martes, 26 de junio de 2012

Jane Austen




De los libros que he tenido la oportunidad de leer hasta la fecha, entre mis preferidos se encuentran los de una mujer inglesa que vivió a caballo de los siglos XVIII y XIX. Estoy hablando de Jane Austen.

Austen nació en la población de Steventon en 1775, siendo la segunda hija de una familia de siete hermanos. Hija de un humilde párroco anglicano, Austen dedicó su infancia y adolescencia a la lectura de novelas de otros escritores ingleses. A una temprana edad empezó a sentir interés por esto de plasmar ideas en un papel y realizó sus primeros relatos, de carácter cómico para divertir a sus seres cercanos. Posteriormente esbozaría sus primeras incursiones en la novela, haciendo borradorres de lo que acabarían convirtiéndose en las obras que realizó.



Nunca lo tuvo fácil Jane Austen para publicar su trabajo. Como miembro de una familia humilde y además siendo mujer no era cosa sencilla saltar al panorama literario. De hecho, hasto los 36 años no consiguió que se publicara “Sentido y sensibilidad”, que no había sido su primer trabajo, pero si el primero que consiguió colocar en el mercado editorial. En los años posteriores iría sacando a la luz sus otras novelas (“Orgullo y prejuicio”, “Mansfield Park”, “Emma”), pero la muerte vendría a interrumpir su creciente carrera a los 41 años. Por entonces se hallaba escribiendo la inédita "Sandition", pero la enfermedad se cruzó en su camino, causándole la muerte en febrero de 1817. De forma póstuma se publicarían “La abadía de Northanger” y “Persuasión”.



En cuanto a su vida personal, no se le conocen apenas relaciones amorosas, algo curioso en una autora que siempre cultivó ese tema. Se sabe que estuvo siempre muy unida a su familia, en especial a su hermana mayor Cassandra, que tampoco llegó a casarse por la muerte prematura de su prometido. A través de la correspondencia que mantuvieron ambas podemos conocer varios aspectos de la personalidad de Austen. Hay quien ha insinuado la posibilidad de que Austen fuese lesbiana, pero esto es algo que no deja de ser mera especulación.



Como muchos otros autores Jane Austen tuvo que esperar a su muerte para que empezara a ser reconocida. La británica causó controversia entre algunos de sus contemporáneos, pues entre sus admiradores se contaban Walter Scott (“Ivanhoe”) o Rudyard Kipling (“El libro de la selva”), que admiraban su estilo sencillo y su dominio en el retrato de personajes y situaciones cotidianas. Por otra parte, entre sus detractores encontramos a Mark Twain (el de ”Huckleberry Finn”), que decía que una buena biblioteca es aquella que no incluya ninguna novela de Austen y a Charlotte Bronte. La autora de “Jane Eyre” fue increpada por un amigo que le invitó a que copiara de Jane Austen y no forzara tanto el sentimentalismo en sus novelas. Bronte dijo que la obra de Austen era una jardín cerrado y bien cultivado, pero sin campo abierto o aire fresco, reprochando un mayor derroche de pasión.



En lo que respecta a sus traslaciones al cine, Jane Austen ha sido una fuente ingente de adaptaciones al séptimo arte. Especialmente a partir de la década de los 90, la media docena de obras de Jane Austen han tenido su correspondiente película y miniserie de la BBC. De las que he tenido oportunidad de ver, la que más me ha convencido son las versiones recientes de "Emma" (con una Romola Garai que se convierte en la Emma que había imaginado cuando leí el libro a mis 17 años) y de “Orgullo y prejuicio” (con una estupenda Keira Knightley), que supieron transmitir las sensaciones del espíritu austeniano.



Hace unos años salió a la luz una película biográfica de la escritora o al menos con pretensiones de ello, llamada “La joven Jane Austen”. Esta cinta trata los días de juventud de la escritora, cuando realizaba sus primeras historias y trataba de abrirse camino en el panorama literario. Esta película trata también una supuesta relación amorosa con el joven irlandés Thomas Lefroy y de cómo su ámbito social marcó su forma de escribir.

