady Chatterley", ese libro que hace un siglo fue objeto de escándalo
porque mostraba aquello que los libros decimonónicos daban a entender o pasaban
por encima.
Ahora lo erótico está muy en boga con la aparición de los libros de las sombras de Grey, esos libros que han abierto los ojos a mucha gente que llevaba una vida sexual poco variada o interesante y que han provocado hondas sensaciones entre aquellas personas (especialmente mujeres de mediana edad, como si la actividad sexual hubiera de acabarse en un momento dado) que parecían aletargadas en esos temas. Que hasta se ha puesto como algo elegante el decir que se leen los libros de Grey, ya no llaman fresca a quien lea esas "guarradas", que siempre han existido.
De toda la vida, las lecturas picantes de especial consumo femenino siempre fueron esas novelitas de tapas rosas con portadas de un hombre y una mujer en actitud sugerente, siempre colocadas en ciertas esquinas de las librerías, como las películas porno de los videoclubs, para los que sabían donde debían buscar. Ahora, los libros de carácter erótico se sitúan en plena estantería de novedades, con sus tapas negras y símbolos recurrentes en portada, para atraer a las lectoras de las sombras de Grey.
Confieso que esa saga de libros no atrae mi atención, así que tampoco puedo hablar mucho de ella, pero hoy si que quiero hablar de un libro que acabo de concluir y que me ha hecho ver que cuando se habla de erotismo en un papel también se puede hablar de otras cosas y no ser cursi. Hoy hablaré de "Monsieur".
"Monsieur" ha sido escrito por Emma Becker, una joven escritora francesa que asegura haberse inspirado en la relación que tuvo hace pocos años con un hombre que le doblaba la edad. Y es que el libro habla de ese "affaire" entre una joven de 20 años a la que le atraen los hombres mayores y que descubre lo que es el amor al tiempo que vive una pasión sin límites con un hombre de 46 años amigo de la familia con el que empieza a tener contacto por su común interés. Si lo miramos desde una óptica simplista, esta podría ser la historia de una jovencita que descubre lo que vale un peine de la mano de alguien mucho más experimentado que sabe darle lo suyo, una historia de iniciación a la vida a través del sexo. Si queremos ir más allá de eso seremos testigos de la confesión de las emociones de una chica que empieza a darse cuenta de lo que es la vida a través del contacto con un señor, un Monsieur que desde su experiencia le quitará muchos de los idealismos de la juventud.
Nunca queda claro quién utiliza a quién o quién provoca a
quién. Becker usa la narración en primera persona y así tenemos un testimonio
sobre lo que piensa y siente a cada momento mientras que de Monsieur nunca
sabemos su nombre real y tampoco sabemos lo que piensa más allá de sus diálogos.
Hay una parte en la que el personaje de Emma fantasea sobre cómo será la vida
cotidiana de hombre casado de Monsieur y hasta ahí llega esa profundización. Lo
más interesante acaba siendo la propia Emma, que a modo de diario hace partícipe
al lector de su desnudez carnal y emocional, del placer sexual que experimenta o
del dolor que le provoca la ausencia del objeto de sus deseos. Pasajes
destinados a estimular la sensibilidad del lector, aunque de diferente forma,
como estos que adjunto.
"Así pues, aquí estoy, tumbada.
Desnuda. Los espejos del techo reflejan una imagen tan pura como la de un cuadro, con mi cuerpo tendido sobre las sábanas púrpuras, odalisca de mal
gusto, tan kitsch como esta habitación pomposamente
llamada «china». Es extraña esta relación conflictiva que siempre he tenido con mi coño, y Monsieur parece inocentemente
ajeno a ello. ¿Qué tienen todos que empuja a los hombres de manera tan
irresistible hacia «eso»? ¿Qué ven en él? ¿Qué
puede haber tan apasionante en lo que veo entre mis piernas? Dos
lóbulos de carne tapizada de un pelaje moreno, brillante como el de una nutria;
parece la boca de un animal, cortada con
una raja ancha —y esas «ondulaciones graciosas», esos «encajes del amor»
de los que habla Aragon, ¿es posible que Monsieur los encuentre tan poéticos?
