miércoles, 31 de octubre de 2012

Realidad y ficción. "Ruby Sparks" y "Argo"

En mi habitual visita al cine de los fines de semana tuve la oportunidad de ver dos películas que me han demostrado que a veces saber lo menos posible sobre aquello que vas a ver es lo mas apropiado, que a fuerza de ver muchos trailers acabas conociendo hasta el menor detalle y luego el visionado pierde fuerza. Así que sin apenas saber nada de ellas fui a ver "Ruby Sparks" y "Argo".




"Ruby Sparks" cuenta la historia de Calvin (Paul Dano), un joven escritor que logró gran fama con su primera obra y que áun sigue viviendo de las rentas de todo ello, sin haber publicado y con un serio bloqueo creativo, además de que su vida personal tampoco es nada del otro jueves. Todo ello cambiará el día que empiece a escribir sobre Ruby (Zoe Kazan), una chica que aparece en sus sueños y que le inspirará a elaborar varias páginas. Lo que Calvin no se imagina es que un día Ruby se hará real y vendrá a alterar su vida.



El filme es la nueva película del tandem formado por Jonathan Dayton y Valerie Faris, que en 2006 dieron el campanazo a nivel internacional con "Pequeña Miss Sunshine", un filme de vocación modesta que enamoró a público de todo el mundo con la historia de una familia que se conoce mejor a si misma en un viaje para participar en un concurso de belleza. Ahora nos muestran la peripecia de un escritor de vida mediocre que creará en la ficción a la mujer de sus sueños sin saber que ese personaje acabará tomando vida propia, apartándose de las características con las que él la creó.

Ruby es una chica dulce, algo alocada, que viste con ropa muy colorista, que sabe cocinar muy bien y enamora a quien la trata. Es la mujer que siempre ha deseado el taciturno Calvin, que aún no ha sido capaz de superar su anterior ruptura. Cuando ella se hace real todo parece fruto de un sueño, Calvin tiene a la mujer con las características que siempre había deseado. Pero en ocasiones los sueños se pueden convertir en pesadillas y suele ocurrir que los personajes que creamos en la ficción acaban ganando personalidd propia y evolucionan hasta límites que no podíamos imaginar.



La cinta de Dayton y Faris es una interesante reflexión sobre la creación literaria y sobre las relaciones de pareja. Sobre cómo nos hacemos una determinada idea de una persona y muchas veces esa imagen va cambiando con el paso del tiempo, cómo la gente evoluciona y lo que un día es blanco puede acabar convirtiéndose en negro. Sobre cómo a pesar de que queramos poseer a la persona que amamos, formando un único ser, no podemos evitar que se nos escape de las manos o que viva su propia vida.

A todo ello ayuda el guión de la actriz Zoe Kazan (nieta del mítico director de "Esplendor en la hierba" o "La ley del silencio"), que plantea estas cuestiones en una trama desarrollada a modo de fábula y se reserva el papel de la adorable Ruby, un papel que hubiera hecho las delicias de Zooey Deschanel, al moverse en unos parámetros similares a los que transita la protagonista de "500 días juntos" y "New girl". Kazan y Paul Dano (que en "Pequeña Miss Sunshine" era el adolescente que se negaba a hablar), dan vida con convicción a una curiosa pareja, unida por las letras. La película cuenta también con la breve aparición de Annette Bening y Antonio Banderas, como la madre del escritor y su amante, una aparición que quizá es de lo más prescindible de la película, que no aporta mucho a la historia principal.



De este modo nos hallamos ante un filme que ha sido muy poco publicitado por estos lares (yo me enteré de su estreno consultando en Filmaffinity) y que a buen seguro no llevará a mucha gente al cine, pero que tiene los ingredientes para convertirse en película de culto, de esas que van ganando popularidad por el boca-oreja. Merece la pena verla.