Hay que decir que el film se toma diversas licencias respecto a las biografías oficiales de la autora y plantea la trama al estilo de “Shakespeare enamorado”, es decir, a través de algunos hechos reales y otros inventados, la supuesta biografía se torna una traslación del espíritu de la obra del autor. Su vida es tratada como si fuera una novela más del propio creador. Esta película es recomendable para los fans de Austen y los que gusten de las comedias dramáticas de época narradas con tono elegante. Además cuenta con la siempre adorable Anne Hathaway encarnando a la escritora (que a juzgar por los retratos que se conservan de ella, no es que se pareciera mucho a Hathaway).



Si me preguntan qué opino de la obra de Jane Austen yo les respondería lo que sigue. A falta de leer “Mansfield Park”, el resto de su obra es un bálsamo para mi alma. Ponerme a hojear un libro de Austen es todo un disfrute por el placer que supone enfrentarme a su estilo narrativo, su manera de plasmar personajes y situaciones que nunca pasan de moda, aunque hayan transcurrido doscientos años. Su forma de mostrar el alcance de los sentimientos, de forma sincera y sin caer en romanticismos baratos de novela rosa (como equivocadamente creen muchos) es de recibo y resulta muy agradable.



Hay quien ha querido ver en Austen a una escritora feminista, que nunca trató muy bien en sus obras los matrimonios concertados, la imposibilidad de casarse por amor y los aires de grandeza de las clases poderosas. No obstante, sus finales felices con bodorrio incluido podrían ser interpretados de forma conservadora (cosa que por ejemplo sucede en “El diario de Bridget Jones” y similares, que en su intento de adaptar los modos austenianos a la época actual ofrece un pastelón tan retrógrado como insoportable), pero su apuesta por la ironía a la hora de examinar muchas actitudes humanas es su mejor arma. Ni mucho menos considero que sean novelas sentimentaloides, cualquiera que tenga un poco de sensibilidad y haya tenido la debida educación sentimental sabrá apreciar e identificarse con sus escritos.

Si me preguntan por mi libro favorito de la autora, no dudaré en decir “Emma”. Este volumen trata la historia de Emma Woodhouse, una joven provinciana con un carácter bastante pagado de si mismo, que se cree con derecho de organizar la vida de los que le rodean. Las experiencias que vaya viviendo le permitirán madurar y darse cuenta de que rara vez las cosas salen como las planeamos en un principio. Este fue el primer libro de la autora que yo leí, atraído por la imagen de portada, que mostraba a otra mujer con adorabilidad como es Gwyneth Paltrow, que acababa de estrenar la adaptación al cine de la obra (bastante inferior al libro, por cierto). La novela me encantó pese a que por aquella época yo aún no me había desarrollado emocionalmente y desde entonces es uno de mis libros de cabecera.



Asimismo, Austen nunca quiso llegar a donde no podía. Ella era una mujer de campo de clase media-baja y se dedicó a hablar de los pequeñoburgueses de la Inglaterra rural. Pese a escribir durante la época de la Revolución Francesa, apenas hay mención a aspectos políticos en sus obras, más allá de algunos miembros de la marina que aparecen en sus novelas tras venir de combatir en el extranjero. A Austen siempre le inquietaron más las relaciones humanas, sus claroscuros y recovecos, los momentos de dicha y los de desdicha. En definitiva las pequeñas grandes cosas, que queramos o no, acaban marcando nuestras vidas.

Por todo ello, desde aquí aprovecho para recomendar la lectura de las novelas de la autora, les aseguro que no se arrepentirán.

jueves, 21 de junio de 2012

La coleta



Algo se había movido entre las sábanas. Él se despertó y miró asustado a su alrededor, buscando el origen del movimiento. Vio una figura de espaldas sentada sobre la cama, la de una mujer que se recogía el pelo con una goma y se hacía una coleta antes de levantarse y meterse en el baño. Estaba claro, era ella. Era imposible no reconocer aún medio dormido ese gesto tan suyo de rebuscarse todo el pelo y amagar tres o cuatro veces antes de hacerse la coleta definitiva, no reconocer ese arqueo de los hombros, de los omóplatos. Pero ella había cambiado, su cuerpo antes blando y suave ahora era duro y algo áspero, con músculos desarrollados en zonas que antes no lo estaban. Sus manos y sus pies estaban sarmentosos, con las venas muy marcadas y sus hombros se habían ensanchado. El tiempo había pasado y había hecho su efecto.

