lunes, 30 de septiembre de 2013

"Lo que las modelos callan". La cara B de la moda

Las modelos encarnan a un tipo de mujer deseada y envidiada por igual. Son deseadas por sus atributos físicos y su atractivo, por todo el glamour y la magia de la belleza que pueden transmitir y eso es lo que hace que sean también envidiadas por quienes no se ven capaces de llegar a ser como ellas o por quienes no pueden llegar a conseguirlas, ni a tocarlas siquiera con la punta de los dedos. Pero al fin y al cabo, las modelos no dejan de ser objetos de una fantasía, una fantasía tras la que se esconden seres humanos de todo tipo y condición. Acabo de terminar de leer "Lo que las modelos callan", un libro escrito por Christine Hart, una española de origen alemán que cuenta sus experiencias entre mediados de los 90 y de la primera década de los 2000 en las principales ciudades de la moda: Milán, París y Nueva York, además de sus orígenes por Grecia y su paso por Libia.
 

Precisamente, una de las partes más curiosas de la lectura es su viaje a Libia. “La agencia que me llevaba, Traffic, envió a 15 chicas para desfilar en la embajada española de Trípoli”, explica Christine. “La realidad fue otra, nos llevaron al desierto, nos pusieron pelucas y tuvimos que desfilar para Gadafi, al que posteriormente conocimos en persona en uno de sus búnkeres”. Y añade: “No tuvimos ningún tipo de protección, nos acompañaba un chico que no hablaba inglés, así que nos podían haber violado, vendido... Temí por mi vida”. 

Hart muestra a través de sus vivencias cómo funcionan las cosas muchas veces en el mundo de la moda y las grandes diferencias existentes entre los Estados Unidos y Europa. “En Manhattan son más exigentes, te citan a una hora y si llegas tarde, no te reciben”. Allí vivió por la zona en la que suelen alojarse las chicas que van a buscar suerte en este mundo, el barrio del Soho. “Me ofrecieron droga en muchas ocasiones, los vendedores ya saben que el lugar está lleno de modelos”, cuenta. “Te invitan a tomar algo en un bar y te enseñan la mercancía, ya que hay muchas modelos que se meten cocaína para perder el apetito y adelgazar lo suficiente para entrar en una talla 34, lo que exigen en los desfiles en Nueva York”.


En su libro, la ex modelo describe episodios como el desplome de una compañera en pleno casting en Grecia, donde comienzan su carrera muchas modelos por ser un mercado más asequible y en el que empiezan a lograr fama apareciendo en revistas de allí y el tiempo que están conviven juntas en residencias al estilo de los estudiantes, dando lugar a momentos curiosos. Al parecer, su joven compañera se desmayó por la impresión que le dio descubrir que en el interior de su vagina había “varios condones recubiertos de semen y flujo que habían estado almacenados durante 24 horas. Lo malo era que ella no tenía recuerdo de nada de lo que le había sucedido la noche anterior, excepto que había estado bebiendo y fumando porros con un fotógrafo, hasta que perdió la noción de la realidad. Son episodios aislados, pero esos pocos ya son demasiados porque no debería ocurrir en menores. Empezar con 14 o 15 años es una aberración. Son edades casi infantiles y es fácil caer en espejismos”.


Otro de los temas que trata hace referencia al teatro que tenía que hacer cuando la invitaban a fiestas, como las que se celebran en Cannes cuando tiene lugar el festival de cine. “He asistido a muchas y me hacían sentir como un florero, no me preguntaban ni el nombre, solo te miraban el escote y las piernas”. En uno de estos eventos, Christine conoció a George Clooney, con el que dice haber charlado durante unos minutos en los exteriores del recinto donde se celebraba y de comprobar cómo ambos se estaban aburriendo en aquella fiesta con tanta gente guapa que a ambas partes les decía poco. Y es que la superficialidad es uno de los temas que aborda el libro de Hart, que comenzó en la moda a los 25 años tras estudiar Derecho, por no verse capaz de estar metida en despachos y aprovechando su buen cuerpo. Uno de los aspectos que resalta es la de veces que le rechazaron por considerarla muy mayor y la de veces que se sintió como la hermana mayor de tantas modelos que apenas habían llegado a la mayoría de edad y en algunos casos ni eso.


De este modo, el libro es interesante, aderezado con fotografías de la propia Hart en su etapa de modelo y se lee de un tirón, aunque la parte formal se haya descuidado. Al menos en la edición que he leído yo se aprecian algunos errores gramaticales, con comas mal puestas y palabras a las que les faltan letras o frases que empiezan sin mayúsculas. Fallos que se pueden encontrar en textos por Internet y ante los que se puede hacer la vista gorda por lo inmediato de esos textos, pero que en un libro llaman bastante la atención. Veo que el libro ha sido editado por la propia autora y se echa en falta un corrector de estilo que puliese esas erratas, presentes en muchos libros cuando aún están en fase de borrador pero que luego son corregidas convenientemente por la editorial. 

Es el gran pero de un libro que por otra parte es entretenido y arroja un poco más de luz sobre un mundo en el que tantas veces nos quedamos únicamente con la parte de fuera, un mundo en el que la imagen y lo que ésta transmite lo es todo. Algo así es lo que debieron pensar los responsables de la marca de lencería Agent Provocateur para hacer un anuncio que ha sido dirigido por la actriz Penélope Cruz y en el que aparecen diversas modelos en poses y actitudes sugerentes ante los ojos del hombre, el actor español Miguel Ángel Silvestre, que al final del vídeo vemos cómo es un albañil que estaba soñando con todas esas mujeres de bandera a las que no puede alcanzar y que por ello se imaginaba tan "cool" y "glamouroso" como ellas.

