Como lo prometido es deuda, voy a continuar con la narración de mis peripecias
en Inglaterra en aquel verano de 2004, así que vamos allá con esta segunda entrega.
Una de las cosas que más me llamaron la atención de la casa en la que estaba era que la ropa la tenía que poner en sillas porque el armario que tenía era en realidad un receptáculo para la caldera, que hacía bastante ruido cada vez que alguien hacía algún movimiento de agua en grifos, duchas o cisternas. Además, como suele ser habitual en el extranjero, las ventanas no tienen persianas y una fina cortina era toda la celosía que tenía para tapar la claridad exterior. Habida cuenta de que allí amanece muy pronto, a las 5 de la mañana la habitación tenía la misma luz que si fueran ya las 10, lo cual para alguien poco dado a madrugar y trabajando en el turno de tarde-noche, era una "alegría" inmensa.
Una de las cosas que más me llamaron la atención de la casa en la que estaba era que la ropa la tenía que poner en sillas porque el armario que tenía era en realidad un receptáculo para la caldera, que hacía bastante ruido cada vez que alguien hacía algún movimiento de agua en grifos, duchas o cisternas. Además, como suele ser habitual en el extranjero, las ventanas no tienen persianas y una fina cortina era toda la celosía que tenía para tapar la claridad exterior. Habida cuenta de que allí amanece muy pronto, a las 5 de la mañana la habitación tenía la misma luz que si fueran ya las 10, lo cual para alguien poco dado a madrugar y trabajando en el turno de tarde-noche, era una "alegría" inmensa.
Los domingos y los
lunes solían ser los días en los que acostumbraba a tener libranzas y
aprovechaba para salir de la casa a conocer el país. Tiré de ferrocarril y así
pude visitar algunas de las ciudades que no me quedaban muy lejos, como es el
caso de Manchester o Liverpool y también otras menos importantes como Leicester
o Leeds. Ninguna de ellas me convenció mucho, todas me parecieron grises y
tristonas, con sus casas de ladrillo visto y buena parte de la población vestida
de chándal (la realidad social de buena parte de ese país se parece más a como
la muestran las películas de Ken Loach que al arquetipo de lord que se usa como
tópico).
Lo que más me gustó fue Londres, que visité en dos ocasiones,
a mediados de mi estancia y justo antes de marcharme. Se nota que es una de las
grandes capitales del mundo y ahí se aprecia una mayor diversidad e interés que
en las grises urbes del centro del país, allí se podía ver gente y sitios
abiertos más allá de las 7 de la tarde, la verdad es que da gusto callejear por
Oxford Street, Picadilly, la zona del palacio de Buckingham, el Soho, la zona de
los teatros, el curso del Támesis, el Big Ben, el Tower Bridge y un largo etcétera. Casi
todo el mundo ha estado en Londres y ya sabe donde están las cosas y tienen sus
lugares favoritos. Los míos son Hyde Park, Trafalgar Square y las orillas del
Támesis.
Un cinéfago como yo no iba a estar todo ese tiempo sin ver
películas y también fui al cine, en unas multisalas de Nottingham en las que vi
"Spiderman 2" y "Shrek 2". Ya había visto algunas películas en versión original,
pero siempre con subtítulos en español, así que verlas a pelo en inglés era todo
un reto, del que no salí mal parado. Aunque hubo cosas que se me escaparon,
entendí lo esencial para ir enterándome de lo que pasaba. Y en los periódicos de
allí me enteré de que a no muchos kilómetros de donde yo estaba, se
rodaba "Orgullo y prejuicio", en la excelente versión protagonizada por Keira
Knightley, en los parajes boscosos de Lincolnshire, el condado vecino. También
Woody Allen estaba por Inglaterra aquel verano, rodando "Match point" en
Londres.
Como ya he comentado, mi situación laboral no era envidiable y
le puse final pasado un mes, cuando le dije al director del hotel que me iba,
que no tenía por qué pasar por todo aquello y fue cuando me enteré de las cosas
de que me habían acusado injustamente. Creo que no me creyó mucho, porque no
puso pegas en que me fuera de allí lo antes posible. Decidí irme al sur del
país, a un pueblecito cercano a Brighton, donde trabajaba un compañero mío de
colegio, que tuvo el detalle de hospedarme en la semana que me quedaba para
coger el vuelo de vuelta que me saqué por Internet (ahí fue la primera vez que
volé con Ryanair, que apenas llegaba a España por entonces y me llevó de Londres
a Biarritz, donde cogí un tren hasta la frontera española y allí un bus hasta mi
casa).