Llevaban diez años sin verse. El reencuentro había venido a través de una reunión de antiguos alumnos de su promoción en la universidad. Las vidas los habían alterado, pocos se mantenían con la apariencia de la juventud de aquellos años locos. Había calvas, kilos de más, paternidades y maternidades, gestos de responsabilidad, de haber recibido unos cuantos golpes de la vida. Pero todos ellos olvidaron sus nuevos disfraces para volver a ser quienes fueron, todos se conocían, ya no tenían nada que demostrar. Y allí estaba ella, con un vestido negro de tirantes que le llegaba hasta la rodilla, tan guapa como siempre aunque con un aspecto más severo, más imponente.

Tras un momento de titubeo, él se decide a dirigirle la palabra sin evitar sentirse como aquel joven despistado que la conoció. Ella le recibe con una sonrisa y empiezan a hablar, primero de lugares comunes y banalidades y a medida que pasa el tiempo la conversación se va haciendo más profunda. Él se entera de que ella vive en otro país, que tiene un buen trabajo y está contenta con su vida y él trata de disimular con eufemismos que todavía tiene muchos deseos que cumplir, que en una década no ha avanzado demasiado. La velada trasncurre y ellos siguen hablando, recordando muchas anécdotas de la universidad, de cuando ella era una chica que se mordía las uñas a todas horas, que odiaba los vestidos, los tacones y el maquillaje y a la que le encantaba juguetear con su estupenda melena castaña, hacerse coletas y moños, recogerse el pelo y soltárselo a los pocos minutos. La chica de la que él se enamoró y de la que se despidió sin haberle dicho nada ni haberle dado un beso.

En un momento dado, ella le dice que se vayan a pasear a la calle para tomar el aire. Andando y andando llegan hasta el hotel en el que ella se queda y le invita a subir. Ya en el ascensor ella le besa y a ese beso le sigue otro y otro y muchos más dentro de la habitación. Él es testigo de lo que ha cambiado su cuerpo, un cuerpo que diez años atrás parecía tan frágil y que ahora es más poderoso que el suyo. Lo pasa bien, pero no siente esa sensación de amor de antaño.

De repente ella vuelve junto a él, entonces se decide a decir lo que nunca había dicho:

-Tú me gustabas ¿sabes? En la universidad.
-Lo sé -dice ella-.
-¿Y cómo lo sabías? Nunca te lo dije.
-No hacía falta, ya se notaba.
-Pero tú nunca quisiste nada conmigo.
-No.
-¿Por qué?

Ella calla un momento antes de responder:

-Porque siempre has sido muy manso.
-¿Cómo?
- Muy buenillo para mí.
-¿Y eso es malo?
-No, pero siempre he preferido el camino difícil.
-¿Por qué?
- No lo sé.

Los dos se callan y él vuelve a quedarse dormido. Cuando se despierta ya es de día y no tarda en darse cuenta de la cama vacía y lo recogido que está todo. Sin moverse de ahí ya sabe que ella se ha ido. Ha dejado una nota, como en las películas, en la que pone: "Te lo debía. No te olvides de pensar en mí. Cuídate". Él siente ganas de llorar, como la anterior vez que se marchó, pero sabe que no hay remedio. Que quizá no vuelva a verla.