La otra película que vi sin saber mucho de ella fue "Argo", el tercer largometraje como director del actor Ben Affleck tras las estupendas "Adiós, pequeña, adiós" y "Ciudad del ladrones", que aquí se apunta los hechos reales, narrando el rescate de seis ciudadanos estadounidenses durante el secuestro de la embajada yanqui en Irán en las revueltas de 1979, tras la llegada al poder del Ayatolá Jomeini. El propio Ben Affleck se reserva el papel de Tony Mendez, el agente de la CIA que logró sacar del país a esas personas simulando que formaban parte del equipo de rodaje de una película de ciencia ficción canadiense.




Affleck demuestra lo ya ofrecido en anteriores ocasiones, que como actor no tiene un registro muy amplio pero que como director tiene un pulso notable, que sabe cómo contar una historia para captar la atención del público y dotar a la trama de un interés que te hace pensar en el resultado final tiempo después de haberlo visto. En "Argo" coge una trama realista, la dota de una estructura de thriller con connotaciones políticas y ello no le obstaculiza para insertar algunos toques de humor, sobre todo a cargo de la parte ambientada en Hollywood, con John Goodman y Alan Arkin dando vida con garra a dos socarrones habitantes de ese mundo de la farándula. Esa mezcla de thriller con humor no chirría y queda como un guante, construyendo una cinta que sabe mantener el suspense hasta el último momento y que hace que te preguntes si lograrán los protagonistas su objetivo.



A la película le sobran algunas pinceladas sobre la vida familiar del personaje de Affleck y cierto sentimentalismo en sus últimos minutos, pero es una película que en si misma reflexiona sobre cómo la realidad supera tantas veces a la ficción, sobre cómo ésta es a veces tan increíble. Sobre cómo el hecho de hacer pasar por trabajadores de cine a un grupo de diplomáticos para sacarlos de Irán fue la idea menos mala y que antes de ello desde la propia inteligencia estadounidense incluso llegó a plantearse su huida en bicicleta para no ser interceptados por las carreteras.

El Affleck actor tiene muchas ocasiones en las que flaquea, pero el Affleck director suma ya 3 de 3 en películas de indudable interés. Yo sigo prefiriendo "Ciudad de ladrones" gracias a ese encanto que es Rebecca Hall, pero tanto "Adiós, pequeña, adiós" como ésta "Argo" son muestras bastante notables de un talento que parece estar más reservado a situarse detrás de las cámaras.



Así pues, dos películas que ponen en juego el concepto de realidad y ficción, cada una a su modo, en ambos casos sumando productos muy interesantes y recomendables.

lunes, 29 de octubre de 2012

El curioso caso de Javier Marías

 
 
En los últimos días el mundo literario ha estado algo revuelto por el rechazo del escritor Javier Marías al Premio Nacional de Narrativa que otorga el Ministerio de Cultura por su novela "Los enamoramientos", considerada la mejor novela en castellano publicada en nuestro país en 2011.
 
No es habitual que un escritor renuncie a un premio y menos a uno de este calado, por el prestigio que supone y los 20.000 euros de los que está dotado, bastante dinero para lo que se suele mover entre la mayoría de escritores, que luchan por vivir de sus letras. Y sin embargo, Marías lo ha rechazado asegurando que es una actitud coherente con una trayectoria en la que no ha querido aceptar ninguno de los premios que le han concedido. Y tal es así, que ha asegurado que si le concedieran otros premios aún más importantes, seguiría diciendo que no, porque no inició su carrera de escritor para ser premiado.
 
Y todo ello es un caso curioso porque el artista siempre tiene ese punto de vanidad, que hace que este tipo de reconocimientos sean bien recibidos en la mayoría de ocasiones. Quien escribe de cara a los demás, para que alguien lo lea, ya tiene ese punto de vanidad, de considerar que lo que ha escrito merece la pena ser mostrado al mundo. Pasa sin ir más lejos en el universo de la blogosfera, donde todos escribimos contando las cosas que nos pasan o nuestro punto de vista sobre diversos temas con la esperanza de que alguien lo lea. Si solo fuera escribir por escribir, nos conformaríamos con nuestro diario íntimo. Y esto no lo digo como algo criticable, en absoluto, todos los artistas y creadores que en el mundo han sido son más menos vanidosos, que lo suyo merece la pena y por eso lo enseñan.
 
