miércoles, 30 de mayo de 2012

Maternidad problemática



En mi cita habitual con el cine hoy les hablaré de una cinta francesa que habla sobre la maternidad los cambios que produce en la vida de la mujer y de la pareja. Se trata de "Un feliz acontecimiento".

"Un feliz acontecimiento" nos habla de Barbara (Louise Bourgoin) y Nicolas (Pio Marmai), ella está haciendo una tesis sobre Wittgenstein y él trabaja en un videoclub, donde se conocen. Se gustan, se enamoran y tras un tiempo de feliz convivencia, ella se queda embarazada, dando comienzo a una etapa en la que tendrá que replantearse muchas cuestiones vitales.

El filme es la nueva producción de Remi Bezançon, un realizador que cosechó un gran éxito con "El primer día del resto de tu vida" y que ahora retrata la llegada de la maternidad de una forma cercana. Acostumbrados a cintas ñoñas y sensibleras, que se centran en la parte más amable de ese cambio en la vida de una mujer, aquí predomina el acercamiento realista, con un tono agridulce.

La protagonista es una mujer con inquietudes culturales y la cabeza en las nubes, dedicada a los estudios filosóficos. El embarazo le bajará a la tierra, le creará dudas sobre su capacidad como madre, dudas que se convertirán en pesares cuando llegue el bebé. Su vida deseada y su vida real sufrirán una gran contradicción, llevándola a replantearse sus necesidades y sus prioridades.



Es curioso como va variando el tono de la película a medida que avanza el proceso de maternidad. Al principio hay una cierta ilusión y predomina la comedia: se habla de cómo se llamará el bebé, cuál será su sexo, de los cambios hormonales, del sexo durante el embarazo o de la relación de la protagonista con su madre "hippy" (una estupenda Josiane Balasko). Una vez nace la criatura, el tono va virando hacia el drama, con una mujer que no se siente capaz de ser la clásica matrona protectora y de sacrificar muchas de las cosas que hacía, que siente que el bebé le está robando su vida.

Cabe destacar a Louise Bourgoin en el papel la atribulada Barbara, demostrando que además de una mujer de gran atractivo es una buena actriz. La descubrí hace cosa de un año en la película "La hija de Mónaco" y desde entonces le sigo la pista. Ella es la que lleva el peso del filme y lo hace con brillantez, teniendo un peso más secundario el personaje masculino (bien defendido por Pio Marmai).

Una película recomendable para todos aquellos que quieran conocer un poco los entresijos de la primera maternidad, aunque pueda resultar incómoda a los que se hallen en una situación similar a la de sus protagonistas, con temor a la llegada de ese primer bebé que siempre cambia la vida de los que lo tienen.

jueves, 24 de mayo de 2012

30 años



Hace pocos días ha sido mi cumpleaños y he alcanzado la treintena, ya he llegado a la cifra en la que algunos ponen la primera gran crisis vital. Cuando se llega a los 30 dicen que se experimenta un conflicto entre lo que se es y lo que se debería ser. La gente es todavía joven, pero cruzando el umbral ya se plantean cuestiones de la edad adulta, los cambios que deberían haber tenido en su vida, como si ya todo dejara de ser Jauja. Imagino que habrá gente que tenga ese sentimiento, pero no es mi caso, mis crisis vitales no entienden de edad y llevo padeciéndolas desde años (y lo que seguirán).
¿Qué se supone que tendría que hacer con mi vida? ¿Formar una familia? ¿Casarme y tener hijos? ¿Un trabajo estable, una casa en propiedad y un camino marcado? ¿Dejar de hacer cosas que se hacen en la adolescencia y juventud? Pues va a ser que no, en parte porque no puedo (no tengo novia y tampoco tengo trabajo en estos momentos) y en parte porque no quiero, siempre he sido muy resistente a seguir la senda que me marcan y creo que esos cambios no los dicta el alcanzar una determinada edad. Son cambios que deben hacerse cuando sea el momento. Si empezara a enumerar la de cosas que he hecho a destiempo, me daría para unas cuantas entradas.

