domingo, 3 de julio de 2016

Reencontrando a Pilar López de Ayala


¿Por qué gustan tanto las historias románticas con final feliz? Porque ofrecen una respuesta cómoda y agradable a las inquietudes de la vida, porque todo parece más fácil y más susceptible de acabar satisfactoriamente que en la vida real, donde la mediocridad y el gris suelen predominar. Todos somos conscientes de ello, pues en un momento dado todos hemos sido conscientes de vivir un momento “de película”, por estar dotado de ese encanto particular tan propio del cine y tan escaso en la vida. Y las historias románticas dan la ilusión de pensar en un amor sin final, que aguantará incólume como el primer día, porque en la vida la historia sigue y lo que en un momento dado sería un final “de película” a veces es el inicio de un desenlace triste o mediocre. Todos hemos jurado gran amor a alguien o alguien nos ha jurado gran amor, hemos dicho que no nos olviden o nos han dicho que no olvidemos y el olvido se ha acabado imponiendo, dejando un recuerdo digno de aquellas cintas VHS, que acababan desgastándose e inutilizando la imagen después de varios visionados y rebobinados. Sin embargo, hay recuerdos y sensaciones que se mantienen frescos a través de los años, sobre todo cuando se han mantenido bajo una cierta conserva, cuando no se ha abusado de ellos y eso me ha sucedido recordando a una persona, ajena a mi vida diaria, pero que fue objeto de admiración en su momento. Muchas veces he hablado en este blog de actrices, pero no lo he hecho de una actriz que fue motivo de mis anhelos juveniles hace cosa de unos 10/15 años. Me refiero a Pilar López de Ayala.

Pilar López de Ayala se dio a descubrir con la serie “Al salir de clase”, de la que formó parte en su reparto original. Ahí yo todavía desconocía su existencia a pesar de que por edad debería haber visto la serie, pues me encontraba en mi adolescencia y entre el público potencial. Sin embargo, las series españolas dirigidas a los jóvenes me parecían una tontería y pasé olímpicamente de ella, aunque muchos compañeros de colegio fueran seguidores asiduos y la comentaran día sí y día también. Fue acabando el año 2000, cuando yo acababa de empezar mi etapa universitaria, cuando acudí a ver una película llamada “Besos para todos” en la que salía una chica participando en un papel secundario de gaditana salerosa que trataba de enamorar al protagonista. La actriz que la interpretaba no era de Cádiz, pero me hizo creer que en verdad lo era y envidié mucho a ese protagonista que era reticente a estar con ella a pesar del entusiasmo mostrado por ésta.

Esa chica gaditana estaba interpretada por Pilar López de Ayala, que fue nominada por la frescura de su papel al Goya a actriz revelación. El trofeo no se lo llevó, pero sí que lo haría al año siguiente por su interpretación en “Juana la Loca”, donde con apenas 22 años demostró una entrega y un dominio del oficio que no tenía nada que envidiar al de intérpretes de más nombre o más edad. Si con “Besos para todos” ya me había quedado con el nombre de esa mujer, con “Juana la Loca” llegó el enamoramiento definitivo. Debo admitir que vi en el cine “Juana la Loca” unas 15 veces (llegó un momento en que perdí la cuenta), que compré el disco con la banda sonora (muy buena, por cierto) y hasta me leí un par de libros sobre Juana de Castilla, imbuido del amor que había empezado a profesar por esa chica que había hecho suya a la reina loca.




 

Por supuesto seguí todos los pasos de Pilar López de Ayala en los medios, de sus entrevistas y reportajes fotográficos y acudí con sumo deleite a ver las películas en las que participó, que a raíz del éxito de “Juana la Loca” no fueron demasiadas. Eso también me sorprendió, porque era curioso comprobar cómo una mujer que estaba en lo más alto renunciaba a los parabienes y de vez en cuando se tomaba un tiempo para que se olvidaran de ella.






Los años pasaron y otras actrices fueron llenando el vacío de las ausencias de Pilar López de Ayala, aunque de vez en cuando su recuerdo volvía a aparecer en mi interior y, como mucha otra gente, me preguntaba qué habría sido de ella. Pues hete aquí que hace poco acaba de estrenarse “Rumbos”, una película que la devuelve a la cartelera española tras mucho tiempo y por la que ha vuelto a aparecer en los medios, contando su experiencia en los últimos años.




Haciendo un repaso a sus interpretaciones, mis preferidas son las que hizo en las ya comentadas “Besos para todos” y “Juana la Loca” y también las de “Obaba” y “Medianeras”, con el nexo común de una mujer buscando el amor. Si en las dos primeras veíamos a una Pilar López de Ayala de personalidad potente, en las dos segundas daba rienda suelta a su faceta más vulnerable, con resultados igualmente estupendos. Y si en "Besos para todos" salió bien parada del acento gaditano, en el caso de “Medianeras” no fue a la zaga hablando con un convincente acento argentino.