También se da el caso del que dice que no a los reconocimientos, que dice que eso es todo mercadería y politiqueo y puede que sean ganas de hacerse notar, por vanidad una vez más. Darse un aura de malditismo y de inconformidad para ganarse el halago de los que piensen como él. No creo que ese sea el caso de Marías, que nunca ha querido ir de alternativo ni de "enfant terrible" en sus escritos.
 
Recuerdo cuando empecé a leer a Marías, en mi adolescencia, cuando publicaba sus artículos en la revista "El Semanal", que distribuyen los diarios del Grupo Vocento. Entonces leía con pasión a Pérez Reverte y me sentía envuelto por sus batallitas y sus diatribas, su forma de escribir cargada de tacos se entendía muy bien con la furia adolescente que yo tenía. Marías en cambio me parecía aburrido, siempre tan moderado y correcto en sus expresiones, de modo que si el tema de que hablaba no me interesaba, pasaba olímpicamente de él. Un día Marías dejó de publicar en "El Semanal" y no supe hasta años después que había abandonado sus colaboraciones en la revista por haberle sido vetado un artículo por temas religiosos.
 
Pasaron los años y lo redescubrí en "El País Semanal", al tiempo que descubrí "El País" (en mi casa solo se compra el periódico regional)y empecé a verlo con otros ojos. Yo había dejado de ser adolescente e incluso había terminado la carrera y muchas cosas de mí habían cambiado. Empecé a ver en Marías un estilo sencillo y certero, que iba al grano sin preocuparse por mostrar cuantas palabras conoce del diccionario (un mal de ciertos articulistas ñoños) y que tampoco tenía que decir palabrotas ni acordarse de la madre de nadie para transmitir sus ideas. Y todo eso me llamó y desde entonces le sigo cada semana, identificándome en varias de sus opiniones y su forma de mostrarlas
 
Sin embargo, no había leído ni una línea de su prosa. pensando que quizá fuera aburrido para los textos largos, aún se mantenía ese prejuicio de cuando era más joven. Y en esas estaba cuando me decidí a leer "Los enamoramientos", cuyo tema me interesaba y la experiencia fue grata. No es un libro que vaya a poner entre mis favoritos, pero me entretuvo leerla y noté a un novelista con oficio, que sabe contar cosas de modo que se queden en tu cabeza después de haberlas leído y que las reconozcas ten tu vida diaria.
 
Ahora Marías ha rechazado el galardón por este libro, porque aceptarlo sería en sus palabras una "sinvergonzonería", incoherente con su actitud anterior. No es fácil hacer eso, que el halago siempre es bien recibido y que te digan lo bueno que eres viene bien para la autoestima. Y tampoco creo que quiera convertirse en alguien ajeno al sistema, a darse bombo con ello. Creo que simplemente pasa del mamoneo, las intrigas y los estómagos agradecidos, tan frecuentes en todos los ámbitos de la vida.
 
Y eso no suele ser fácil, creo que no sería capaz de hacer lo mismo, un premio así es todo un sueño. Así que aunque solo sea por eso, me parece admirable la actitud de Marías.

martes, 23 de octubre de 2012

Clásicos fuera de época

Este fin de semana he tenido la oportunidad de ver dos películas inspiradas en relatos escritos de fama internacional y en ambos casos ambientadas en épocas y lugares diferentes a los que fueron concebidas. Se trata de la versión de "Blancanieves", que firmado Pablo Berger y "Grandes esperanzas", de Alfonso Cuarón.


"Blancanieves" cuenta la historia de Carmen (Macarena García), una joven con una infancia atormentada por su terrible madrastra Encarna (Maribel Verdú), una enfermera que se casó con su padre, el torero Antonio Villalta (Daniel Giménez Cacho) tras la muerte de la mujer de éste, la cantaora Carmen de Triana (Inma Cuesta). Huyendo de su pasado, Carmen emprenderá un apasionante viaje acompañada por sus nuevos amigos: una troupe de Enanos Toreros.