Han pasado los años y él conserva la nota. No se olvida de pensar en ella, en la chica para la que era muy manso, la que siempre prefirió el camino difícil. La recuerda cada vez que ve a alguna mujer recogerse el pelo. Cada vez que ve una coleta.

martes, 19 de junio de 2012

Amor inadaptado


Este fin de semana acudí a ver "Moonrise kingdom", la nueva película de Wes Anderson, un director que con los años ha creado un estilo propio muy reconocible. Todos sus filmes son una especie de cuentos para adultos caracterizados por temas recurrentes: el colorismo, personajes estrafalarios y bizarros, que usan una vestimenta muy característica que llevan durante todo el metraje o la mezcla de humor absurdo y drama. A Anderson le gusta además construir los planos como si fueran viñetas, con una composición llena de pequeños detalles, que refuerza la sensación de cuento de todas sus obras. El cine de este realizador gusta o repele, no admite opiniones muy moderadas y yo me incluyo entre los que le aprecian, habiendo visto casi toda su filmografía ("Academia Rushmore", "Los Tenenbaums", "Life Aquatic", "Viaje a Darjeeling"), a falta tan solo de "Fantástico Mr.Fox".

Ambientada en una isla de la costa de Nueva Inglaterra en el verano de 1965, el filme cuenta la historia de una chica y un chico de doce años (Jared Gilman y Kara Hayward) que se enamoran, hacen un pacto secreto y se escapan a los parajes naturales de la isla para vivir su amor. Cuando varias autoridades intentan perseguirlos, se forma una violenta tormenta en la costa y la comunidad de la pacífica isla se verá trastornada irremediablemente.

En esta ocasión, el realizador se centra en la historia de amor de dos preadolescentes, hablando del descubrimiento y la iniciación de los primeros amores, de dos jóvenes inadaptados que encuentran su mejor refugio en el otro, la parte que necesitaban. Los dos crean un mundo puro, aparte del resto de las personas, no corrompido por unos adultos que hace tiempo que perdieron esa inocencia y viven un presente poco estimulante.


Es precisamente la trama protagonizada por los chavales la más interesante de la película, pues consigue interesar más que la de los adultos, en la que asistimos a la relación de amantes de un guardia de la isla (Bruce Willis) y la madre de la niña fugada (Frances McDormand), que engaña a su marido (Bill Murray). Edward Norton y Harvey Keitel tienen también su parte de protagonismo como dos curiosos boy scouts que mandan en el campamento del niño desaparecido. De este modo, Anderson tiene un reparto de algunos nombres ilustres, que cumplen bien su cometido, aunque el gato al agua se lo llevan los dos protagonistas.
 
 
Con todo ello, nos encontramos ante una película que emociona por momentos y que en ocasiones se pierde en la habitual rigidez, del predominio de la forma sobre el fondo de su director, que muchas veces es un pequeño lastre para redondear sus filmes ("Los Tenenbaums" es mi favorito de todos ellos, me parece el más logrado). No obstante, resulta muy apetecible y recomendable para que los que nunca han visto ninguna de las obras de Wes Anderson se inicien en su particular universo.

viernes, 15 de junio de 2012

Bellezas con personalidad



Hoy he visto en el metro a dos chicas que me han llamado la atención, ambas eran bastante guapas, pero tenían sus curiosidades. Una de ellas llevaba rapado uno de los lados de la cabeza, que es una moda que estoy viendo últimamente y no entiendo muy bien a qué obedece. De este modo, una de las partes va cortada al cero y en la otra cae la melena con normalidad, dejando en evidencia que es una muchacha bella que parece haber querido rehuir el tópico dándose un hachazo en su cabello. Iba con otra chica que llevaba gafas y unos pequeños brackets que la daban un aspecto algo infantil pero adorable y las dos formaban una pareja bizarra.

Si esa escena hubiera sido de una comedia romanticona ñoña, les habría inducido a un cambio radical para que explotasen más su atractivo (como esas pelis en las que la supuesta fea se quita las gafas y se suelta la coleta y es un bellezón, que ya se veía sin hacer nada de eso), pero como se trata de la realidad me limité a observarlas con curiosidad, pensando en cómo la belleza a veces se esconde o se reafirma de un modo esquivo, atípico.

Todo ello me ha hecho acordarme de un pasaje del libro "One day", de David Nicholls, que leí hace unos meses. Me recordó un fragmento que me gustó mucho y que habla sobre gafas y lentillas y tópicos sobre belleza.