Hay una entrevista que quiero destacar en esta entrada, porque me ha gustado especialmente a la hora de reflejar ese modo de ser introvertido con el que puedo identificarme en muchas cosas. Que me ha hecho recordar por qué he llegado a enamorarme de esta actriz, de ese algo especial que la destaca por encima de los petardeos y postureos, de la evidencia de que ella no juega si no le interesa, que es una actitud vital que siempre he compartido.

 

 

Pilar López de Ayala (Madrid, 1978) le gusta muy poco o nada hablar de ella. Prefiere vivir su vida que contarla. Mide sus palabras, le preocupa que puedan sonar arrogantes, y teme ser malinterpretada. "Es una mujer especial, profunda", dice un reputado director de casting. "Una persona noble, sin trampas", añade un solvente agente de actores. "Serena por fuera; no tanto por dentro", matiza ella. Una introvertida que, a veces, sube la barrera y deja que te asomes. Fue el caso.

Ha estado muy desaparecida unos cuantos años...

Cinco. Una barbaridad.

Desde 'Intruders' (Juan Carlos Frenadillo, 2011).

Sí.

Después de 'Juana la Loca' (2001), el formidable trabajo que le valió la Concha de Plata de San Sebastián, el Fotogramas de Plata y el Goya, también desapareció unos años.

Sí. 

¿Se quitó de en medio un tiempo?

No estoy segura. 

¿Entonces?

Cada trayectoria es diferente. Y la mía, por lo que sea, es de parones. O de pausas. 

Tiene una carrera bastante atípica. 

Bueno... No es que yo sea la persona más ortodoxa del mundo. 

¿Se paró o la pararon?

Pues no lo sé bien. 

¿Sus idas y venidas han sido por motivos profesionales o personales? 

Profesionales. Absolutamente. 

Ha estado viviendo en Los Ángeles dos años.

Me fui a estudiar. Quería aprovechar el tiempo, necesitaba hacer algo útil. Y he estudiado como si fuera la única cosa que podía hacer en el mundo. Desde COU, que lo compaginé con dos series ('Menudo es mi padre' y 'Al salir de clase'), no estudiaba. Antes intenté buscarme las castañas fuera, en otros países, pero no se dio fácil. 

 

ESCUDOS Y VISA ESTUDIANTIL

Tener ancestros con escudo, concretamente de la nobleza rural extremeña, como es su caso, no equivale a tener la vida resuelta. La heráldica es una cosa, y la interpretación, otra. Actuar es la pasión de esta mujer (tiene otra mayor: aprender) que, en 2009, el año en que la palabra clave para referirse a nuestro país era crisis, empezó un peregrinaje en busca de trabajo. Primero a Argentina, donde rodó 'Medianeras' (Gustavo Taretto, 2011) y volvió a demostrarnos que no hay acento que se le resista. ¿Recuerdan su gaditano en 'Besos para todos' (Jaime Chávarri, 2000) y su francés en 'Como los demás' (Vincent Garenq, 2008)? "No hablo francés. Podría volver a rodar en francés, pero me tendría que comunicar en inglés con el equipo."

De Buenos Aires, de la soledad de aquella arquitecta porteña reconvertida en decoradora de escaparates de 'Medianeras', saltó a Brasil, donde rodó 'Buenas noches, España' (Raya Martin, 2011), cuando todavía estaba reciente su trabajo en 'El extraño caso de Angélica' (2010) a las órdenes de Manoel de Oliveira. "Pensé que quizá tendría una posibilidad de quedarme allí, pero no surgió nada. Se me acabó el dinero y tenía que hacer algo con mi vida". Así que alquiló su vivienda de Madrid, desembarcó en Estados Unidos, concretamente en Los Ángeles, en casa de un amigo que se mudaba a Nueva York, y volvió a ocupar un pupitre como alumna, esta vez, de Historia del Arte, en una universidad pública californiana. "Es un sistema buenísimo por el que los dos primeros años puedes estudiar cualquier asignatura que quieras de cualquier carrera. Te permite picotear de aquí y de allá, teatro incluido. Tenía exámenes todas las semanas y todas las asignaturas en inglés. Me costó adaptarme, pero me ha sentado muy bien la experiencia; creo que ha sido una decisión acertada. He llevado una vida muy tranquila, muy rutinaria. Iba en bici a clase, con el viento dándome en la cara. Estaba feliz."

 

LA TÍMIDA PAYASA

Su travesía, conste, no la pagaron los blasones: "Pedí un crédito y me fui con un visado de estudiante. Y para rodar en Nueva York 'Night Has Settled' (Steve Clark, 2014) necesité un visado de trabajo temporal específico."

Me parece que su imagen la traiciona. 

Es mi timidez, que se confunde con otra cosa. 

Con frialdad. 

Sí, pero creo que soy una persona cálida. 

¿Suele mantener relación con los actores con los que trabaja una vez que acaba el rodaje?

Soy muy desapegada, en general, pero bastante receptiva a la gente que le gusta mantener el contacto. En ese caso, respondo, genero lazos, empatizo con facilidad.