Esta es la tercera versión del famoso cuento que llega a nuestras pantallas en los últimos meses, tras las protagonizadas por Julia Roberts y Charlize Theron y que no he llegado a ver. Esta Blancanieves en blanco y negro y muda tiene además la acusación de haber surgido a la sombra de "The artist", realizada en similares parámetros. Acusaciones falsas si tenemos en cuenta que la Blancanieves española ya había sido rodada cuando se estrenó la exitosa cinta francesa y que según aseguran sus responsables llevaba varios años de preproducción y con dificultades para hallar financiación, que tuvo que ser de origen europeo, antes de que algún medio español se subiera al carro a última hora.


La cinta de Pablo Berger, 9 años después de su interesante (y minusvalorada) "Torremolinos 73", es una de esas películas que se disfrutan de principio a fin, de esas películas que hacen recuperar o renovar el amor por el cine, como principio de una serie de sensaciones que tantas veces se pierden en entretenimientos vacíos. Para aquel que crea que va a ver un cartón piedra, "Blancanieves" sigue los pasos de "The artist" en ser una película de antes hecha con un ritmo actual, con escenas y situaciones que mantienen el interés del espectador.




En "Blancanieves" se nos muestra la España del primer tercio del siglo XX tirando de los tópicos, ya que vemos a una España de toreros y tonadilleras, una España campestre y carpetovetónica. El director sabe lo que maneja y juega con ello, del mismo modo que jugaba con los tópicos de la "españolada" y el landismo en "Torremolinos 73". Blancanieves se hace la más conocida del reino a través del toreo y el espejo de la madrastra es la revista "Lecturas", que glosa en su portada las hazañas de su odiada hijastra. Todo ello pasado un filtro deudor en parte de Velázquez, de Goya y de Buñuel, con un retrato irónico de la España cañí.

Además de la magnífica puesta en escena, la fotografía y la música, hay que destacar la labor de los intérpretes, especialmente de esa Maribel Verdú en su primer papel de malvada en el cine y una Macarena García que enamora a la pantalla con su mirada. Todo ello para conformar una película muy recomendable.


La otra película que he visto, esta ya en DVD, ha sido la versión de "Grandes esperanzas" de Charles Dickens, que firmó Alfonso Cuarón en 1998. Hace un tiempo me vino a la cabeza la historia, que es una de mis novelas de cabecera, de esas que me llevaría a una isla desierta y quise ver la película, para ver qué habían hecho con la trama.


Esta "Grandes esperanzas" cambia la nubosa Inglaterra victoriana por la soleada Florida de finales del siglo XX. Gracias al dinero de un benefactor desconocido, Finn (Ethan Hawke), un joven pobre, llega a Nueva York para dedicarse a la pintura. Desde que era niño Finn vive obsesionado por la bella Estella (Gwyneth Paltrow), que se convierte en la musa que inspira sus cuadros.



Su director, el mexicano Alfonso Cuarón, tiene una filmografía algo curiosa. A caballo entre su país y Hollywood, lo mismo hace cuentos como "La princesita" a filmes bastante adultos como "Y tu mamá también", que pone su oficio al servicio de la industria en "Harry Potter y el prisionero de Azkaban", que películas de ciencia ficción con pretensiones (la para mí fallida "Hijos de los hombres"). Uno de esos directores a los que cuesta reconocer un sello autoral, pero que no por ello dejan de ser interesantes.

"Grandes esperanzas" mantiene su fidelidad al libro en la parte más romántica y es ahí donde más se centra, dejando un poco de lado a los personajes de Anne Bancroft, como la señorona que sigue sufriendo la fuga del hombre que se iba a casar con ella y Robert DeNiro como el prófugo al que Finn presta su ayuda. Es en esa parte romántica donde más miedo tenía que se fuera la mano con el almíbar y que se confundiera una vez más el espíritu dickensiano con la sensiblería (que no es así, como muchos creen), pero afortunadamente no es así.