Me veo a mi mismo y me comparo con como era hace unos años y noto los cambios.  Ahora me veo un poco más calmado, me como menos la cabeza que antes, aunque sigo teniendo la característica de darle muchas vueltas a las cosas, lo que a veces viene bien y otras mal. Ahora me veo un poco más experimentado, lo que me ayuda a ver venir ciertas cosas, a saber que es lo siguiente cuando se empiezan a dar una serie de circunstancias ya vividas anteriormente. De todos modos siempre se está aprendiendo y algunas de las convicciones que parecen firmes terminan cambiando con la experiencia. Por ejemplo, yo ahora vivo en una ciudad que hasta hace no mucho tiempo detestaba y en la que ahora me siento a gusto, por haber tenido la buena influencia de una persona que me hizo darme cuenta de la equivocación de esa idea negativa que tenía. Y así supongo que me habrá de pasar con muchas otras cosas de aquí en adelante.
El caso es que más allá de la cifra de años, los cumpleaños son siempre para mí un día de reflexión, un día en el que hago balance de lo que es mi vida y por ello son días complejos. Me acuerdo de gente que estuvo y ya no está, de los que todavía están y lo que he hecho por ellos y ellos por mí. Por eso siempre digo que yo no pido regalos en los cumpleaños, me doy por contento con felicitaciones sinceras, las que salen desde el corazón. Y dentro de ellas me encantan las felicitaciones elaboradas, las que necesitan de más de dos minutos para ser escritas. Me gusta hacer este tipo de felicitaciones a la gente que quiero cuando son sus cumpleaños, decirles lo que suponen para mí. Ahora, en la era de la inmediatez en Internet, eso se estila poco y se llevan las felicitaciones breves, un poco rutinarias. No voy a ser un hipócrita, pues yo también lo hago, aunque suele ser con la gente con la que apenas tengo ya contacto.
Con todo ello, hay días de cumpleaños en los que parece notarse más que en otros la huella que has dejado en los demás, el interés y el cariño que suscita tu persona. Habrá quien dirá que le doy demasiada importancia, ya sea para bien o para mal, a todo esto. Que al fin y al cabo los cumpleaños son días como cualquier otro y que todas esas cosas que he manifestado se deben probar los 365 días del año, no sólo por una felicitación puntual puedes medir el cariño que te tiene otra persona. Pues también es verdad.

martes, 22 de mayo de 2012

El primer amor




Este fin de semana acudí al cine a ver "Un amour de jeunesse", una de esas cintas europeas que llegan de tapadillo y se estrenan en pocas salas de versión original. De esa vía a veces llegan algunos pestiños pretenciosos, aunque afortunadamente no es el caso de este filme.

"Un amour de jeunesse" cuenta la historia de Camille (Lola Creton), una chica que descubre el amor pasional en su adolescencia de la mano de Sullivan (Sebastian Urzendowski). Cuando él se va a Sudamérica, ella queda destrozada y tarda un tiempo en recuperarse. Años después, ella dedica su vida a la arquitectura y ha entablado otra relación amorosa con un maduro arquitecto. Será en esta situación cuando los caminos de ella y de Sullivan vuelvan a cruzarse.

"Un amour de jeunesse" es la tercera película de la directora francesa de origen danés Mia Hansen-Love, que empezó como actriz antes de ponerse detrás de las cámaras y que aquí se inspira según ella  en sucesos autobiográficos a la hora de hablar de la pasión y la inocencia del primer amor. A través del personaje de Camille asistimos a los efectos de ese primer enamoramiento, tan entregado y tan radical, en el que cada momento y cada detalle es un mundo. En el que el amor es la experiencia más intensa, para lo bueno y para lo malo.


Camille ama con toda su alma y descubre el dolor del desamor cuando Sullivan le deja. Pasado ese momento de desencanto, ella reconstruye su vida y cuando ambos se reencuentran años después se dan cuenta de la mella que ha causado el paso del tiempo, ya han dejado de ser aquellos críos tan entregados, especialmente en el caso de ella.