Un anuncio que creo que refleja a su manera lo mismo que cuenta el libro de Christine Hart, el poder de fascinación y ensoñación del mundo de la moda y el reverso mucho más prosaico y realista que hay detrás.

10 comentarios:

  1. Realmente da bastante mal rollo que chicas tan jóvenes, incluso menores, naden en esas aguas con tanto tiburón suelto.

    Y sin llegar a esos extremos, alguna vez he oído que las modelos están constantemente escuchando cómo hablan de ellas como si fueran ganado, en castings, etc... y que es normal que las llamen gordas (qué obsesión de verdad) o viejas o feas, o que su nariz tal o que su pelo es cual, que hay que tener una autoestima a prueba de todo.

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    1. En el libro cuentan que cada agencia tiene una fichita con fotos de la modelo y sus medidas y peso y así es como las venden para el que las quiera usar para sus productos, que cualquier mínimo cambio puede ser fatal. Es un mundo muy competitivo en el que por guapa que digan que es una chica puede venir alguien y aunque solo sea por envidia puede desmontarlo todo diciendo que la chica es fea. También el paso del tiempo hace que aparezcan chicas más jóvenes y que capten más atención por ser nuevas que las que llevan más tiempo en ello. Yo creo que si preguntas por Claudia Schiffer o Cindy Crawford a gente de veintipocos o menos te dirán que las conocen de oídas y les sonará a gente ya pasada de moda y Schiffer y Crawford eran la fantasía de todos los chavales de mi generación

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  2. Que interesante.. me imaginaba que el mundo de las modelos era algo turbio pero nunca creí (o no quise creer) que era para tanto.
    Gracias por compartir el libro!
    Saludos

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    1. Hombre, tiene sus turbiedades, no todo es glamour, pero no creo que sea mucho peor que otros trabajos que también tienen sus partes más oscuras. Lo que dejan claro este tipo de publicaciones es que las modelos son diosas inalcanzables en apariencia, que no dejan de ser mujeres que sienten como las que trabajan en oficinas o como dependientas.

      Saludos

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  3. La verdad es que creo que en situaciones así lo único que se consigue es dejar a la mujer como un objeto por su belleza. El hecho de que tenga un buen físico o una cara bonita no implica que no pueda ser inteligente y dedicarse a otros aspectos, o, en el caso de que quiera dedicarse a ello, no me parece adecuado que a los 25 años ya se las considere mayores.

    ¡Un besín!

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    1. La carne joven vende más y eso lo saben en el mundo de la moda, de ahí que se busquen rostros nuevos cada dos por tres y que las carreras de las modelos de éxito no sean muy largas, que a los 30 o antes ya se las da por finiquitadas para desfilar por una pasarela. Es como en el mundo deportivo, donde se empieza muy joven sin haberse formado como persona (de ahí que haya los problemas personales que a veces se producen) y la retirada llega cuando ya se empieza a saber un poco de qué va la cosa, mientras llegan nuevos alevines empujando por detrás.

      Creo que lo mejor es relativizar un poco la fascinación con las modelos, que no dejan de ser instrumentos de una fantasía, de algo bello. Ya pasaba con las modelos de los cuadros de los grandes pintores, que eran mujeres de clase baja y poca cultura en muchos casos pero que quedaron retratadas como obras de arte por la pericia del artista.

      Otro besín para ti

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  4. No sé qué opinar. Creo que los peces gordos del sector tendrían que replantearse las cosas un poco, y sacar a relucir su lado humano de vez en cuando. No es normal que algunas modelos se droguen para entrar en una 34, por dios, ¿qué nos está pasando?

    Besos

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    1. Yo leí casos de modelos que se tragaban trozos de algodón para quitarse el hambre y adelgazar más rápido, todo lo que hiciera falta para entrar en la talla, que si no otra vendrá y lo hará. Y te sorprendería la cantidad de gente anónima que se mete con los cuerpos de las modelos cuando detectan que han engordado un poco o la piel se ha vuelto un poco más fláccida en algunas zonas, así que dentro del mundillo la crítica es aún mayor

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  5. Seré cruel, pero ellas se lo buscan.

    A parte, esto es como los deportes de élite: por una que triunfa, como las que has mencionado, ¿cuantas se quedan por el camino, y encima, escocidas?

    No sé, muy desesperada tendría que estar yo para meterme en estos berenjenales. Asumiendo, eso sí, que fuera una belleza.

    Besos.

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    1. Es un mundo que se ve muy competitivo, en el que siempre se está a punto de ser superado (y se es superado) por otras personas, además de que esas chicas que empiezan tan jóvenes aún no tienen la cabeza suficiente para admitir y gestionar bien todo eso. Y naturalmente, muchas ni siquiera llegan a subirse a una pasarela.

      Recuerdo que en mi colegio había una chica que llegó a miss y que se creía la mayor buenorra del planeta, todos la admiraban y luego en el concurso nacional fue eliminada a la primera ronda sin que nadie se fijara en ella. Yo no la traté y no sé cómo se debió sentir, pero imagino que esa dosis de realidad no sería fácil de encajar.

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