Uno se cree esa historia de amor interminente entre los personajes de Hawke y Paltrow, él fascinado por ella desde que la conoció, convertida en el motor de su vida. Ella algo desdeñosa y juguetona, con miedo a enamorarse aunque presuma de su insensibilidad, con una gran ternura bajo la capa de gelidez, a veces cercana y a veces muy lejana, con segundos de diferencia. Esa es la Estella bella, enigmática y contradictoria que tanto me gustó en el libro de Dickens y que Paltrow refleja muy bien.


Y si tengo que quedarme con un momento de la película, me quedo con el reencuentro en una fuente de Nueva York entre Finn y Estella, cuando ella llega de repente y reproduce ya de adultos el primer beso que se habían dado siendo niños. Si el primer beso tenía esa pureza del sentimiento infantil, en esta ocasión hay una mayor carga lasciva, con la lengua de ella rozando los labios de él a través del chorro. Algo que prevé lo que está por venir, las emociones renacidas tras años de ausencia.


Así pues, nos hallamos antes dos películas que versionan clásicos de la literatura fuera de su tiempo natural y que se dejan ver con agrado.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Competitividad





Una de las cosas que más me llaman la atención de las mujeres son los cambios hormonales que experimentan durante el período menstrual, de cómo en apenas días de diferencia pueden estar alegres, tristes, excitadas, deprimidas o furiosas, todo ello en función de la fase del ciclo en la que se encuentren. Lo que he aprendido es que no hay que recordarles por qué están así, que no les gusta que se lo pasen por la cara, que las hay que sufren horrores y que en el fondo no es una experiencia agradable, pero es inevitable.

Pues bien, las consecuencias de todo ello es algo que no solamente me fascina a mí, sino también a algunos investigadores, como es el caso de un estudio que ha salido a la luz y que establece que la competitividad y la fertilidad van muy relacionadas.

Al parecer, las mujeres son más competitivas en su periodo más fértil y, por lo tanto, menos receptivas hacia sus compañeras más atractivas. Los psicólogos sometieron a las participantes de la investigación a una prueba en la que debían someterse a un juego de roles, sobre temas económicos, con una compañera virtual a través de un ordenador. En un punto del mismo, las mujeres debían de negociar con sus compañeras virtuales, ofreciéndoles una cierta cantidad de dinero y conservando el resto para ellas mismas. Al acabar la prueba, las participantes debían puntuar el atractivo de sus compañeras virtuales en una escalada del 1 al 10.

Los resultados mostraron como las mujeres que se encontraban en el punto más fértil de su ciclo menstrual ofrecían menos dinero a las mujeres calificadas como más atractivas. De media estas mujeres ofrecían una cantidad 25% menor a las mujeres atractivas que a aquellas que no lo eran. Las mujeres que no se encontraban en el punto álgido de su fertilidad, sin embargo, eran más benévolas respecto a las mujeres atractivas, a las que ofrecían, de media, una oferta un 20% mayor que a otras compañeras menos agraciadas. Los psicólogos aseguran que esta notable diferencia se debe a que las mujeres son mucho más competitivas cuando alcanzan su punto álgido de fertilidad, y eso se traduce en un trato peor hacia aquellas que podrían amenazar su liderazgo.

Según los investigadores, el fenómeno responde a una reminiscencia de nuestros días como cazadores y recolectores, cuando las mujeres debían competir entre ellas para aspirar a los hombres más preparados y con más recursos para alimentar a la familia. Al ofrecer menos dinero a las mujeres atractivas y guardarse más para ellas, las mujeres fértiles pueden ayudar a resaltar su propia apariencia y minar la habilidad de sus competidoras.

Creo que la sensación de competitividad también se da en el mundo de los hombres, también existen miedos a que venga otro que nos tape, que oculte nuestros méritos y nos minimice a los ojos de los demás. Yo diría que más allá de un impulso fértil es un impulso humano.