Cabe destacar la sencillez y naturalidad con la que Hanson-Love narra la historia, sin recurrir a efectismos ni pretenciosidades típicas del cine de autor. Todo lo que se ve en pantalla desprende realidad y verismo, sin afectación. A todo ello ayuda la estupenda interpretación de Lola Creton como la melancólica Camille. Siendo una adolescente real ( la actriz tenía 16 años cuando rodó el filme), da vida con convicción a su personaje, resultando también creíble como veinteañera.


Una película de las que dejan un poso agridulce una vez vistas y con la que todos nos podemos identificar por las cosas que cuenta, por los sentimientos universales que trata, por esos primeros amores que en su momento fueron el centro del Universo. Una de esas cintas que tiene la capacidad de hablar de la vida y de los momentos que la componen.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Cortocircuito



Hay una escena de la película "Chaplin", el interesante biopic sobre el genial cineasta, en el que Chaplin vuelve a Londres después de muchos años de ausencia. Está en el tren a punto de salir a la estación y ser recibido por una gran concurrencia de fans cuando le comunican que un amor de juventud que esperaba volver a ver ha fallecido. Cuando uno de sus acompañantes le pregunta "¿qué vamos a hacer, Charlie?" Él, con el corazón hecho trizas y la mirada perdida, responde: "sonreír".

Esa es una escena que me llama la atención por recordarme a esas veces en las que un suceso determinado rompe la magia de un bonito momento y cortocircuita las buenas sensaciones. Por lo que cuesta tratar de no derrumbarse en esos momentos. Un día que va estupendamente se ve salpicado por algo o alguien que provoca una reacción de desesperanza, que los fantasmas que llevamos dentro broten de pronto y se adueñen del alma en cuestión de segundos, como una nube gris que de repente tapa el Sol y anuncia tormenta.

Esos momentos dan mucha rabia y mucha pena, por cómo todo pierde su esplendor, cómo la mente se escapa lejos del lugar en el que te encuentras, secuestrada por los fantasmas. Notas como los demás advierten el cambio repentino y luchas por liberarte de todo eso, volver a la buena disposición que tenías momentos antes, volver a sonreír, a no desagradar con la cara triste que se te ha quedado, pero no puede ser. Hay una chispa que ha cortocircuitado el sistema y es necesario reiniciar, esperar al día siguiente para que todo vuelva a funcionar con normalidad.

Te preguntan el motivo de esa tristeza repentina y no sabes qué decir o sabes qué decir pero no sabes cómo decirlo, pues suele esconder muchos deseos reprimidos, muchas ansias de cariño que no son fáciles de expresar. Sólo queda decir: "No te preocupes, el próximo día estaré bien, ya lo verás".

lunes, 14 de mayo de 2012

Dicen por ahí




Dice la leyenda urbana que cada vez que alguien habla mal de nosotros nos pitan los oídos. Todos pensamos en otras personas y dejamos vagar nuestra imaginación de diversas maneras. A todo el mundo le pasa (a los tímidos mucho más) que no se atreve a decir todo lo que piensa a otras personas por temor a las reacciones que pudieran surgir en su contra o por resultar desafortunado. Todo ello me ha hecho pensar en como serían las cosas si cada de uno de nosotros tuviéramos la capacidad de saber que dicen de nosotros en todo momento.

Imagínense que pudiéramos tener conocimiento de todas esas veces en las que otras personas piensan en nosotros o hablan de nosotros, algo que siempre produce curiosidad. Saber si esta persona nos quiere o nos odia, si esa otra persona es de fiar o nos pone verdes y cuenta nuestros secretos a nuestras espaldas, saber en qué situaciones nos imaginan los demás cuando piensan en nosotros. Así expuesto suena fascinante, porque sabríamos a que atenernos con una perfección casi absoluta en nuestras relaciones con los demás. No existirían ni las dudas ni los dobles juegos: esa chica que nos gusta sabría enseguida que nos gusta y enseguida sabríamos si el sentimiento puede ser correspondido; sabríamos qué gente vale la pena viendo la honradez con la que hablen de nosotros cuando no estemos presentes; sabríamos las cosas que hacemos mal, esas cosas que los demás no se atreven a decirnos y que así podríamos rectificar. Es algo que ahorraría muchos malos tragos.


