martes, 11 de diciembre de 2012

La táctica de la avestruz




El otro día destacaba un trozo del libro "La novia sefardí", de Eliette Abecassis, que me había gustado mucho y hablaba de otro extracto que también había conservado, que es el que va a protagonizar esta entrada. En este caso se habla sobre las consecuencias de esperar a que las cosas se arreglen por si mismas:

"Treinta minutos después de la hora que habían quedado en verse, sonó el teléfono. Ella corrió a descolgar con la esperanza de que fuera Charles y poder explicarle lo que había pasado, para que no creyera que se había burlado de él, que no quería verle.

Se detuvo frente al auricular. Para rezar: ella era creyente. Juntó las manos y murmuró “¡Oh Dios, haz que sea él!”, después descolgó el teléfono.

El timbre acababa de dejar de sonar.

Esther le llamó a su casa, pero no estaba allí. Dedujo que él debía de haberla telefoneado desde una cabina. Pensó que acababa de perder la oportunidad de su vida.

Esther aprendió muchas cosas de este episodio. Se dijo que no solo rezar no sirve de nada en la vida, ni hace que las cosas avancen, sino algo peor, que la oración se hace forzosamente en detrimento de la acción, puesto que, en lugar de rezar, uno puede realizar el acto que la plegaria aniquila."


Este es un claro ejemplo de táctica del avestruz (en este caso con componente religioso), de esconder la cabeza y esperar a que todo haya pasado sin hacer nada, esperando que alguien lo haga por nosotros, una manera que en muchas ocasiones lleva a estropear las cosas. Hay cosas que debemos afrontar aunque nos den miedo, porque postergarlas, aplazarlas, dejarlas para otro momento, ya sea porque en ese momento no tengamos fuerzas o no tengamos ganas, es tirarlas a la basura, estropearlas. Porque puede que cuando queramos reaccionar el tren ya se haya ido.

3 comentarios:

  1. Pues si yo (excepto con los temas médicos...) suelo tener el problema contrario, no se quedarme quieta, necesito actuar y muchísimas ocasiones me precipito actuó antes de tiempo y no dejo que las cosas ocurran solas... que sepas que eso también es malo.

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    1. Hombre, está claro que la precipitación muchas veces no es buena, si sales al campo de batalla sin armadura vas a caer rápido. Pero hay ocasiones en las que sabemos lo que tenemos que hacer y sabemos que la oportunidad para hacerlo está pasando por delante de nuestros ojos y aún así no nos movemos, no acabamos de dar el paso y eso es lo que suele acabar estropeando las cosas.

      Lo cierto es que es todo un arte saber cuando tienes que actuar, saber cuando no es demasiado pronto ni demasiado tarde.

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  2. Siempre hay más trenes, afortunadamente, pero es una pena ver cómo se escapa de las manos ese tren tan lujoso, de asientos tan cómodos y donde todos los viajeros sean felices y dichosos. O ver cómo estás dentro y la otra persona no se atreve a dar el salto y subir y ves como se aleja poco a poco.

    Bienvenida de nuevo por aquí

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