'Rumbos' es la primera comedia que se pone en su camino en mucho tiempo. Comedia ma non troppo. 

La directora me dijo que quería que sacara la vena cómica que me había visto en 'Besos para todos'. Aunque luego me la rebajó muchísimo. Yo lo llevaba todo más arriba, a un registro más disparatado, pero Manuela (Burló Moreno) me lo bajó de ahí, y se lo agradezco, porque habría contrastado demasiado con la parte de Miki (Esparbé). Quería mucha verdad, y que no nos fuéramos a la caricatura, a la payasada. Es que aquí donde me ves soy una payasa. 

Su imagen corresponde más a una persona contenida, poco expansiva. Y el cine tampoco ha explotado nada esa vena que dice tener.

No, nada, en absoluto. Aunque, a decir verdad, tampoco es que sea muy interesante hacer el payaso. Es irse al arquetipo, al cliché. Y a mí lo que me interesa es que las emociones pasen por dentro. Si la interpretación se queda sólo en una caricatura, si no te pasa nada por dentro, carece de interés. En general, prefiero la contención. Creo que menos es más. Y sugerir es más interesante que mostrar. Personalmente, no soy nada exhibicionista. Pero sí, tengo ese lado payaso que saco a relucir muy poquitas veces porque soy muy introvertida. Lo saco cuando estoy cómoda, o entre gente a la que conozco mucho, y algunas veces actuando. Aunque, insisto, se corre el riesgo de caer en el estereotipo, de que no vivas las cosas y todo se quede en una máscara. 

¿Se considera una buena lectora de guiones?

Ni buena ni mala. Cuando leo un guión, me llega o no me llega. Es algo absolutamente personal. 

¿Y cuándo le llega?

Cuando me toca, me afecta, me estimula, me modifica, me provoca una reflexión, o un aprendizaje...  

¿Ha sido demasiado selectiva? ¿No recibe guiones que le lleguen?

Yo estoy deseando recibir ofertas y trabajar. Pero lo que me ha pasado en estos últimos años no tiene nada que ver con otras pausas de épocas anteriores. Desde que empezó la crisis, a mí me han llegado proyectos... ¿cómo decirlo?, un tanto turbios, acompañados de una actitud displicente muchas veces. 

¿A qué se refiere?  

Ha habido recortes, y todos nos hemos adaptado, pero se ha metido la tijera más de la cuenta. No sé cuántas cartas de compromiso he firmado (documento en el que el actor manifiesta su interés en participar en un proyecto). Muchísimas. Proyectos que nunca más volvieron a mí. 

¿Y que consiguieron financiación con su nombre dentro? 

Sí, y de los que nunca más supe. 

¿Y que se rodaron?

Se realizaron, sí. Pero nunca nadie volvió a preguntarme si seguía interesada en ellos o no. Supongo que porque encontraban actores que les eran más rentables. Y los pocos proyectos que han vuelto eran de dudoso rigor profesional. 

Pues sí que es turbio.

No recuerdo una oferta real, seria, que me haya planteado tomar una decisión, más allá de lo que he hecho ('Rumbos', que ahora estrena, e 'Il Manoscritto', que ha rodado en italiano a las órdenes de Alberto Rondalli en Roma). Ha habido actitudes de todo valismo y del tipo "te vamos a hacer un favor". Me gustaría saber qué tipo de conversaciones han tenido las cadenas de televisión con las productoras. ¿Qué se han dicho? ¿Que yo he pedido una cantidad desorbitada o qué? ¿Qué ha pasado con esos ofrecimientos que parecían reales y que después no han vuelto a mí? No pienses que yo estaba subida en ninguna montaña. Yo soy bastante fácil y accesible. Pero ha sido algo feo de ver. Ha habido abuso de poder. Y en esto que estoy diciendo se sentirá reconocida más gente. 

 

LIBRE COMO EL VIENTO

Ha sido madre unas cuantas veces en el cine ('Bienvenido a casa', 'Juana la Loca', 'Como los demás'...). A dos años de los 40, ¿le ronda la maternidad? ¿Tiene instinto maternal?

No. No tengo la necesidad de dejar nada para la posteridad. De momento, me gustaría seguir estudiando, que me da muchas satisfacciones.  

¿Qué le aporta esencialmente estudiar?

Libertad.

¿Qué personaje le ha dejado más marca? ¿De cuál le gustaría ser amiga?

¿Sabes qué pasa? Que borro totalmente el pasado. Nunca me voy hacia el pasado. 

¿Qué será lo próximo?

Una peli muy personal, en la Patagonia chilena, 'Blanco en blanco'. Un drama sobre el artista y el poder, de Théo Court. Y hay un proyecto con Julio Medem. Me gustaría también proseguir mis estudios en Francia. Me he currado una beca y podría transferir los dos cursos a una universidad americana allí. Pero me instalaré donde tenga trabajo. No me siento todavía con necesidad de echar raíces en ningún sitio. Es un momento raro. Mi vida todavía está en la maleta.