Si en el hotelito rural me había sentido como un inmigrante de
segunda, con mi compañero ya estuve de ilegal, porque como en teoría no podía
estar en su habitación al ser solo para el personal, cuando él se iba a trabajar
yo tenía que estar fuera del hotel por si entraba alguien al cuarto y me pillaba
allí. Así recorrí los parajes de la zona, de campo abierto amarillento por el
verano y pequeñas colinas desde las que se dominaba el horizonte y se veían los
blancos acantilados y el mar, como si estuviera en una novela de Thomas
Hardy, similares a los parajes de mi tierra natal y algo diferentes a los de mi primer hotel. Las dos primeras noche dormí en
el suelo al no haber cama para mí y al tercer día compré una colchoneta de
piscina en una tienda, que para mí y mis castigados huesos fue el paraíso. Para
comer, mi compañero me traía sobras de la cocina y cuando íbamos al pueblo
robaba latas de conservas, metiéndolas en la mochila, aprovechando que no había
chivato electrónico que pitara al salir. No tenía ducha porque los baños para el servicio en el hotel donde me hospedaba ilegalmente eran
públicos y tenía que asearme como podía en un lavabo que había en el cuarto y
hacer mis necesidades en el campo o en un bar que pillara a mano, según la
importancia de las mismas.
La última noche la pasé en Londres, que me
salía el avión a primera hora de la mañana y decidí quedarme en un albergue, en
el que me tocó quedarme en la habitación del servicio. Pregunté si quedaban
cuartos libres y tras decirme que sí, el recepcionista abrió una puerta detrás
del mostrador y me metió en habitáculo amplio, con varias camas y me quedé con
la más cercana a la puerta. Pensé que sería una habitación que no se ocuparía y
cuando volví a dormir me encontré con varias personas roncando a pierna suelta
allí dentro, incluido el recepcionista que me había atendido.
Aquella noche
quise salir para celebrar mi última noche en las islas británicas y fui a un
sitio llamado Walkabout, aún recuerdo el nombre porque me llamó la atención que era una discoteca que usaba las instalaciones de lo que había sido una iglesia. Pagué 2 libras para entrar y
allí me contagié del ambiente festivo, con gente guapa y buen hilo musical, sin
pachangueo y con clásicos de pop rock. Como estaba en mi último día, decidí ir a
por todas y después de que 3 o 4 chicas no me dieran mucha bola, acabé trabando
conversación con otra, con la que apenas me entendí, pero como ella iba algo
bebida y yo estaba por la labor, no tardamos en liarnos durante un rato en la
pista hasta que ella se fue con sus amigas y me deseó buena suerte. Curiosamente
era morena, al igual que la chica del baño, que con el tópico de que las
inglesas son rubias y pelirrojas y yo justo estuve con dos morenas, las dos con
despedida algo tristona y apagada.
Y así terminé mi periplo, con unas
ganas tremendas de volver a casa y de no volver a pisar las islas británicas en
mi vida, que cuando llegué a España me dieron ganas de besar el suelo por todo
lo que había echado de menos. El tiempo dulcifica los recuerdos y prefiero
quedarme con lo bueno que saqué de aquello, lo que aprendí a valerme por mi
mismo y a sobrevivir en un entorno desagradable y poco afectuoso. Este viaje
siempre lo he considerado una de esas experiencias que moldean el carácter y no
me arrepiento de ello, aunque no lo repetiría.
Así que cuando en estos días
muchos jóvenes se plantean cambiar de país por la falta de oportunidades que hay
aquí por la crisis, me da un poco de miedo acabar viéndome en esa situación, por
repetir una experiencia de ese calibre. Bien es cierto que yo he cambiado en
algunas cosas respecto a ese chaval de 22 años y que hay cosas que haría de otra
manera, pero si algo me ha dejado claro ese viaje y otros que he hecho después
por placer turístico, es que mi forma de ver la vida está habituada a la
española. Llevo muy mal lo de que a las 7 de la tarde no haya gente por las
calles aún siendo de día y tampoco me identifico con el carácter frío y distante
que se da mucha gente por ahí fuera. Quizás me pase como me ha pasado con
Madrid, que hace años era una ciudad que odiaba y trataba de evitar y ahora me
acoge y me hace sentir a gusto.
