Ya he comentado alguna vez que de pequeño devoraba todo lo que fuera papel impreso, ya fueran tebeos, libros, cuentos e incluso periódicos (que empecé a leer con 10 años) y de todas esas historias hay una que recuerdo de vez en cuando. Era un cuento en el que un pastor se ponía a esquilar a sus ovejas para sacarles la lana y cuando empezaba a hacerlo las ovejas se ponían a llorar y le miraban con ojos muy tristes. Finalmente el pastor decidía no esquilarlas, se consideraba incapaz de hacerles a las ovejas eso que tanto daño les hacía y terminaba dándoles mimitos. Recuerdo que la historia me llamó mucho la atención y me pareció absurdo desde un punto de vista realista que las ovejas lloraran, que no eran más que animales y no tenía sentido, aparte de que ya entonces entendía que la relación entre hombres y animales no entiende de esas sutilidades (no hay más que ver de dónde provienen las carnes que comemos). Pero no obstante, se me quedó grabada la historia de ese pastor que acababa conmovido por las lágrimas de sus ovejas y desde entonces la he tenido como una imagen de ternura.
La ternura es ese sentimiento que deriva y que forma parte del amor, que nos hace sentir calor en el corazón por aquellas cosas que nos resultan bellas de una forma feliz o triste. Ver a alguien que sufre o alguien que disfruta, ver a alguien que hace algo que nos parece bien y alegrarnos por ello o ver a alguien maltratado y sentir pena, son aspectos que pueden hacernos sentir una sensación agradable de cariño. Y me parece un sentimiento hermoso, por ser algo que surge tan genuinamente desde nuestro interior, que no está pensado ni planeado, simplemente se siente. Recuerdo una vez que fui a visitar a una persona al hospital después de que hubiera sufrido un pequeño accidente y lo que sentí cuando la vi allí tumbada, en situación de vulnerabilidad e indefensión, que me inspiró de forma inmediata un cariño tremendo, inconscientemente, sin que me hubiera puesto a pensar en por qué estaba allí o si era algo grave (afortunadamente no lo era y salió a los pocos días). Me vino una gran oleada de sentimientos y me sentí como ese pastor del cuento que acaba dando mimitos a sus ovejas, con ganas de dar la misma atención a aquella persona.
Supongo que eso es lo mismo que puede sentir mucha gente aficionada a los animales o a los niños pequeños, que ven a un animalito o a un bebé haciendo monerías y se deshacen por dentro, por esa sensación de inocencia que transmiten los objetos de sus afectos. Y esa ternura es la que he visto también hace poco en la película "Nebraska", la estupenda obra de Alexander Payne por la que Bruce Dern ha sido justamente nominado al Oscar por su interpretación de un anciano venido a menos que inicia un viaje para cobrar un premio que no existe, que es solo uno de esos mensajes publicitarios que tanto se estilan por Internet. Su hijo le acompaña en esa aventura primero por pena y al final acaba conociendo aspectos de su padre que le hacen sentir ternura, cuando comprende que es la última ilusión de un hombre que ha llevado una existencia gris, en la que muchos se han aprovechado de él.
Estos días se ha dado a conocer la muerte de Glenn Edward McDuffie, el marinero que besaba a la enfermera en la plaza neoyorkina de Times Square el día que se anunciaba el final de la Segunda Guerra Mundial, protagonista de una foto que ha pasado a la historia y que ha sido usada en multitud de ocasiones para simbolizar alguna de las sensaciones de las que estoy hablando.
Siempre me han inspirado ternura esas fotos antiguas de personas que se encuentran realizando actos cotidianos que aún hoy seguimos haciendo. Gente que va a trabajar, a tomar algún transporte, al mercado, divirtiéndose, sufriendo, enamorándose, jugando, sintiéndose importante. Gente que llegó a sentirse como nosotros en varios momentos de su existencia y que nos dicen desde esa imagen congelada del pasado que la vida sigue igual, que esa creencia que siempre existe de que años atrás todo era mejor es un absurdo. Algunos usos sociales cambian, pero la esencia humana permanece y eso me parece emocionante, porque algún día las personas del futuro mirarán los documentos que dejamos de nuestra vida y también serán testigos de cómo todo cambia y todo sigue igual y que aunque nos creamos el centro de todas las cosas simplemente estamos de paso.
Otro de los aspectos que siempre me ha producido ternura es el amor femenino, el amor entre dos mujeres, ya sean pareja o simplemente amigas o familiares. El amor de las mujeres siempre tiene algo dulce, suave y pasional aunado con ciertas dosis de locura y perversión y me llama mucho la atención como entre ellas puede haber la conexión más fuerte que no va reñida con un punto de rivalidad, fuente de posibles desencuentros y de odios a veces irreconciliables. Me llamaba la atención en los años del colegio ver a las chicas cogidas de la mano, abrazadas o jugando con sus melenas como si tal cosa, algo impensable entre los chicos, que si acaso manifestaban su afecto en collejas y escaramuzas. Y siempre me ha fascinado la consecuencia fisiológica de la cercanía entre mujeres, con la sincronización de los períodos entre las mujeres que pasan un tiempo prolongado juntas. Es algo que puede pasar entre simples compañeras de trabajo o estudios que no tengan nada en común, pero no deja de ser algo poético el fenómeno de los cuerpos sincronizándose con la cercanía de las almas. Será por todo eso que siempre me parece mucho más poderoso un beso entre mujeres que entre un hombre y una mujer, aunque sea de carácter amistoso, por toda la profundidad que puede encerrar. Hay una ternura en ese gesto que me deja la misma sensación que el cuento del pastor y las ovejas.
¡Hola!
ResponderEliminarEstoy definitivamente enganchada a este blog. Empecé por ojearlo, y me pareció que narrabas tus impresiones acerca de todo con cierta inocencia y ganas de aprender; después leí bastantes posts del tirón según se acrecentaba en mí la sensación de que coincidimos en bastantes puntos significativos, como por ejemplo, la lectura y la escritura; para mí son “aficiones” básicas en mi vida, cuando era pequeña soñaba con que hubiese una profesión llamada “lector/a” a la que dedicarme de mayor, y ahora creo que la escritura es una de mis más claras vocaciones.
En cuanto al tema de este post, que es el que me ha animado a escribir un comentario, lo que me causa ternura, entre otras cosas, es ver el empeño y el cariño que ponen las personas a las que les gusta lo que hacen en sus labores, sean las que sean, supongo que como este blog.
Un saludo.
Muchas gracias por el cumplido y me alegro de que te guste el blog, hace no mucho estaba planteándome si merecía la pena dedicarle tanto tiempo para tan poca atención, pero veo que hay más lectores de los que yo pensaba. Se agradecen los comentarios y animan a seguir hacia adelante.
EliminarPara mí la lectura y la escritura son muy importantes, siento pena cuando alguien cercano que ha practicado estos hábitos los abandona, yo uso buena parte de mi tiempo libre a leer o escribir cosas y me gusta la gente que también lo hace. Y leyendo las cosas de otros, me da ternura cuando hablan de sus sentimientos más íntimos, por ser testigo de esas sensaciones que los que escriben puede que no cuenten ni a sus más allegados. Es muy bonito que te dejen entrar a esa parte de ellos.
Un saludo