Resulta curioso como las hormonas y los instintos nos dominan tantas veces sin que apenas nos demos cuentas. De todas esas acciones que llevamos a cabo sin saber muy bien por qué y que responden a todos esos estímulos del inconsciente.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Buscar el camino





Es una tendencia natural la del ser humano a hacer lo que hacen sus semejantes, por aquello tan primitivo e instintivo de no ser excluido del grupo. De este modo, muchas veces los actos se ven coartados por el "qué dirán" o se hacen cosas que no se quieren hacer para no recibir algún castigo. Esto es algo que puede estar bien en algunas ocasiones (si todos hiciéramos lo que nos viniera en gana, esto sería un caos) y mal en otras (cuando empezamos a reprimir aspectos que nos crean una gran insatisfacción).

He encontrado una fábula que escenifica muy bien la presión social y las consecuencias que puede tener en nosotros, aquí la expongo:


"Una mañana un abuelo decidió ir a la feria que se celebraba en la cuidad a vender un burro. Enseguida su nietecito le pidió ir con el y así se fueron juntos. Al salir de la casa el abuelo le propuso al nieto ir caminando al lado del borrico ya que no quería que se cansara mucho el animal puesto que quería venderlo a buen precio, a lo que el nieto aceptó.

Mientras caminaban tirando del burro se cruzaron con unos caminantes, quienes al verlos, comentaron: "menuda tontería, mira que ir caminando pudiendo ir montados en ese burro".

El abuelo entonces le preguntó al nieto si estaba de acuerdo con lo que había escuchado, a lo que el nieto asintió. Así que decidió montar al nietecito encima del borrico.
 
Mientras el abuelo caminaba tirando el burro y su nietecito montado, se cruzaron con más caminantes. En esta ocasión, también escucharon lo que decían: "menuda desconsideración, mira que ir montado el niño en ese burro y dejar caminar al abuelo".

El abuelo entonces le pregunto al nieto si estaba de acuerdo con lo que había escuchado, a lo que el nieto asintió. Así que decidió desmontar al nietecito y montarse él.

Mientras caminaba el nietecito tirando del burro y el abuelo montado se cruzaron con nuevos caminantes, quienes comentaron: "menuda mala educación, mira que ir montado el abuelo en ese burro y dejar caminar al niño".

El abuelo entonces le pregunto al nietecito si estaba de acuerdo con lo que había escuchado, a lo que el nieto asintió. Así que decidió que los dos viajarían montados en el burro.

Mientras el abuelo y su nieto iban montados, se cruzaron con otros caminantes, y en esa ocasión, como en otras, escucharon sus comentarios: "menuda crueldad, mira que ir montados los dos en ese burro ¿lo querrán reventar?".

El abuelo entonces le pregunto al nieto: ¿Como piensas tu que debemos continuar?"



Es inevitable no sentirse identificado con la peripecia del abuelo y su nieto, que hagan lo que hagan siempre van a ser criticados por algún grupo de personas, porque es algo que a todos nos pasa. Todos hemos conocido a perosnas muy criticadas por otros y cuando las conocemos por nosotros mismos comprobamos que lo que para unos es feo para otros puede ser atrayente o hermoso. O todos tenemos algún rasgo de personalidad, de carácter, que es mal recibido por alguna gente y que a otra gente no les parece mal.

Por todo ello es inútil preocuparse de lo que opinen los demás de nosotros, porque es (casi) imposible gustar a todo el mundo, lo que para unos puede ser fascinante para otros será repelente. Yo tuve una época en la adolescencia en la que me preocuparon mucho todas estas cosas, cosa típica de aquellos años de desarrollo e inseguridades. Cada vez que pasan los años menos atención le he ido prestando a eso, la experiencia me ha demostrado que hay gente a la que caigo muy bien y gente a la que no, gente a la que les gustan cosas de mi forma de ser que a otros les parecen mal. Y como a mí eso le pasa a un montón de gente, a la mayoría de la gente a decir verdad.

