miércoles, 12 de noviembre de 2014

Pagafantas emocionales



Hace unos años se estrenó la película “Pagafantas”, dirigida por Borja Cobeaga y escrita por él mismo y Diego San José, hoy ambos de moda por haber sido guionistas del megaéxito “Ocho apellidos vascos”. En “Pagafantas” se plasmaba en la gran pantalla la figura clásica del perdedor que trata de agradar por todos los medios a la mujer que le gusta, sin lograr nada más que decepciones porque a ella le gustan otros y solo ve al pagafantas como amigo.


El pagafantas ha existido siempre y ha sido recientemente cuando se le ha dado ese nombre de invitador a refrescos por su talante generoso e inofensivo, percibido de inmediato por la mujer a la que pretende. También se han dado muchos casos en los que el pagafantas ha sido una mujer que se ha desvivido por impresionar a un hombre sin lograr nada más que cierto cariño fraternal o indiferencia e incluso desprecio en el peor de los casos. Así comprobamos que la figura del pagafantas es muy triste y sufridora de una injusticia que por otra parte él/ella se ha buscado, haciendo objeto de sus afectos a alguien que no está por la labor de apreciarlos. Un pagafantas siempre dirá que la otra persona nunca encontrará a nadie que se preocupe más de lo que lo hace él/ella y puede que tenga razón, pero la otra persona también podrá decir que no pidió ser objeto de ningún detalle. Por eso, todos hemos sido o podemos ser pagafantas, porque nos hemos encontrado o nos encontraremos con alguna situación en la que lo pasemos mal al ver como nuestros sentimientos no son correspondidos por alguien a quien juzgamos frío o incluso mezquino cuando nos rechaza en varias ocasiones. 


Yo soy de los que creen que la amistad y el amor deben tener como base la admiración, porque sin admiración no puede existir un sentimiento fuerte. No puedo querer a alguien a quien no admiro por algún detalle. Necesito que exista esa fascinación, esas ganas de mirar y atender a la otra persona, porque si no es cuando llega la decepción y me retiro. El camino más rápido para dejar de querer a alguien es que te decepcione y que notes que aquello que habías proyectado en la otra parte se va por el desagüe. Y puede suceder por haber depositado demasiadas esperanzas que no se corresponden con la realidad o por saber lo que podemos esperar y que incluso esto sea decepcionado, de esas ocasiones en las que crees conocer a alguien y hace algo que te deja chafado y con la sensación de haber perdido el tiempo con una persona que no te va a dar lo que te gustaría que te diera. Esa decepción puede originarse de muchas maneras, desde una discusión grave hasta con un detalle nimio, casi invisible, que no crea polémica pero nos hace ver que eso no funciona. Sea pequeño o grande el detalle, el resultado es siempre el mismo.

Personalmente, he sido pagafantas en algunas ocasiones y es una experiencia que acaba siendo humillante. Obtienes un placer desmedido cuando la persona se acuerda de ti o quiere contar contigo para algo, pero son las excepciones a una normalidad en la que eres tú el que anda detrás como un perro apaleado y fiel, mendigando un cariño que se te da a cuentagotas y cuando le viene bien a la otra parte. Un cariño que si alguna vez exiges, cuando te sientes mal y necesitas que alguien te abrace, será ignorado o incluso te será echado en cara por la otra parte, haciéndote ver que quién te has creído que eres tú para pedir nada. Y esto es algo que sucede en relaciones amorosas o de amistad y que te hace sentir como un trozo de basura, que merece ser despreciado, sin ver que la basura está en la otra parte. Porque también podemos crear pagafantas hacia nuestra persona y debemos saber cómo actuar para no crear estas situaciones tan desagradables.



Ya he comentado alguna vez lo de que no soy persona de ir abrazando farolas y de ir cultivando presuntas amistades con fines más materialistas que otra cosa, por lo que me puedan dar en el futuro, que hay muchos que lo hacen sin ningún tapujo y lo defienden como lo que hay que hacer. Estos son los más proclives a crear pagafantas a su alrededor y los que suelen ser más crueles con ellos, comportándose como un domador de circo con sus fieras, dándoles un trozo de carne cuando se portan bien y un latigazo cuando no hacen lo que él quiere. Para estas cosas no suelo andarme con rodeos y si alguien no me simpatiza o no me atrae se lo hago notar rápidamente para que no se haga falsas ilusiones, algo que puede parecer frío y duro pero creo que en el fondo es más considerado que dar esperanzas de una intimidad que no va a existir. No soy bueno en el marketing ni las relaciones públicas y tampoco me gustan por falsas. Así, es fácil saber si estoy interesado en alguien, porque a esa persona me dirigiré con frecuencia, me interesaré por las cosas que hace y le hablaré de mí mismo, de las cosas que me llaman la atención y me inquietan y oiré con gusto las suyas para conocer mejor su mundo. Cuando esta comunicación es mutua todo va de maravilla, pero puede darse el caso de que la otra parte empiece a cambiar y lo notes por cómo va cerrando puertas y ventanas a tu paso, en cómo te va cerrando el acceso a su interior y la comunicación empieza a limitarse a lugares comunes y las reuniones en persona cada vez se espacian más. Ahí es cuando ya te das cuenta de que la relación de igual a igual va desvaneciéndose y te conviertes en el pagafantas, en el que busca el contacto y recibe como mucho algunas migajas.