Pero bajo esta premisa, que suena a narración de ciencia ficción, se esconde la moraleja de muchas de esas narraciones: si en verdad queremos o necesitamos esa perfección en la imagen que transmitimos a los demás, si en verdad queremos saber todo lo que se dice de nosotros. Oiríamos halagos, claro está, pero también tendríamos que soportar muchos desaires e insultos de la gente que no nos quiere bien. Sabríamos qué gente nos conviene para confiar nuestros secretos y anhelos, pero nos llevaríamos grandes decepciones con aquellos que nos traicionasen. Veríamos las cosas que nos reprocha la gente que nos quiere, cosas que no nos dice porque son fruto de un calentón momentáneo y  que es mejor olvidarlas pasado el momento de enfado. Sabríamos que a esa persona que nos gusta no le gustamos del mismo modo, anulando la posibilidad de una momentánea felicidad pensando en que sí le gustamos y anulando la posibilidad de empezar a gustarle en un futuro. Porque al fin y al cabo, el carácter humano es mudable y donde se dijo "nunca" a veces se pasa a decir "tal vez" y finalmente se dice "sí". Toda esa posibilidad de cambio de parecer se iría al garete.

Todo ello da que pensar en si no será al final más interesante que no queramos saber tanto, si no será mejor dejar algo de ignorancia. Al fin y al cabo, de ilusión también se vive y esa ilusión siempre nace de la fe en algo, de creer en algo aunque no tengamos pruebas de ello. La verdad en ocasiones es muy dura y en esos momentos es mejor suavizarla con un poco de ilusión. Un tema sobre el que surgen muchas preguntas y muchas respuestas posibles.

lunes, 7 de mayo de 2012

Labios



Ella estaba tendida sobre la hierba en un parque. Los ojos tapados con una toquilla que le hacía de visera y los labios le brillaban intensamente por el efecto del Sol y la crema que se había echado en ellos momentos antes para evitar que se secaran. Él estaba junto a ella observando su pose inmóvil, abandonada, con los brazos sobre el torso y dejando entrever la piel existente entre el final de su camiseta y el principio del pantalón. La blancura de su piel era un síntoma de su suavidad, él ya lo sabía, había tocado esa piel en diversas ocasiones y había comprobado su tersura. Era una piel que daban ganas de no dejar de tocar durante largo tiempo, que invitaba al contacto y al roce.

Observó sus pies descalzos sobre la hierba, con las uñas pintadas de azul, el mismo color que imperaba en el cielo de ese bonito día de primavera. Él nunca había comprobado la tersura de la piel en aquella zona y pasó un dedo desde el dedo gordo hasta el tobillo, dándose cuenta de que la finura era áun mayor si cabe. Exaltado ante este descubrimiento, posó sus yemas en el bajo vientre de ella, en esa porción de carne que había quedado al descubierto y notó como se erizaba al contacto con sus dedos. Siguió subiendo por sus manos y sus brazos desnudos hasta llegar a su cara.

Se detuvo en esos labios que brillaban, sintiendo la untuosa humedad de la crema que los cubría y el suave tacto de la carne rosácea y percibió cómo se entreabrían, como invitando a ser besados. Inclinó su cuerpo sobre el de ella y la besó. Ella no movió ni un músculo, seguía en la misma pose inmóvil, con los brazos sobre su cuerpo, sin hablar, sin descubrir su mirada. Tan sólo sus labios, que sabían a fresa, estaban en movimiento, uniendo su cuerpo con el de él.

Él había soñado muchas veces con ese momento, la había besado muchas veces, pero siempre en las mejillas. Siempre había sentido una gran curiosidad por esos labios carnosos de apariencia tan suave, había querido besarlos desde el primer momento, primero por saber que se sentía y después por el amor y el cariño que despertaba en él la chica a la que pertenecían. Un amor y un cariño aún no expresados por él, que cultivaba estos sentimientos en secreto, sin atreverse a confesarlos. Sí, ahora podría decírselo todo, ya había dado un paso muy importante con ese beso.

-¿Nos vamos?