No digo que no haya que prestar atención a algunas opiniones para modificar o pulir cosas nuestras que pueden hacernos más mal que bien, dejarnos asesorar. Pero no hay que caer en esos extremos en que nos convirtamos en autómatas, dirigidos por las opiniones ajenas. Se trata de buscar el propio camino, algo tan aparentemente fácil y a veces tan difícil.

viernes, 5 de octubre de 2012

El caos según Benjamin Button

Una de las películas de los últimos años que más me ha gustado, que más impresión me ha dejado, ha sido "El curioso caso de Benjamin Button", de David Fincher. Es una película que me encanta por su modo de contar la historia de un hombre que nace viejo y se rejuvenece mientras la gente a su alrededor va envejeciendo. Me encanta por la buena interpretación de Brad Pitt. Me encanta por esa mujer tan atractiva y buena actriz que es Cate Blanchett. Me encanta por su forma estoica de ver la vida y por su falta de sentimentalismo rancio. Me encanta la historia de amor de Benjamin y Daisy, una de esas mujeres huidizas a las que no puedes evitar amar aunque a veces desaparezcan y te rehuyan. Una de esas historias de amor de película que puedes tocar con los dedos, que las percibes reales y cercanas, creíbles.

Y por quedarme con un momento, voy a poner una escena que escenifica muy bien la Teoría del Caos, que habla de cómo las cosas que nos pasan escapan muchas veces a nuestro control. De cómo tantas veces hay circunstancias externas que nos acaban afectando sin que podamos hacer nada. De cómo cualquier acto, por nimio que sea, da lugar a una serie de consecuencias, que pueden ser buenas o malas. De cómo por mucho que queramos planificar, siempre hay un factor azaroso muy importante que influye. Para los que no hayan visto la peli, aviso de que es una escena con spoilers.


Una escena que ilustra magníficamente todo un pensamiento filosófico. De esas que te dejan pensando y que revuelven tu cabeza.

lunes, 1 de octubre de 2012

El cine y el arte, con Woody Allen y Fernando Trueba

En los últimos días he tenido la oportunidad de ver un par de películas que me apetecían, de lo mucho bueno que ahora tenemos en cartelera. Por cierto, en ambas sesiones vi como a la salida había gente que se dejaba cubos casi llenos de palomitas. Sí, de esos que luego se quejan de lo caro que está el cine. Pero bueno, no quiero meterme en camisas de once varas, así que paso a hablarles de las películas, la primera de ellas "De Roma con amor".



Lo nuevo de Woody Allen nos trae cuatro historias independientes con un escenario común: la ciudad de Roma. En la primera, un matrimonio americano (Woody Allen y Judy Davis) viaja a Italia para conocer a la familia del prometido de su hija (Alison Pill). En la segunda, un italiano (Roberto Benigni) se hace famoso sin motivo de la noche a la mañana. En la tercera, un arquitecto californiano (Alec Baldwin) visita Roma con sus amigos donde conoce a un estudiante (Jesse Eisenberg) y, en la cuarta, una recién casada (Alessandra Mastronardi) se pierde en la capital italiana, a la que ha ido a visitar a los familiares de su marido (Alessandro Tiberi), que a su vez cruzará su camino con el de una prostituta (Penélope Cruz).
"De Roma con amor" es un nuevo viaje turístico de Allen como pretexto para hablar de sus habituales obsesiones: las relaciones humanas y los problemas que surgen de ellas. Hay muchos que consideran las películas de Allen como muestras menores en la filmografía de alguien que ha retratado durante décadas Nueva York, lo cual es absurdo, al fin y al cabo la Nueva York de Allen es una parte de Nueva York determinada, la intelectual, nada que ver con la Nueva York gangsteril de un Martin Scorsese. Se le discute que caiga en tópicos (usar música de guitarra española en "Vicky, Cristina, Barcelona" o de acordeón en "Midnight in Paris") y que siempre saque la parte de postal de las ciudades, pero el confiesa que esa es la mirada que pretende, que él no vive allí para conocer más. El escenario es lo de menos en alguien cuyas características se hacen tan reconocibles al ver pocos minutos de cualquiera de sus películas.