"En la Universidad, Emma había albergado convicciones muy firmes sobre la inutilidad de las lentillas, en la medida en que alimentaban nociones convencionales de belleza femenina idealizada. Unas buenas gafas de la seguridad social, resistentes, útiles y sin doblez, eran señal de que a una no le importaban fruslerías tan tontas como estar guapa, porque pensaba en cosas más elevadas. Sin embargo, en los años transcurridos desde la licenciatura, le había empezado a parecer una argumentación tan abstracta y especiosa que al final había sucumbido a la insistencia de Dexter y se había puesto las puñeteras lentillas, momento en que se había dado cuenta, cuando ya era demasiado tarde, de que lo que de verdad había intentado evitar tantos años era aquella escena de película: la bibliotecaria se quita las gafas y se sacude el pelo. "Pero qué guapa es usted, señorita Morley".

Ahora se veía rara en el espejo, con la cara al desnudo, vulnerable, como si llevara nueve meses sin quitarse las gafas. Las lentillas tendían a crearle propensión a unos espasmos faciales aleatorios y alarmantes, como parpadeos de rata. Se le pegaban al dedo y a la cara, como escamas de pez; eso cuando no se resbalaban por debajo del párpado, como en ese momento, para alojarse al fondo del cráneo. Tras un severo acceso de contorsión facial, y de algo que le pareció una operación quirúrgica, logró recuperar el pedacito y salió del lavabo con los ojos rojos, llorosa, parpadeando."

Y seguramente Emma Morley tenía un gran encanto con gafas, sin necesidad de quitárselas. No sé si será porque al ser también un "cuatro ojos" me siento identificado, pero a mi no me molesta que las chicas lleven gafas, no me parecen menos atractivas por ello. De hecho, he conocido mujeres a las que les sienta mejor tener las gafas puestas que quitárselas. Y otras muy bellas que se las ponen para leer o mirar a la pantalla y ni los cristales ni las monturas les quitan atractivo, incluso les dan una mayor calidez a sus rasgos.

Y es que la belleza no tiene un patrón universal, más allá de cierta imagen estandarizada de actrices y modelos publicitarias que puede crear presiones en mucha gente que no se ajusta a esos cánones, hay una amplia gama de bellezas que se salen del tópico. Bellezas con personalidad, que las hace más bellas por ser únicas.

domingo, 10 de junio de 2012

Personas cebolla




Una de las cosas que siempre llaman mi atención tiene que ver con las diversas personalidades que podemos reunir en nosotros mismos y sobre las formas de ser que llegamos a mostrar en función de con quién nos encontremos.

Cuando se conoce a una persona compleja, difícil de clasificar en un primer vistazo, se suele decir que tiene muchas capas, como si fuera una cebolla. Y que con cada capa que vas quitando vas descubriendo una nueva, que siempre estás descubriendo aspectos diferentes de esa persona. Yo creo que esa una capacidad que tenemos todos, pero que en verdad las capas se multiplican con la complejidad de una persona.

Considero que podría encuadrarme dentro de ese grupo de "personas cebolla", creo que tengo una serie de capas que sólo unos pocos llegan a desentrañar del todo. He conocido a mucha a gente en estos años que llevo de vida y en muchas ocasiones, según con quien me encontrara, he sido de una manera, en función de la capa a la que llegaran. Con algunos no he pasado de ser un chico tímido y seriote, con otros he sido un chico tímido, seriote y algo raro y con los de más allá he sido un chico con una personalidad que varía de la euforia a la tristeza y con curiosidad por muchas cosas.

Según el grado de intimidad y confianza que alcancemos con otra persona nos portamos de una manera determinada. Si estamos con alguien que no nos da seguridad actuaremos con suma prudencia, tratando de limar nuestros aspectos más controvertidos. Por otro lado, si vemos que la otra persona nos comprende no tenemos problema en mostrarnos tal y como somos. Aunque siempre hay cosas que quedan para nosotros mismos y que nunca nadie llega a conocer del todo.