Él se sobresaltó y miró en derredor, como si no supiera de donde venía esa voz. Ella había hablado, se había levantado levemente la toquilla de la cara y le miraba con un ojo desde su posición en la hierba. Se había hecho tarde y quería marcharse. Él la miró con gesto alucinado, aún creía estar en contacto con esos labios que seguía sin tocar. La ayudó a levantarse y ambos emprendieron el camino de salida del parque. Ella sacó la cajita en la que guardaba la crema que se había echado en los labios y se puso un poco más mientras hacía un gesto de ofrecimiento.

-¿Quieres? -le dijo.
-Me encantaría -respondió él.


jueves, 3 de mayo de 2012

Días de cine



En los últimos días, aprovechando el puente, he podido ver una serie de películas en las que estaba interesado y que a continuación les voy a desmenuzar, de mejor a peor, aunque todas aprueban.

La primera de ellas es "Los vengadores", la traslación a la gran pantalla de las aventuras conjuntas de los superhéroes de la casa Marvel, que en los últimos años están siendo objeto de una serie de adapataciones con mejor o peor fortuna. En esta ocasión han juntado a Iron Man (Robert Downey Jr.), Hulk (Mark Ruffalo), Capitán América (Chris Evans), Viuda Negra (Scarlett Johansson), Thor (Chris Hemsworth) y Ojo de Halcón (Jeremy Renner), a las órdenes de Nick Furia (Samuel L. Jackson) para luchar mano con mano contra una invasión alienígena apadrinada por el intrigante Loki (Tom Hiddleston), hermano de Thor.

La película viene firmada por Joss Whedon, director, guionista y productor curtido en el fantástico de serie B y creador de productos como "Buffy cazavampiros", que aquí afronta el duro reto de poner en imágenes la peripecia de este grupo de superhéroes y la verdad es que aprueba con nota. La puesta en escena no es muy diferente de otras producciones de Marvel, pero la interacción entre los personajes (que ocupa los primeros 90 minutos del filme) y la acción pura y dura en su tramo final tiene la garra necesaria para atrapar y divertir al espectador. Además, Whedon consigue repartir bien los minutos en pantalla de los superhéroes, evitando que alguno quede en segundo plano. Mis preferidos han sido Iron Man, con ese carisma que le da siempre Downey Jr. y Hulk, que tiene alguno de los mejores momentos de la película y al que Mark Ruffalo da vida con convicción en su faceta del taciturno Bruce Banner, antes de transformarse en la bestia verde.

No estamos ante el clásico espectáculo de efectos especiales sin alma, aquí se les coge aprecio a los personajes y consigues meterte en su lucha como si volvieras a ser un jovencito que aplaude las acciones de sus héroes. Los toques de humor dan un aspecto lúdico a una cinta que se aleja del modelo "superhéroe con problemas de identidad" y traumas varios que practican otras sagas comiqueras (un punto de vista también respetable, por cierto) y se trasluce en una película de dos horas largas que se deja ver con sumo agrado.



La siguiente cinta está barriendo las taquillas de todo el mundo y ya se ha convertido en la nueva saga juvenil de referencia, desbancando a "Crepúsculo". Nacida igualmente de una serie de libros de gran éxito en ese sector de público, "Los juegos del hambre", se ambienta en un futuro próximo, en lo que en el pasado fueron los Estados Unidos, ahora es una nación llamada Panem: un fastuoso Capitolio ejerce un control riguroso sobre los doce distritos que lo rodean y que están aislados entre sí. Cada distrito se ve obligado a enviar anualmente un chico y una chica entre los doce y los dieciocho años para que participen en los Juegos del Hambre, que son transmitidos en directo por la televisión. Se trata de una lucha a muerte, en la que sólo puede haber un superviviente. Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence), una joven de dieciséis años, decide sustituir a su hermana en los juegos; pero para ella, ya bregada en la caza con arco, la lucha por la supervivencia es su segunda naturaleza.