¿Por qué soy incapaz de ver otra cosa que no sea un excedente de carne?—. Me
hubiese encantado tener uno de esos
coñitos cerrados como una boca tímida, que se separan y se descubren con
los dedos. Una concha de mazapán, que
encerrase miniaturas de labios nacarados, el pequeño hocico del
clítoris, una brecha que engatusar paraqué apareciera. En lugar de eso, en la
época de mis primeros pelos, el púdico bozo aterciopelado de las niñas se mudó en ese coño parlante de película porno".
"De repente, me dio en
toda la cara un efluvio del perfume de
Monsieur. Levantando con brusquedad el rostro como después de un
choque eléctrico, me quedé clavada allí
diez minutos, con las ventanas de la nariz abiertas, para tratar de determinar
de dónde venía ese cruel aroma, de
qué hombre, de qué sombra. Me hacía, madre mía, tanto daño. Durante unos
segundos creí tener una pista, a
ciegas; no hacía más que seguir febrilmente a esa masa de gente sin la más
mínima esperanza de reconocer entre
ella a Monsieur, creyendo probablemente que su olor, por efímero que
fuera, sería un sucedáneo suficiente. El
concepto de perfume es así de traicionero: miles de desconocidos comparten con
unos seres amados un olor que creías singular. Sin saberlo, caminan no lejos
de ti, te rozan y piden perdón por ello, y tú te quedas allí, exangüe. Vacía, a punto de llorar, invadida por
un torrente de recuerdos, por lo que
ese perfume significaba, por loque
evocaba de latidos y de piel tan familiar. Y ése es ahora todo un mundo
olfativo que se pierde en el cabello y tras los lóbulos de las orejas anónimas.
Y ésa es ahora, por un puñado de segundos de empujones involuntarios, toda
una época de tu vida que se pisotea, que
queda mancillada. Y esas personas, no obstante, no te desean ningún mal".
"Monsieur" puede que no sea un libro que pase a la historia ni por ventas ni por
calidad literaria, pero consiguió interesarme y no me hizo sentir que perdía el tiempo, así que eso me vale para darle un aprobado holgado.
Yo solo he leído un libro erótico que me gustó, iba sazonado de intriga y hacer pensar. Traté de leer otros sin éxito, los de la saga grey pueden entretener pero acaban siendo como un disco rayado, al final prefieres que dejen ya de chiscar y vayan al grano...al grano de lo que ocurre fuera de esa relación. Yo no pude acabar el segundo.
ResponderEliminarY este que comentas no tiene mala pinta, a ver si lo consigo en francés. Los dos párrafos que has puesto creo que cualquier mujer se identificará con ellos, y en el caso del segundo cualquier persona. Es que no hay muchas mujeres a las que les guste el aspecto de su sexo la verdad... Y lo de los olores es tal cual, cuántas veces me habré puesto a dar vueltas tratando de encontrar a alguien que no está, o persiguiendo a una persona porque lleva una colonia que me trae mil recuerdos... También puede ser que sencillamente me encante el olor y vaya detrás para registrarlo en mi memoria y encontrar dicha colonia...es que me pierden.
Este lo empecé a leer con un poco de escepticismo, sin saber muy bien lo que me iba a encontrar y sería por las bajas expectativas, pero el caso es que me gustó bastante, una sorpresa interesante.
EliminarYo para reconocer por los olores soy un poco torpe, a
no ser que sean muy acusados no soy capaz de identificar a la persona, de recordar su olor. Más que con lo que me dicta la nariz me resulta más fácil reconocer cosas de otras personas por la apariencia, la forma de ser o ciertas expresiones