Al final se trata de reunir cierto amor propio y cierto valor y hacer lo que canta Joaquín Sabina en su canción "Princesa" (nunca he sido muy fan del cantante, pero ésta y "Pacto entre caballeros" sí que consiguen llegarme), decirles a esas princesas y esos príncipes que ya es demasiado tarde. Princesas y príncipes que pueden ser intereses amorosos o amistades, que un día nos dieron la vida por la ilusión que generaban en nosotros y por cómo nos hacían sentir, hasta que descubrimos que en esas relaciones solo se tiraba desde un lado y siempre desde el mismo.


6 comentarios:

  1. Muy bien descrito. Muchas veces lo más dificil es darse cuenta de que uno está siendo un pagafantas para intentar salir de eso.

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    1. Yo detesto ser el pagafantas de nadie y en cuanto siento que lo estoy siendo trato de cortar lo antes posible con esa situación, aunque a veces no es fácil cuando ves que solo puedes estar medianamente cerca de algunas personas cuando estás un poco detrás de ellos

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  2. Me gustó bastante "Pagafantas", creo que es incluso superior a "Ocho apellidos vascos" y quizá hubiera tenido un éxito semejante si se le hubiera dado el mismo bombo.

    Sobre el tema en cuestión, las relaciones son muy complicadas. No sé quién dijo que el amor más duradero es el no correspondido y es verdad. El ser humano tiende al masoquismo.

    Cuando repetí curso en el cole me mostré muy sociable y simpática con todos mis compañeros nuevos, lo cual no es propio de mí cuando trato con desconocidos, y enseguida me hice bastante popular, más que muchos de los que llevaban en la clase toda la vida.

    La cuestión es que no tardé en percibir señales de pagafantismo hacia mi persona por parte de algunos de estos marginadillos que vieron en mí la posibilidad de escalar socialmente, pues yo me mostraba muy simpática y no sabía exactamente en qué posición estaba cada uno (hablar en estos términos de una clase suena ridículo, pero es así).

    La cuestión es que con los años, recordando las cosas, imagino que hubo gente que se vio decepcionada con el trato que yo les daba. Yo era nueva, quería caer bien y quizá alguno se hizo demasiadas ilusiones. Un poco como esa gente mayor que te encuentras en la cola del banco y que se piensan que porque les has dado los buenos días quieres iniciar una conversación.

    Al final es más práctico ser distante. Te llamarán borde, pero se evitan estas cosas.

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    1. Ya te digo que sí, yo transmito esa sensación de distante de primeras, pero luego cuando alguien me conoce de verdad ve que puedo ser mucho más desprendido que aquel que se las da de majo y luego le acabas pillando. Creo que por eso siempre me despiertan un recelo inmediato los que van de majos, porque he visto que tantas veces es una fachada que lo veo venir y me cabrea, aunque a otros les de un poco igual y prefieran quedarse con la fachada. Entiendo que haya que tener una educación hacia la gente y trato de ponerla en práctica, pero no voy a hacer que nadie sienta que soy su amigo cuando no nos conocemos ni quizá nos veamos más, es algo que no me gusta que me hagan y que trato de no hacer.

      Y a mí "Pagafantas" me gustó más, aparte de por ciertas identificaciones porque representaba mejor ciertas miserias cotidianas que la otra película pasaba por alto para ser más comercial

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  3. ¡Hola!
    Quizá todo el mundo sea un poco pagafantas cuando le empieza a interesar alguien, hasta que se da cuenta de que el interés es mutuo, si es que eso llega a pasar.
    Es cierto lo que dices de que las mujeres también somos pagafantas. Yo reconozco haberlo sido, pero no me lo tomo a mal, porque cuando me he dado cuenta he optado por seguir adelante y quererme un poco más a mí misma.
    Por cierto, también me gusta la canción de “Princesa”, y genial la imagen de “Friendzone Level 99”.
    Saludos

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    1. Todos hemos sido pagafantas y lo hemos provocado incluso sin saberlo, creo que eso es inevitable, nos gusta alguien y no le preguntamos su opinión sobre ello, del mismo modo que gustamos a otros y no nos piden permiso para ello. El problema es cuando eso se hace de forma consciente, llegando a unos extremos de dominación-sumisión menos recomendables.

      Al final se trata de cómo nos hace sentir la otra persona y cuanto mejor sea más aceptamos el pagafantismo, porque necesitamos esa sensación, como los adictos. El reto ahí es saber desintoxicarse de todo ello.

      Saludetes

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