No he visto ninguna de las películas de la saga "Crepúsculo", ni tengo el mínimo interés en hacerlo, así que desde el desconocimiento digo que estos Juegos del Hambre pintan bastante más interesantes, que las historietas de vampiros y hombres lobo de garrafón. Aquí se habla de un brutal concurso donde una serie de adolescentes debe masacrarse entre sí hasta que sólo quede uno, un "reality show" (en el que se crean alianzas y romances, ya sean auténticos, ya sean con el interés de ganar) llevado a sus últimas consecuencias, considerado como normal por una sociedad empobrecida económica y espiritualmente.

La cinta dirigida por Gary Ross ("Pleasantville", "Seabiscuit"), cuenta con una destacada actuación de Jennifer Lawrence, una joven (y atractiva) actriz, que hace apenas un año era una desconocida y ahora es una de las actrices del momento por su participación en filmes como "Winter´s Bone" (por la que fue nominada al Oscar), "X Men, primera generación" o "Like Crazy". Lawrence está secundada por un heterogéneo reparto con nombres como Woody Harrelson, Donald Sutherland, Stanley Tucci o el cantante Lenny Kravitz. Su carácter de película para un amplio público le hace ser un poco timorata con las escenas de violencia y paga los clásicos peajes argumentales de este tipo de filmes (todo es al final muy políticamente correcto), pero resulta un producto muy competente y recomendable, que no insulta al espectador que ya no es adolescente.



Ahora me paso al cine español, pues he ido a ver "The Pelayos", la traslación al cine de la peripecia de la familia García Pelayo, que en los 90 se enriqueció en los casinos de medio mundo con un sistema que consistía en apostar siempre a los mismos números en las mismas mesas de la ruleta. Un fenómeno encabezado por el bizarro Gonzalo García-Pelayo, el patriarca de la familia, que empezó como locutor de radio, productor musical y director de cine antes de inventar ese sistema que la hecho internacionalmente conocido. En el filme dirigido por Eduard Cortés ("La vida de nadie"), el patriarca es Lluís Homar y su hijo Iván (Daniel Bruhl) es el encargado de ejectutar sus planes con la ayuda de un cuñado (Vicente Romero) y de dos de sus primos (Oriol Vila y Miguel Ángel Silvestre). En su camino se encontrarán con La Bestia (Eduard Fernández), un director de casino que hará lo posible por detener sus avances.

Es una lástima que con una historia tan rica como la que se tenía entre manos salga una película que no pasa de entretenida y aceptable, donde se echa de menos un poco más de profundización en los personajes, que daban para mucho más. Una de las curiosidades de la cinta es ver la química entre Silvestre y Blanca Suárez, que interpreta a una crupier de la que se enamora el personaje de Silvestre, en un romance que ha traspasado la pantalla y que se nota al ver el metraje. La convicción que ponen los intérpretes cuando están juntos en el plano es superior a cuando no lo están. La parte del león se la llevan Lluis Homar y Eduard Fernández como antagonistas entre sí, los mejores momentos de la película les pertenecen. Una propuesta interesante, que se deja ver, pero que deja sensación de haber podido más de sí.



Ya por último, me referiré a "Manuale d´amore 3", que he visto en DVD y que es la tercera parte de una saga italiana de películas en las que el amor es el protagonista. Al ser un filme de historias independientes no hace falta haber visto los dos primeros para seguir la trama. Aquí se narran las edades del amor, en la fogosidad de la juventud, en la edad adulta y en la edad madura. De las tres historias mi favorita es la última, en la que asistimos al enamoramiento de un hombre que ya ha renunciado al amor con el paso de los años (Robert De Niro) y una voluptuosa mujer (Monica Bellucci), que le hará darse cuenta de que el amor no tiene edad. Una historia muy bonita en la que los dos actores ponen en escena su saber hacer (aquí De Niro se defiende muy bien en italiano sin hacer de gangster y Bellucci sigue siendo una mujer tremendamente atractiva, que haría perder la cabeza al más pintado) y consiguen emocionar al espectador. El resto de la cinta juega con esa misma mezcla de comedia y romanticismo, creando un filme agradable de ver, lejos de las míticas comedias italianas de antaño, pero interesante de todos modos.

Así que ya lo ven, este puente ha dado para ver una serie de películas, un tanto variadas entre sí. Con el cine me pasa como con los libros, no me importa el género sino lo que me llame su trama o sus artífices.