Muchas veces me he sentido como un actor, teniendo que representar un papel determinado ante una persona por temor a ser juzgado negativamente si muestro según que cosas de mí mismo. Con esa gente rara vez llego a establecer una relación profunda, más que nada porque el muchacho que conocen no soy yo, o lo soy parcialmente, soy yo pretendiendo ser otro. Es con la gente que me permite mostrarme como soy en realidad con la que más conecto y con la que mejor relación mantengo, porque con ellos soy yo al cien por cien y eso hace que los aprecie más.

Por ello me ha sucedido que muchas veces me hayan dicho "no esperaba que fueras así" cuando han llegado a conocerme más a fondo. Precisamente porque habían logrado traspasar esa primera fachada que parecía indicar otra cosa.


Esa es la clave de las personas tímidas, que son un enigma por descubrir, conocerlas es un viaje fascinante hacia el interior de ellas, con muchas sorpresas. Yo soy fan de este tipo de personas, que siempre llegan a impresionarme cada vez que descubro algo nuevo de ellas. Cuando alguien te permite traspasar todas esas capas es algo que te hace sentir muy especial.

 

martes, 5 de junio de 2012

Inteligencia erótica



El otro día leí en un foro algunas reflexiones sobre la atractiva actriz Jennifer Lawrence, ahora triunfando en cartel con "Los juegos del hambre". Eran refexiones como "me encanta su cuerpo, sus piernas, su culazo y sus tetas", "vaya curvas que tiene" o "está tremenda". Me hicieron gracia por proceder de mujeres, integrantes en su mayoría de dicho foro, en el que se comentan muchas más fotos de actrices y modelos femeninas que de actores y modelos masculinos.

Yo siempre había pensado que las mujeres no se fijan en el físico de otras por admirar sus proporciones, hasta que una chica me descubrió que en muchas ocasiones se fijan en otras para resaltar su belleza y exhuberancia y no tienen problemas en reconocer que ésta o aquella tiene un cuerpazo, sin que medien inclinaciones homosexuales. Todo ello es una prueba más de que las mujeres tienen por regla general una mayor apertura y audacia de cara a la belleza y la sensualidad.

Los hombres suelen ser más directos y expansivos en estos temas, pero en el fondo es una bravuconería superficial, algo infantil. A pocos hombres heterosexuales se les suele ver comentando los atractivos de otros hombres y me cuesta imaginar un foro de Internet frecuentado en su mayoría por el sexo masculino heterosexual en el que se hable de lo guapos que son George Clooney y Brad Pitt.

La experiencia me ha enseñado que las mujeres en temas sexuales usan todos los sentidos, mientras que los hombres nos limitamos mucho a la vista o el tacto. Ellas ponen la cabeza y el corazón, usan todo su cuerpo, mientras que los hombres lo centramos prácticamente todo en la entrepierna. Ellas no tienen pudor en señalar a otras mujeres como atractivas y se dice que una de las fantasías más recurrentes del mundo femenino es tener relaciones sexuales con otra mujer. Los hombres no solemos reparar (ni queremos hacerlo) en el atractivo de otros hombres y mucho menos fantasear con ello. Sigo generalizando, pero son casos que se ajustan a la realidad en multitud de ocasiones.

Siempre me ha interesado mucho la visión femenina en temas sexuales, creo que todos los hombres tenemos mucho que aprender de ellas en ese ámbito. No digo que estemos incapacitados para ello, en absoluto. No hay más que acercarse a la historia de la literatura para ver ejemplos de certeros retratos femeninos escritos por hombres, como la "Madame Bovary" de Flaubert o "El amante de Lady Chatterley", de DH Lawrence. Pero resultan fascinantes las escenas eróticas planteadas por mujeres, suele notarse la diferencia con la visión masculina y se reconoce una mano femenina tras ellas aún sin saber el nombre del autor.

Así que ya saben, como para tantos aspectos en los que buscamos saber más de las mujeres, hay que escucharlas y prestarlas atención. A ellas también les interesa el sexo y llegan a niveles de profundidad que muchas veces los hombres ni nos planteamos.