En esta ocasión, Allen hace una suerte de mezcla de homenaje al cine italiano que confiesa admirar, el de Fellini, de Sica o Antonioni, usando la estructura de películas por capítulos, tan habitual en el cine italiano de los 60 y 70 y lo junta con sus habituales características de personajes algo neuróticos y un análisis poco complaciente de las relaciones entre hombres y mujeres. El resultado es desigual, brillante en ocasiones, divertido en otras, aburrido a ratos.
Hay historias muy alargadas (la del matrimonio de luna de miel en Roma) o que directamente sobran (la del tenor, en la que figura un Allen más perdido que nunca como actor) y otras interesantes (el personaje de Benigni, que se hace famoso de la noche a la mañana y que sirve de crítica de tantos realities televisivos) y la mejor, la de Baldwin haciendo de consejero sentimental de Jesse Eisenberg, que se enamora de una actriz imprevisible y que esconde poco tras su aparente fachada (una Ellen Page que por una vez consigue ser odiosa al mismo tiempo que su personaje, ya que hasta ahora conseguía ser odiosa en cualquier registro).



Con todo ello nos hallamos ante una película desigual, bien interpretada y que no acaba de ser muy divertida ni muy sombría, más bien agridulce. Y aunque me caigan fatal, debo reconocer que Penélope Cruz y Roberto Benigni lo hacen bastante bien. Ella por mucho glamour que se quiera dar, siempre ha sido de choni donde ha estado más convincente y Benigni está muy contenido, lejos de sus payasadas. Todos esos que ya se están riendo en los créditos iniciales porque van a ver una de Woody Allen (como si sus películas fueran de Los Hermanos Marx, a mí nunca me han parecido los filme de Allen de carcajada) se sentirán defraudados. De propina, una canción que suena bastante durante la película y que me ha gustado bastante, con un reconocible sonido italiano.



La otra película que he visto ha sido "El artista y la modelo". Ambientada en el verano de 1943, en un lugar de la Francia ocupada por los nazis, cerca de la frontera española, vive retirado un viejo y famoso escultor (Jean Rochefort), que se siente hastiado de la vida y de la locura de los hombres. Ya nada es capaz de animarle, de servirle de estímulo. Sin embargo, con la llegada de una joven española (Aida Folch) que se ha fugado de un campo de refugiados y que le servirá de musa, renace en él el deseo de volver a trabajar y esculpir su última obra.



La nueva cinta de Fernando Trueba es una interesante reflexión sobre el poder de la belleza y el arte como modo de buscar la verdad, como evasión de un mundo ingrato, como éxtasis de los sentidos, como manera de dar sentido a la vida. Con un blanco y negro que transporta a la época en la que está ambientada, la historia no cuenta nada nuevo con un anciano que vuelve a la vida con la llegada de una bella joven, pero eso no importa.



Trueba se deja de manierismos y firma una película sobria, en la que el sonido fluye sin naturalidad, sin subrayados musicales (la banda sonora no suena hasta el final), en la que somos testigos de la relación que se establece entre un apático artista de vuelta de todo y una chica poco culta e impulsiva. De cómo tras años retirado del trabajo, los bellos rasgos de la muchacha le harán recuperar el entusiasmo de modelo de cara a tratar de captar la verdad, de crear algo perdurable a través del desnudo femenino, como hicieron los griegos clásicos. Esa relación se verá puesta a prueba con la llegada del mundo exterior (un refugiado herido, un militar nazi), que sigue su discurrir fuera de las cuatro paredes del estudio.
Aparte de la buen mano de Trueba en la puesta en escena y la dirección hay que destacar la buena labor de su pareja protagonista, el siempre efectivo Jean Rochefort y la bella Aida Folch, a la que descubrí hace años en el corto "Amar" y que me ha conquistado en esta película, tanto por su precioso cuerpo de mujer real como por su actuación. Ambos no hablan mucho y tampoco se preguntan mucho de su vida pasada, pero en todo momento se intuyen muchas cosas de ellos solo con sus actos y sus miradas. Tampoco quiero olvidarme de la veteranas Claudia Cardinale y Chus Lampreave, como esposa y sirvienta del artista respectivamente, que defienden unos papeles algo más breves de lo que habría sido deseable.



Una buena película, de las que te dejan pensando una vez han acabado, de las que te dejan con ganas de volver a verlas.