Como digo tantas veces, quién sabe lo que traerá
el futuro.
Jo! normal que no quisieras volver...
ResponderEliminarLa verdad es que no es el primero que me cuenta una experiencia así de ese país y de ese tipo de estancia.
Yo he ido entres ocasiones a Londres y aunque me gusta como ciudad, siempre he tenido claro que no viviría allí si pudiera evitarlo.
No me gusta la falta de luz, no me gusta los horarios que tienen, y se que para vivir como vivo aquí debería ganar tres veces lo que gano aquí. Osea que no.
Y lo se porque fui a visitar a mi pareja que trabaja allí y teniendo un buen sueldo, vivía (para mi punto de vista) en unas condiciones odiosas.
En cambio en nueva york no lo dudaría ni un minuto. :)
Besos
Allí estaba todo muy caro, yo cobraba un sueldo muy interesante para lo que me tocaba hacer pero el nivel de vida es mucho mayor, de hecho creo que la libra está más alta que el euro, normal que no quieran cambiar de moneda. Como tú dices, hay que cobrar el triple para vivir de una manera un poco acomodada.
EliminarEs curioso lo de la luz, porque yo también eché mucho menos eso por allí y eso que por entonces solo conocía el clima del norte de España, que no es precisamente la alegría de la huerta, pero aquello era diferente. Y ahora noto que me he acostumbrado a climas más soleados, que por ejemplo cuando vuelvo a casa noto mayor oscuridad que por Madrid.
Besos para ti también
Si es que los británicos son un poco rancios. Y bueno no es lo mismo estar currando que estudiando como tú dices pero la verdad, lo mismo que estuve en Irlanda otro año estuve en Inglaterra y la diferencia en el trato era grande. En todos los aspectos me gustó más mi estancia en Irlanda. Me pareció más bonita, la gente mas agradable y hospitalaria, y que era mi primer viaje a un país en el que pensaba que no sabría defenderme con el idioma (enseguida vi que me infravaloraba), por no mencionar que el grupo de españoles que fuimos éramos cada uno de una punta de españa y por narices tuve que sociabilizar, nos cogimos mucho cariño y al final la despedida fue muy triste, ya no solo entre nosotros sino que nos dió pena abandonar aquello y a nuestras familias de acogida. Eso no ocurrió en Inglaterra. Y no soy la única que lo dice, gente que ha ido de visita a ambas islas dicen lo mismo, que prefieren Irlanda. Si es que te equivocaste eligiendo el lugar!
ResponderEliminarLo debiste pasar fatal la verdad, no me extraña que tuvieras ganas de volver, yo me habría vuelto al cabo de una semana. Pero no todas la experiencias han de ser iguales, además estuviste un mes...y te topaste con lo peor. Lo de la forma de ver la vida eso puede cambiar, y te acabas amoldado...creo, bueno yo llevo 17años aquí y hay cosas que sigo sin aguantar, pero lo de madrugar y eso...te acostumbras créeme. Los establecimientos cierran pronto pero también abren pronto, no se llega a casa de fiesta más tarde de las 3 pero es que si has salido a las 8 las 9 de la noche...qué más quieres? Es como cenar a las 6 o 7 de la tarde...que parece raro pero uno se acaba acostumbrando y se convierte en algo normal, luego vuelves a tu país y te cuesta amoldarte a la forma de vida Española...te empiezan a rugir las tripas mucho antes de tiempo jajaja!
Bueno, la verdad es que no fue una experiencia demasiado memorable, pero tampoco me arrepiento, prefiero quedarme con la parte buena, con lo que aprendí de todo aquello.
EliminarHe oído decir a mucha gente que en Irlanda la gente es más simpática, parece que no tienen ese ramalazo estirado british, no sé si por sus orígenes socio-políticos o por lo que sea. Tendré que probar con Irlanda si quiero regresar a las islas británicas, es un lugar que no conozco y me gustaría visitar.
De todos modos, cuando te has criado en España, aunque no seas una persona especialmente extrovertida o social, estando fuera echas de menos la mayor apertura que hay por aquí a la hora de tratar con otras personas. Sé que generalizo y que en cada país hay de todo, pero es algo que he notado.
Pues lo de cenar a las 6 o 7 de la tarde es algo que leía en libros y veía en películas de pequeño y me llamaba mucho la atención que cenaran a la hora de merendar. Supongo que sí podría acostumbrarme, ahora por temas de trabajo ya me hecho a vivir de noche y domir de día. A todo se hace uno
Ainss has hecho que recordara mis tres meses en Londres...menuda experiencia, y viví lo que tu dices, el hecho de sentirte extranjero o inmigrante. Yo al principio iba a una ETT a las seis de la mañana y esperaba a que me dieran trabajo, de reponedora, en alguna fábrica...Te metían en una furgoneta con más gente y ala a currar 9-10 horas sin ver la luz del día. Y me entregué al alcohol jaja!! Lo que más me apetecía al salir de currar era una pinta. Luego encontré trabajo más estable y lo que hacía era currar (sin ver el sol en todo el día) beber cerveza, cenar y dormir... pero ¿sabes? fueron de los tres mejores meses de mi vida, por que viví sin más, sin expectativas, sin cargas, sin objetivos...conocí muchísima gente variopinta e interesante, me reí mucho de los/as ingleses/as..suena mal pero es la verdad. y lo peor de lo peor es que con tanto trajín, no aprendí Inglés!! De todas formas vivir fuera es una experiencia vital que deberían pasar todas las personas!! Y me da que a este paso, será así.
ResponderEliminarMadre mía, pues eso que cuentas es aún más extremo que lo mío. Supongo que lo disfrutaste más porque conseguiste integrarte de algún modo, quizá eso es lo que me falló, ya digo que soy un poco curioso a la hora de adaptarme a los grupos, que o lo hago a la primera o no hay manera.
EliminarSí, la experiencia de vivir fuera viene muy bien, te hace madurar y aprender muchas cosas a la fuerza, por eso no me arrepiento de lo vivido
Siempre que veo programas tipo "Españoles por el mundo" me repatea escuchar lo bien que le va a la gente. Todo el mundo ha prosperado, todos están encantados. Como cosa normal la gente que llama para salir en esos programas es porque está a gusto, porque les va bien, pero creo que transmiten una imagen un tanto irreal. Supongo que por cada español que triunfa en el extranjero habrá decenas que se tienen que volver asqueados, por eso me ha gustado tu relato, es muy real y no saldrá en la tele nadie con una experiencia similar.
ResponderEliminarY además de ese buenismo forzado me consta que muchas veces (por no decir todas) eso está la mar de guionizado, que les dicen lo que tienen que decir a la hora de mostrar los sitios a lo guía turístico y tal. Pero son programas blancos y familiares que muestran otros sitios del mundo y eso siempre tiene audiencia.
EliminarQuizá casos como el mío o mucho peores puedan tener cabida a la hora de mostrar el morbo, que eso también vende
Envidia (de la sana) tengo de este relato. Siempre he soñado y sigo soñando con tener esa espléndida posibilidad de vivir un tiempo en el extranjero. Manchester, Italia...
ResponderEliminarRecuerdo cuando fui al viaje de estudios cuando yo aún estaba estudiando en 4º de la ESO. Bueno, para nada se parece a tu estancia en Inglaterra. Ahí íbamos más en plan disfrute "gamberro".
Eso sí, con respecto a Inglaterra, estoy segura que me costaría una eternidad en adaptarme tanto a sus horarios como a sus costumbres. Iría demasiado perdida. Pero acabaría encontrándome (vete a saber dónde y cómo) a base de eso, de perderme.
Me ha gustado mucho leer tus peripecias extranjeras. Le has puesto un color diferente a este domingo colmado de apuntes aún por estudiar.
Un abrazo fuerte.
Yo echo de menos no haber hecho nunca esos viajes de fin de curso, porque el colegio lo más lejos que nos llevó fue a un centro de acampada a 80 kilómetros de casa y en la universidad a la gente le daba la risa floja si se planteaba algún viaje de fin de carrera. Pero en cuanto empecé a trabajar y ganar algo de dinero empecé a pasar las vacaciones viajando por el extranjero, que me encanta descubrir otros países aunque pueda parecer lo contrario leyendo estas crónicas.
EliminarCreo que la diferencia cultural con otros países del extranjero (no solo Inglaterra) nos marca mucho a la hora de salir fuera, especialmente a los que tenemos hábitos algo intempestivos, que eso de recogernos en casa a las 7 de la tarde nos parece muy tristón.
Otro abrazo para ti